Al caer dentro del abismo sónico, la percepción se expande como el tiempo. He aqui las visiones de esa lenta caída. Espacio abierto a todos cuantos sepan leer.
Hay que llamarse anónimo para lanzar una piedra de intolerancia y de una cultura corta, de visión limitada a lo superficial y que obedece a los designios de un dogma o un sistema de gobierno.
Hay que ser anónimo para gritar "estúpido" sin dejar huella de su existencia, porque el nombre te identificará como lo peor que le puede suceder a la raza humana: ignorancia.
Hay que ser anónimo para defender su propia estulticia sin mancharse con la razón científica y social.
anónimo es aquel que lanza golpes sin tener condición física... anónimo es un cobarde disfrazado de intelectual... anónimo eres cuando tus impulsos dominan la razón al momento de criticar toda ideología
Seguramente hace unos veinte años, a los niños de mi generación nos aterraba que el fin del mundo en medio de una guerra nuclear o que alguien de nuestra familia fuera a contagiarse de esa extraña nueva enfermedad que, según decían, era exclusiva de los homosexuales. A los niños mexicanos nacidos en la década de los 70 nos tocó ver por la tele las imágenes de muerte y destrucción a causa del incendio en San Juan Ixhuatepec, en noviembre de 1984, y por medio de la tecnología acudimos a ver el panorama de escombros en una ciudad de México que se desprendió desde sus cimientos, una mañana de septiembre de 1985. Dejábamos de ser niños y la adolescencia hacía sus crueles travesuras abriéndonos los ojos a una realidad a medias. El miedo a una guerra nuclear se convirtió en recuerdo onírico para comenzar a sentir los primeros “ayes” de dolor de nuestro planeta: muerto Cobain, ya no existía el “grunge”. Ahora que recuerdo bien, nuestro temor más grande era terminar haciendo algo que no nos gustaba: dejar de soñar para convertirnos en un Pedro Picapiedra. Nos preocupaba que el verde se secara y que nuestros hijos crecieran en un desierto de dudas y sueños evaporados. Ahora tengo más años que antes y algunos temores pululan alrededor de mi ser; las preocupaciones son distintas, no sólo en mi sino entre el resto de mis amigos y conocidos. Pero, ¿las generaciones jóvenes tienen alguna clase de preocupación? Se los ve tan sonrientes, despreocupados, posando para vouyeristas anónimos en sus metroflogs y consumiendo grandes cantidades de aire para no engordar. Al parecer a los más jóvenes no les interesa nada en lo más mínimo. Hedonistas e individualistas, a la generación actual le preocupa más qué se va a poner mañana para ir a la escuela, si acaso le llegaron chorrocientos mensajes a su celular; si es mujer se preguntará si acaso el licuado de mamey que tomó en la mañana es bajo en grasas o si leyó el capitulo correcto del “libro de autoayuda para exitosos miserables”. Por el contrario si es hombre: se convierte en artista cibernético en espera de que alguna televisora lo convierta en una celebridad que, más tarde, será desechada como papel higiénico; o decide entrarle a las chelas todos los fines de semana, ensayando la mejor pose en lugar de un buen argumento para justificar la tarea no hecha. Comprendo que las preocupaciones son relativas en su mayoría, e igualitarias en algunos casos, por ejemplo, ¿lloverá esta semana?, ¿voy a vivir mañana?, ¿qué voy a comer hoy? No creo que todos nos preocupemos por una camisa mal planchada o porque no tenemos el reloj de la marca de diseñador, el último grito. Pienso, más bien, en una marea que nos arrastra si no sabemos aferrarnos a nuestra verdadera esencia humana. A veces las preocupaciones nos absorben al grado de volvernos parte de una masa preocupada, precisamente, en simplemente