lunes, febrero 25, 2008

Bandera de tres colores… ¿dónde quedó mi corazón?

¿Qué significado tiene la bandera nacional para las generaciones jóvenes? La respuesta ellos mismos la pueden dar si les preguntamos pero me temo que no querrán tomarse la molestia de responder. El pretexto: “hablar de esas cosas me da flojera”, ó “yo sólo saludaba a la bandera en el homenaje pero me fastidiaba”. No los culpo, eso de pararse cada lunes en la plaza cívica de cualquier escuela era un verdadero suplicio, sobre todo si pasaban una hora y media bajo el sol de esta región.
La bandera nacional ha sufrido muchos cambios a lo largo de su historia. Está de más dar cuenta de su nacimiento, evolución y transformación. Lo que nos tiene escribiendo en este momento es la importancia que tiene la bandera nacional mexicana para los jóvenes, e incluso, hasta para los adultos.
En los inicios del siglo XXI, México ya no es un país que viva bajo incesantes guerras internas o invasiones extranjeras. No al menos de la forma en que las padeció durante el siglo XIX, basta con ver la invasión de trasnacionales, españoletes usurpadores de la Secretaría de Gobierno, ideologías religiosas, sectas, y demás. Pero además de eso, los mexicanos han crecido con el cuento de que “los héroes de la Patria murieron por defender la dignidad de la bandera”. Todos conocemos la proeza heroica de Juan Escutia a quien, como si fuera un personaje santo –dado que México es un país “guadalupano”- no se le puede cuestionar ni poner en tela de juicio tal acción, pro hay quienes afirman que en realidad, Escutia no se arrojó al vacío “por amor a la bandera”. La verdad sólo la sabe Escutia, pero ya está muerto.
México es un país que tiene pasado histórico que pude despertar muchas incógnitas. La historia está llena de héroes y villanos, como una telenovela; personajes berrinchudos, algunos geniales como Fray Servando Teresa de Mier quien también cuestionó la existencia de Juan Diego y el “milagro del Tepeyac”. Hay de todo, pero sobresalen las guerras.
Una bandera nacional debe sintetizar la historia de un país, es el símbolo de una nación y no de unos cuantos (si, esos que tomaron los tres colores para crear un partido político que no sirve para nada). El águila devorando a la serpiente, icono que nace desde los primeros habitantes de Tenochtitlán y que sirvió de inspiración para encontrar la tierra prometida. La bandera debe ser el estandarte de todos los que habitamos este país, tan devaluado y violado, desgarrado en el alma de cada mexicano que trabaja más de ocho horas con tal de poder comprar una “Big Mac” y una coca cola; más que un pedazo de tela que ondea en los estadios de futbol cuando juega la selección, debe ser el símbolo de unión entre los ciudadanos, que le de color a sus ideales revolucionarios.
Tengo recuerdos muy frescos de una ocasión durante el verano de 1993, tomé parte en un campamento scout en Belice. Hasta entonces había cantado el Himno Nacional Mexicano infinidad de veces al momento de hacer el saludo a la bandera. Nunca había sentido ni orgullo ni devoción, como la que demostraría cualquier cristiano católico hacia un Cristo crucificado. Pero el hecho de estar fuera de mi país me hizo sentir grande, único en el mundo y hasta pensé “mi bandera es hermosa”.
Creo que si los jóvenes no sienten orgullo ni respeto por su bandera es porque están convencidos de que a este país lo gobierna una bola de ineptos y retrógradas que lo único que quieren es obtener el beneficio económico para unos cuantos; porque los colores patrios se han convertido de uso exclusivo de taxis, partidos políticos y calcomanías de candidatos a un sueño efímero. En las escuelas la educación cívica devino en una serie de pláticas moralistas. No quiero imaginar la distopía de que en este país que debe ser republicano y laico, comiencen a ondear banderas tricolores sin el águila real y, en su lugar, se encuentre algún icono religioso, como las que portaban los soldados cristeros. El colmo: vi una camioneta en cierta calle de Chetumal que tenía rotulada una bandera mexicana y encima decía “Cristo es el señor de México”. Un país golpeado por tantas guerras intervencionistas, que nació de una masacre cimentada en una fe que no tenía nada que ver con sus primeros habitantes, merece una defensa laica de sus símbolos.
Tenemos que revisar nuestra historia, conocerla sin mentiras ni doble moral. Hay que enseñar a los más pequeños lo que simbolizan los colores, la historia del escudo nacional y hasta las circunstancias en las que se escribió el Himno Nacional Mexicano, pero sin mentiras ni eufemismos.
México es grande, yo siento orgullo por mi bandera pero no soy chauvinista, el ser humano es egoísta por naturaleza pero eso no es pretexto para los que no tienen la menor intención de defender su soberanía nacional. La bandera nacional es de todos, no del revolucionario institucionalizado ni de ningún cristero fanático.
Lo que ondea en una plaza cívica no es un pedazo de trapo, es nuestra identidad.

