domingo, octubre 08, 2006

Tres versiones para cada historia: La Guerra de México contra Estados Unidos (1846 – 1848). (Primera parte)


“La verdad nunca puede decirse de tal forma que sea comprendida y no ser creída.” William Blake, Las bodas del Cielo y el Infierno. (1793)

En la historia de nuestro país hay un episodio que lentamente y con el paso de los años, se ha convertido en un mensaje recibido como equivocado, como en el juego de “teléfono descompuesto”, de manera que la verdad se ha perdido o distorsionado, dejando a los mexicanos sin memoria histórica y sin un motivo para reclamar lo suyo. La pérdida de una enorme porción territorial en el norte trajo como consecuencia la expansión de los Estados Unidos, la pérdida de riquezas naturales, energéticas y un endeudamiento aún mayor para el país al recuperarse de la guerra contra aquel país (1846 – 1848).
Hay tres versiones para cada historia: la nuestra, la suya y la verdad. La nuestra es la que nos han contado nuestros padres, versión distorsionada y carente de argumentos sólidos, vagos recuerdos de lo aprendido en la escuela elemental y secundaria. La suya es la que aprendemos en los libros de texto gratuitos, la que nos inculcan en los museos, en las aulas, en los programas de televisión y demás discursos preparados por un sistema que se propone mantenernos en la ignorancia y así, evitar el levantamiento de las voces del pueblo. La verdad es la que nos proponemos desentrañar y mostrar en la medida de nuestras posibilidades pues no somos completos especialistas del tema; la verdad que se guarda en archivos históricos, litografías de la época, tratados bilaterales y diversos artículos de estudiosos que se pueden encontrar en la Internet.
En esta sección abordaremos el episodio histórico de la Guerra de México contra Estados Unidos, cada fin de semana (sábado) y en la medida de lo posible y al alcance de nuestras fuentes de información. Expondremos datos históricos, compararemos la información que reciben los jóvenes estudiantes a través de los libros de texto gratuitos y expondremos conclusiones con el objetivo de responder a las preguntas que seguramente surgirán, pero una es la que nos tiene escribiendo este reportaje: ¿por qué nos han contado una historia distorsionada e incompleta? ¿Acaso ha sido para mantenernos en la ignorancia y evitar que el pueblo mexicano reclame lo que es suyo, un territorio robado o puesto a merced de los yanquis por parte de un grupo de políticos ambiciosos o de un presidente incompetente y cobarde como Antonio López de Santa Anna?
En pleno debate por la construcción de un muro fronterizo de mil 200 kilómetros en la zona norte del país, es momento de indagar en la historia para conocer la versión real de los acontecimientos.

Antecedentes de la Invasión Norteamericana
La guerra entre México y Estados Unidos ha sido descrita como un acto de agresión en la cual una nación poderosa atacaba a una débil para obtener concesiones que aparentemente no podían alcanzar a través de negociaciones. Algunos historiadores han señalado que México y Estados Unidos eran esencialmente igual en la década de 1840 y que México tenía una tradición militar más fuerte.
Al comienzo, muchos observadores europeos creían que los novatos Yanquis recibirían una buena tunda claramente merecida. Siempre en menor número, algunas veces cinco a uno, las fuerzas norteamericanas consistían en su mayoría de voluntarios conducidos por oficiales cuya única experiencia era la de las batallas enfrentadas con los indios. Que además México había estado clamando por la guerra en sus periódicos y en la oratoria de sus políticos, adoptando una actitud belicosa negándose a negociar y que México tuvo tanta culpa como su vecino del norte.
Según los recuentos oficiales la Guerra Mexico-Norteamericana fue de 1846 a 1848, pero el origen de las hostilidades se remonta hasta el año 1836, cuando los Estados Unidos dieron su apoyo a la Revolución de Texas; o hasta el año 1821, cuando México ganó su independencia de España y tomó posesión del Suroeste; o a 1819 cuando los Estados Unidos aceptaron con cierta resistencia que el territorio de Louisiana no se extendía hasta el Río Grande, como en algunas ocasiones los franceses reclamaran.
Ya desde 1809 se venían observando pretensiones anexionistas por parte de Estados Unidos. El Virrey de la Nueva España (aún México no era independiente) de aquel entonces inicia negociaciones con el gobierno de Washington para determinar límites entre la frontera norte novohispana y Estados Unidos. De esta manera consideraba que se frenarían los ímpetus de este país. Las gestiones del gobierno colonial español concluyen con la firma de un tratado por el que España cede Florida, ya ocupada por tropas estadounidenses. A cambio Estados Unidos se compromete a no hacer más exigencias territoriales.
En 1821 México logra su independencia de España. Dos años después (en 1823) el gobierno estadounidense reconoce a México como nación independiente y envía a Joel Robert Poinsett como representante para firmar un tratado de amistad y comercio. Se firma un tratado de límites, pero el gobierno de Estados Unidos intenta anexar Texas.
Hacia 1830 miles de colonos estadounidenses se habían establecido en Texas, que hasta ese entonces había formado parte de México.