vivir. Los tiempos, la sociedad que vive en una época determinada, podrían establecer esas preocupaciones en la vida humana-consumista de principios de siglo. Vivir bien, con el trabajo asegurado, sin pensar qué voy a comer mañana: vivir al día y nada más. No sugiero para nada clavarse en la textura de los problemas por el resto del día. Carpe Diem, Hakuna Matata. Estoy de acuerdo pero, de vez en cuando, detenernos a pensar en la decisión que tomemos sobre nuestras acciones y sus consecuencias. Es bueno preocuparse en el futuro porque trazamos una serie de objetivos a cumplir, pero matemáticamente, un pequeño error puede influir en nuestro futuro. Nos hemos vuelto individualistas y hedonistas, valoramos los momentos de la vida y a sus protagonistas con base a la cantidad de ceros en su cuenta bancaria, lo hermosos que se van y porque nos hacen “pasarla bien”, sin broncas. Sin embargo nunca está de más detenernos a reflexionar sobre el mundo y lo que nos rodea. Seguramente no se compara a los temores que tuve de niño: la guerra nuclear entre EUA y URSS, el SIDA, la contaminación ambiental, guerras religiosas en Medio Oriente, dos terremotos y una explosión; pero los tiempos actuales parecen una playa que muestra las huellas bajo las olas, marea baja de reacciones sociales e idearios sociales. La generación actual está despolitizada, padece del síndrome de “mevalemadre”, prefiere la inmediatez y lo efímero “para no tener que cargar con la culpa ni dar explicaciones” y no se preocupa porque, el mañana no existe. Es cierto, ya no hay futuro seguro en México y no me limito a la violencia sino en todos los sectores: no hay salud ni asistencia social para quienes lo necesitan, no hay empleos dignos ni para los graduados de las universidades ni para el que no llegó más que a sexto grado de primaria. La verdad es que las preocupaciones acerca del mundo que nos rodea cambian con el paso de los años. Cada generación enfoca sus preocupaciones hacia ciertos elementos de la vida cotidiana o del acontecer mundial; no obstante, se ha perdido el interés por todas las cuestiones humanas y cada vez nos preocupamos por los artículos de consumo, los sueños de opio y los castillos en el aire.
“Un bello amor sin un final que olvide para perdonar; es más fácil encontrar rosas en el mar”.Luis Eduardo Aute, Rosas en el mar.
A mí, las cuestiones del amor me pasan sin pena ni gloria. Seguramente se debe a que el amor ha estado ausente en mi vida desde hace algunos años, o más bien, me he tomado un largo año sabático involuntario. Creo que me conservo en buena salud pues el amor es una enfermedad que presenta los mismos síntomas de la locura. Si enlistara las razones por las que he dejado de creer (o vivir) en el amor, la primera razón sería “la infidelidad”. Pero ahora que lo razono, la fidelidad no existe en ninguna relación humana, ya sea de carácter religioso, familiar o amoroso. La enciclopedia virtual Wikipedia define la fidelidad como “una noción que en su nivel más abstracto implica una conexión verdadera con una fuente o fuentes. Su significado original está vinculado a la lealtad (de una persona para con un señor o un rey) y la atención al deber. La palabra "fidelidad" deriva de la palabra fidelitas (latín), y su significado es servir a un dios.” Yo no le soy fiel a ningún dios o semidios, ni siquiera le he sido fiel a mis ideas primordiales como “vivir del arte por amor al arte”, tampoco profesaría fidelidad por un rey porque aún creo en la democracia republicana. De la misma manera, la lealtad se describe como “la cualidad de aquellas personas que acatan las leyes o cumplen los acuerdos, tácitos o explícitos. También se aplica a la conducta de ciertos