sábado, febrero 10, 2007

Invitación al sueño compartido, la muerte inmerecida.

Porque de la lluvia interna es mi alma, de los suaves desiertos lunares es mi piel… para los curvos paraísos.

No voy a buscar un lugar donde esconderme porque dentro de mí hay un universo en expansión. Puedo volar dentro de mí como si mis huesos carecieran de peso. Cada dos o tres pasos que avanzo, mi alma grita lo que mi cuerpo calla. La noche más larga de mi vida a punto de verme frente a mí.
Luz el pasado, presente reluciente con tu cuerpo celestial impreso en mis ojos -dos lunas rojas- dando vueltas alrededor de mis manos como una de esas memorias nocturnas, la memoria que te ha mantenido viva entre mis dedos, las noches en que has estado ausente.
Ahora estás frente a mi frío y frágil cuerpo desnudo, despojado de su nombre y de la memoria tomentosa. Deseo a cada minuto sostener tu etéreo cuerpo de cristal; mi saliva pide la esencia de tus besos. Hoy voy a morir en un instante vivo sobre tu cuerpo.
Hoy quiero tu cuerpo para escribirme tu nombre mientras escribes tu historia sobre mis piernas, rasguñando mi piel.
Voy a beber tu sangre y así llevaré tu deseo en mis venas. Tu sangre mezclada con la mía quemará el cielo de donde caíste.
Estando contigo, junto a ti o frente a ti, mi cuerpo vuela muy alto. Voy a llevarte hasta el final del celeste manantial de tu lluvia interna.
Te deseo como la tierra desea al agua. En la oscuridad de mi vida me reflejo en tus ojos.
Píntame tu cuerpo con tus dedos humedecidos sobre mi vientre, vente conmigo sobre mí y riega mi mundo con tu lluvia cristalina. Cántame tu placer, conviérteme en el testigo del orgasmo que brota de tu ser.

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