sábado, septiembre 16, 2006

Memo Rex Commader y el corazón atómico de la Vía Láctea o la primera parada en un planeta alejado de nuestro sistema solar.


Luego de haber lanzado el EP The Room en octubre del 2005, bajo el sello disquero Noiselab, Zoé alcanzó un nivel de aceptación fuerte entre la audiencia. “Dead” fue el sencillo que se desprendió de este último material y mostró una nueva etapa en el sonido de la banda originaria del Distrito Federal. Pero eso no fue todo porque el material presentado hasta entonces era una muestra de lo que estaba por venir.
Memo Rex Commander y el corazón atómico de la vía láctea, el disco más reciente disco de Zoé, salió a la venta el 12 de julio de este año. Acompañado de una expectativa, videocast de la banda y la publicidad a través de su sitio web y el myspace.com, este disco significa un paso hacia adelante en su crecimiento como banda.
Si con sus discos anteriores (Zoé, Rocanlover) dibujaron un panorama lleno de viajes astrales, erotismo y sonidos siderales en las mentes y oídos de la audiencia, Memo Rex Commander es una especie de parada en un planeta muy lejano de nuestro sistema solar (tal como suenan las letras descriptivas de León Larregui, vocalista del grupo).
El primer corte de disco le da nombre al disco: “Memo Rex”. El loop inicial se acerca a una especie de llegada de la nave interplanetaria y se abre la puerta para dar paso a la exploración sonora por los paisajes del amor, el deseo, la paz, la tristeza y el desamor.
“Vía Láctea”, primer sencillo del álbum, atrae desde la primera escucha con un sonido particular que se repite en otros cortes del disco: las líneas del bajo y guitarra de estilo The Cure en la época de Seventeen Seconds. “Vía láctea” es la nostalgia por una figura amada, la piel que se anhela, los ojos en que se refleja aquel que llora por la ausencia del ser amado: “y todas las noches bajo la vía láctea parecen eternas si tú no estas (…) y la alfombra de tus sueños soy el rayo vagabundo, y desmaya y dolece pero no se apaga”. La música fluye con dinamismo, como una rápida huída por los rincones del universo en busca de alguien.
Reminiscencias del sonido “rocanlover” sirven para acompañar la idea casi mortal del deseo por volver a aquel rincón donde se compartió algo más que simples caricias lascivas… por lo menos para el protagonista de “Vinyl”. Cualquiera que haya tenido un encuentro con el oscuro objeto del deseo sabrá de lo que habla la letra. Mucha atención.
Hay mucho sonido británico en las piezas de Memo Rex que remite a bandas como Radiohead, The Cure, Belle & Sebastián o Mogwai. Phil Vinall se ha convertido en el productor “de cabecera” y en este trabajo se logra una obra pulida, con una conexión entre las canciones que nota en muchos pasajes melódicos e instrumentales.
Hay algo que distingue a este disco de los anteriores, desde el video de “Vía láctea” hasta el sonido del álbum: es más oscuro. El tempo musical en temas como “Corazón atómico”, “Nunca”, “The room”, “Paula” y “Side effects”, tan lento como uno quisiera que transcurriera la vida, describe en una escuchada privada el viaje por el universo que sugiere León Larregui.
Amor, desamor, deseo, miedo al amor, desesperanza, viajes astrales, alienación y materialismo, mujeres y amores de una sola noche son los temas que giran en el sistema solar de Memo Rex, personaje central de un disco que no raya en lo conceptual pero contiene un concepto bien estructurado.
Para los que acaban de conocer a Zoé encontrarán un disco difícil de digerir a la primera. No se trata del rock facilón “emo” ni de melodías pegajosas a lo “Panda” sino de una música que se escucha a solas, de noche, bajo las estrellas o bajo el techo cósmico de nuestra mente. Sin embargo, es un disco que termina por revelarse conforme se exploran las canciones, se disfruta el viaje sonoro y el universo de Memo Rex nos parece un lugar familiar a miles de años luz de la Tierra.

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