lunes, octubre 23, 2006

Tres versiones para cada historia: La Guerra entre México y los Estados Unidos (1846 – 1848). (Tercer capítulo)


“La verdad nunca puede decirse de tal forma que sea comprendida y no ser creída.” William Blake, Las bodas del Cielo y el Infierno. (1793).

En la entrega anterior abordamos la anexión de Texas. En 1819 el gobierno de España autorizó a Moisés Austin y después a su hijo Stephan para realizar una colonización con 300 familias en ese territorio. Esta concesión fue ratificada por Iturbide y después por la República Federal. El flujo de norteamericanos no cesó y ya para 1826 aparece una primera muestra del deseo por lograr la independencia que finalmente es obtenida en 1836. Repasemos de nuevo la historia.

De nuevo Texas, el conflicto territorial y su anexión a Estados Unidos
Desde la consumación de su independencia, los Estados Unidos iniciaron su expansionismo a costa de sus vecinos. Compraron la Luisiana a los franceses y a los españoles la Florida, disputaron con los británicos de Canadá, avanzaron al sur sobre el territorio indio y, finalmente, pusieron sus ojos en nuestro territorio para llegar al Pacífico. Creían en su “Destino Manifiesto”, un derecho concedido por Dios a los norteamericanos blancos de habla inglesa para ocupar y “civilizar” con su democracia y sus altos ideales protestantes a los territorios deshabitados o poblados por nativos, o mestizos y españoles católicos. Así, la propaganda de su gobierno, animaba al pueblo norteamericano a marchar a México, en donde privaba la anarquía y la corrupción.
Otra causa de la guerra es la anexión de Texas a Estados Unidos. El 22 de febrero de 1819, los Estados Unidos firmaron el Tratado Transcontinental con España, que modificó los límites de la frontera norte de Texas, este tratado conocido también como Adams-Onís marcó el inicio de la política expansionista que seguiría Estados Unidos: "tomar territorio por la fuerza, y después negociar su cesión ". De este modo, entraron a Texas colonos norteamericanos desde la colonia y durante las primeras décadas del México independiente, en violación a las leyes que establecían que los colonos fueran católicos y que no tuvieran esclavos.
El 25 de agosto de 1829, Joel R. Poinsett, primer embajador de Estados Unidos en México, ofreció cinco millones de dólares por Texas La propuesta fue rechazada y dio motivo a una ley de colonización que prohibía la entrada de colonos norteamericanos. En abril de 1833 se llevó a cabo una convención texana que envió una representación al Congreso mexicano solicitando se le diera a Texas la calidad de estado de la república, independiente de Coahuila; en una segunda convención se estableció "Que Texas se considera con derecho de separarse de la Unión de México durante la desorganización del sistema federal y el régimen del despotismo, y para organizar un gobierno independiente o adoptar aquellas medidas que sean adecuadas para proteger sus derechos y libertades; pero continuará fiel al gobierno mexicano en el caso de que la nación sea gobernada por la Constitución y las leyes que fueron formadas para régimen de la asociación política".
No obstante estas declaraciones, en el fondo el objetivo era la independencia definitiva. En 1835 los texanos se rebelaron con el pretexto de que México había adoptado el centralismo. Santa Anna dejó en la presidencia a Miguel Barragán y marchó a someterlos; ocupó San Antonio de Béjar y tomó El Álamo, pero después de la derrota de San Jacinto, fue capturado y obligado a reconocer la independencia de Texas. Así, los texanos lograron de facto su independencia, en tanto no se anexaran a los Estados Unidos.
En 1844, el presidente norteamericano John Tyler pidió la anexión de Texas a Estados Unidos ante la creciente influencia inglesa. Al efectuarse el 1° de marzo de 1845, el gobierno mexicano protestó, pues no había reconocido su independencia y sí había manifestado que la anexión sería un acto de hostilidad y una causa suficiente para la declaración de guerra. Cuando se dio, el ministro mexicano en Washington, Juan N. Almonte, pidió sus pasaportes, el gobierno mexicano rompió relaciones diplomáticas con el otrora gobierno norteamericano y la opinión pública nacional clamó porque se iniciara la guerra con los Estados Unidos.
Al tomar posesión el nuevo presidente Polk, declaró que la agregación de la República de Texas era una decisión mutua entre las dos naciones independientes de Estados Unidos y Texas, y no entre su país y México.
La separación de Texas había dejado sin resolver problemas limítrofes, pues en tanto los texanos ubicaban sus límites en el río Bravo, los mexicanos lo hacían en el río Nueces. En apoyo a los texanos, el gobierno norteamericano ordenó al general Zacarías Taylor que avanzara hasta el río Bravo y construyera el Fuerte Brown, actualmente Brownsville, en territorio mexicano.
El Presidente José Joaquín Herrera propuso reconocer la independencia de Texas si no se daba la anexión, pero Texas confirmó su incorporación el 4 de julio de 1845. El gobierno de los Estados Unidos envió a John Slidell con el carácter de ministro plenipotenciario, lo que implicaba la reanudación de relaciones entre ambos países, que en esas circunstancias no podía aceptarse. Herrera se negó a recibirlo. Además, Slidell traía instrucciones de exigir que México reconociera el río Bravo, no el río Nueces, como límite de Texas y de presionar para que vendiera el territorio de Alta California por veinticinco millones de pesos y Nuevo México por cinco. (Fuente.- Portal INEP)
En esta coyuntura, Mariano Paredes Arrillaga acusó de traición al presidente Herrera, prometió declarar la guerra sin tardanza y tomó el poder, pero tampoco recibió a Slidell.
Ante la negativa, Polk decidió seguir el camino de la provocación para conseguir sus propósitos y en enero de 1846, ordenó al general Zachary Taylor el avance desde la bahía de Corpus Christi hacia las riberas del río Bravo. Dos meses más tarde, Taylor se atrincheró frente a Matamoros, donde los mexicanos preparaban la defensa. El general Arista conminó a Taylor a retroceder hasta el río Nueces y ante su negativa, el ejército mexicano cruzó el río Bravo para cortar la línea entre las fortificaciones en el Bravo y el Frontón de Santa Isabel. El 25 de abril de 1846 la caballería mexicana venció en tierras mexicanas a los norteamericanos al mando del capitán Thorton en una escaramuza en el Rancho de Carricitos. La “sangre norteamericana derramada” en esta escaramuza es la que Polk tomaría de pretexto para pedir la declaración de guerra.
Para esta fecha, las fuerzas mexicanas ya habían sufrido las dos primeras derrotas en el noroeste, en Palo Alto y La Resaca de Guerrero, los días 8 y 9 de mayo, respectivamente. El Congreso norteamericano, de inmediato y con una oposición mínima, aceptará la declaración de guerra el 13 de mayo; cinco días más tarde, Taylor ocupará Matamoros.