domingo, febrero 17, 2008

Los Beatles en video (a propósito de la digitalización de “Help”)




Hubo un tiempo en que solía decir: “nunca voy a ver una película de Los Beatles”. Crecí con su música. La pasión “beatlera” se desbordó cuando en mis manos cayó un disco LP con la música de la filmografía del cuarteto. En la portada se muestra a unos Beatles caricaturescos –además de las ya famosas imágenes de Yellow Submarine- con las diversas facetas presentadas en sus películas: “A hard day’s night”, “Help”, “Magical Mistery Tour”, “Yellow Submarine” y “Let it be”. Menciono los títulos con su nombre anglosajón, no estamos en la España de Franco.
Así pues, mi alma de niño curioso e iniciado en la “beatlemanía tardía” deseaba con todas sus fuerzas, ver una película de Los Beatles. Viviendo en Chetumal era imposible conseguir alguna –hasta la fecha, aquí es imposible conseguir algunas cosas realmente maravillosas-, de modo que tuve que esperar cierto tiempo hasta que, en 1989, encontré un video “beta” de Yellow Submarine en un videoclub. De ahí pa’l real. Durante mi residencia de más de 10 años en la Ciudad de México encontré lugares en donde vendían copias de películas de mi banda favorita, con la desventaja de que se veían muy mal. Las tiendas de discos, que por entonces vendían bastantes cosas de importación y baratas, sólo ofrecían películas sin subtítulos y en video VHS (aún no entendía el inglés y me disgustaba el deterioro de las cintas).

Pasado otra vez el tiempo, el mercado del video digital ofrece una diversidad estupenda de videografía del “cuarteto de Liverpool”, desde conciertos de su época en Hamburgo, la primera gira a Estados Unidos (aquella donde se presentaron por primera vez en el show de Ed Sullivan), hasta algunos títulos de la filmografía: “A hard day’s night”, “Yellow Submarine” y, más recientemente, “Help”.

El 6 de noviembre de 2007 Los Beatles volvían al primer plano de la actualidad con la edición en dos formatos de su película “Help”, en la que suenan canciones tan emblemáticas como la que da título a la película, You're Going to Lose That Girl, You've Got to Hide Your Love Away, Ticket to Ride, The Night Before, I Need You, Another Girl, She's A Woman y A Hard Day's Night.
En estas nuevas ediciones de “Help”, el DVD uno contiene la película original restaurada digitalmente y con nuevo sonido 5.1. El DVD dos incluye sorpresas como un documental de 30 minutos que explica cómo se hizo la película, con declaraciones del director Richard Lester, recuerdos de los actores y técnicos e imágenes exclusivas con los Beatles en escena.


