viernes, agosto 21, 2009

A propósito de los 40 años de Woodstock 69


Una vez más la fuente de ideas toma forma en tópicos del pasado. Pero eso me parece positivo pues los sucesos nos ayudan a reflexionar respecto al presente y en el escenario temporal de lo cotidiano. El pasado 15 de agosto se conmemoraron 40 años de aquel legendario concierto de Woodstock en 1969; hubo espacios dedicados al tema, desde los programas de radio en el cuadrante y en la web con programación de grabaciones originales en vivo, bootlegs, o documentales en la televisión. Las opciones fueron muy variadas y en todo el mundo occidental. Nunca es tarde para compartir un punto de vista más.
Tuve conocimiento del concierto de 1969 a la edad de 11 años y fue a través de una revista Selecciones. En esa revista uno encuentra libros y discos a la venta de artistas y temas variados. Uno de los libros trataba de la historia del siglo XX y tenía una foto clásica: la multitud frente al escenario en Woodstock. En ese entonces ya era un fan de Los Beatles y el rock de los 60 hacía mella en el niño de entonces. Mi madre me contó de qué se trató ese concierto, pero que no habían estado presentes los de Liverpool y que Santana había hecho ahí su presentación. El tiempo pasó y conocí la historia como ya es de todos sabida.
En una ocasión mientras conversaba con unos amigos y amigas que conozco desde hace muchos años, afirmé que “los ochentas me gustaron, viví mi infancia y pubertad en esos años, pero no tienen nada que ver conmigo”. Es cierto. Me gustó el disco Thriller, me alucinó Madonna y viví aterrorizado por el fantasma de la guerra nuclear, pero nada más. No me enamoré ni dejé mi casa para seguir mis sueños al compás de “Wake me up before yo go” o “Besos de ceniza”.

Sin el Muro de por medio
Puedo decir que mi juventud como tal comenzó en 1990, cuando tres tipos cantaban de manera animal acerca de sueños y té para tres; mi generación (quizá la X a la meXicana) fue una a la que le hicieron creer que su país entraría al primer mundo y la que finalmente se dividirá en dos: los yuppies y los otros. Muchos jóvenes de entonces nos vestimos con camisas de franela, jeans desgarrados, botas mineras o tenis (todo porque la música de Nirvana y Pearl Jam nos habían atrapado). En Chetumal parecía que nada cambiaba excepto que en algunas colonias del centro ya comenzaba a entrar el sistema de televisión por cable, lo que significaba una cordial visita a nuestro mejor amigo tan solo para ver la programación de MTV. De esa manera algunos conocimos el sonido de Smashing Pumpkins, de Alice in Chains y de R.E.M., todas bandas emblemáticas de la primera mitad de la década de los 90 y que definirían el rumbo musical de este lado del globo. Al fin y al cabo que el Muro de Berlín ya no existía.
Llegó 1994. Luego de una madrugada de fiesta por el año nuevo, en la televisión daban cuenta de un grupo guerrillero que había atacado los puestos militares de San Cristóbal de las Casas. Se hacían llamar Ejercito Zapatista de Liberación Nacional, y su vocero era el Sub Comandante Marcos. De ultramar llegaba la noticia de que Kurt Cobain había caído en coma luego de intentar cometer suicidio. Semanas más tarde lo conseguiría; era abril de 1994 y fue uno de los sucesos que marcarían la década. Además de Nirvana y demás bandas “grunge”, completábamos el círculo con algunas bandas nacionales como Fobia, Caifanes, la Maldita, Santa Sabina y varios más que comenzaban a conformar una escena musical alternativa a la maricona ñoñería de los baladistas de la radio.
En ese mismo año se anunció el concierto que conmemoraría los 25 años de Woodstock 69 en Saugerties, Nueva York. Reunió a 300 mil espectadores y su eslogan fue "Dos días más de paz, amor y música" (a pesar de haber durado 3 días). El concierto se celebró del 12 al 14 de agosto de 1994. El concierto fue apodado "Mudstock" ("Montón de fango") debido a que el día 13 cayó un aguacero y la banda Green Day vio convertirse a su espectáculo en una enorme pelea de barro entre la banda y los fans, donde murieron 4 ahogados. Además, al bajista de la banda, Mike Dirnt, fue confundido con un espectador por uno de los miembros de seguridad, y al intentar volver al escenario le partieron cuatro dientes, el contesto "¡hey! que soy el bajista del grupo", a lo cual el miembro de seguridad le contesto "eso ya lo he oído antes" y siguió golpeándole. Tras el concierto la banda de punk-rock confeso que era lo mas anarquista que habían visto en sus vidas.
Se dice que Nirvana habría sido el estelar del festival de no haber sido por la muerte de Cobain. En su lugar estuvieron los Smashing Pumpkins, pero también es otra leyenda urbana porque los Pumpkins sólo participaron en la gira Lollapalooza durante 1994. La verdad histórica fue que a los miembros restantes de Nirvana les ofrecieron una lana a cambio de que subieran con un vocalista sustituto a manera de homenaje. Grohl y Novoselic dijeron “que nel”.
En México vivíamos una “bonanza”. Con 200 pesos un adolescente podía comprar un disco compacto, ir a cenar con mi novia, ir al cine, y me sobraba para comprar un libro. Con 500 pesos yo me sentía “el adolescente más rico del mundo”. Como a Witzy Araña: vino el “Error de diciembre” y se la llevó, la realidad se revelaba ante nuestras conciencias adolescentes para darnos cuenta de que las cosas se guardan en este país para que nadie las modifique. Antes de eso, entre algunos amigos o conocidos cabía la posibilidad de que uno de ellos fuera al “Woodstock 94”. Supe de uno que estuvo en un Lollapalooza. No sucedió así. El Woodstock 94 me agarró en el Bosque de Chapultepec durante una tarde lluviosa mientras, desde el sonido local de la feria de la Montaña Rusa, la transmisión en vivo vía satélite desde Woodstock 94 llegó a mis sentidos para grabarse en mi memoria. Según describían uno de los momentos climáticos del día del festival: la guerra de lodo entre Green Day y el público. La lluvia fría de agosto en la Ciudad de México fue lo más cerca del ambiente que debió haberse sentido en el festival.

