lunes, diciembre 10, 2007

Cuando amamos a más de un@... Porque el amor es una constante búsqueda hasta encontrar el paraíso perdido.

“Si algún día te llega el rumor de mi ardiente pasión…
no les creas”. ‘Más bonita’, Ely Guerra.

Amar una figura parece mentira cuando amamos a cientos de otras, amalgamadas con sentimientos y deseos, como esos muéganos que al adquirir forma humana se nos derriten entre las manos por no poder tenerlas a todas. Nuestra capacidad humana nos permite albergar miles de sentimientos (por un momento olvidemos que la química provoca toda esa reacción cósmica-mágica-musical del amor), y es tan fuerte como la capacidad de amar a nuestros semejantes. Por eso queremos a nuestros amigos –incondicionales, claro-, a nuestros padres y hermanos, demás familiares y, temo decirlo, a nuestras parejas.
El ser humano, por naturaleza, nunca está satisfecho con cualquier cosa, o como dijeran los personajes de ‘Vecinos invasores’: “mucho nunca es suficiente”. O a ver, ¿a quien no le han dicho que tiene ‘corazón de condominio’?, de nuevo estarán mintiendo con todos los dientes si dicen “¡noooooooo!”
¿Se puede amar a otra persona al mismo tiempo?, buena pregunta. Cuando se tiene la fortuna de tener a alguien a quien amar (no importa la inclinación sexual) lo primero que experimentamos es una sensación de bienestar, de que todos nuestros problemas existenciales no importan por el simple hecho de poseer la fuerza espiritual que inyecta eso que los iluminados llaman “amor”. Con un amor se estimula el erotismo, el romanticismo, la búsqueda de nuevos horizontes y hasta podemos asegurar que la soledad se ha ido de nuestra vida para siempre.

El ser humano (hombre y mujeres), insatisfecho y egoísta como es, suele buscar otra persona en quien satisfacer ciertos huecos que la persona amada no llena. Este comentario resultaría cruel si tenemos la idea de que la fidelidad protege a las relaciones actuales, pero es que la fidelidad no existe. De existir la fidelidad de manera ortodoxa, la raza humana se iría directo a la extinción.
En el sentido sexual del amor, el deseo por volar encima de la piel de alguna morena azucarada o perderse en el campo de trigo de una mujer o, en el caso de las mujeres, la marea mental provocada por un abdomen o la mirada de un hombre del que difícilmente saben su nombre, es lo que provoca las situaciones de confusión entre amor y deseo. Amar, querer y desear son cosas distintas. El amor, con toda su fuerza, supone un calidoscopio de sensaciones e ideas, desde el deseo sexual, la retroalimentación personal, el trabajo en conjunto, la soledad compartida y en el último de los casos, la preservación de la especie.
El deseo es el ingrediente secreto de una aventura a la que todos queremos llegar. Las relaciones extramaritales (o vaya pues, un “free”) son tabú que nos atraen porque están prohibidas por la sociedad. Puede haber pasión pero la soledad espiritual jamás sabrá de la misma manera; se puede salir al cine o al parque y a lugares con sol y mar pero los momentos de intimidad no se escuchan igual porque no hay esencia ideológica. Se puede mirar una luz de vida en el fondo de la mirada de nuestra pareja, pero en los ojos de otra/otro nos vamos a encontrar con que el tiempo es único e irrepetible: disfruta el momento porque no va a haber más.
De ahí que nace la confusión: ¿la/lo amo o la/lo deseo?
Por el lado romántico, pensar en que una pareja será fiel por el resto de la eternidad es muy kitsch y pasada de moda. De entrada la fidelidad no existe, es una utopía que los más inseguros han desarrollado para defenderse de la soledad infinita. ¿Por qué estamos con la persona amada? Porque llena los huecos de la vida, porque nos mueve a buscar más cosas dentro de nosotros, porque hay muchas cosas que una pareja puede compartir, además de la vida, la cama y el lavamanos.
Personalmente pude querer a una persona, pero también me han gustado muchas mujeres y me siguen gustando, aunque ahora me limito a observarlas, desearlas en silencio y escribir sobre torsos, ojos y paisajes aterciopelados. Y así sucesivamente, pero jamás he tenido dos amores al mismo tiempo, ¿por qué?, por la simple razón de que comprobé que las sensaciones y el trato interpersonal no es el mismo: con la pareja se tiene todo y con ciertas reservas, con la otra/el otro se tiene pasión pero el café y las galletas no saben igual, los colores del sol no son los mismos y las sinfonías de Mozart son insulsas y aburridas.
A lo que voy, en el plano romántico e idealista, no se puede amar a más de una persona; se puede admirar y sentir afecto por alguien con intereses afines pero siempre hará falta el ingrediente secreto: el amor, la confianza, la pasión y las humedades.
Querer es sólo un verbo, amar es más que clavarse alfileres en los dedos hasta desangrar el corazón por alguien, y el deseo sexual es un acto egoísta que a nadie deja feliz.
Bruno Bichir –el actor- decía sobre el teatro que “es como el amor, tienes que probar de todo antes de encontrar algo bueno”. El amor es una constante búsqueda de la identidad con el otro, quizá buscamos trozos de nosotros y de las cosas sencillas de la vida en muchas personas. El ideal del amor parece un rompecabezas con las piezas extraviadas en todas partes. Este cuerpo dentro del cual vivimos se llena de elementos primordiales que conforman nuestra personalidad, con el paso del tiempo buscamos la mitad del tesoro y el sentido de la vida, únicamente entregada en unos cuantos. Hombres y mujeres poseen trocitos de virtudes y defectos. En la física, los polos opuestos se atraen y a toda acción corresponde una reacción directamente proporcional a la fuerza con que se genera la acción. Con esto digo que los individuos (difícilmente les llamaría personas) se complementan y se retroalimentan, ya sea positiva o negativamente.

Tal vez es el viaje continuo del alma humana lo que nos mueve a buscar en otras personas aparte del ser amado. El alma viaja y siempre busca puertos seguros a donde reposar y, cuando satisface el deseo de conocer nuevos horizontes, se lanza a la marcha por rumbos desconocidos en busca de nuevos horizontes.
Pero el amor es inmutable, incorruptible, incondicional y a veces, loco, descarado y egoísta.

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