domingo, septiembre 23, 2007

Pornografía y adicción: las conejitas no tienen la culpa

“La cantidad es responsabilidad de usted” Saúl Lizaso cuando anunciaba alcoholes.

Dicen que un ser humano nace con “el pecado original”, que es necesario el bautismo (católico, claro, ¡pues de quien más!) para eliminarlo. Pecado cometido por un par de curiosos que, luego de comer del fruto prohibido –o tal vez fumaron la “yerba prohibida”- sus ojos se abrieron para darse cuenta de que estaban desnudos. ¡No puede ser!, ¿desnudos?... ¡virgen santísima!, niños, por eso, a ellos Dios los castigó y echó del Paraíso; si ven a alguien desnudo, Dios hará lo mismo con ustedes. De modo que los hay quienes crecieron con el sentimiento de culpa al mirarse al espejo o mirar otros cuerpos desnudos en fotografías.
¿Quién no ha disfrutado de la pornografía en su vida? Y digo “disfrutado” porque al final de cuentas es una actividad realizada con el único fin de disfrutar. Por eso es un placer. Absolutamente todos, hombres, mujeres y niños (a escondidas de sus padres) hemos consumido esas imágenes exquisitas de fantasías negadas en la vida real. Está de más hablar de las maneras como comienza esta afición, parece una bomba mental que espera a ser detonada, liberando dopamina en cantidades extraordinarias. Así como llega, se va ese estado mental; algunos lo superan y otros “se clavan en la textura”.
Vayamos primero al origen de la palabra “pornografía”. Menciona la enciclopedia Wikipedia: “El término pornografía procede del griego: πορνογραφíα, porne es "prostituta" y grafía, "descripción", es decir, "descripción de una prostituta". Designa en origen, por tanto, la descripción de las prostitutas y, por extensión, de las actividades propias de su trabajo. Hay que decir, sin embargo, que el término es de aparición muy reciente pues en la Antigua Grecia nunca se usó la palabra "pornografía". Modernamente se entiende por pornografía un conjunto de materiales, imágenes o reproducciones de la realización de actos sexuales con el fin de provocar la excitación sexual del receptor.”
Expuesto lo anterior podemos agregar que la pornografía es la búsqueda del placer por medio de fantasías irrealizables. Esto proviene de la coincidencia en una respuesta entre personas entrevistadas: consumen pornografía porque en su vida real no pueden realizar sus fantasías, porque sus novias no son “cochinotas”. México es un país en el que la “doble moral” funciona perfectamente al momento de justificar o satanizar ciertos temas; personalmente no tengo nada en contra de la pornografía ni de los cuerpos desnudos. Cabría cuestionarse si una muestra fotográfica de cuerpos desnudos o un performance con bailarines despojándose de la ropa es o no pornografía.
La pornografía se manifiesta principalmente a través de tres medios: el cine, la fotografía y la literatura, aunque también admite representaciones a través de otros medios como el cómic, la escultura, la pintura, e inclusive el audio (las “hot line”, por ejemplo).
Bien podría decirse que la pornografía es casi tan vieja como el mundo. En tiempos prehistóricos se dibujaban o se hacían estatuillas con caracteres sexuales exagerados: senos enormes tal y como las Venus paleolíticas o falos prominentes. Sin embargo, en aquella época, la intención de estas representaciones no era excitar sexualmente sino pedir a los dioses fertilidad y buenas cosechas. En la India hay templos hinduistas construidos hace más de 2.500 años con decorados en relieve o esculturas que muestran parejas en el momento de la cópula. En China se han descubierto dibujos y grabados de la época de la dinastía Chin con representaciones en pleno acto sexual.
El surgimiento del cristianismo convirtió a las manifestaciones gráficas de sexualidad en un tabú, pero no desaparecieron del todo pues resurgieron en el Renacimiento, ya sea abiertamente o de manera discreta o encubierta. Desde ese entonces y a la fecha, la pornografía se ha manifestado de muchas maneras y ha encontrado diversos modos de difusión, pasando por los daguerrotipos, la pintura, el cine, el video y actualmente, el Internet.

Tipos de pornografía
Softcore
Es el género pornográfico en el que las escenas de sexo no se muestran de forma explícita. En el cine y la televisión, en particular, no incluye primeros planos de genitales (ni masculinos ni femeninos) y tampoco muestra en detalle penetraciones, felaciones, etc. Los/las actores/as o modelos suelen tapar una parte de sus cuerpos. En el caso de los hombres, no se enseñan penes ni testículos; en el caso de las mujeres, se admite el desnudo de cuerpo entero, con lo que sólo quedaría fuera una exposición frontal de la vagina o ano.
Este género lo han practicado y practican muchas mujeres y hombres más o menos famosos como, por ejemplo, Demi Moore en la película Striptease. También se emplea en la publicidad, aunque este uso ha sido criticado por organizaciones feministas.