Come as you are
Hoy ya no visto de franela y siento nostalgia por los días de greña, de grunge y café de Coyoacán. Los conciertos masivos siguen siendo la manera más rentable de mantener la nostalgia legislada (como la bautizaría Douglas Copland en “Generación X”) y la maquinaria del consumo. Que si a los jóvenes nos definió un festival o nos movió a realizar una versión “Región 4” de la celebración, es un tema en el que habría muchos puntos de vista encontrados. Woodstock 69 no me definió ni por un centímetro pero el del 94 tampoco lo sentí como “el suceso de mi generación”. A la percepción que tenía entonces, me pareció como una película retro en el que la nostalgia sementera había llegado a su punto climático. Sin mucho que protestar ni argumentos en contra de alguien o algo, nuestra generación (la meXicana) comenzaba a darse cuenta de que de nuevo nos habían engañado y que los errores del pasado aún se cobrarían las facturas a las generaciones del futuro. Los que siguieron por el camino de los yuppies se desentendieron de las cuestiones sociales desde antes de llegar a los 25 años, tan sólo para acumular una riqueza personal a cualquier costo; los otros llegaron a los 30 con más dudas que sueños respecto a la realidad del país en el que nos tocó vivir. ¿Y los más jóvenes?... ¿tendrán su “emostock” o algo parecido? No, ahora ven reality shows de personajes patéticos, tapizados con marcas y carentes de sentido.
A 40 años de Woodstock 69 no queda nada más que un camino revisitado en el que el reflejo de días mejores nos mantienen con la esperanza de que todo cambie algún día, para todos. Pan con lo mismo. Urgen nuevas manifestaciones juveniles y sociales, una generación conciente y reflexiva, creativa e inteligente sin prejuicios. Sólo así podríamos establecer un nuevo equilibro al Universo en que vivimos y encontrar el acontecimiento histórico triunfal de cada generación. El pasado es suyo, el futuro es nuestro.