Existe una edición de lujo que contiene un folleto con más de 60 páginas y un póster. La historia de “Help” sitúa a los Beatles como objetivo de un complot exterior en torno a un anillo ritual que tiene Ringo y no puede quitarse del dedo. Como resultado, él y sus compañeros John, Paul y George, son perseguidos por los miembros de un culto religioso, un científico loco y la policía de Londres en sucesivos viajes que van desde la capital británica hasta los Alpes austriacos y las Bahamas. Un verdadero viaje en el tiempo en el cual se puede apreciar la esencia del llamado “Swinging London” (el “Alocado Londres”) de mediados de los 60.
El trabajo de restauración de “Help” es impresionante, el Eastmanicolor se aprecia con tanta pureza y no se “pelea” con el resultado digital.
La banda sonora se escucha con calidad stereo o 5.1, éste último nos sumerge en la intimidad de las canciones que el cuarteto compuso para la película, con reminiscencias de su primera etapa y con mucho aroma a Bob Dylan. Por momentos, el espectador podría sentirse dentro de un viaje onírico: el libreto está cargado de diálogos surrealistas y hasta algunos absurdos que por momentos recuerda al humor “Goon” de Peter Sellers, cómico legendario muy gustado por los Fab Four.
Ha sido larga la espera y ahora puedo ver a Los Beatles como en sus años dorados, aunque una banda como esa nunca pasará de moda y serán tan recordados como Mozart, Bach o Beethoven. Ni siquiera los artistas desechables –y deplorables- del actual reguetón trascenderán las fronteras del tiempo y la memoria.

Sueños desbordados, eco de tiempos pasados (Primer eco de muchos)


“No leo acerca de la cosas que debería ser o hacer. De hecho me niego a adoptar una forma incongruente de vida.
Pero algo es cierto: no puedes hablarle a las piedras si deseas una respuesta. ¿Para qué buscar? Demasiado tiempo desperdiciado en crueles apatías mientras el alma se corrompe.
No estoy dispuesto a soportarlo mucho tiempo, ya lo hice y no dibujé una sonrisa en mi rostro. Un viaje redondo al infierno; se necesita algo más que fuerza para regresar.
Me levanto cada día rascándome los restos de la embriaguez nocturna, esa serie de imágenes irreales e incostructibles donde se transpiran las paradojas de la vida. Sería bueno vender esas sucias imágenes en frascos de 100 gramos, podrían curar un alma quebrantada.”

“No me pidan la vida si van a arrojarla al abismo. Si ésta importase para alguien que no fuese yo, entonces me daría cuenta de que no estoy muerto o perdido.
Comí pedazos de luna roja y la intoxicación fue tal que visualicé una forma redonda e imperfecta. Normalmente una intoxicación me hubiese llevado a un lugar mágico. Creo que la luna estaba en cuarto menguante.
Suele pasar. No estas en el lugar ni en el tiempo adecuado. Vivo fuera del tiempo y me niego a un lugar. Si abriera un poco las puertas podría entrar el viento nuevo, pero olvido que el aire no es muy limpio bajo este cielo.”

“El cielo esta sobre mí pero yo estaré por encima de las nubes.
No conozco a Dios pero sé que Él me conoce a la perfección; me conoce tan bien que me alimenta con lunas en cuarto menguante.
Día a día me levanto con el frío pegado a mis huesos, sacudo los restos del sueño perdido. Las sábanas tienen mi calor, no sé cuantas mareas más lo soportaré.
Miro al espejo, frente a mí se refleja una imagen similar a la mía: posee el sol en sus ojos. Si yo no fuera aquella imagen reflejada diría que estoy frente a lo mejor de mí.
Y sé que esa mirada quema porque ya encendió mi cuerpo. Si tan solo alguna otra mirada se posara en mis ojos...
Mi luz no se apaga. No se apaga para nadie. Es solo que no hay velas que se dejen encender, una vela dispuesta a derretirse con el fuego de otra.”

Ciudad de México, Septiembre 16, 2000

14 de febrero… regala amor con un kit de sinrazones.

“Te daré todo lo que tengo para dar si tú me dices que también me amas, puede que no tenga mucho que dar pero lo que tenga te lo daré. A mí no me importa demasiado el dinero porque el dinero no puede comprarme amor.” Can’t buy me love, Lennon-McCartney.