Oposiciones y divisiones políticas en México
Desde su guerra por la independencia en 1821 hasta la guerra contra Estados Unidos en 1846, México luchó por desarrollar un sistema de gobierno que permitiera que el poder a nivel nacional se transfiriera de una manera estable y pacífica. En las décadas que precedieron a la guerra con Estados Unidos, las disputas facciosas dieron lugar a debilidades reales o percibidas que alentaron a que gobiernos europeos trataran de aprovecharse de México. Estas influencias externas y la pugna entre facciones políticas internas tuvieron un significativo impacto en la habilidad de México para proteger sus territorios.

Diferencia en las raíces de dos naciones a punto de entrar en conflicto
Menciona Jesús Velasco-Márquez, del Instituto Tecnológico Autónomo de México, que: “Cuando los Estados Unidos y México se enfrentaron entre 1846 y 1848 eran dos países que contrastaban radicalmente en sus condiciones sociales, económicas, políticas y culturales. Estos contrastes fueron el resultado de sus antecedentes coloniales y de sus experiencias durante sus respectivos movimientos de independencia.”
Cuando los españoles establecieron su dominio en sobre las poblaciones de Mesoamérica, en el siglo XVI, éstos venían en búsqueda de nuevas oportunidades de mejoramiento material, pero al mismo tiempo traían una fuerte tradición medieval.
“España durante ocho siglos había estado inmersa en la lucha de los reinos cristianos por reconquistar el territorio ocupado por los musulmanes, lo cual reafirmó su tradicionalismo religioso y social. De hecho los españoles concibieron sus empresas conquistadoras como una continuación de la expansión del cristianismo católico y las justificaron con la evangelización de los indígenas; por ello al lado de conquistador estuvo el misionero. Asimismo, al dominar a comunidades nativas populosas contaron con mano de obra abundante, lo cual permitió que se reprodujera una estructura social parecida a la feudal; el noble se reprodujo en el conquistador, el clero mantuvo su misma posición y el lugar del siervo lo ocupo el indígena.”
Asimismo, los españoles también traían una tradición de mestizaje ya que en la península se habían mezclado griegos, fenicios, pueblos el norte de Europa, árabes y judíos. Al enfrentarse a pueblos altamente desarrollados como los aztecas, mayas y las otras culturas de Mesoamérica, no sólo los dominaron sino que también se mezclaron biológicamente con ellos y asimilaron algunas de sus costumbres y estilos de vida.
Agrega Velasco-Márquez: “La paradoja de la conquista española fue que los españoles estaban orgullosos de su cultura europea (hispana) y trataron de continuarla en América, pero en el caso específico de México crearon algo diferente, una nueva sociedad y una nueva cultura.”
Por su parte, el origen de Estados Unidos fue el producto de una "colonización tardía". Cuando los ingleses establecieron la primera colonia permanente en Jamestown, Virginia en 1607, el Imperio español en América estaba prácticamente consolidado y la Nueva España era ya un emporio económico. La ciudad de México era considerada como una de las urbes más importantes del Imperio Español. Inglaterra se sumó tardíamente al proceso de expansión colonial debido a su inestabilidad política, el proceso de transformación económica y su conflicto religioso. Debido a esto, no desapareció el Parlamento y se limitó la autoridad real, además de que se inició una revolución industrial y la autoridad religiosa se debilitó.
Entre los factores que impulsaron la migración inglesa, hubo dos determinantes: la transformación de la economía y sus efectos en la sociedad, y los conflictos religiosos. Así el proceso de colonización se dio como resultado de la iniciativa privada, con una mínima intervención de los reyes, y su intención fue abrir nuevos mercados y centros de producción de materias primas, o bien servir de refugio a las sectas religiosas que buscaron la mayor autonomía posible de la autoridad británica. Los colonos ingleses, por otra parte, no traían consigo una tradición de mestizaje, ni se enfrentaron a las culturas indígenas altamente desarrolladas, por eso ni se pudo imponer un sistema social semi-fedual como el español sobre los pueblos aborígenes, ni se produjo una mezcla racial nueva. “La paradoja de la experiencia inglesa, es que los ingleses vinieron, en su mayoría, decepcionados de su tradición europea y trataron de hacer algo nuevo en América, pero finalmente mantuvieron más los patrones culturales y raciales de su lugar de origen.” (Jesús Velasco-Márquez, ITAM)

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