lunes, mayo 18, 2009

Qué sola se va a quedar mi muerte sin su vida, maestro Benedetti

Han pasado más de doce años desde que tuve mi primer contacto con la obra literaria de Mario Benedetti. Fue en los primeros días de la universidad cuando la música era mi amante incondicional y la búsqueda de tesoros trascendentes parecía más una obsesión deliciosa que una obligación profesional. Los amigos de ese entonces, estudiantes de guitarra clásica como yo, interpretaban un vasto repertorio de trova y canto nuevo. Entre sus canciones tenían algunos poemas de Benedetti, adaptadas por ellos mismos. Y así, durante una tertulia en una banca en medio del Parque de la Conchita, en Coyoacán, el primer disparo directo a mis sentidos fue certero:

El olvido está tan lleno de memoria, que a veces no caben las remembranzas, y hay que tirar rencores por la borda, en el fondo el olvido es un gran simulacro.

De la tertulia en la placita e interminables tazas de café de “El Jarocho”, llevamos nuestras almas inquietas a la intimidad de una salita de estar en una casa del rumbo de Copilco (en el sur de la Ciudad de México). Refugio para el grupo de amigos que crecía con el paso de los meses y la sed de conocimiento que nos ayudaría a descifrar el secreto de la vida, las charlas se prolongaban entre lúcidas alucinaciones acerca de la geografía del amor y sus extrañas maneras de manifestarse. De un libro forrado con papel de un periódico “izquierdoso”, más versos encendieron la curiosidad:

Una mujer desnuda y en lo oscuro

tiene una claridad que nos alumbra

de modo que si ocurre un desconsuelo

un apagón o una noche sin luna

es conveniente y hasta imprescindible
tener a mano una mujer desnuda.


Mario Benedetti, cuyo nombre real era Mario Orlando Hamlet Hardy Brenno Benedetti Farugia, nació el 14 de septiembre de 1920 en Paso de los Toros, Uruguay. integrante de la Generación del 45, a la que pertenecen también Idea Vilariño y Juan Carlos Onetti, entre otros. Su prolífica producción literaria incluyó más de 80 libros, muchos de los cuales fueron traducidos a 20 idiomas. Recibió la formación primaria y secundaria en Montevideo y a los dieciocho años se trasladó a Buenos Aires donde residió por varios años. En 1945 formó parte del famoso semanario «Marcha» donde se formó como periodista, colaborando allí hasta 1974.
Ocupó el cargo de director del Departamento de Literatura Hispanoamericana en la Facultad de Humanidades y Ciencias de la Universidad de Montevideo. 
Desde 1983 se radicó en España donde permanece la mayor parte del año. Obtuvo el VIII Premio Reina Sofía de Poesía y recibió el título de Doctor Honoris Causa por la Universidad de Alicante. Su vasta producción literaria abarca todos los géneros, incluyendo famosas letras de canciones, cuentos y ensayos, traducidos en su mayoría a varios idiomas. De su extensa obra se encuentran entre otros, la novela “Gracias por el fuego”, “El olvido está lleno de memoria”, y los poemarios, “Inventario Uno” e “Inventario Dos”. Tras el Golpe de Estado del 27 de junio de 1973 renuncia a su cargo en la Universidad de la República, en Montevideo, pese a ser elegido para integrar el claustro. Por sus posiciones políticas debe abandonar Uruguay, partiendo al exilio en Buenos Aires, Argentina. Posteriormente se exiliaría en Perú, donde fue detenido, deportado y amnistiado, para luego instalarse en Cuba, en el año 1976. Al año siguiente, Benedetti recalaría en Madrid, España. Fueron diez largos años los que vivió alejado de su patria y de su esposa, quien tuvo que permanecer en Uruguay cuidando de las madres de ambos. En 1976 vuelve a Cuba, esta vez como exiliado, y se reincorpora al Consejo de Dirección de Casa de las Américas.
En más de una ocasión me han preguntado por qué me gusta la obra poética de Mario Benedetti, y les respondo que, primero, sus letras llegaron en un momento clave de mi vida (el inicio de mis estudios de arte) y que la poesía siempre va a estar ligada íntimamente a la música. Así pues, su obra poética influyó en la manera de abordar e interpretar nuestras canciones, buscando siempre más allá de las emociones y las metáforas. Otra razón deriva de la poesía misma, jugando el papel de llave que abriría las puertas al universo de las emociones y los recuerdos a flor de piel; porque finalmente la obra artística debe provocar reacciones en el individuo, en la sociedad, asegurando la trascendencia del espíritu humano. Benedetti trascendió las emociones, las ideas, los momentos, lugares que no se convirtieron en comunes; superó los años en el exilio a causa de las feroces dictaduras imperantes en el cono sur durante la década de los 70, en el siglo XX.
Fue en 1999 cuando leí la novela “La tregua”. La huelga de la UNAM hizo lo propio con las vidas de cada uno de mis compañeros y camaradas de la facultad, buscando cada uno por su cuenta, el camino a seguir por el resto de nuestras vidas. Al final de cuentas, esa huelga fue la tregua a mitad de nuestros “veinte”.En estos tiempos en que no hay cabida para los que “saben volar” (recordando el cameo que Mario Benedetti hiciera en la película “El lado oscuro del corazón”), los más jóvenes sucumben a las mordidas de vampiros Light, olvidando con violencia desalmada, que en la vida nada está asegurado. Y mientras nos volvemos más viejos y vacíos en las oficinas, hubo un hombre que retrató con tal maestría la realidad de la clase media y la burocracia. Benedetti vive en la memoria de quienes continuamos en el sueño de la vida, viviendo el amor y el desamor… no sabe usted (maestro Benedetti), que triste se queda mi muerte sin su vida.