animales que tienen especial relación con los seres humanos, como los perros o los caballos.” Somos animales, racionales dicen unos, pero al final animales, con pasiones. Unos han creado la imagen de un dios para sentirse superiores al resto de los seres vivos. ¿Conviene creer en la fidelidad en las relaciones amorosas? Es relativo. La mayoría cree que la fidelidad se ha roto infinidad de veces, precisamente porque es un compromiso espiritual de respetar a una persona, pero no lleva el peso del respeto hacia la otra parte. La fidelidad es una capacidad espiritual y, cada vez más, el mundo pierde el espíritu para entregarse al irresistible poder del dinero, de las cosas materiales. En cambio, la lealtad es un valor cívico y ético que conlleva un compromiso con nosotros mismos y con la otra parte, ya sea pareja hetero u homosexual, no importa. Nos cuesta mucho trabajo cumplir con un compromiso espiritual porque es algo que no tiene sustento lógico ni material, sin embargo, ser leal a una persona con la que comprometemos, no sólo espacio vital, humedades y el espacio corporal donde se lleva a cabo el acto amoroso sino también nuestros valores cívicos y éticos o hasta familiares. El que es fiel puede sufrir cambios en sus ideas y en su manera de sentir. El ser humano, egoísta y curioso por naturaleza, no puede permanecer atado a un espacio y a un tiempo, necesita de la libertad espiritual y física para crecer. En la adolescencia es impensable una fidelidad porque el adolescente cada vez quiere más de lo que el mundo y la vida le ofrecen; el hombre siempre ha tenido la etiqueta del ser más infiel pero las mujeres no pueden cantar victoria. Hombres y mujeres son tan imperfectos en la medida de su nivel cultural, social u hormonal (recordemos que ambos sexos estamos programados por la naturaleza para reproducirnos y preservar la especie). Se puede jurar fidelidad a la patria pero muchos estamos dispuestos a vender un pedazo de terreno mexicano con tal de salir de pobres, así que no podemos hablar de valor moral. La moral en estos días es lo que menos importa y nada tiene que ver con dios o cualquier entidad sobre natural, es cuestión de ética, de cómo se maneja uno en la vida. El amor muta, es egoísta y asesino. Creo que el espíritu se nutre de las experiencias de vida, habrá quienes crecieron con la fe en Dios, otros crecimos con la fe en la razón. El amor es como uno de tantos exámenes en los que se pone a prueba la experiencia adquirida en la infancia, el pretexto por excelencia para reproducir a la especie humana. Ser fiel a la pareja es un suicidio seguro del alma humana. Ser leales a los compromisos adquiridos con la pareja es más razonable y sano para una relación armoniosa, dicen los que saben, que ello asegura el éxito en las relaciones. Pero como mencioné al principio de este texto, me he retirado a un “año sabático involuntario” en las experiencias amorosas. Siempre he respetado a mis parejas sentimentales en su momento, tampoco hablo de ser un picaflor sino de respetar la figura del otro, su lugar y las cosas que ha entregado, su figura humana y espiritual. Pero ser fiel, amigos míos, como cantaba Massiel: “es más fácil encontrar rosas en el mar”.
“Cuando crecimos y fuimos a la escuela había algunos profesores que habrían hecho cuanto fuese posible para herir a los niños, derramando su burla sobre cualquier cosa que hacíamos y sacando a relucir todas sus debilidades, por más cuidadosamente que los chicos las ocultasen. Pero todo el mundo sabía en la ciudad que cuando llegaban a casa por la noche sus gordas y psicópatas esposas les madreaban casi hasta matarlos.”Roger Waters, (The happiest days of our lives), The Wall (1979).
