“Uno soñaba que era rey…” Francisco Gabilondo Soler.
Yo no me eduqué en una universidad inglesa, simplemente me educaron correctamente. Siempre llego puntual a las citas, eventos o cualquier reunión social. Para mi es una costumbre sólida el llegar puntual a conciertos, recitales, proyecciones de cine, exposiciones, pasarelas y a las clases. En resumen, la impuntualidad es un grave error, casi un pecado, y es uno de los peores insultos luego de la célebre mentada de madre.
Ahora bien, y regresando a la educación, en la universidad fue donde la costumbre de la puntualidad se convirtió en algo que me acompañará toda la vida. No sólo porque es de buena educación ser puntual sino porque los músicos (y los artistas en general) necesitamos llegar a tiempo a ensayos, conciertos, recitales, grabaciones: la puntualidad es una disciplina. Y más allá de cumplir con un programa y un horario establecidos previamente, la gente merece nuestro respeto: audiencia, público, invitados a exposiciones o premier de cine.
Hace unos días asistí a la inauguración de una exposición plástica en el Museo de la Cultura Maya, misma que estaba programada para las 8 de la noche. A la hora señalada los invitados ya se encontraban reunidos afuera de la sala Dzibanché donde se instaló la exposición. El calor habría sido un detalle intrascendente de no ser porque ya habían pasado quince minutos después de la hora señalada para que empezara el evento, ¿la razón?, el presidente municipal Ruiz Morcillo no llegaba. ¿El señor es impuntual?, no me consta, lo he visto llegar a tiempo en otras ocasiones pero esta vez se pasó, llegó una hora más tarde.
Chetumal tiene un horario alterno al de cualquier huso horario de la república: “la hora de Chetumal” (si Felipe Carrillo Puerto tiene “horario rebelde”, ¿por qué no un horario chetumaleño?). Si lo citan a uno en el café que sea, por ejemplo a las seis de la tarde, se recomienda que lleven consigo un libro, un iPod o una revista pues tendrán que esperar durante media hora o más. Las costumbres se aprenden de los padres, y aquí viene una especie de ironía. Durante años los chetumaleños han creído que el gobernante en turno hace las veces de “padre protector al que todos obedecen, alaban y no cuestionan”. La primera regla de la armonía social (adormecida en su sentido común) establece que no se debe cuestionar a los padres, a pesar de que como seres humanos también son imperfectos (todos lo somos). Los niños aprenden lo que viven con sus padres -qué pena, aprenden lo malo a la perfección- y muchos ya aprendieron a llegar tarde. Otorguemos el beneficio de la duda hasta que se demuestre lo contrario.
Me molesta tener que esperar durante más de media hora y en las circunstancias que sean. Me molesta sobremanera que durante los eventos artísticos y culturales tengamos que hacer caravanas a una bola de burócratas a los que en realidad el arte y nuestro trabajo no les importan: aplaudirles demasiado por el hecho de verlos llegar y manotear al personal no se compara EN NADA con las acrobacias de un artista del Cirque du Soleil. El colmo es ver a la figura burocrática principal (la que sea) leyendo y enviando mensajes durante la escenificación, interpretación musical o desarrollo coreográfico: preferiría una mentada o un “bájate, déjanos tus datos, nosotros te llamamos”.
Esos burócratas, desde el más grande al más pequeño, obviamente no tienen idea de nada en cuanto a trabajo artístico y disciplina se refiere. Por ejemplo, no creen que un músico tenga practicar durante ocho hora diarias para alcanzar la presteza en la técnica musical y la interpretación de cualquier pieza musical (¡ah!, es que artista es el que sale en la televisión). Los cuadros pictóricos son el resultado de una idea elaborada a base de mucha técnica, un poco de alma, demasiadas dosis de filosofía y elementos culturales, no son simples trazos para colgar en la pared. Las bailarinas no se paran de puntas para que admiren sus cuerpos delicados y bellos, están contando una historia en silencio y con pasión (por lo menos, para admirarlas, dejen de leer los mensajes en el celular). El poeta y el novelista no escriben palabras sin hablar como galimatías literario entre mensajes ininteligibles (es más ininteligible un discurso de fiestas patrias).
Las figuras principales en un evento artístico no son los líderes de opinión ni los gobernantes, sólo son invitados; pero aunque son invitados de honor “que realzan el evento”, éstos deben llegar puntuales a las citas y, por educación y respeto a los artistas, DEBEN APAGAR SUS TELÉFONOS CELULARES. Dejarlos encendidos y enviar mensajes mientras el artista realiza su trabajo no les da mayor importancia.
No sólo se trata del gremio artístico sino de la gente en general. Por esa razón considero que los mítines políticos no son plataformas para exponer propuestas en beneficio del pueblo, es un simulacro de ayuda social con fuertes dosis de condicionamiento reforzado: obedece, grita cuando yo alce la mano y a cambio te doy una tortita atascada de mayonesa (debes verte bien alimentado aunque presentes un cuadro de desnutrición grave).
Los artistas beneficiamos al pueblo y no diré por qué, hagan un esfuerzo y analícenlo. El tiempo, tan abstracto en su concepción ideológica, es valioso, rinde frutos si se aprovecha correctamente. El respeto a los demás es una virtud y la impuntualidad habla mucho de la persona que la practica.