domingo, mayo 13, 2007

A la mar de cuerpos navegarán nuestras fantasías. En las redes del deseo nacerá el arte de la imagen.

“El mundo cambia si dos se miran y se reconocen, amar es desnudarse de los nombres… el ser sin rostro emerge de sí mismo, sol de soles, plenitud de presencias y de nombres.” Octavio Paz, Piedra del Sol (1957).

Nacemos desnudos, sin nombres y sin prejuicios. Crecemos en una sociedad que durante años ha sido sometida a dogmas, reglas y leyes naturales. La misma ley natural establece que al mundo venimos solos y desnudos. Por otro lado, el arte es el medio por el cual una o varias personas expresan una idea concreta con total libertad (claro que hay muchos conceptos sobre el arte que son válidos). En el arte todo está permitido excepto reprimirse. El cuerpo humano desnudo es una de las obras de arte más hermosas que existe en el Universo, diseñado por la naturaleza con tal perfección y armonía; armonía rota por la Iglesia Católica.
La sociedad mexicana heredó de los españoles la fe católica (entre otras cosas que no vale la pena mencionar) y como consecuencia, han pasado los prejuicios y las mojigaterías de generación en generación. La ideología judeo-cristiana estableció la culpa hacia el cuerpo desnudo (y cualquier otra manifestación que atente contra las “leyes de Dios”), la exploración, el gozo y la exhibición. La imagen de un cuerpo desnudo es suficiente para declararla “pornografía”, basta con recordar las fotografías de principios de siglo en México.
El fin de semana pasado (6 y 7 de mayo) se realizó un evento sin precedentes en la Ciudad de México. Miles de capitalinos se reunieron en la plancha del Zócalo de la ciudad más grande del mundo para dejar plasmado su cuerpo en una obra de arte fotográfico, bajo la autoría de Spencer Tunick. El mismo trabajo se realizó en la “Casa Azul” de Coyoacán, la famosa casa de Frida Kahlo donde cien mujeres se desnudaron para la lente de Tunick. Dieciocho mil humanos se desnudaron al amanecer “defeño”, como despertando a un cambio de piel y de rostro, el 6 de mayo de 2007.
Hubo entusiasmo, desvelados, alguno que otro olor a yerba y más de uno estudiaba a los que observaban desde los edificios que rodean el Zócalo. Algunos se sintieron liberados mientras que algunos sentían invadida su privacidad corporal. Cuenta una amiga mía, que participó en el desnudo masivo, que no sintió absolutamente nada pues ella se ha aceptado como es, ama su cuerpo y además, está a la vanguardia del arte. Muchas mujeres se sintieron incómodas cuando Tunick les pidió que se quedaran para la sesión que comprendería un “mar de cuerpos femeninos” sobre el piso: al salir los hombres de la escena, procedieron a vestirse y rodearon a las féminas para después utilizar a su cómplice móvil y obtener una fotografía.
Morbo mexicano, gandallismo o machitos vouyeristas.
A pesar de ser muy aventados y open mind, o respetuosos y tolerantes, muchos hombres sacaron a relucir el cobre. Naturaleza mexicana, el machismo inculcado en los hogares e incrementado en las escuelas públicas gracias a maestros conservadores, anacrónicos e incultos. Debido a esto, las mujeres que participaron en la obra fotográfica sintieron invadida su intimidad que, minutos antes, fue compartida con ellos y confiada a Tunick. Él no fue culpable.
México se encuentra a un paso del colapso ideológico, social y económico. El nuestro es un país que ostenta el nombre de “república” pero que lentamente padece el “síndrome de pelota de ping pong” entre políticos y religiosos. Más del 80 por ciento de la población mexicana no tiene acceso a la información cultural, sin embargo viven en la oscuridad y en el analfabetismo funcional, anestesiados con programas estupidizantes en el que se distorsiona al cuerpo humano como un objeto de placer y de consumo, en lugar de producir el placer en los cinco sentidos e inspirar más que “chaquetas mentales”.
Lo anterior pudo sonar de lo más guarro, pero más guarro es aquel que utiliza a un par de senos y nalgas en videos “reggaetoneros” para vender su “producto” y hacerse ricos a costa de una mujer semidesnuda. Esto sí es lo más vulgar que existe.
En México no se nos ha educado correctamente en las cuestiones sexuales y con el actual régimen político, el retroceso está en marcha. Hay mujeres que se sienten orgullosas de su cuerpo mientras que otras aún sienten pudor y vergüenza al mostrarse ante su pareja tal cual.
El desnudarse no implica únicamente el quitarse la ropa y dejar los miembros al aire libre, de mostrar un pubis por el simple hecho de mostrarlo y provocar. Es cierto, que la misma prohibición nos excita, lo desconocido provoca el vértigo en el vientre. Desnudarse implica una liberación de las cadenas impuestas por la moral judeo-cristiana, moral que ha servido para someter al ser humano y limitarlo a las fronteras del conformismo. Las fronteras textiles que impiden que el cuerpo hecho de aire, polvo, fuego y agua, son sólo medios para protegernos de las inclemencias del tiempo.
El desnudo en la intimidad es una actividad sana para reconocernos y aceptarnos en la vida, para amarnos y aprender a respetarnos. Mujeres y hombres son iguales ante los ojos de cada uno a pesar de las diferencias físicas (pene y vagina).
Menciona Octavio Paz en su obra “La llama doble” que “la salud psíquica de la sociedad y la estabilidad de sus instituciones dependen en gran parte del diálogo contradictorio entre ambas”. De aquí que habrá siempre una controversia en torno a las obras de arte que impliquen desnudos.
Todo depende de la percepción que se tenga del cuerpo humano, desnudo o vestido. Depende también del ambiente social en el que las personas se desenvuelven, la educación familiar y académica (que, insisto, debe ser laica, científica, humanista y socialista). Un cuerpo desnudo es el escenario de una sinfonía de amor, del más apasionado y desgarrado poema escrito entre dos personas que comparten humedades y fantasías; es el signo de que los seres humanos somos iguales en el universo, su color sólo sirve para crear un calidoscopio de formas e historias.
Un cuerpo desnudo puede conmover y excitar. El cuerpo humano es la materialización de la vida.

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