lunes, abril 04, 2011

“Tuve un sueño: mi música llenaba un espacio donde antes sólo había silencio”.

[Este es el primer texto del Abismo Sónico, del 31 de mayo de 2005, publicado en Por Esto de Quintana Roo... y así fue hasta hace unos pocos días]



“La gente trata de pisotearnos sólo porque andamos por ahí, las cosas que ellos hacen me parecen frías, espero morir antes de envejecer” My Generation, The Who. 


CHETUMAL.- Platicaba hace unos días con un viejo amigo de los tiempos que vivimos cuando estudiábamos en el bachillerato. Entonces teníamos una banda de rock y diez años menos que ahora. En aquellos días las tocadas de rock en la ciudad eran menos que ahora, si no es que igual. Tuvimos muy pocas y aunque la mayoría eran en fiestas escolares o privadas, siempre había un común entre los colegas: falta de equipo, apoyo y difusión. 

En la cuestión del equipo –viéndolo desde la perspectiva actual- uno bien podría ahorrar las “gastadas” y hacerse de un buen amplificador y unos pedales de efectos para las guitarras. En cuestión de guitarras –y de cualquier otro instrumento- es bien sabido que en la ciudad no llegan instrumentos de calidad y costosos, tenemos que salir a Mérida, Cancún o a la Ciudad de México a buscarlos. Ese no es gran problema, de una u otra manera se resuelve, siempre y cuando se cuente con un trabajo y el hábito de ahorrar. 
He aquí la parte agridulce del asunto. El apoyo a los eventos de rock –y demás actividades artísticas y culturales- no ha existido de manera sólida y constante, menos si se trata de artistas independientes y jóvenes. La difusión es una constante ausencia, no hay mantas, pintas o propagandas impresas que, repartidas de mano en mano, informen sobre las “tocadas”. Problema verdadero: no hay dinero para tales fines. 

Hace una semana, vinieron a verme los muchachos de una banda y me platicaron que cuando van a tener una presentación, piden apoyo al gobierno pero éste únicamente les ayuda con equipo de sonido. Bueno... eso es un avance ¿no? Considero que sí, ¿por qué? Porque no podemos ni debemos esperar a que las instituciones o el gobierno nos lo resuelvan todo. Ahora, esto no quiere decir que deslindemos a las anteriores de una responsabilidad que tienen para con la sociedad: fomentar y difundir las actividades culturales. 

Si bien es cierto que algunas bandas empiezan con un sonido muy malo y con una calidad musical y lírica pésimas, esto no es para siempre (The Beatles eran una banda mediocre antes de 1962 y no creo que Silvestre Revueltas haya escrito obras de la magnitud de Sensemayá antes de llegar a hacerlo). Considero muy importantes dos puntos a solucionar: el crear incentivos y espacios para las bandas o proyectos alternativos, y, dejar de lado las ideas jurásicas y snobs y abrir más la mente y el corazón. 

Al tener un incentivo, las bandas trabajarían más en la depuración de su sonido, leerían más libros para acrecentar su lenguaje y dar rienda suelta a sus ideas. De crear espacios de lectura e intercambio literario entre ellos, tal vez no se pasarían las horas recibiendo una “educación” frente a la televisión. Es cierto, todas las ideas son válidas pero para manifestarse hay que ser inteligentes. El rock es cultura como lo es la pintura abstracta, la impresionista, el art decó, los bordados, la música del maya pax, el danzón, la sinfonía, la ópera, la canción ranchera, la música caribeña, la trova, la música electrónica, las tradiciones, los cuentos, las letras en general y un largo etcétera. El punk se caracteriza por la esencia del “hágalo usted mismo” pero jamás ha sido “happy” en su lírica. El ska toma fuerza y aunque las letras hablen de temas cotidianos, la música es rica en arreglos para metales; la música electrónica no deja de ser humana puesto que es necesario el corazón humano para sentir el beat y saber crear atmósferas sonoras, únicamente concebidas por el alma; los sonidos retro, la música surf, el dark, el electropop, el rock urbano y demás ramificaciones de la música popular aún faltan por explorarse. 

Hay que crear espacios. Luego de una larga tradición de grupos de música caribeña y dado que la ciudad crece y se llena de nuevas ideas y nuevos aires, es tiempo de abrir las puertas a las generaciones actuales, sin miedo y sin prejuicios. De lo contrario, a cada uno de los artistas –jóvenes y adultos- nos sucedería como en el cuento de Augusto Monterroso: 

Cuando despertó, el dinosaurio todavía estaba allí.

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