jueves, diciembre 21, 2006

Para no sentir el paso del tiempo…

CHETUMAL.- ¿Cuántos de nosotros hemos pasado horas o toda una tarde sentados sobre un banquito, abriendo cajas de zapatos –o cualquier otro objeto que se preste para guardar cosas- revisando viejas cartas, postales, boletos de cine o muñequitos?
Ya sea en cajas de cartón, cajas de galletas, cajas de madera o cajones, guardamos diversos objetos que nos traen recuerdos de tiempos pasados: la primera carta de amor recibida a la hora del receso en la escuela, un “post it” con besos escritos con tinta roja, una moneda defectuosa, postales y fotografías. Algunos guardan boletos del cine o boletos del autotransporte. Yo solía coleccionar boletos del Metro cuando vivía en el Distrito Federal. También coleccionaba postales promocionales (siempre y cuando tuvieran un diseño interesante), tarjetas de presentación, boletos de conciertos y programas de mano.
Los hay quienes coleccionan novias que más tarde se convierten en recuerdos de papel o memoria fotográfica. Antes del Internet y del correo electrónico todo mundo se escribía cartas, se mandaban recados con amigos o se dejaban en el buzón de la casa de alguien en especial. Cuando los teléfonos celulares no enviaban ni recibían mensajes escritos, la gente podía escribir con gusto, era cuando las cartas y los recados tenían esa calidez orgánica de las palabras que nacen del corazón y se aderezan con la dulzura de las manos de quien los escribe. Ahora no se acumula papel pero se ha perdido el calor humano (después de todo, hay que vaciar los mensajes para liberar espacio en la memoria de un teléfono móvil).
A la larga puede resultar incómoda guardar tantas cosas que adoptamos como “recuerdos”. De los objetos guardados se pueden salvar algunas cartas, las fotografías, las postales y quizá hasta un muñequito o llavero. Como describía arriba, hay personas que guardan hasta la envoltura del chocolate que comieron con sus respectivas parejas, notas de compra o bolígrafos corporativos. La excentricidad no distingue razas ni credos.
Parece que los humanos acumulamos objetos, cartas y demás papeles viejos como si de esa manera detuviésemos el tiempo. Es una forma de frenar el paso del tiempo y volver a vivir las emociones pasadas. Podemos tener recuerdos en la mente y que se refuerzan con la memoria táctil y la memoria olfativa, la memoria sonora y la memoria fotográfica. Situaciones y lugares, aromas, llantos, gemidos, gritos, cantos, texturas, colores, el clima, rostros, bocas y pieles, elementos que se guardan en la memoria para darle sentido a nuestras vidas. En algún momento de la vida, los seres humanos sufrimos una especie de “pérdida de la memoria” y parece que, como por arte de magia, olvidamos personas, hechos y fechas. Los que son aprehensivos recurren a sus “fetiches” de papel para recordar a detalle los hechos del pasado, las cosas que se dijeron ayer. El paso del tiempo es el fondo en el teatro de la vida, el envejecimiento es un proceso natural hacia un final inminente (o un principio). Nos aferramos a los tiempos pasados como si de esa forma detuviéramos la vida que se nos va. O tal vez nos amarramos a los recuerdos para no olvidar quienes somos y de donde venimos. En una caja de cartón cabe toda una vida aunque por razones de espacio (habitacional o espiritual) haya que depurar algunos recuerdos.

1 comentario:

Anónimo dijo...

El tiempo...
el tiempo que sigue siempre, inevitable, sin demoras, sin pausas, ni treguas. Sòlo queda disfrutar cada instante y cada detalle. Recordar lo que nos haga vivir algo maravilloso de nuevo y eliminar lo que ya ni siquiera ayuda para crecer.

Saludos.

P.D. Puede avanzar la tecnologìa más en cuestiones de comunicación. Y tal vez casi nadie ocupe un espacio de su tiempo para escribirle sentimientos y pensamientos en papel a alguien, pero a mi siempre me seguiran encantando las cartas más que cualquier manera de mandar algo.

Liz