jueves, octubre 19, 2006

Tres versiones para cada historia: La Guerra entre México y los Estados Unidos (1846 – 1848). (Segunda parte)


“La verdad nunca puede decirse de tal forma que sea comprendida y no ser creída.” William Blake, Las bodas del Cielo y el Infierno. (1793)

Como señalamos en la primera entrega de este reportaje, abordaremos los diferentes temas

Resumen de la entrega anterior
En la entrega anterior vimos que la política expansionista de Estados Unidos fue una de las causas de la guerra de 1846 – 1848. La creencia de los "padres fundadores" de la Unión Americana acerca de que su sistema político era el más perfecto sobre la tierra se basa en razones históricas y teológicas ligadas a la ideología puritana. De ellas se van a derivar en el siglo XIX la idea de "Destino Manifiesto"; ésta se refiere a la obligación de extender los beneficios de tal sistema político a todas las regiones de la tierra; desde luego, primero a las más próximas.

El asunto de Texas
En 1821 México logra su independencia de España. Dos años después (en 1823) el gobierno estadounidense reconoce a México como nación independiente y envía a Joel Robert Poinsett como representante para firmar un tratado de amistad y comercio. Se firma un tratado de límites, pero el gobierno de Estados Unidos intenta anexar Texas.
Hacia 1830 miles de colonos estadounidenses se habían establecido en Texas, que hasta ese entonces había formado parte de México. Pero volvamos al pasado.
En 1819 el gobierno de España autorizó a Moisés Austin y después a su hijo Stephan para realizar una colonización con 300 familias en ese territorio. Esta concesión fue ratificada por Iturbide y después por la República Federal. El flujo de norteamericanos no cesó y ya para 1826 aparece una primera muestra del deseo por lograr la independencia que finalmente es obtenida en 1836. Este tema ha sido extensamente estudiado por varios historiadores, tanto mexicanos como norteamericanos. Resaltaremos únicamente las seis respuestas mexicanas ante esta controversia.
La primera fue desde luego, lograr la ratificación del Tratado Adams-Onís* por parte de los Estados Unidos y el México independiente; hecho que finalmente se alcanzó en 1832 y la ratificación del mismo tuvo lugar en 1836.
La segunda consistió en la labor llevada a cabo por el general Manuel de Mier y Terán, enviado especialmente para realizar una inspección de la colonización del territorio texano, de 1827 a 1829. De ello resultó evidente que Texas era habitado por una población de origen norteamericano ocho veces mayor que la mexicana, así como los preparativos norteamericanos destinados a invadir Texas. Mier proponía el establecimiento de presidios; esto es, fuertes militares, la colonización del territorio por mexicanos y europeos, así como el establecimiento de aduanas. Los texanos, por su parte, estaban preocupados por las restricciones a la esclavitud que imponían las autoridades mexicanas.
De los informes de Mier y Terán se derivó la tercera respuesta, la cual consistió en la Ley de Colonización fechada el 6 de abril de 1830, expedida por Alamán. Por medio de esta ley, la colonización pasaría a ser controlada directamente por el gobierno federal de la República, y se enviarían 3000 hombres de las milicias de los estados vecinos a Texas, pero desgraciadamente dichos hombres se negaron a cooperar. También previó el envío a Texas de "familias pobres y honestas".
Todas estas buenas intenciones quedaron en eso. Por consiguiente, al declararse independientes los texanos en 1836, la cuarta respuesta mexicana no pudo ser otra, sino la de obligarlos por la fuerza a continuar dentro de México. A ello estuvo encaminada la expedición de Santa Anna, quien, si bien pudo someter por la fuerza a los texanos en El Álamo y en El Encinal del Perdido, fue completamente derrotado en la batalla de San Jacinto. Los texanos recibieron apoyo oficial y semi-oficial de parte del ejército, del gobierno y de la población norteamericana. Por lo anterior, el ministro mexicano en Washington, Manuel Eduardo de Gorostiza, protestó ante el gobierno estadounidense por el paso de tropas norteamericanas --comandadas por el general Gaines- a través del Río Sabina. Evidentemente esta movilización había sido ordenada por el presidente Jackson.
La retirada del ejército mexicano no consolidó la existencia de una frontera claramente entre Texas y México. Hubo una serie de ataques y contraataques de parte del ejército mexicano, de 1836 a 1843. Esta fue la quinta respuesta. San Antonio de Béjar fue recuperado y después perdido por los mexicanos, pero jamás lograron los texanos establecer el territorio por ellos dominado, más allá del Río Nueces.
La sexta respuesta mexicana consistió en una labor de espionaje realizado de 1841 a 1845 por el cónsul de México en Nueva Orleáns, Francisco de Arrangoiz. Esta misión confidencial consistía en proporcionar informes primero, a las autoridades civiles y militares de México acerca de los movimientos del ejército norteamericano, el cual buscaba apoyar la consolidación de la República de Texas; después establecer una red de agentes entre Texas y Luisiana; y finalmente mantener al tanto a México de los esfuerzos texanos por lograr su incorporación a la Unión Americana. Cuando el Congreso norteamericano votó por la anexión de Texas a finales de febrero de 1845, el ministro de México en Washington, Juan N. Almonte exigió como medida de protesta, sus cartas credenciales. De esta forma, México suspendió sus relaciones diplomáticas con la Unión Americana. Arrangoiz permaneció como el único agente oficial de México en los Estados Unidos de marzo a agosto de ese año.