Es difícil empezar a escribir una introducción a temas que, por remitirnos a episodios pasados, supondrían un vómito verbal en la cara de ciertos personajes oscuros de la vida de cada uno de nosotros. Podríamos regalar un poco de sinceridad y afirmaremos que a nuestra vida llegan personas que dejan una huella indeleble, influyendo de manera positiva en nuestros hábitos y forma de vida. No obstante, también los hay quienes deseamos que todos los malos karmas del mundo caigan sobre aquellos que, durante horas y horas, asesinaron nuestras mentes infantiles con clases vacías e insulsas: los maestros. ¿Podríamos enumerar cosas buenas que hayan realizado los maestros sindicalizados? Me temo que no, excepto que se ganan una “lanota” inventando enfermedades y accidentes para no asistir a clases, eso sí, cobrando puntualmente cada quincena (todos queremos ganar mucho por hacer nada). Las opiniones se dividen. Hay maestros comprometidos con la labor magisterial, otros simplemente enseñan; hay maestros que educan, otros disciplinan a palos; los hay quienes impulsan a sus alumnos a razonar con la práctica y la experimentación del método, hay otros que obligan a los alumnos a repetir conceptos cual vil pericos. Ejemplos hay muchos. ¿Tienen idea de a quienes elijo y elogio? Desde la escuela primaria hasta el bachillerato, los maestros trabajan al servicio de un sistema que no forma seres pensantes sino esclavos al servicio del Estado y las corporaciones; deformadores de consciencias, crueles inquisidores de los sueños de miles y miles de niños que llegan a la escuela con la ilusión de aprender y que, cuando no han provocado aún el daño irreversible en su mente, se dan cuenta de que la escuela y la “educación” recibida, es una porquería. Aún lo es, peor aún más cuando una organización secreta de ultraderecha ideológica y medieval se ha colado hasta el interior de la Secretaría de Educación. Haré algunos recuentos que mi memoria ha almacenado durante años. Fue en quinto grado cuando, en una primaria de Chetumal a la que asistía (horrorosa, por cierto) en los años ochenta. Llegó un maestro asignado a la “educación cultural” a mi salón, acompañado de la directora; tenía el aspecto de un psicópata, moreno, de bigote y con una mirada fría, semejante a los ojos de Michael Myers, el asesino de la película “Halloween”. Una vez que la directora salió del salón, todos comenzamos a brincar y a lanzar preguntas al maestro, cosa natural en los niños porque se entusiasman al ver a una persona nueva en un territorio que cree “suyo”, y lo es. Pero, fue grande nuestra sorpresa cuando el tipejo azotó la mano sobre el escritorio y nos gritó “¡ahora se callan o van a saber lo que es bueno bola de mocosos!”. Pasmados, sorprendidos, yo me llené de pánico y desee salir corriendo del salón. De inmediato, tres o cuatro chamacos –que ahora son delincuentes reincidentes- se pusieron al servicio del remedo de profesor, haciendo las veces de “policía del salón”. Hubo niños que no se dieron cuenta de la magnitud de la situación y continuaron con sus bromas, propias de la naturaleza infantil, y uno hizo un chiste inocente; el tipo le ordenó a los “compañeros traidores”: “¡tráeme a ese baboso!”, obedeciendo al “maestrillo”. Una vez que el niño estuvo cerca de aquel, lo tomaron de la cara, apretó su boca con tal fuerza que el niño se quejó y le dijeron “ahora vas a entender quien manda aquí, mocoso insolente”. Y existen casos peores que la opinión pública debe saber pero que nadie, como siempre, hace nada al respecto. Suspender a los maestros violentos no es una solución, yo propondría, más bien, colgarlos de los dedos a pleno sol. La educación en México es de estilo medieval, recuerden la humillación a la que constantemente nos sometieron en las aulas, mirando a la pared en una esquina. La lista de humillaciones es extensa y la educación muy corta de visión y misión. Los maestros se venden al mejor postor, son capaces de romper páginas importantes de los libros de biología –bajo las órdenes de la Iglesia Católica- para que los alumnos no reciban la educación sexual completa y adecuada.