Mediumcore o pornografía convencional
Es aquella donde los modelos enseñan la totalidad del cuerpo en posturas más o menos provocativas.
Las famosas revistas Playboy o Penthouse son quizá los ejemplos más conocidos de este tipo de pornografía. Pese a existir clasificaciones que las colocan en el apartado anterior.

Hardcore
Es el género pornográfico más extremo, pues muestra explícitamente el acto sexual, ya sea vaginal, anal u oral, o con aparatos o cualquier otro tipo de utensilios. Este tipo de pornografía se subdivide según la orientación sexual: heterosexual, homosexual (masculino o femenino), y bisexual. Las primeras películas pornográficas y la gran mayoría de las películas actuales son heterosexuales, las películas gay son las segundas más vendidas y producidas. Existe también la variante del género transexual (hombres transformados en mujeres por medio del consumo de hormonas y uso de vestimenta) y la zoofilia (actos sexuales con animales).
Algunas personas, como el productor de pornografía Larry Flynt y el escritor Salman Rushdie, han argumentado que la pornografía es vital para la libertad y que una sociedad libre y civilizada debe ser juzgada en función de su disposición a aceptar la pornografía. Esta teoría se ve reforzada por el hecho de que muy pocos regímenes dictatoriales permiten la pornografía; ya sean estos confesionales, como la España de Francisco Franco, o comunistas como la Kampuchea Democrática.
Por otro lado, su existencia provoca un fuerte rechazo en determinadas culturas o sectores de la sociedad. En contra de la pornografía se objeta que puede convertirse en un vicio adictivo pernicioso para el individuo, que es inmoral, que es degradante para la mujer, que es utilizada con fines comerciales, que puede corromper a la juventud, etc. La crítica a la pornografía proviene principalmente de dos direcciones: por una parte de los conservadores y religiosos, y por otra de algunas feministas.
Los conservadores religiosos tildan la pornografía de inmoral y consideran que el sexo está reservado para las parejas casadas y que la proliferación de la pornografía da lugar a un aumento de lo que llaman comportamientos inmorales en la sociedad. Religiones con amplio número de adeptos en todo el mundo, como el cristianismo, condenan la existencia de la pornografía. Por ejemplo para esta religión el acto sexual debe orientarse a ser una fuente de felicidad mutua que ayude a unir a una pareja heterosexual y que por medio de este acto ocurra la procreación. Muchas formas de pornografía, por lo tanto, estarían en contra de este concepto.
Ahora bien, ¿qué es una adicción? Las adicciones pueden ser de varios tipos: a sustancias psicotrópicas (como la nicotina y la cocaína) o también a comportamientos específicos (como los juegos de azar, videojuegos, etc.). La sensación de bienestar o placer que produce el consumo de algunas sustancias es provocada por transformaciones bioquímicas en el cerebro, de tal manera que la ausencia de consumo provoca el efecto contrario: malestar generado por la carencia de químicos que alivien la tensión. El placer que provoca la sustancia al adicto es poco duradero y según transcurre el tiempo, el placer es menor. Esta insensibilización progresiva se denomina tolerancia. Si las drogas se usan como un escape de problemas que no se saben resolver, la probabilidad de adicción es mucho más alta que si es por motivos lúdicos. Aunque siempre hay, en mayor o menor medida, algún tipo de riesgo.

Entonces, si la pornografía provoca placer o es un medio para llegar a la excitación sexual y así tener una relación sexual placentera e intensa, el control de tal afición depende de la persona que consuma pornografía, de su nivel cultural y de las relaciones sociales que mantenga en el “mundo real”. Si una persona que consume pornografía, digamos, desde la adolescencia, pero que a la par muestre interés en otras actividades tales como la lectura, el deporte y las relaciones sociales constructivas, es casi seguro que al llegar a un nivel de madurez personal desparezca la afición por coleccionar fotos y videos. Tal vez a esa persona -sea hombre o mujer- sus fantasías eróticas se cristalicen. Aquí no voy a hacer apología a ninguna fantasía erótica ni a teorías persignadas, tan solo recalcaré que cualquier actividad sexual que no ponga en riesgo la integridad física o espiritual de un ser humano, es sana.
Si el consumo de pornografía perjudica en la vida cotidiana del individuo, entonces hay que pedir ayuda profesional. Una cosa es muy cierta, nadie se ha quedado ciego por ver cuerpos desnudos, el mundo entero ya se habría ido al caño con tanto ciego.
No hay obra de arte suprema y más hermosa que un cuerpo desnudo. No hay nada más grotesco que el contexto en que se exhibe un cuerpo desnudo; hay pornografía de calidad y hay pornografía vulgar. Las fantasías eróticas son juegos que se realizan entre dos y de mutuo acuerdo, dicen los sexólogos, son la sal y pimienta de una relación sexual en la pareja. El ser humano, insatisfecho como es, siempre buscará placer en las cosas prohibidas, en lo que no puede alcanzar. El mundo es un gran pastel de cumpleaños, se puede tomar un pedazo, pero no demasiado.
El abuso en el consumo de ciertos productos puede ser dañino para la salud… mental y física.

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