* El Tratado Adams-Onís
También llamado el Tratado Transcontinental de 1819, el Tratado de Adams-Onis fue uno de los eventos críticos que definió la frontera entre los Estados Unidos y México. La línea divisoria entre las entonces tierras españolas y el territorio estadounidense era una fuente de debate internacional. En Europa, España estaba enfrascada en serios problemas internos y sus colonias en el nuevo continente estaban a punto de explotar en revoluciones populares.
A sabiendas que tenía que negociar con los Estados Unidos o posiblemente perder a la Florida sin ninguna compensación, España envió a Onis, su Ministro de Relaciones Exteriores, para firmar un tratado con el Secretario de Estado John Quincy Adams. Con similitud a los estatutos de la Compra de Louisiana, el Tratado Onis-Adams estableció que los Estados Unidos pagarían las demandas de los ciudadanos de la Florida en contra de España hasta por una cantidad de 5 millones de dólares. El tratado trazó una línea divisoria definitiva entre las tierras españolas y el territorio de Louisiana.
En las disposiciones del tratado, los Estados Unidos cedían a España el territorio de Texas al este del Río Sabine. España retuvo no sólo a Texas, sino también a California y la vasta región de Nuevo México. En esa época, estos dos territorios también incluían todo lo que es California y Nuevo México más Nevada, Utah, Arizona y secciones de Wyoming y Colorado. El tratado -el cual no fue ratificado por los Estados Unidos y la nueva república de México hasta 1831- también disponía que España renunciara a sus pretensiones de apoderarse del territorio de Oregon más allá del paralelo 42 (la frontera norte de California). Más tarde, en 1824, Rusia también abandonaría sus pretensiones sobre Oregon, desde el paralelo 54, latitud 40 (la frontera sur de Alaska).

Los mexicanos consideraban una injusticia que los colonos estadounidenses hubieran recibido tierras gratis en Texas con condiciones generosas. Los estadounidenses no cumplieron esas condiciones: entraron a México aceptando cumplir con las leyes del país, incluyendo la ley de no tener esclavos (pues en México era ilegal) y convertirse en Católicos. Pero cuando se terminó el período de importación libre que les había concedido el gobierno mexicano se negaron a pagar impuestos y apoyaron el contrabando de productos mucho más baratos que traían naves estadounidenses a través del golfo de México.
En 1845 Texas ingresó a la Unión Americana (Estados Unidos) con categoría de estado. Se rompen las relaciones diplomáticas entre ambos países vecinos y se retira de Washington el representante del gobierno mexicano, Juan Nepomuceno Almonte.
El presidente de Estados Unidos James K. Polk envió tropas estadounidenses al territorio disputado en la frontera texana. Después de una batalla entre soldados mexicanos y estadounidenses en mayo de 1846, el Congreso de Estados Unidos declaró la guerra a México.
Después de que Texas declaró su independencia de México en 1836 (en esa declaración sólo había un mexicano, Lorenzo Zavala, siendo todos los demás «texanos mexicanos rebeldes» simples mercenarios estadounidenses).
La República de Texas se anexó a Estados Unidos en 1845; la frontera reconocida en ese tratado fue la del río Nueces. Ese mismo año crecieron las tensiones entre los dos países sobre los territorios cuando el gobierno de Estados Unidos ofreció pagar la deuda mexicana a colonos estadounidenses si México permitía que Estados Unidos le comprara los territorios de Alta California y Nuevo México. La propuesta fue rechazada por el gobierno mexicano.

Continuará…

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