lunes, marzo 26, 2007

“Me cantarán cuando me sienta triste”


“Yo soy el crucifijo al fondo de tu iglesia, al cual ya no visitas, al cual ya no le rezas”. El Crucifijo, Paco Huidobro.

Son pocos los discos que resisten el paso del tiempo y que forman una parte importante en la vida de las personas. Más extraño aún si se trata de un disco de una banda mexicana de rock. El año de 1990 vio el surgimiento de nuevos grupos bajo el sello de “Rock en tu idioma”: Caifanes, Los amantes de Lola, Neón, Maldita Vecindad y los Hijos del Quinto Patio, y Fobia. Éste último es el protagonista de la entrega de hoy, centrándonos en su primer disco homónimo lanzado en 1991.
Con diez temas de la autoría de Paco Huidobro, Fobia se caracterizó por su estilo “extraño” dentro del ya gastado medio musical de finales de los ochentas. Después de conocer la propuesta de Caifanes –de los que fueron “teloneros”- con su sonido oscuro y textos existencialistas, las canciones de Fobia, en cambio, estaban llenas de sonidos sintetizados, secuencias rítmicas energéticas, textos que rayaban en lo infantil y la influencia musical de The Cure.
Su rock era más fino y poco convencional. Si ubicáramos al disco en una edad mental, se encuentra en la adolescencia. Hay muchos personajes del reino animal como una iguana, un caracol, hay moscas y microbios pero también hay símbolos como la mugre y los crucifijos. El disco refleja estados de ánimo y situaciones que todos hemos experimentado en la vida, como mencioné antes, en la adolescencia. ¿O quien no ha soñado con ser arrancado del fondo de la tierra por el ser amado, o ha sentido la angustia juvenil de que el tiempo pasa y nada tiene sentido? En este disco se cuentan historias de una noche, de juguetes que juegan mientras todos duermen y de reflexiones “nietzchianas”.

De muñecos y caracoles… el lado A
El disco comienza con una secuencia de relojes que marcan el curso de las horas a media noche. Sucesivamente, los primeros personajes despiertan para armar la fiesta nocturna mientras Raquel duerme. “Los muñecos” parece un homenaje a la otrora canción de Cri Cri, a diferencia de que estos muñecos tienen un aire macabro, lascivo y festivo a la vez, enamorados de Raquel –la dueña- dispuestos a cuidarla toda la noche sin despertarla mientras “el sonriente Pierrot y Juan Pirulero” se meten en el camisón de Raquel.
¿A dónde iremos después de morir? ¿Quién nos acompañará en esa eterna soledad y nos cantará cuando estemos tristes? “Dios bendiga a los gusanos” que serán los últimos en recibirnos en este mundo, que nos harán compañía bajo la tierra y se reirán con nuestros chistes, ellos que sabrán de nuestra tristeza y verán nuestros sueños. “Las moscas” es una canción que habla del deseo recurrente en la adolescencia: morir para llamar la atención; “el otro día me dijeron que las excitaba, que el revolcarse por mi cuerpo las alborotaba… si me tiro por la ventana quizás me lleven en pomada”.
“El cumpleaños” gira en torno a un cumpleaños sorpresa, lleno de regalos extravagantes, como la música que acompaña al texto de Huidobro: una mezcla de música “a go go” y secuencias electrónicas hipnotizantes, la música perfecta para un cumpleaños celebrado en el cuento de Alicia en el País de las Maravillas.
Un bicho más, “El caracol”. Significa el miedo a cambiar y a quedarse atrapado en el corazón del ser amado, esa extraña metamorfosis que supone el fin de la infancia, cuando nos aferramos a un amor, vivir el día a día en una espiral. Y así termina el lado A (para los que conservan el disco LP y el caset) con una de las primeras melodías que se alejan de la alegría infantil.

