martes, julio 19, 2011

El grafiti en Chetumal, voz de una comunidad que se niega a permanecer callada

CHETUMAL.- En diversos puntos de la ciudad se encuentran paredes que han sido rayadas con pintas de pandillas, delimitando su territorio, mientras que de manera organizada y en áreas específicas, hay grafitis adornando paredes y muros de parques.
Esta actividad es mal vista por la sociedad establecida debido a la asociación de ideas “grafiti-pandillerismo”; dicha concepción no está alejada de la realidad pero hay una delgada línea que divide al “grafiti artístico” de la pinta territorial de las pandillas.
Fuera de toda proporción artística en la que se deba guardar la forma, el color, la simetría y hasta conceptos filosóficos, la pinta obedece a la norma de marcar los límites territoriales de las pandillas organizadas en diferentes colonias de la ciudad en su totalidad pues ni el centro histórico es ajeno al vandalismo.

Por su parte el grafiti plasmado en muros particulares y espacios públicos como parques, canchas deportivas y murales designados ex profeso para tal, contiene un mensaje que a simple vista no parece ser muy claro, “optimista” o de carácter partidista. El grafiti es una expresión “subterránea”, popular y  cargada de contenido político y social (con político no involucramos a la militancia dentro de un partido político, aunque estos quieran involucrarse en dicha actividad con fines electoreros).

Dicho sea de paso y por los diseños que rayan en la alucinación o en el juego de formas y colores, los grafitis siguen siendo una molestia para el ciudadano  y los dueños de muros y paredes. El verdadero problema radica en las pandillas dedicadas a asolar los barrios de la ciudad, destruyendo el entorno sin crear conciencia social, más bien en un descarado perjuicio hacia una sociedad que le ha robado las oportunidades.
Por el contrario, el grafiti de contenido social, político y cultural lleva siempre la firma de quienes participan en la realización. En Chetumal se encuentran varios grafitis creados por colectivos de jóvenes dedicados al “skateboarding” o más propiamente dicho, el patinaje.
Desde los colores elegidos cuidadosamente, pasando por la forma y el contenido, una observación detenida nos lleva a descubrir símbolos y mensajes. Historias que involucran el acontecer social, la realidad de una juventud abandonada a su suerte entre estudiar mucho para no conseguir un trabajo bien remunerado, la soledad adolescente, la angustia y hasta la denuncia.
Cada grafiti tiene un artista anónimo. Son pocos los grafitis realizados en coordinación con las autoridades municipales encargadas de la atención a la juventud, otros son realizados en muros y paredes con el debido permiso de los propietarios.
Pensar en el grafiti como una transculturación importada de Estados Unidos sería como negar la herencia española en la cultura mexicana. Una manifestación artística se vuelve universal cuando involucra ideas, emociones y sentimientos en común con el resto de los pueblos del mundo.

No todos los grafitos son agradables a la vista o están llenos de contenidos. A la mayoría de la gente le parecen grotescos pero lo cierto es que los diseños obedecen a una concepción abstracta de la realidad. Como sucedió con las pinturas rupestres, un grafiti puede narrar la realidad de una comunidad, especialmente los jóvenes. El grafiti siempre será la voz colorida de una realidad que se niega a permanecer callada.
Existe en nuestra ciudad una ambivalencia en la concepción y aceptación del grafiti. Mientras tanto exista una juventud desatendida seguirán proliferando las pintas territoriales.

Para muestra hay grafitos en el parque 10 de abril, en el parque Hábitat II de la colonia Pro Territorio, en los diferentes parques de la ciudad en menor escala pero con contenido social. También encontraremos grafitos en los muros del zoológico, las colonias del norte de la ciudad y en menor cantidad en el centro de la ciudad. 

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