domingo, octubre 08, 2006

Los “Jeremys” y “Carries” a quienes nadie presta atención: o cómo crear asesinos y suicidas potenciales en las escuelas.


“La mejor venganza es seguir viviendo y probarte a ti mismo. Ser más fuerte que esas personas y después regresar.” Eddie Vedder, vocalista y letrista de Pearl Jam.

A modo de introducción
En 1991, en una escuela en las afueras de Dallas, Texas, un escolar se suicidó frente a sus compañeros de clase. El hecho ocupó un lugar importante en las noticieros y periódicos de Estados Unidos, y con la distancia que otorgan los años, puede decirse que fue el inicio del interés mediático en la violencia intraescolar, cuyo pináculo se encuentra en los sucesos acaecidos en Littleton, Colorado (1999), donde dos estudiantes mataron a una decena de personas e hirieron a otras tantas.
El suicidio de Jeremy Wade Delle inspiró la creación del que a la postre fuera el primer hit a nivel mundial de Pearl Jam; más allá de describir el hecho, la letra de Jeremy enfatiza la soledad y aburrimiento de los adolescentes suburbanos.

“Carrie” fue la primera novela de terror escrita por el autor estadounidense Stephen King. En ella se cuenta la historia de Carrie, una muchacha condicionada por un ambiente de fanatismo religioso, que sufre una serie de bromas en su escuela. Carrie se siente sola, una profesora intenta darle ánimos, que gane confianza, pero cualquier posibilidad de relación humana la destroza su propia madre. Carrie es una niña que es fruto de todas las bromas y risas por sus diferencias con el resto de alumnos de la escuela, a la cual su madre tampoco deja actuar como a la chica le gustaría, como una persona normal; y una chica que tiene poderes psíquicos, que se acentúan cada vez que se enfada Usará sus poderes telequinéticos para vengarse de los que la humillaron en el baile de la escuela.

Entremos en materia…
Los niños son seres que se expresan con total naturalidad y sinceridad. Simplemente cuando algo no les parece agradable o al contrario, les fascina, lo expresan como lo sienten y no se andan con rodeos. De la misma manera pueden infligir una crueldad terrible hacia sus compañeros de escuela. Existen dos clases de niños: el que representa a un grupo y se asume líder de una pandilla y el que es víctima de las burlas, intimidaciones y bromas del colegio. Conforme pasa el tiempo, esas dos clases de niño llegan a la secundaria y luego a la preparatoria. La historia no termina al abandonar la escuela primaria, lo peor está por venir.
La violencia intraescolar es una realidad. En México aparentemente no sucede nada semejante pero un poco más de atención mostraría historias que alarmaría a más de un padre de familia. En Estados Unidos son comunes las masacres en escuelas y centros comerciales a manos de personas que una vez fueron víctimas del abuso psicológico y violencia física pro parte de sus compañeros de clase.
Recuerdo a un amigo de la primaria con quien jugaba todos los días en el jardín de su casa al salir de las clases. Los niños grandes del salón -aquellos que eran fuertes y estaban en la selección escolar de fútbol- se burlaban de él por su aspecto físico: desaliñado, flaco, pálido y de torpe caminar. Evitaron a toda costa su ingreso al equipo de fútbol y las burlas aumentaban. Pasó el tiempo y yo nunca dejé de ser su amigo, aquellos niños crecieron y hoy son alcohólicos, delincuentes y desempleados. Mi amigo murió en 1997.
Los niños y las niñas son inmisericordes. Pueden provocar un dolor profundo en las víctimas que podrian pasar muchos años para superar el dolor y la humillación que experimentaron. Algunos lo superan y en otros casos, la rabia contenida desemboca en tragedias como la que aconteció en la secundaria Columbine, en 1999. Hubo quienes culparon a Marilyn Manson pero el rock jamás va a tener la culpa.
Si en la primaria los niños y las niñas se enfrentan al terror psicológico que les produce la presencia del “más fuerte de la tribu”, en la secundaria y la preparatoria el panorama no es nada alentador. El blanco de las burlas siguen siendo aquellos pubertos que no han alcanzado una estatura mayor, un aspecto desarrollado o una imagen adoptada de la bomba mediática llamada televisión.
Además de enfrentar el hostigamiento comercial en televisión, radio y lugares públicos, los jóvenes encaran la realidad gris que se materializa ante sus ojos: abuso psicológico, golpes, hostigamiento, amenazas e insultos, lo que genera graves trastornos emocionales. Como si no fuese poco con los nefastos profesores.
En un artículo publicado por la revista Vértigo, se señala respecto a los niños agresores que: “Según especialistas la violencia que padecen en sus hogares, un entorno socioeconómico hostil y la permanente difusión de conductas violentas en televisión, cine y en la música propician pensamientos, emociones y conductas antisociales que ejercen en el ámbito escolar, donde descargan sus emociones de intolerancia, odio, enojo y discriminación.” (Violencia: lección de cada día. l. ríos y á. hernández, Revista Vértigo)
El hostigamiento de tipo sexual es el caso que más se persigue en las instituciones escolares pero ninguna que excluya ese tipo.
La falta de confianza hacia los padres es un motivo muy fuerte para que las víctimas no denuncien a sus agresores. Son muchas las causas de la violencia intraescolar, una de ellas es la intolerancia. Recuerdo del caso de una niña expulsada de una escuela secundaria debido a sus preferencias sexuales, ocurrido hace unos meses en Chetumal. La intolerancia del cuerpo docente fue el ejemplo que los estudiantes recibieron, condicionados a segregar a todo aquel que mostrase una tendencia diferente. Lo mismo sucede con los “nerds”, los solitarios, los callados del salón que siempre se sientan atrás y las niñas obesas, las que usan lentes, las que no visten de acuerdo a los cánones dictados por la MTV. La generación actual es una que aboga por la tolerancia y respeto entre todos, pero esa tolerancia y respeto se termina cuando alguien que no va acorde a sus modelos de comportamiento y entonces, comienza la pesadilla.
Las autoridades educativas no deben perder de vista a los chicos callados y “antisociales” de los salones de clase, también deben tomar en cuenta a qué clase de personas contratan como futuros docentes, fomentar el respeto entre y hacia los estudiantes, por sus ideas, su forma de vestir y su manera de expresarse en el mundo y NO CASTIGAR NI REPRIMIR NI SEÑALAR. De lo contrario, egresaran de las escuelas asesinos y suicidas en potencia en lugar de profesionistas capaces y ciudadanos ejemplares.

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