El egoísmo, pensamientos “nietzcheanos” y microbios lascivos dan paso a la desesperación por ser notados en la vida… el lado B.
Un viejo truco de estudio: guitarras tocadas al revés, sintetizadores trazando un ambiente oscuro y nostálgico. El efecto de “delay” (retardo) es la herramienta preferida en la producción musical. “Me compraré hoy una iguana para que me hable más de ti, para matarla el día el día que no me haga reír”. Con el primer corte del lado B, se traza el siguiente camino: la oscuridad y la angustia. “La iguana” retrata el espíritu egoísta de la adolescencia: si no me quieres y no me haces reír, te mato, acabo contigo; voy a tenerte encerrada para mí, utilizaré una cómplice en mi propósito de entrar en tus sueños, en tus ideas. Haré cualquier cosa para tener el control de ti.
El ritmo baja y los acordes nos llevan por lugares fríos y sombríos, llenos de humedad provocada por lágrimas. Se hace de noche, las horas pasan y la angustia crece. Aprieta el corazón, necesito de mi amada. Quizá hoy sea la última noche de la vida, no queda más que dejar que se pudra y nos lleven a enterrar. “Pudriendo” es una de las mejores canciones del disco, describiendo la angustia juvenil por el fin de la vida. Los arreglos musicales nos remiten al sonido de “Seventeen seconds” y “Pornography” de The Cure.
La luz se ha colado por una rendija del cuarto de arriba, donde me encerré para verte en mis fantasías nocturnas. Todos mis esfuerzos por tenerte conmigo y amarte han sido en vano, es momento de encontrar soluciones, poner tierra de por medio. Ya se me acaba la esperanza, soy presa de ti. Aunque, después de todo, no necesito de ti –de lo físico-, “Puedo rascarme solo”. Si Nietzche viviera, ésta sería su canción favorita: “romperé el cielo para ti y acabaré con Dios, ay para ver si así me alabas”.
“El microbito” fue el primer sencillo de este disco. Una canción que no tenía nada que ver con la esencia del álbum, según comentarían sus creadores; únicamente relacionada con el mundo de insectos y personajes del reino animal. Censurada en su tiempo en las radiodifusoras por aquella frase: “haré un alberca en tu ombliguito, pa’ meterme a nadar, y si me voy más abajito nadie me sacará”.
“El crucifijo” es el epílogo de un disco que explora los rincones más oscuros de la adolescencia. Pero no la adolescencia en que todo es color de rosa, rodeado de chicas hermosas y un halo de popularidad; es esa adolescencia vivida en la angustia por el paso del tiempo, el amor no correspondido, la incertidumbre por el futuro, la lascivia y el egoísmo. No hay esperanzas para una piedra enterrada en la tierra, ni siquiera una plegaria para un crucifijo olvidado. Suplico, llévame contigo hasta donde estés. Pero ni así logras advertirme. Es el final. “Y es que hemos muerto de amor, pero el amor nunca muere”.
Fobia, fue lanzado en 1991. Forma parte del boom de rock mexicano surgido a finales de los ochenta. Después de cuatro discos, este primer disco se mantiene como el favorito de los fanáticos de la banda del Distrito Federal por su sonido pop, oscuro, en gran deuda con The Cure, y metáforas que difícilmente utilizarán grupos actuales de “emo”.

Fobia eran en 1991:
Leonardo de Lozanne.- Voz
Paco Huidobro.- Guitarras
Cha!.- Bajo y coros
Iñaki.- Sintetizadores, programaciones y coros
Gabriel Kuri.- Batería y programaciones

1 comentario:

vicoland dijo...

Impresionante y entrañable reseña de un album Imprescindible , fantastico, Hermoso. El mejor album del rock Mexicano de todos los tiempos.

Con esa musica tan emocionantemente triste y alegre a la vez ( Esa "tristeza alegre" que fue patentada por THE CURE y espectacularmente igualada en este album) , esas letras delirantes, llenas de humor negro y como bien dices, con unas metaforas bellisimas, tristes, llenas de angustia adolescente, que jamas he vuelto a escuchar en banda alguna y que jamas seran igualadas. Poesia Adolescente que perdura a traves del tiempo y que jamas muere pues cada uno de nosotros lleva en su corazon una pequeña dosis de esa tristeza, confusion e indecision y egoismo propias de un adolescente....un adolescente eterno....