martes, septiembre 30, 2008

Héroes del culto… a la personalidad


"Es cierto que no eres muy alto, pero sí bastante feo. Pero yo soy lo suficientemente bajo y feo como para tener el mismo éxito con las mujeres. El secreto no era ser tú, sino ser yo." Woody Allen

Si una vez hablamos de que las redes sociales son más parecidas a un templo al egocentrismo o un catálogo de anuncios clasificados para la soledad universal, las imágenes contenidas en esas redes y espacios personales son el ejemplo claro de algo que se llama “culto a la personalidad”. Así es estimados lectores, culto a la personalidad.
Pero ¿qué es el culto a la personalidad? El término “culto a la personalidad” fue acuñado por Nikita Kruschev durante el XX Congreso del Partido Comunista en Rusia, en 1956, y que consiste en “la adulación a un líder, en la suspensión de juicios racionales y en la arbitrariedad de aquellos que creen en una megalomanía innata afirmada en victorias políticas.” El Culto a la Personalidad también es la "Ciega inclinación ante la autoridad de algún personaje, ponderación excesiva de sus méritos reales, conversión del nombre de una personalidad histórica en un fetiche. La base teórica del culto a la personalidad radica en la concepción idealista de la historia, según la cual el curso de esta última no es determinado por la acción de las masas del pueblo, sino por los deseos y la voluntad de los grandes hombres (caudillos militares, héroes, ideólogos destacados, etc.). Es propio de diversas escuelas idealistas atribuir un valor absoluto al papel de las personalidades eminentes de la historia (Voluntarismo, Carlyle, Jóvenes hegelianos, Populismo). El marxismo examina el papel de la personalidad, del dirigente, en estrecho vínculo con el curso objetivo de la lucha de clases, con la actividad histórica de las masas del pueblo. Ni siquiera la experiencia del más genial de los dirigentes puede sustituir la experiencia colectiva de millones de personas.
Ahora bien, ¿cómo se relaciona un concepto político con la generación más joven? Es más sencillo de lo que creen y es algo de lo que muchos departamentos de mercadeo y publicidad echan mano en estos días para mantener hipnotizada a una masa adolescente.
Si en tiempos pasados la masa social dominada por un sistema de gobierno autoritario rendía culto a figuras como José Stalin, Fidel Castro, o peor aún –viviendo en occidente bajo dogmas cristianos- al papa Juan Pablo II, el culto se ha enfocado hacia personalidades de la farándula. Cada vez es creciente la fiebre por figuras como Vanessa Hudgens, los RBD (que afortunadamente se van a acabar). Niñas –sobre todo- que hacen hasta lo imposible, y lo indecible, por tener el cabello exactamente igual al de la Hudgens, que hablan de la misma manera que el personaje Mia Colucci o repiten como autómatas cada una de las frases más escandalosas de Lindsay Lohan.
No obedecen directamente orden alguna que emerja de la boca de alguna celebridad sino de las fauces de las corporaciones. Día a día se desdibujan los rostros de miles de adolescentes –a los que llaman “el futuro de México”- en pálidas imitaciones de los héroes de plástico; para ellos no existe la figura autoritaria de los padres ni la de un líder político, mucho menos de una entidad superior al que denominan “dios”, no, para ellos la cara bonita de Zac Efron, la actitud de Lindsay Lohan, los desplantes y escándalos de Paris Hilton o el cabello de Vanessa Hudgens son la línea a seguir.
Pero la causa de esa enajenación no es producto únicamente del bombardeo mediático al que jóvenes y el resto de los mexicanos estamos sometidos, sino a la calidad de la educación recibida, tanto en el hogar como en la escuela. Mientras los maestros están en de vacaciones prolongadas, y los padres se parten el alma trabajando durante horas -soportando a patrones insaciables y avaros- para ganar el dinero con el que comprarán el mejor vestuario para las “princesas” (otro error de educación de la actualidad local), la televisión se encarga de educar al futuro del país.
¿Y qué decir de los que atascan sus Hi5’s con fotos de reguetoneros o princesitas anónimas? Hoy ya no son los líderes políticos los que ponen el ejemplo o dictan las reglas de comportamiento sino las celebridades.
En esa mezcla de soledad, carencia de identidad y educación ética, también se encuentra “el ingrediente secreto”: el narcisismo y el hedonismo. Como en los tiempos del loco medieval Hitler, sus juventudes hitlerianas imitaban la vestimenta del líder; hoy es muy “cool” ser “fashionista” y gozar el sueño de egresar con honores de “Lacrademia” (de la misma manera que Yuridia y cualquier otro monigote) es lo básico en el pensamiento contemporáneo de una generación que no sabe a dónde va pero tampoco sabe a dónde quiere ir.
El culto a la personalidad en este caso no es político, sino a una persona que se hizo famosa porque estuvo en el momento preciso y con un ritmo repetitivo fue ganando adeptos para su culto de su personalidad, ser machista, maltratar verbalmente a la mujer (en el caso de los reguetoneros).
Finalmente, el culto a la personalidad ha dejado de definir a los sistemas de gobierno (excepto el de Venezuela o de vez en cuando en algunos estados del país). Aunque aún haya burócratas empeñados en alabar y adorar la figura del gobernante en turno (como esperar durante horas en un evento a que llegue el susodicho), el nuevo culto se enfoca a esos monitos intrascendentes, meros chicles con sabor artificial que, una vez masticados, dejan de gustar.
¿Llegará el día en que ardan las piras de muñecas Barbie o las imágenes de un líder religioso (Santa Paris Hilton)? Es más fácil encontrar un libro ardiendo en las llamas de la ignorancia que cientos de muñecas consumidas por el fuego de la inteligencia y la razón.

1 comentario:

Anónimo dijo...

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