Una vez más la fuente de ideas toma forma en tópicos del pasado. Pero eso me parece positivo pues los sucesos nos ayudan a reflexionar respecto al presente y en el escenario temporal de lo cotidiano. El pasado 15 de agosto se conmemoraron 40 años de aquel legendario concierto de Woodstock en 1969; hubo espacios dedicados al tema, desde los programas de radio en el cuadrante y en la web con programación de grabaciones originales en vivo, bootlegs, o documentales en la televisión. Las opciones fueron muy variadas y en todo el mundo occidental. Nunca es tarde para compartir un punto de vista más.
Tuve conocimiento del concierto de 1969 a la edad de 11 años y fue a través de una revista Selecciones. En esa revista uno encuentra libros y discos a la venta de artistas y temas variados. Uno de los libros trataba de la historia del siglo XX y tenía una foto clásica: la multitud frente al escenario en Woodstock. En ese entonces ya era un fan de Los Beatles y el rock de los 60 hacía mella en el niño de entonces. Mi madre me contó de qué se trató ese concierto, pero que no habían estado presentes los de Liverpool y que Santana había hecho ahí su presentación. El tiempo pasó y conocí la historia como ya es de todos sabida.
En una ocasión mientras conversaba con unos amigos y amigas que conozco desde hace muchos años, afirmé que “los ochentas me gustaron, viví mi infancia y pubertad en esos años, pero no tienen nada que ver conmigo”. Es cierto. Me gustó el disco Thriller, me alucinó Madonna y viví aterrorizado por el fantasma de la guerra nuclear, pero nada más. No me enamoré ni dejé mi casa para seguir mis sueños al compás de “Wake me up before yo go” o “Besos de ceniza”.

Sin el Muro de por medio
Puedo decir que mi juventud como tal comenzó en 1990, cuando tres tipos cantaban de manera animal acerca de sueños y té para tres; mi generación (quizá la X a la meXicana) fue una a la que le hicieron creer que su país entraría al primer mundo y la que finalmente se dividirá en dos: los yuppies y los otros. Muchos jóvenes de entonces nos vestimos con camisas de franela, jeans desgarrados, botas mineras o tenis (todo porque la música de Nirvana y Pearl Jam nos habían atrapado). En Chetumal parecía que nada cambiaba excepto que en algunas colonias del centro ya comenzaba a entrar el sistema de televisión por cable, lo que significaba una cordial visita a nuestro mejor amigo tan solo para ver la programación de MTV. De esa manera algunos conocimos el sonido de Smashing Pumpkins, de Alice in Chains y de R.E.M., todas bandas emblemáticas de la primera mitad de la década de los 90 y que definirían el rumbo musical de este lado del globo. Al fin y al cabo que el Muro de Berlín ya no existía.
Llegó 1994. Luego de una madrugada de fiesta por el año nuevo, en la televisión daban cuenta de un grupo guerrillero que había atacado los puestos militares de San Cristóbal de las Casas. Se hacían llamar Ejercito Zapatista de Liberación Nacional, y su vocero era el Sub Comandante Marcos. De ultramar llegaba la noticia de que Kurt Cobain había caído en coma luego de intentar cometer suicidio. Semanas más tarde lo conseguiría; era abril de 1994 y fue uno de los sucesos que marcarían la década. Además de Nirvana y demás bandas “grunge”, completábamos el círculo con algunas bandas nacionales como Fobia, Caifanes, la Maldita, Santa Sabina y varios más que comenzaban a conformar una escena musical alternativa a la maricona ñoñería de los baladistas de la radio.
En ese mismo año se anunció el concierto que conmemoraría los 25 años de Woodstock 69 en Saugerties, Nueva York. Reunió a 300 mil espectadores y su eslogan fue "Dos días más de paz, amor y música" (a pesar de haber durado 3 días). El concierto se celebró del 12 al 14 de agosto de 1994. El concierto fue apodado "Mudstock" ("Montón de fango") debido a que el día 13 cayó un aguacero y la banda Green Day vio convertirse a su espectáculo en una enorme pelea de barro entre la banda y los fans, donde murieron 4 ahogados. Además, al bajista de la banda, Mike Dirnt, fue confundido con un espectador por uno de los miembros de seguridad, y al intentar volver al escenario le partieron cuatro dientes, el contesto "¡hey! que soy el bajista del grupo", a lo cual el miembro de seguridad le contesto "eso ya lo he oído antes" y siguió golpeándole. Tras el concierto la banda de punk-rock confeso que era lo mas anarquista que habían visto en sus vidas.
Se dice que Nirvana habría sido el estelar del festival de no haber sido por la muerte de Cobain. En su lugar estuvieron los Smashing Pumpkins, pero también es otra leyenda urbana porque los Pumpkins sólo participaron en la gira Lollapalooza durante 1994. La verdad histórica fue que a los miembros restantes de Nirvana les ofrecieron una lana a cambio de que subieran con un vocalista sustituto a manera de homenaje. Grohl y Novoselic dijeron “que nel”.
En México vivíamos una “bonanza”. Con 200 pesos un adolescente podía comprar un disco compacto, ir a cenar con mi novia, ir al cine, y me sobraba para comprar un libro. Con 500 pesos yo me sentía “el adolescente más rico del mundo”. Como a Witzy Araña: vino el “Error de diciembre” y se la llevó, la realidad se revelaba ante nuestras conciencias adolescentes para darnos cuenta de que las cosas se guardan en este país para que nadie las modifique. Antes de eso, entre algunos amigos o conocidos cabía la posibilidad de que uno de ellos fuera al “Woodstock 94”. Supe de uno que estuvo en un Lollapalooza. No sucedió así. El Woodstock 94 me agarró en el Bosque de Chapultepec durante una tarde lluviosa mientras, desde el sonido local de la feria de la Montaña Rusa, la transmisión en vivo vía satélite desde Woodstock 94 llegó a mis sentidos para grabarse en mi memoria. Según describían uno de los momentos climáticos del día del festival: la guerra de lodo entre Green Day y el público. La lluvia fría de agosto en la Ciudad de México fue lo más cerca del ambiente que debió haberse sentido en el festival.

