lunes, enero 28, 2008

Vida después de la vida, la muerte como fin inevitable y experiencias cercanas a la muerte.

Para Frida.

"La muerte es una vida vivida. La vida es una muerte que viene."
Jorge Luis Borges

"La muerte no llama a la puerta. Está ahí, presente en la mañana cuando te despiertas. ¿Te has cortado alguna vez las uñas o el pelo? Entonces ya tienes la experiencia de la muerte."
Bob Dylan



La vida transcurre de la manera en que uno la vive, ya sea de manera “speedica” o en el más desesperante de los letargos. A pesar de los miles de remedios para combatir los signos de la vejez, de la acumulación de bienes y baratijas que en realidad no necesitamos, de la marcada diferencia de clases e ideologías, todos los seres humanos tenemos una cosa en común: NOS VAMOS A MORIR. Es natural el miedo a la muerte porque tal miedo se basa en lo desconocido, nadie ha regresado de la muerte para contarnos cómo es, qué hay más allá de la luz que dicen que se percibe al morir. Hay quienes no temen morir y la desafían; el mexicano se burla de ella y en la actualidad, la muerte ocupa los titulares en los periódicos (por cortesía del crimen organizado, conductores alcoholizados, dementes y suicidas).
Algunas personas, en momentos determinados de su vida, experimentan el sentimiento autodestructivo de terminar su existencia. El acto para conseguirlo es lo que llamamos suicidio. Lo contrario, es el deseo de vivir pero no contraria al instinto de supervivencia que nos indica el esquivar la muerte ya que por ejemplo, suicidas que saltan al vacío intentan agarrarse a algo para no morir, eso es el instinto de supervivencia.
No tuve conciencia de lo que la muerte significa hasta cierta etapa en mi vida, no fue el hecho de perder a mis abuelos puesto que su muerte fue natural -algo que se esperaba y nos preparamos para cuando el momento llegó- sino el repentino desvanecimiento de una persona a quien amé. La muerte de este ser amado desembocó en largas noches de insomnio y angustia existencial, de lágrimas incontenibles que buscaban reconfontarme ante la idea del final de todo: se acaban las voces internas y externas, la contemplación y goce de los paisajes, del amor, del odio… todo se acaba.
Las religiones del mundo han tratado de explicar a la humanidad el paso de la vida y la recompensa al final de la existencia: para los cristianos, Jesús representa la vida eterna, mientras que los Hare Krishna (¡hinduistas, pues!) creen en la reencarnación del alma y que el cuerpo debe ser cremado para no regresar a la misma materia. Todos coinciden en que hay que prepararse espiritualmente para cuando nos llegue el momento, sin embargo, como dice una rola de Café Tacuba: “la muerte te puede encontrar en un bello lugar”. Impredecible la mayor de las veces, la muerte también se concibe como una vida eterna, un sueño de otro donde nuestras acciones en vida serán recompensadas o castigadas; para otros sólo representa el fin de las obligaciones, del sufrimiento. “Nadie sale vivo de aquí”, y es cierto, pero no tenemos evidencias sólidas de que haya vida después de la vida.
Reflexionemos: ¿para qué gastar horas pensando en algo que no nos ha llegado? Creanme, la angustia es terrible y la vida se gasta en vano tratando de descifrar el paso hacia el otro lado de la puerta dimensional. ¿La muerte es placentera y por eso comparamos a un orgasmo con una “muerte chiquita”? quizá esto se deba al abandono corporal y al estado de inconciencia durante el acto sexual, lo cual se traduce en un “irse de este mundo”. Pero no, creo que la cosa no va por ahí porque el orgasmo es la máxima expresión de “estar vivos”, nacer es sólo el principio.
La idea de inmortalidad y la creencia en el “Más Allá” aparecen de una forma u otra en prácticamente todas las sociedades y momentos históricos. El ser humano necesita creer en ello debido al 'yo', como puede ser que exista yo debido solo a una descarga eléctrica. No existen evidencias concluyentes ni a favor ni en contra de esa vida, por lo que queda al arbitrio de los individuos, en el marco de los conceptos dados por su sociedad, la decisión de creer o no creer y en qué creer exactamente. La esperanza de vida en el entorno social determina la presencia en la vida de los individuos de la muerte, y su relación con ella. Su presencia en el arte es constante, siendo uno de los elementos dramáticos a los que más se recurre tanto en el teatro, como en el cine o en novelas y relatos.
Las experiencias cercanas a la muerte o ECM (en inglés, Near-Death Experiences, NDEs) son supuestas percepciones del entorno narradas por personas que han estado a punto de morir o que han pasado por una muerte clínica y han sobrevivido. Hay numerosos testimonios, sobre todo desde el desarrollo de las técnicas de resucitación cardiaca, y según algunas estadísticas, podrían suceder aproximadamente a una de cada cinco personas que superan una muerte clínica.
Para algunas personas, la existencia de las ECM implicaría que cada ser humano está formado por un cuerpo físico y un ente inmaterial, y una conciencia o "alma" (tal y como afirman muchas religiones). Por su parte, desde el punto de vista científico, esos fenómenos pueden explicarse como meras alucinaciones del propio cerebro.
Por otra parte y en contraposición a lo que la ciencia creía hasta ahora, recientes investigaciones en el campo médico indican que las ECM no pueden explicarse como alucinaciones. Estos estudios sugieren que, de alguna forma distinta, la mente y conciencia pueden seguir activas después de que el cerebro haya dejado de funcionar. Esta nueva visión científica sugiere que el cerebro podría ser el receptor de la conciencia y no el creador como se pensaba.
Los pacientes que han asegurado vivir este tipo de fenómenos coinciden en un patrón general, aunque no todos atraviesan todas estas fases:
El paciente se siente flotar sobre su cuerpo, y ve el dormitorio, quirófano, o lugar en el que se encontrase (Out-of Body Experiences, OBEs, experiencia extracorporal), e incluso oye como se les declara fallecidos.
Después siente que se eleva y atraviesa un oscuro túnel mediante una escalera o flotando en el vacío, y con una relativa rapidez.
Ven aparecer una figura al final del túnel, hermosa, blanca o transparente, a veces hay paisajes, voces o música.
El paciente pasa a ser espectador, no siente dolor ni molestias, sino una sensación de paz interior.
Algunas personas, sin embargo, aseguran haber tenido experiencias terroríficas en el más allá.
Familiares o amigos difuntos van a su encuentro.
Aparece una presencia o voz que se identifica según las creencias religiosas del paciente (Jesucristo, un ángel…) y se establece un diálogo sin palabras con ese ser que parece conocer todo sobre el moribundo.
Se presenta una visión global pero íntegra de lo vivido, como si viese “su película”.
El sujeto se ve delante de un obstáculo: una puerta o un muro y toma conciencia de que aún no ha muerto, y aunque sintiendo una paz y tranquilidad indescriptibles y acogedoras, se da cuenta, y también eso le indican sus acompañantes, de que debe volver.

Dicen que Jesús volvió de la muerte, ¿por qué no nos dejó un testimonio para saber cómo es y así acabar con el temor existencial más grande de la humanidad?
Mejor sigamos viviendo. No queda más qué decir.

1 comentario:

Anónimo dijo...

A vivir se ha dicho!!!!

;)