martes, noviembre 25, 2008

Ir más lejos de uno mismo, más allá de la persiana, detrás del océano o las montañas


Caminante, son tus huellas el camino y nada más; caminante, no hay camino, se hace camino al andar. Al andar se hace camino y al volver la vista atrás se ve la senda que nunca se ha de volver a pisar. Caminante no hay camino sino estelas en la mar...
(Cantares, Antonio Machado)

Con seguridad muchos de ustedes habrán escuchado aquel dicho, “los viajes ilustran”, o, “a la tierra que fueres, haz lo que vieres”. No falta el miembro de la familia que recomienda que “el niño” o “la niña” deban salir de vacaciones, respirar nuevos aires, conocer nuevos lugares o simplemente, hacer sus propias historias. Por el contrario no es de extrañar la actitud apática de cualquier ser humano ante los viajes, sobre todo en Chetumal, justificándose con el argumento de que “los viajes son un gasto de dinero, no necesito salir de mi hermosa ciudad caribeña para encontrar nuevas historias, así estoy bien”. Nada más gris, hueva, definitivamente.
Si bien es cierto que para realizar un viaje se necesita suficiente dinero para sobrevivir, tampoco debe ser un impedimento para hacerlo y para muestra, los trotamundos, los hippies y cualquier persona con el espíritu aventurero para salir de casa y tomar el pedazo de pastel que nos toca en la celebración de la vida.
Una vez más echaré mano de la experiencia personal para hablar acerca de viajar y la importancia que esta actividad tiene en nuestra vida. Como sucede en cada individuo, llega el momento en que sentimos que la compañía paterna se convierte en un “estorbo” (sin mala intención) y deseamos extender las alas de la libertad a muy temprana edad, principalmente durante la pubertad. Algunos diccionarios enciclopédicos definen a la palabra “viaje” como un recorrido o itinerario para trasladarse de un lugar a otro, mientras que otra definición de viaje dice que es “el estado de alucinación producido por un narcótico”. Cualquier tipo de viaje es válido siempre y cuando se realice con el fin de adquirir conocimiento y experiencias de vida.
Ahora bien, los viajes no son propios de la posmodernidad ni son el resultado de las formas de vida alternativas, consecuencia de la revolución de los años 60 durante el siglo XX. Desde tiempos remotos el hombre viajaba hasta encontrar lugares seguros para su existencia, sitios que contaban con los recursos que le ayudarían a sobrevivir. Más adelante se realizaron los grandes viajes con el fin de encontrar nuevas rutas comerciales de ultramar, para evangelizar (más bien, para matar herejes) o conquistar nuevas tierras para reclamarlas en nombre de una corona y una fe religiosa.
Dependiendo del “relleno cremosito” que uno tenga (vaya pues, “contenido neto”, educación, costumbres o hábitos), el viaje cobra cierta importancia en el individuo a medida que los realiza. Por ejemplo, el primer viaje que hice sin mis padres y con amigos de la escuela fue en mayo de 1988, al lugar más cercano posible: Isla Mujeres. Durante ese viaje disfruté de los primeros aplausos de la gente, la contemplación del mar abierto –a solas- y el descubrimiento de las mujeres: me enamoré por primera vez. Algo cambia en nosotros para siempre luego de un viaje.
No importan las distancias para quien disfruta de esta actividad tan enriquecedora, aunque cada vez nuestro país se vuelve en el sitio menos seguro para hacer cualquier cosa. No hay que limitarse con llegar a un sitio y encontrar un lugar donde pasar la noche, dónde comer, dónde divertirse, que no limitarse a ir a los antros, también hay gente con costumbres interesantes, nuevas formas de vida. Eso es lo verdaderamente delicioso de un viaje, conocer nuevas costumbres, nuevas formas de percibir el mundo y de experimentar emociones en la piel, en los labios, guardar momentos memorables.
Hay viajes famosos como el que emprendió Jack Kerouac a través de los Estados Unidos y que dio lugar a la creación de la máxima obra de la literatura beat, “En el camino” (“On the road”, 1951) y que contribuyó a la mitificación de la famosa Ruta 66. Otro personaje que realizó muchos viajes, mismos que influyeron en su pensamiento y acciones posteriores, fue Ernesto Guevara De la Serna “El Ché”. Estando en Buenos Aires Ernesto Guevara comenzó a viajar precariamente, "a dedo", bicicleta o en moto, con poco dinero, cada vez más lejos. Los viajes de Guevara significarían una experiencia social y humana, que lo pondría en contacto con los trabajadores y las personas humildes de la Argentina y América Latina, y finalmente lo llevarían a integrar el grupo guerrillero que realizaría la Revolución Cubana. El resto de la historia ya se la saben… creo.
El cine también tiene las más extraordinarias historias de viajes, desde “El viaje de Chihiro”, “Easy rider”, “Elizabethtown”, “Casi famosos”, “Cuenta conmigo”, pasando por “Historia de Lisboa”, “Diarios de motocicleta” hasta llegar a “Y tu mamá también”, “Por la libre”, “Pequeña Miss Sunshine” o “Rain man”. Son las llamadas “road movies” y muchas de ellas han inspirado a quien las haya visto, a realizar viajes memorables.
Es cierto que la vida moderna (la vida moderna basura, consumista y amnésica) absorbe el espíritu del ser humano. El trabajo o la escuela libran una batalla contra nuestra naturaleza con tal de mantenernos esclavizados a su tiempo, pagando sueldos miserables que definitivamente convierten al humano en autómata al servicio de las grandes corporaciones, minando sus deseos de salir a tomar lo que por derecho le corresponde: el mundo entero.
Personalmente no pienso quedarme a vegetar todas las tardes en una oficina. Mantenga su espíritu libre y extiendan las alas. Busquen los rayos del sol que se ocultan detrás de las olas o las montañas; no es igual un amanecer en su recámara, bien abrigados o tirados en su hamaca, que amanecer en una habitación de Barcelona, una estación de tren en Puebla o entre los brazos de una hermosa portuguesa.
Les aconsejo que dejen de leer esto y salgan a comerse el pastel de la vida. Mientras más pronto lo hagan mejor, antes de que pierdan lo que realmente son. Salgan y escriban sus historias, esas que no se escriben en el blog sino las que saben a vino, a yerba, a besos y caricias furtivas en un rincón oscuro. Internet es el pretexto idóneo para los que temen enfrentar el mundo real. El mundo es nuestro y las únicas fronteras se encuentran en nuestra mente.
Buen viaje a todos.