martes, mayo 12, 2009

Vivir un día sin Internet… sería un día más de vida real

Esto de imaginar un día sin Internet se ha hecho una y muchas veces más. Visualizamos un día sin tener acceso a la red de información más grande del planeta, sin acceder fácilmente a nuestros correos electrónicos, el facebook, el myspace o cualquier otro sitio de redes sociales. Todos queremos evitar el caos pero lo cierto es que este se presentaría de una u otra forma.
La Internet –como se ha dicho una millonésima de veces en muchas partes- nos ha facilitado la vida a todos en lo que toca a transacciones bancarias, compra y venta de artículos diversos, investigaciones, entretenimiento y viajes sin salir de casa. Un buen amigo mío afirmaba que la Internet es una especie de “oráculo de Delfos” pues las respuestas a muchas preguntas se encuentran en la red de información, excepto la existencia de Dios.
De un tiempo a la fecha –más de nueve años- el Internet me ha significado una herramienta de trabajo, más que una válvula de escape. Mi primer contacto con la Internet se dio en el momento en que me encontraba alejado de mi familia, amigos y con un apetito por conocer el mundo; de modo que si iba a tener relación con tal invención, debía hacerme de un correo electrónico. Del correo electrónico llegué a las salas de Chat, y de ahí pa’l real. Los chats se convirtieron en una costumbre que se acabaría con la llegada de los mensajeros instantáneos y los sitios de red social. ¿Cuántas veces hemos escuchado que “si no estamos en la World Wide Web, no existimos”? Ahora cada usuario, sin importar su status social, tiene más de dos correos electrónicos, un lugar en facebook, utiliza el Messenger para todo y compra en línea.
Sí, la vida se ha hecho más fácil pero las lonjas crecen y la circulación sanguínea provoca estragos en las piernas.
Sin tanto rollo, podemos vivir sin Internet un día o muchos, es cuestión de encontrar sentido a lo que nos rodea. Parece interesante y muy barato conocer ciudades al otro lado del atlántico con un clic, también es cómodo comprar libros y discos y demás cosas con tan sólo llenar un formulario en línea. Pero ¿qué hay de una charla en tiempo real, en vivo y a todo color?; nada sabe tan bien como mirar a la persona con la que se intercambian ideas en un lugar maravilloso a la orilla del mar, en un parque silencioso o simplemente en un viaje por cualquier ciudad del mundo o de México (sin más virus que la Influenza o la gripe aviar como amenaza real).
Es cuestión de elección y de expectativas ante la vida. Ya sabemos lo que pasaría si en todo el mundo dejara de funcionar la Internet: el caos total y en todos los sentidos. Sería una muy buena idea preguntarle a los millones de pobres del mundo, esos que nunca han tenido acceso a educación ni salud pública y, como es de suponer, no tienen acceso a una computadora, cómo sería vivir un día sin Internet. Ellos han vivido, viven y vivirán sin Internet, sus necesidades básicas son las que más les importará satisfacer.
El clasemediero se empeña en conseguir un status a través de artículos que en realidad no necesita. El Internet brinda un poco de ese status y aunque –repito- es una herramienta más de la vida diaria como los electrodomésticos y las máquinas de producción, pero no resuelve la vida ni es un medio para la realización humana.
Necesitamos ser más humanos y menos alienados con realidades virtuales, establecer horarios y normas en que nos ocuparemos del trabajo a través del Internet, pero urge REESTABLECER LAS RELACIONES HUMANAS Y REALES. Salir a hacer ejercicio, comer con amigos, reinventarnos o adquirir hobbies diferentes podrían ser actividades saludables para hombres y mujeres, hasta conseguir una vida plena y libre de toda cadena. También podemos encontrar mundos alternos en la lectura, lean los libros que quieran (excepto los de CCS) les aseguro que encontrarán miles de cosas que un sitio de facebook no brinda.
Ustedes eligen, vivir más en tiempo y en el mundo real o se harán esclavos de una animación en flash o de una foto de alguien en algún lugar de Finlandia. Yo elijo vivir y ser un mejor ciudadano del mundo.