Las difíciles relaciones diplomáticas entre México y Estados Unidos
Entre 1821 y 1848 las relaciones entre ambos países fueron crudas y nefastas. De los primeros cinco ministros norteamericanos en México, cuatro fueron expulsados del país. La primera ruptura de relaciones tuvo lugar en 1836 y una segunda en 1845 que provocó la invasión al año siguiente.
La estancia de los primeros diplomáticos en México la caracterizaba una multitud de dificultades en su relación con las autoridades de este país. Poinsett asumió una postura abiertamente intervencionista en la política interna mexicana y por tal conducta fue expulsado a finales de 1829. Anthony Butler, su sucesor tuvo un trato difícil con las autoridades mexicanas, además de ser un especulador de tierras en Texas. Powhatan Ellis, el tercer representante, sufrió la misma suerte de sus antecesores y a finales de 1836 abandonó la ciudad de México. El gobierno de México le hizo entrega de sus pasaportes, como protesta por el apoyo proporcionado -aunque encubierto- de las autoridades norteamericanas a los rebeldes texanos.
A partir de la estancia de Butler en México, los Estados Unidos presionaron constantemente a las diversas administraciones mexicanas y presentaron una serie de reclamaciones por parte de sus ciudadanos. No todas podían ser fundamentadas.
La permanencia del cuarto representante, Waddy Thompson y el encargado de negocios que cubrió sus ausencias, Benjamin Green se concentró en el asunto de las reclamaciones. Todo esto parecía indicar que los norteamericanos se propusieran establecer una barrera de humo al problema realmente grave entre ambos países, el cual radicaba en el asunto de Texas.
El ejercicio de una diplomacia seria y responsable de parte norteamericana hacia un país como México, les pareció innecesario e improcedente. Buscaron obtener las mayores ventajas de la debilidad mexicana, así como fomentar la profunda división que existía entre los grupos rectores de México, en cuyo proceso de gestación no llegaban todavía a un acuerdo sobre la organización política del Estado.

La ideología expansionista de Estados Unidos
La creencia de los "padres fundadores" de la Unión Americana acerca de que su sistema político era el más perfecto sobre la tierra se basa en razones históricas y teológicas ligadas a la ideología puritana. De ellas se van a derivar en el siglo XIX la idea de "Destino Manifiesto"; ésta se refiere a la obligación de extender los beneficios de tal sistema político a todas las regiones de la tierra; desde luego, primero a las más próximas. Paralela a la misma idea se desarrolló la de "Misión"; ésta, aparentemente menos agresiva tenía la finalidad de convencer al resto del mundo de los beneficios de la organización política y económica norteamericana. Un historiador estadounidense ha tratado de distinguir entre ambos conceptos y atribuye la parte expansionista y depredadora al primero, mientras que el segundo se lleva la altruística.

Y… ¿qué es el Destino Manifiesto?
La Doctrina del destino manifiesto del inglés "Manifest Destiny" sostiene que: “El pueblo norteamericano, en su calidad de pueblo elegido, tiene un fin manifestado por Dios según el cual le es permitido apropiarse de todo territorio que estuviese destinado a formar de parte de los Estados-Unidos.”
El origen del concepto del "Destino Manifiesto" se puede remontar hasta los primeros colonos llegados, desde Inglaterra, al territorio de lo que más tarde serían los Estados Unidos de América. Ellos, en su mayoría, eran de origen puritano, protestantes radicales, y cruzaron el océano convencidos que la tierra prometida era el lugar donde iban a cumplir con la misión que Dios les había encomendado, se sentían un pueblo elegido.
Un ministro puritano de nombre John Cotton, escribía en 1630:
"Ninguna nación tiene el derecho de expulsar a otra, si no es por un designio especial del Cielo como el que tuvieron los israelitas, a menos que los nativos obraran injustamente con ella. En este caso tendrán derecho a entablar, legalmente, una guerra con ellos así como a someterlos".
La frase "Destino Manifiesto" fue publicada por primera vez en el artículo "Anexión" del periodista John O´Sullivan, publicado en la revista Democratic Review de Nueva York, en el número de Julio-Agosto de 1845. En el se decía: "el cumplimiento de nuestro destino manifiesto es extendernos por todo el continente que nos ha sido asignado por la Providencia, para el desarrollo del gran experimento de libertad y autogobierno. Es un derecho como el que tiene un árbol de obtener el aire y la tierra necesarios para el desarrollo pleno de sus capacidades y el crecimiento que tiene como destino".
La segunda interpretación de O'Sullivan de la frase, se dio en una columna aparecida en el New York Morning News, el 27 de diciembre de 1845, donde O´Sullivan refiriéndose a la disputa con Gran Bretaña por Oregon, sostuvo que:
"Y esta demanda esta basada en el derecho de nuestro destino manifiesto a poseer todo el continente que nos ha dado la providencia para desarrollar nuestro gran cometido de libertad, y autogobierno".
El término se reavivó en la década de 1890, principalmente usada por los Republicanos, como una justificación teórica para la expansión americana fuera de América del Norte. También fue utilizado por los encargados de la política exterior de EEUU en los inicios del siglo XX, algunos comentaristas consideran que determinados aspectos de la Doctrina del Destino Manifiesto, particularmente la creencia en una "misión" americana para promover y defender la democracia a lo largo del mundo, continua teniendo una influencia en la ideología política americana.
El historiador William E. Weeks ha puesto de manifiesto la existencia de tres temas utilizados por los defensores del Destino Manifiesto:

1) La virtud de las instituciones y los ciudadanos de EE.UU.
2) la misión para extender estas instituciones, rehaciendo el mundo a imagen de los EE.UU.
3) La decisión de Dios de encomendar a los EE.UU la consecución de esa misión.

La descripción del presidente Abraham Lincoln de los Estados Unidos como "la última y mejor esperanza sobre la faz de la Tierra" es una expresión muy conocida de esta idea.
A partir de este supuesto los Estados Unidos, anexan el territorio de Texas (1840), California (1845) e invaden México (1848) incorporando Colorado, Arizona, Nuevo México, Nevada, Utah y parte de Wyoming. Después, en muchas otras ocasiones, se ha citado este Destino Manifiesto tanto a favor como en contra de otras intervenciones militares.

Continuará…

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