“Por lo menos no me nutro con las mismas formas que los turistas y me extraña ver en los mapas de propaganda de Jujuy, por ejemplo: el Altar de la Patria, la catedral donde se bendijo la enseña patria, la joya del púlpito y la milagrosa virgencita de Río Blanco y Pompeya... No, no se conoce así un pueblo, una forma y una interpretación de la vida, aquello es la lujosa cubierta, pero su alma está reflejada en los enfermos de los hospitales, los asilados en la comisaría o el peatón ansioso con quien se intima, mientras el Río Grande muestra su crecido cauce turbulento por debajo.”

Cuaderno de viaje de Ernesto Guevara

sábado, noviembre 22, 2008

A través del Universo


Las palabras fluyen como lluvia dentro de una taza de papel, se deslizan al pasar,
se desvanecen a través del universo.
Charcos de tristeza, olas de felicidad pasan por mi mente
dominándome y acariciándome.
Jai guru deva a om, Nada va a cambiar mi mundo, Nada va a cambiar mi mundo,
Nada va a cambiar mi mundo.
Imágenes de luz vacilante que bailan frente a mí como un millón de ojos
me llaman y me llaman a través del universo.
Pensamientos serpenteantes como un viento inquieto dentro de un buzón,
se tambalean ciegamente mientras recorren su camino
a través del universo
Sonidos de risas, sombras de la tierra vienen a mi mente
incitándome e invitándome
Infinito e inmortal amor que brilla a mi alrededor como un millón de soles
que me llaman y me llaman a través del universo

miércoles, noviembre 19, 2008

De aquel chorro de voz… con el que aún puedo crear dimensiones paralelas.