Come as you are
Hoy ya no visto de franela y siento nostalgia por los días de greña, de grunge y café de Coyoacán. Los conciertos masivos siguen siendo la manera más rentable de mantener la nostalgia legislada (como la bautizaría Douglas Copland en “Generación X”) y la maquinaria del consumo. Que si a los jóvenes nos definió un festival o nos movió a realizar una versión “Región 4” de la celebración, es un tema en el que habría muchos puntos de vista encontrados. Woodstock 69 no me definió ni por un centímetro pero el del 94 tampoco lo sentí como “el suceso de mi generación”. A la percepción que tenía entonces, me pareció como una película retro en el que la nostalgia sementera había llegado a su punto climático. Sin mucho que protestar ni argumentos en contra de alguien o algo, nuestra generación (la meXicana) comenzaba a darse cuenta de que de nuevo nos habían engañado y que los errores del pasado aún se cobrarían las facturas a las generaciones del futuro. Los que siguieron por el camino de los yuppies se desentendieron de las cuestiones sociales desde antes de llegar a los 25 años, tan sólo para acumular una riqueza personal a cualquier costo; los otros llegaron a los 30 con más dudas que sueños respecto a la realidad del país en el que nos tocó vivir. ¿Y los más jóvenes?... ¿tendrán su “emostock” o algo parecido? No, ahora ven reality shows de personajes patéticos, tapizados con marcas y carentes de sentido.
A 40 años de Woodstock 69 no queda nada más que un camino revisitado en el que el reflejo de días mejores nos mantienen con la esperanza de que todo cambie algún día, para todos. Pan con lo mismo. Urgen nuevas manifestaciones juveniles y sociales, una generación conciente y reflexiva, creativa e inteligente sin prejuicios. Sólo así podríamos establecer un nuevo equilibro al Universo en que vivimos y encontrar el acontecimiento histórico triunfal de cada generación. El pasado es suyo, el futuro es nuestro.

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