¿Para qué escribir de amor cuando el amor mismo se ha vuelto en un producto de consumo? ¿Para qué desgarrarnos las vestiduras y la piel por alguien que sólo espera a que paguemos la cuenta de la cena del Día de San Valentín? ¿Nuestros amigos son en verdad nuestros amigos? Son demasiadas preguntas y la vida, muy corta. En el mundo actual no hay lugar para soñadores, quejitas, gente que siente y ríe y llora: ahora está prohibido pensar y sentir, ser un “humano” es para mediocres. El amor ha sido negado para todo aquel que realmente siente en cada centímetro del alma, se limita a dormir entre las sábanas de la banalidad y el sexismo.
Parece que las celebraciones humanas están condicionadas por las corporaciones para obligar a la masa a comprar cosas que en realidad no necesitan. Nada de malo hay en adquirir objetos si uno desea tenerlos, lo peor se avecina en el momento en que nos obsesionamos por “poseer”. Cuando el deseo de poseer no es satisfecho, la persona cae en la depresión, en la ira y la envidia. Sin darnos cuenta, nos convertimos en autómatas de la televisión, de las marcas, de las transnacionales que nos regalan la idea y someten la conciencia en un continuo deseo de poseer, de gastar, en lugar de entregar lo más valioso de nosotros.
¿De qué hablo? De los “Días del blablabla…”, y una de las primeras campañas de publicidad es la del 14 de febrero. Clichés, frases vacías, ofertas de teléfonos celulares, ropa, zapatos; objetos y más “chucherías” que ahora simbolizan el afecto de las personas, el amor desmedido entre las parejas.
No me gusta la navidad, pero el 14 de febrero se lleva el primer lugar en el Top Ten de las fechas aborrecibles del año. ¿Sólo se ama en 14 de febrero?, eso nos hacen creer. De repente, todos se aman, como si en el desayuno de la mañana del 14 de febrero alguien hubiese añadido algunas dosis de “XTC” como para amarlos a todos, de manera irrefrenable e intensa.
Amar está reservado para los que tienen todo el poder de su firma; el amor anda sobre ruedas (de un Audi) a toda velocidad y se intoxica en el fondo de una botella, se cura las heridas (de un faje) con vendajes (cortesía de Zara) y a veces hasta impulsa a crear un carnaval multicolor (claro, con luces del mejor antro de la ciudad). El resto del año lo dedicamos a desdeñar las cosas sencillas de la vida, de la persona amada y de la compañía de los amigos: si no recibimos cosas materiales a cambio, no vale la pena estar con alguien.
La televisión dice: “este 14 de febrero regala amor con un kit”, y todos corren a comprar el kit. Me gustaba más cuando alguien me regalaba un chocolate, una tarjeta elaborada a mano y en casa, y ya no digamos el helado o la paleta por el simple hecho de que “nos quieren”. Y no era 14 de febrero.
No queremos aceptar que en esta fecha amamos por obligación más que por convicción. Amamos un día y el resto del año somos incapaces de arreglar las diferencias con la pareja, de ceder un poco y de crecer juntos (supongo que eso hacen las parejas).
Amar se convierte en una costumbre irremediable en estos tiempos. Se vuelve monótono, pierde el sabor de la sal en la piel, de la amargura de una discusión que al final del día se puede arreglar entre sábanas y cuerpos sudados.
Amigos. Es sólo una utopía. Amigos sólo se cuentan con tres dedos de una mano y aún así, sobrarían los dedos. Dice por ahí una rola: “te voy a dar la tabla de sumar, para que cuentes los amigos que se van, los que parece de tu condición son los que clavan en tu espalda su puñal”. Todo está dicho en esa frase.
Es difícil hablar del amor, sobre todo cuando no se tiene. Más difícil aún es sobrevivir en un mundo donde no hay lugar para los soñadores. ¿Por qué limitarnos a amar un solo día cuando podemos hacerlo toda la vida?
Hay que hacer el amor, sin tabúes ni temores a una justicia divina (claro, utilizando un condón); hay que ser tolerantes con los amigos pero sin condicionar la amistad con el préstamo de baratijas.
No voy a despedirme con el clichoso “todos los días del año son 14 de febrero”, hay que quemar esa frase. Simplemente, dense amor, háganse el amor, coman amor, compartan y entreguen amor sin miramientos ni condiciones. El amor no se vende ni se compra en almacenes de prestigio, el amor es para todos.