Solía decir que las palabras eran la mejor arma para desnudar corazones abandonados. Evocar los campos desiertos en medio de una oscura mentira era leitmotiv de las noches solitarias, en el rincón de mi universo. Así, sin darme cuenta, comencé a perder el rumbo y entré a un viaje sin retorno hacia el final inevitable. Pero no es el hecho de convertirme en un adulto –evitando el comportamiento “políticamente correcto”- con todas las obligaciones (sin derechos) que ello conlleva, sino la paulatina desaparición de la esencia que celosamente guardaba para sobrevivir en el mundo globalizado y automatizado.
Mi cuerpo y alma emprendieron un viaje de diez años de duración, con los veintitantos a cuentas y miles de sueños guardados en una mochila. Roto el corazón no quedaba más que recoger los trozos de llanto envueltos en versos ensangrentados. Así pues realicé mis primeros versos, tímidos destellos de locura y ansiedad por encontrar una salida en este laberinto de vanidades que es Chetumal.
Simplemente me gusta escribir mis ideas como una forma de ampliar mi expresión artística, no me he propuesto ser un poeta como tal (hago la aclaración o de lo contrario allá afuera alguien comenzaría una “mesa de debate” para discutir lo que aquí se lee). Como músico tengo una gran idea sobre cómo dar un discurso melódico, exactamente de la misma manera en que se desarrolla un diálogo.
Uno pasa la vida tratando de poner adjetivos a la belleza superficial, agregando la dosis controlada de hormonas y una gran cantidad de humo a los renglones de un cuaderno maltratado. Hubo oídos sinceros, labios sedientos de besos dibujados en cada verso desesperado. Para abrir el camino hacia la muerte momentánea bastaban unas cuantas palabras, un cuerpo dispuesto a desaparecer en la soledad de la noche: ausencia de todo, entrega de nada.
Sobra decir que hubo demasiadas noches incendiadas.
Pero la vida es una espiral eterna donde todo cambia, mientras más envejecemos dejamos un pedazo de nosotros mismos en el camino. A veces se gana y a veces se pierde mientras luchamos en esta guerra por la supervivencia, la contienda nos orilla a sacar las armas más mortíferas contra todo adversario, llámese rival de amores, rival profesional o simplemente, contra el sistema.
Y así, en el camino de la vida apareció una señal de advertencia: “las palabras están dejando de surtir efecto”. La tristeza comenzó a correr por mis venas, como veneno de serpiente; primero culpé a la labor alternativa de hacer grande a las cosas pequeñas, después pensé que el paso de los años cobraba la factura con lagunas mentales y vacíos retóricos. Recapacité, respiré profundamente y caí en la cuenta de que no era mi ser el que había caducado sino que vivo rodeado de seres apagados, territorios explorados por alfas a los que sólo les hace falta “mear el territorio”.
Los ángeles no caen del cielo. Las princesas extraviadas en el castillo de su vanidad corren la misma suerte de Rapunzel; no hay brujas malvadas, tan solo las exigencias personales y demasiada presión social.
Embriagado por el vino de la noche, asido a las ramas del sueño diurno, observo desde mi quimera. Me aferro a mis sueños como quien se engancha a la vida, regreso a mis viejos amores en el rincón de la soledad universal donde todo lo que veo y toco es real.
Es cierto, soy un murmullo en medio de una charla ininteligible, pero mi voz no se callará nunca. Tal vez no encendí la chispa oculta en los ojos de la pálida sombra de sonrisa lunar (sordera crónica, vacío espiritual), pero quedan muchas páginas por llenar en el cuaderno de versos eléctricos.

lunes, noviembre 17, 2008

Una película definió el rumbo de mi vida


Si alguna vez afirmé que la vida la veo en Technicolor, como en las películas, hoy les diré que unas cuantas películas definieron el rumbo de mi vida. Por extraño que parezca tal cosa puede sucederle a cualquier persona, así sea el más amargado de los abogados o la fría y calculadora programadora de sistemas. Aunque lo más común en el mundo occidental es que las artes son desdeñables para cualquier persona sin un poco de sensibilidad, existe más de un individuo enganchado a los diálogos, la filosofía y el universo que conforman una obra cinematográfica.

Un ejemplo inmediato es la legión de fanáticos de Star Wars. Todo comenzó con la breve explicación de Obi Wan Kenobi a Luke acerca de “La Fuerza”, bastó un sable láser y la fe en una energía que “unifica a la galaxia” para que miles de –en ese entonces- chamacos comenzaran una religión que le rendiría culto a “La Fuerza”. No todos profesan la “religión Jedi”, pero sí han comenzado colecciones valiosísimas de memorabilia, juguetes y demás artículos alusivos a la obra de George Lucas. Lo admito, soy un “fan from hell” de Star Wars y no me canso de repetir: “confía en tus instintos pero no dejes que tus sentimientos te traicionen”.

Esa película no definió el rumbo de mi vida, sólo ayudó a crear un universo alterno a mi realidad. Soy músico de profesión, aunque no fue algo que decidí de la noche a la mañana. Si bien la música entró a mi vida a través de un compañero de la escuela primaria, y el primer instrumento que aprendí a tocar fue la “bataca”, una película que sí definió el rumbo de mi vida fue Crossroads de 1986. No se trata de la película de la Spears (ya mencioné la fecha) sino de la cinta protagonizada por Ralph Machio en la que interpreta a un joven estudiante de guitarra clásica. Como todos los músicos, Eugene Martone (el personaje que interpreta Machio) tiene preferencia hacia un estilo musical en particular, el blues. El argumento de la película es la obsesión de Martone por encontrar la canción perdida del legendario bluesman Robert Johnson, con el fin de grabarla y convertirse en todo un bluesman famoso. Para esto recurre a “Blind dog” Fulton, un viejo camarada de Robert quien lleva a Martone a la encrucijada donde Robert Johnson –según la leyenda- vendió su alma al diablo a cambio de virtuosismo para tocar la guitarra, fama y fortuna.

