viernes, septiembre 05, 2008

¿Será por eso? A 20 años del lanzamiento del primer disco de Caifanes (Segunda parte)

“Desde aquel día me trajeron para acá, será porque no me dejaba rasurar”. Primer verso de la primera canción (¿Será por eso?, 1987) que Caifanes tocó en el concierto de Miguel Mateos, el 31 de octubre de 1987.

Desde aquél día me trajeron para acá…
Regreso a 1988 en un abrir y cerrar de ojos. Elijo el soundtrack adecuado para el viaje en el tiempo: el sencillo de “La negra Tomasa”, el único que, en el Chetumal de entonces, nos llegó a través de la radio en amplitud modulada. Las ondas se ampliaron hasta los rincones más oscuros de nuestros corazones que dejaban la niñez para iniciar el terreno minado de la adolescencia. Las ondas sonoras eran producidas por una lánguida voz poco usual para un grupo “cumbianchero”; una articulación de las palabras tan lánguido que bien podríamos pensar en una fiesta funeral llena de alegría, justo de la manera en que los mexicanos celebramos el Día de Muertos. Según en una entrevista realizada a Saúl Hernández por el programa “Verdad y fama”, él mismo declara que “Mátenme porque me muero” está inspirada en la muerte de su madre, ocurrida cuando Saúl tenía 9 años. “Creo que tenía como la necesidad de explotarlo”, dijo al programa, “porque ‘Mátenme’, pues, es como un himno a la reencarnación, es decir, cuando me muera me voy a llevar tu foto porque la voy a ver y sé que nos vamos a ver. Yo lo sentí desde la muerte de mi madre, fue la primera presentación”.
La música parecía ser el sonido que, para muchos de los que crecimos en los ochenta, imaginamos como la banda sonora de la situación social y económica de nuestro país: un interminable cuento de colores grises y rojos atardeceres.
El sonido que Caifanes nos trajo desde un lugar del sur de la Ciudad de México (más alejada de Chetumal que ahora), se debe mucho a las influencias que los músicos traían en su bagaje musical: la Sonora Santanera y toda la música afroantillana que le gustaba a la mamá de Saúl, XTC, The Cure, The Beatles, Tin Tán, Atahualpa Yupanqui, José Alfredo Jiménez, Pink Floyd. Toda esa amarga amalgama de dulces sonidos arraigados en el alma del mexicano. Por eso el primer tema del disco nos parece tenebroso y romántico a la vez, desesperado, lleno de miedo de enfrentar a la muerte, quedarnos solos, perder lo que más amamos en vida.
Es así que seguimos escuchando la voz de Saúl dentro de una maravillosa música producida por tres músicos experimentados en el quehacer musical; cada uno de los “caifanes” pasó por los mismos artistas y grupos plásticos, muy gustados y explotados en México durante los 80, pues el rock no pagaba las rentas. Claro que en Chetumal se vive en una continua línea hacia atrás y esos sonidos siguen gustando; esa es la razón por la cual muchos que no son fanáticos de la banda se espantan al escuchar una canción como “¿Será por eso?”.
Mi recuerdo inmediato de esta canción siempre fue una persona demente, atada con camisa de fuerza y con el cabello alborotado, pero la mirada serena y nostálgica, abandonado, como suplicando por un poco de amor, de vida. Pero una mirada a fondo nos lleva a descubrir que es la descripción perfecta de una angustia reprimida, una tristeza que sólo el hecho de gritarla nos brindará alivio eterno durante las interminables horas nocturnas de la adolescencia: el hecho de ser diferentes.
“Cuéntame tu vida” parece un dibujo sonoro del vacío y el hartazgo de la soledad, una resaca de alcohol luego de ahogar una pena tan grande que nos ha hecho olvidarnos de nosotros mismos. “La negra Tomasa” se publicó en un EP aparte junto con “Perdí mi ojo de venado” y no se incluyeron en el álbum sino hasta la reedición en disco compacto. La versión extendida de “la negra”, en el EP, es todo un viaje por el sonido de los primeros días: la línea melódica del bajo de Sabo Romo, precisas, llenas de sentimiento y buen gusto al realizar las variaciones, una percusión sencilla –secuenciada electrónicamente- reforzada con el acompañamiento de André, la atmósfera creada por Diego Herrera quien, además de encargarse de los teclados, también tocaba el saxofón. Y es precisamente el saxofón quien inicia la narración musical de un cuento que narra el viaje por las influencias musicales de estas cuatro almas; escuchamos un poco más y llega el solo de guitarra de Saúl Hernández. No es el típico “solo” al que los roqueros “glam” de los ochenta nos tenían acostumbrados: se trata de unas cuantas notas sueltas al principio, cubiertas con la vestidura del distorsionador y delay (efecto de eco), similar al sonido de la guitarra de David Gilmour o las guitarras de Robert Smith. Es, precisamente, lo que más me atrajo de “La negra Tomasa”. Muchos se llevaron una decepción al descubrir que Caifanes era una banda de rock.
Como suele pasar con muchos discos, el primer LP de la banda contiene uno de los cortes clásicos: “Viento”, canción que hay sido versionada por infinidad de grupos de bar, bandas de garage, guitarristas aficionados, guitarristas clavados, músicos solitarios, que ha sido tocada en antros, fiestas, serenatas y un sin fin de situaciones más.
Hasta entonces no habíamos escuchado unas letras tan honestas y llenas de metáforas. No se me olvida la primera vez que escuché el verso que dice: “No me he dejado de pintar las paredes, ¿será porque las sombras me hacen olvidar?”. Como dijera un par de “charolastras”: pop mata poesía, la lírica de las primeras canciones de Saúl no caían en el discurso pop de pasarla bien y tener la vida resuelta pero tampoco era una poesía facilona al estilo de Ricardo Arjona, era la voz de un sector de la generación mexicana que había asimilado el discurso europeo del rock, la actitud y el sonido. De tal modo que nos llegaba una música “neta y chida” que resultaba “fresa” para roqueros como El Tri o las bandas de “rock urbano” que, si bien sobrevivieron a la persecución del rock, parecían dirigirse hacia ninguna parte. La aparición de una banda como Caifanes vino a darle un nuevo aire a la música popular destinada al público joven. La historia del rock hecho en México se dividió en “antes y después” de Caifanes.