lunes, febrero 04, 2008

Cuanto dure el amor, depende de muchos factores… mientras nos dura, a darlo y a hacerlo

“Ya te lloré como nube, te di mi corazón envuelto para regalo, con todo y pasión. Me desperté con tu ausencia, no me has llamado hoy, la cama está fría, le falta tu calor”. ‘El blues de la nube’. Betsy Pecanins.




Siempre hablamos acerca del amor como algo que nace mágicamente y a partir del encuentro entre dos personas espiritualmente empáticas, y físicamente atractivas. A veces no se cumplen las reglas y cada quien está con la persona que se merece. El amor es un estado de ánimo, o enfermedad y con toda seguridad, afirmo que se trata del efecto de un montón de sustancias secretadas en el cerebro y nos llenan de bienestar. El amor, para muchas personas, es indescriptible y tiene muchos conceptos. Pero lo cierto es que, alejándonos de la idea romántica del amor, como invento occidental en el siglo XIX, el amor es una función programada en los seres humanos para llegar a la preservación de nuestra especie. Amor y sexualidad son dos ingredientes para tal fin, no se puede entender a una sin la otra.
Pero ni la vida misma es eterna y el amor –como mucha cosas en la vida- tiene final, muchas veces con consecuencias severas, desastrosas. Claro, muchos hemos vivido para contarlo. Comencemos por respirar profundo y olvidarnos de que sin amor no podemos vivir porque, el amor late en cada ser pero hace falta otra parte que sintonice en la misma frecuencia que la nuestra (suena cursi, pero he leído cosas peores). Si la ciencia ha ayudado a responder muchas preguntas que la filosofía sólo nos ayuda a seguir el camino hacia la verdad absoluta, el amor ya ha sido abordado por científicos, sociólogos, antropólogos, psiquiatras y médicos, siendo estos los más tajantes en afirmar que la química del amor es una expresión acertada. En la cascada de reacciones emocionales hay electricidad (descargas neuronales) y hay química (hormonas y otras sustancias que participan). Ellas son las que hacen que una pasión amorosa descontrole nuestra vida y ellas son las que explican buena parte de los signos del enamoramiento.
Cuando encontramos a la persona deseada se dispara la señal de alarma, nuestro organismo entra entonces en ebullición. A través del sistema nervioso el hipotálamo envía mensajes a las diferentes glándulas del cuerpo ordenando a las glándulas suprarrenales que aumenten inmediatamente la producción de adrenalina y noradrenalina (neurotransmisores que comunican entre sí a las células nerviosas).
Sus efectos se hacen notar al instante:
El corazón late más deprisa (130 pulsaciones por minuto).
La presión arterial sistólica (lo que conocemos como máxima) sube.
Se liberan grasas y azúcares para aumentar la capacidad muscular.
Se generan más glóbulos rojos a fin de mejorar el transporte de oxígeno por la corriente sanguínea.
Los síntomas del enamoramiento que muchas personas hemos percibido alguna vez, si hemos sido afortunados, son el resultado de complejas reacciones químicas del organismo que nos hacen a todos sentir aproximadamente lo mismo, aunque a nuestro amor lo sintamos como único en el mundo. En pocas palabras, todo este cóctel de drogas nos lleva a un estado de “imbecilidad transitoria” y que no dura demasiado ya que, según estudios realizados en Estados Unidos, el estado de enamoramiento dura aproximadamente un año. El químico culpable de todo esto se llama Feniletilamina. El affair de la feniletilamina con el amor se inició con la teoría propuesta por los médicos Donald F. Klein y Michael Lebowitz del Instituto Psiquiátrico de Nueva York, que sugirieron que el cerebro de una persona enamorada contenía grandes cantidades de feniletilamina y que sería la responsable de las sensaciones y modificaciones fisiológicas que experimentamos cuando estamos enamorados.