La memorable escena final de Crossroads es un duelo de guitarras entre Machio y Steve Vai. Por supuesto, Machio no toca la guitarra pero la preparación para interpretar el papel fue tan buena que nos convenció. Siguiendo con la anécdota, esa película la vi una noche de jueves en un viejo cine de Chetumal, en un ya lejano 1988, con mis papás. Al día siguiente, haría mi primer viaje sin mis padres y con amigos con los que compartía un gusto en común: la música. Estuve en un grupo instrumental en la secundaria y ese año hice mi primer viaje como músico y conocería lo que se siente recibir aplausos en un lugar que no es mi ciudad. La noche anterior, después de ver la película, decidí que quería tener “una guitarra Fender telecaster, tocar y hacer mis propias historias, siendo libre y viajar por el mundo”. Quería ser guitarrista más que un arquitecto renombrado, tener la habilidad de tocar como lo había visto en la película, vivir de mi música y no tener que rendirle cuentas a ningún jefe o patrón.

En 1994 emigré al Distrito Federal para comenzar mis estudios de guitarra clásica en la Escuela Nacional de Música, de la cual me gradué en el 2003. Toqué mucha música barroca, jazz, bossa nova; conocí a mucha gente importante dentro del ámbito musical, viajé a lugares interesantes y comencé a tejer mis propias historias que han cobrado vida en poemas y uno que otro bosquejo de canción. Sigo siendo un alma libre, tengo una Fender Stratocaster y puedo tocar blues y música para guitarra clásica. Aunque ahora le tengo que rendir cuentas a un patrón, mi alma no ha sido robada pero la música está en una especie de “receso” del cual quiero salir lo más pronto posible.

Cuando uno nace para algo lo mejor es seguir nuestros instintos, como Luke Skywalker, aunque siempre hará falta una chispa que detone la bomba espiritual, la vocación. Hay muchas películas que han dejado huella en ciertas etapas de mi vida, por ejemplo, Tron, Naranja mecánica, Trainspotting, Cinema Paradiso, El gran dictador, Casi famosos, entre otras.

Pero fue “Crossroads” la que definió mi vida. Hoy hago lo que ustedes leen cada semana y lo disfruto (otras tareas no tanto, mi pasión es escribir y hacer música), pero estoy en el proceso de retomar mi actividad musical. Tal vez parte de mi espíritu se haya quedado en una encrucijada buscando pactar con alguien, no para tener fama y fortuna sino para no perder mi verdadera esencia.

Cualquiera que haya sido la película que definió sus vidas, por alguna razón lo hizo. Estoy convencido que solo unos cuantos se dejan llevar por sus instintos y siguen siendo almas libres y felices.

Y a ustedes, ¿qué película los ha marcado?

sábado, noviembre 01, 2008

El panteón de mis héroes del rock















Mi altar virtual del Día de Muertos


Altares - Día de Muertos
Cargado originalmente por Voz en Color

FRIDA ELIZABETH
JOHN LENNON
KURT COBAIN
GEORGE HARRISON
ELLIOTT SMITH
RICK WRIGHT
SYD VISCIOUS
SYD BARRETT
OCTAVIO PAZ
MIS ABUES TEODORO, ADALBERTO Y MÓNICA
ALVARITO
ROBERT MOOG
JANIS JOPLIN
BRIAN JONES
JERRY GARCÍA
SHANNON HOON
KRISTEN PFAFF
LOS ESTUDIANTES CAÍDOS EL 2 DE OCTUBRE
KEITH MOON
JOHN BONHAM
LOS DESAPARECIDOS ARGENTINOS Y CHILENOS
FEDERICO GARCÍA LORCA
LAS VÍCTIMAS DEL FRANQUISMO
LAS MUERTAS DE JUÁREZ
LAS VÍCTIMAS DE LA IGLESIA CATÓLICA Y DEMÁS MUERTOS EN GUERRAS RELIGIOSAS
JIM MORRISON
IAN CURTIS
ROCKDRIGO
JOSÉ GUADALUPE POSADA
LUCHA REYES
FRIDA Y DIEGO
CAMILO CIENFUEGOS
ERNESTO GUEVARA DE LA SERNA
VICTOR JARA
VIOLETA PARRA
MOZART
BACH
ARTHUR RIMBAUD
BAUDELAIRE
TIMOHTY LEARY
MARÍA SABINA

JAIME SABINES
y muchos más que se me scapan y por espacio...
REQUIEM AETERNAM