A 20 años, antes de que los olviden…
Nadie los podría parar, sólo muertos podrían quedarse callados, nadie nos callaría. Y nadie nos callaría pues, luego de escuchar este primer disco muchos buscábamos el modo de hacer hablar a nuestra alma de la manera en que Saúl lo hizo; cogimos la guitarra y exploramos los sintetizadores, adorábamos el color negro y soñábamos con tener “una banda como Caifanes”: un disco que se vuelve referente y en influencia para otros, se convierte en un clásico. Chá, bajista de Fobia, aseguró: “al menos a mi generación sí tuvimos la fuerte influencia de lo que fue Saúl con Alejandro Marcovich y con Alfonso, de ‘Las insólitas imágenes de Aurora’, y, posteriormente, con los Caifanes.” Otras influencias inmediatas se pueden encontrar en Porter y la manera de cantar de Musgo y hasta en las primeras canciones de “La gusana ciega”, desde la vocalización y las letras.
Su primer disco, "Caifanes", salió a la venta en agosto de 1988 y el sencillo "Mátenme Porque Me Muero" fue su primer éxito, seguido por, "Viento", "Amanece" y "Cuéntame tu Vida". El también llamado “Volumen 1”, fue precedido por un EP con tres canciones producido con la intención de probar la aceptación del grupo entre la posible audiencia; el resultado fue la venta de más de trescientas mil copias y, por lo tanto, la grabación del primer LP.
Los Caifanes ya no existen. Queda el eco de ese disco grabado totalmente en México y aún resuena en la mente de muchos de los que actualmente tenemos más de 30 años; habría sido horroroso seguir a la masa con su soundtrack patético y vacío mientras mi alma adolescente conocía el dulce sabor de la tristeza y la soledad.
Regreso al 2008 y ahora hay demasiadas bandas, algunas cuestionables, otras interesantes; la situación en el país es peor de lo que hace veinte años, ya no hay angustia, tan sólo incógnitas que serán despejadas. Hemos crecido y ya no vemos perros que se arrastran. No regresarán los Caifanes y tal vez sea lo mejor porque sólo los grandes saben morir como los árboles: “de viejos, pero de pie”.

“Nunca nadie nos podrá parar, sólo muertos nos podrán callar”.

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