lunes, junio 09, 2008

La vida en Technicolor, como en las películas… aunque la vida es mucho más difícil.

Alfredo: “Viviendo aquí día con día, piensas que es el centro del mundo. Crees que nada cambiará. Entonces te vas: un año o dos años. Cuando regresas todo ha cambiado. Los lazos se han roto. Lo que has descubierto ya no existe, lo que era tuyo se ha ido. Tienes que irte por un largo tiempo… muchos años… antes de que puedas regresar y encontrar a tu gente, la tierra donde naciste. Pero ahora no, eso no es posible, ahora eres más ciego que yo.”
Salvatore: “¿Quién dijo eso?, ¿Gary Cooper? ¿James Stewart? ¿Henry Fonda?”
Alfredo: “No Toto, nadie lo dijo. Esto lo digo yo. La vida no es como en las películas. La vida… es mucho más dura”.
Diálogo entre Alfredo y Toto en “Cinema Paradiso”, Giuseppe Tornatore (1988).
Protagonista de mi propia película. Muchas personas que me preguntan cómo veo la vida, les respondo que la mía es una historia en Technicolor, con sonido Stereo y a veces, en Cinemascope. Algunas otras quisiera reclamar al libretista el haber escrito episodios que no me han dejado buen sabor de boca. ¡Vaya!, ni siquiera utilizo dobles en las escenas de peligro, por eso tengo algunas heridas que van desde las leves hasta las graves.
¿Cuántos nos hemos identificado con algunas películas al grado de que hacemos nuestros los diálogos, las situaciones, la banda sonora y hasta el vestuario y los accesorios? Les aseguro que muchos y el que no se emocione con alguna escena memorable en la historia del cine, está muerto en vida.
Un cinéfilo es un clavado que tiene un gusto especial por el cine más conocido como séptimo arte, esta afición puede ser un pasatiempo y también puede convertirse en un experto analizador y crítico de filmes. Dicen que para ser un buen cinéfilo es preciso tener en cuenta muchos factores a la hora de analizar una película como: el guión, los actores, la escenografía y demás elementos técnicos y artísticos que componen la trama. Como el cine es un arte, la crítica y comentarios por parte de un cinéfilo es más una apreciación personal, basada en la información suministrada durante la proyección, para el cinéfilo es importante el disfrutar de cada uno de los elementos de la composición y del ambiente donde se proyecta el film.
Pero no todos pueden ser cinéfilos. Unos simplemente les gusta ir al cine y divertirse, no se clavan en la textura de la historia o huyen de las películas lentas al estilo de Ingmar Bergman (a mi gusto, es excelso), tan difíciles de comprender para quienes viven la vida de manera rápida y quieren historias digeribles, casi en frasco Gerber.
Veamos, citar cinco películas indispensables en mi vida resulta injusto pues, como el universo, el arte se expande hasta el infinito y la obra cinematográfica es vasta. No hay que limitarse con el cine hollywoodense, hay más en este mundo y no vivimos en una burbuja. Empezaré con “Crossroads” (Encrucijada), película de 1986 protagonizada por Ralph Macchio (el escuincle de Karate Kid) donde el protagonista es un guitarrista de blues. Esa “peli” fue la culpable de que decidiera volverme guitarrista por el resto de mi vida. “Star Wars”, aunque hollywoodense, influyó un poco en la creencia de galaxias muy lejanas, de tiempos civilizados y de que, en algún lugar del cosmos, sí existen alianzas rebeldes que luchan contra los imperios opresores y triunfan. En la vida real, el imperio oscuro está dentro de nosotros, La Fuerza fluye pero no sabemos canalizarla.
“Far Away, so close!” (Tan lejos, tan cerca) me llevó a volar por encima de las almas solitarias, insertó la obsesión por penetrar en los pensamientos de los que me rodean. “Modern Times” (Tiempos modernos) de Chaplin, es un claro ejemplo de que el cine no es sólo palomitas, glamour y melcocha a 24 cuadros por segundo: es revolución, es protesta, propositivo y educativo.


He relacionado momentos de mi vida con algunas películas, aunque la vida es más dura que en las películas. “Cinema Paradiso” es mi película favorita de todos los tiempos. Como Toto –el protagonista de Cinema Paradiso- tuve que salir de la ciudad que me vio crecer hasta la mayoría de edad, aunque no haya nacido en Chetumal. Me fui muchos años para encontrar mi destino y mi propósito en la vida. Tuve que regresar. Las cosas no eran como antes, no estoy seguro si es para bien o para mal; los viejos amores, los sitios, los bares, las calles, dejaban de ser míos y la gente que estaba en mi vida se había ido: ahora sólo quedan recuerdos en común. Y como en la película, tuve mi “cinema paradiso”: un viejo cine que también fue derrumbado, con las piedras se fueron las voces del pasado, testigos de divertidas matinée y lágrimas ocultas en la oscuridad de la función de las cinco de la tarde.
En una película los problemas se arreglan en segundos, mientras que en la vida real nos lleva días, semanas o meses. Hay escenas de peligro y gags, chistes involuntarios y una que otra mentada de madre (a huevo, si no, no sería película mexicana). Una película está incompleta sin escenas de amor, de sexo o de dramatismo… o ¿me van a decir que nadie de ustedes besa, seduce, hace el amor o simplemente, disfruta el paisaje natural del cuerpo ajeno?

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