El amor acaba...
Y entonces, después de la tormenta, vienen las lágrimas, las casas destrozadas y las bocas secas. Lloramos, no salimos de la cama, nos duele recordar a la persona amada en cada rincón de la casa, del coche, las manos se sienten frías y sin voluntad. Nos partieron el corazón, el amor se acabó… dolor y más dolor, es el fin del mundo, ¡oh si!, es el “pavo frío” después de la sobredosis de amor. El amor se acaba en el momento en que el cerebro no produce más feniletilamina. Para que haya una reacción química debe haber un estímulo externo. Al fin del amor se le atribuyen miles de causas. A Jorge le gustaba mucho la voz de Mariela, quien a su vez estaba encantada con el color de ojos y el trasero de Jorge. Un buen día, Mariela se dio cuenta que Jorge era muy mal jugador de soccer y además, tenía un dedo meñique defectuoso en el pie derecho. A Jorge le fascinaba la voz de Mariela hasta que una noche tuvo que contener la respiración al intentar besarla. ¿Dónde quedó la magia? Simplemente prestaron más atención a los defectos que se habían pasado por alto y, en consecuencia, el amor desaparece.
Muchas otras veces el desamor se produce cuando dos personas ya no caminan hacia una misma dirección, porque han cambiado de ideas o simplemente, la costumbre los cansó y decidieron buscar nuevas experiencias: el experimentar la sensación que la feniletilamina nos producía, pero con otra persona. El ser humano es una farmacia ambulante (y también una “casita del horror”).
La actividad de la feniletilamina perdura de 2 a 3 años, incluso a veces más, pero al final la atracción bioquímica decae. La fase de atracción no dura para siempre. La pareja, entonces, se encuentra ante una dicotomía: separarse o habituarse a manifestaciones más tibias de amor -compañerismo, afecto y tolerancia-. Con el tiempo el organismo se va haciendo resistente a los efectos de estas sustancias y toda la locura de la pasión se desvanece gradualmente, la fase de atracción no dura para siempre y comienza entonces una segunda fase que podemos denominar de pertenencia dando paso a un amor más sosegado. Se trata de un sentimiento de seguridad, comodidad y paz. Dicho estado está asociado a otra DUCHA QUÍMICA. En este caso son las endorfinas -compuestos químicos naturales de estructura similar a la de la morfina y otros opiáceos- los que confieren la sensación común de seguridad comenzando una nueva etapa, la del apego. Por ello se sufre tanto al perder al ser querido, dejamos de recibir la dosis diaria de narcóticos.
Para conservar la pareja es necesario buscar mecanismos socioculturales (grata convivencia, costumbre, intereses mutuos, etc.), hemos de luchar por que el proceso deje de ser solo químico. Si no se han establecido ligazones de intereses comunes y empatía, la pareja, tras la bajada de FEA, se sentirá cada vez menos enamorada y por ahí llegará la insatisfacción, la frustración, separación e incluso el odio.
El fin del amor, o los amores eternos, son temas que tienen explicación científica, lógica y hasta sociológica. Lejos del concepto que se inventó en el siglo XIX, el amor está destinado a los afortunados, sin embargo es un sentimiento latente en cada ser humano. Las condiciones sociales determinan la disposición de cada uno a manifestarse de cierta manera frente a una criatura que le haga cosquillas en la panza.
Si dura o no dura, eso depende de nosotros (o para el que lo tenga). Mientras tanto (de nueva cuenta, quien lo tenga) hagan el amor, repartan amor, dibujen amor, escriban y lean sobre amor. Al final, el amor es lo único que nos queda para sobrevivir.