De nuevo, ejemplos dentro de la obra de Pink Floyd La segunda y más famosa de la trilogía de los "Brick In The Wall". Esta parte continúa describiendo los días de escuela de Pink, continuando la historia donde "The Happiest Days Of Our Lives" termina. Contrario a la creencia, esta canción no es en contra de la educación sino más bien, es en pro de la individualidad. Cuando los niños cantan "We don't need no education" (Nota: en ingles no existe la doble negación, así que una doble negación se convierte en una afirmación, cosas del idioma) en realidad significa "We need education". Ellos no hablan de la educación como un todo, sino del tipo de educación que están teniendo en sus vidas. No necesitan maestros que les digan cómo pensar, que controlen sus pensamientos ("No thought control", ellos no necesitan ser ridiculizados por sus errores ("No dark sarcasm in the classroom"). La idea básica es que los maestros deben enseñar no fabricar conformistas, y esto puede ser mejor visto en la película. Todos los niños marchan por los salones llevando máscaras iguales, caminando al mismo paso. Básicamente, los niños no tienen individualidad, ellos caminan sin mirar hacia su infortunio (la moledora de carne al final de la cinta transportadora). En la película hay una revolución contra los maestros opresores, no contra la escuela o la educación. Debido a los maestros Pink pone otro ladrillo en la pared. El punto es que Roger quería demostrar cómo la conformidad está siempre aún cuando seamos unos niños y aún cuando nos estemos revelando. "Esos niños hacen lo que se les dice que hagan". Este punto es definitivamente poderoso. Una de las grandes frases de la película se menciona durante esta canción: "If you don't eat your meat, you can't have any pudding" (“si no te comes la carne, no hay pudín”). Puede haber mucha interpretación en esto. Primero se puede pensar que significa que si uno no se esfuerza en los tiempos difíciles de la vida, entonces no obtendrá ninguna recompensa, pero también hay otra interpretación, como la de ser sodomizado por el sistema. Por supuesto Pink no quiere el "pudín" que el sistema cree que todos deberían tener y ciertamente no quiere "comer la carne" (eat your meat) para obtenerlo. Todo se enlaza en el anti-individualismo y conformismo a ser "condenado", tema que fluye durante todo el álbum. Y así, estimados lectores, hay muchos maestros de tal calibre. Personalmente guardo recuerdos entrañables de muchos profesores de tuve en la universidad y de quienes aprendí valores, me formaron una crítica y hábitos que hasta la fecha forman parte de mi vida. Pero de los maestritos del sistema, no guardo más que un amargo recuerdo y me declaro, sin pena y con ética en pro de la educación de calidad, científica, humana y socialista, en contra de ellos.
"Mamá va a hacer que todas tus pesadillas se hagan realidad, Mamá va a poner todos sus miedos en ti, Mamá te va a tener aquí bajo sus alas, No te dejará volar pero quizás te deje cantar; Mamá va a mantener a su bebé cómodo y cálido." Mother,Pink Floyd (1978).
Madre, el primer amor en la vida de todo ser humano. Cómplice y a veces delatora ante nuestros padres. Las mamás son ese rincón secreto donde nuestros primeros años de vida se envuelven con la calidez y el amor que nadie, nunca más, volverá a brindarnos. Hay madres que son “la neta”, algunas tan consentidoras que “se pasan de la raya” y otras que son tan frías como un museo antiguo. Tengo amigos que aún se dirigen a sus “jefas” con total respeto, de “usted”. Yo le digo “mami”, “jefa”, “mamá”; otros llaman a la suya por su nombre. Hay quienes nos la recuerdan a diario. Lo cierto es que los seres humanos llegamos al mundo gracias al esfuerzo de nueve meses que se avientan nuestras mamás. Sin entrar en el cliché del diez de mayo, a ellas no hay que festejarles una vez al año sino todos los días. Ahora bien, así como hay progenitoras que han influido de manera positiva en nuestra personalidad, las hay quienes han creado verdaderos monstruos, casi como una extensión de lo que ellas son. Con el debido respeto que se merecen, haremos una “breve” exploración al mundo de las “mamás malvadas” (o como diría mi “jefa”: “una mamá ruin”). Yo creía que una mamá malvada era aquella que nos obligaba a comer cereal, sopa y los hígados encebollados simplemente para castigarnos y no dejarnos salir a jugar con los amigos, pero después me di cuenta que lo hacía por nuestra buena salud. También creí que las mamás perversas eran aquellas que nos torturaban con las tareas de las “decenas y centenas de manzanas” cada tarde de nuestra niñez, pero tampoco se trataba de eso, sólo nos inculcaban el razonamiento matemático de manera práctica y divertida (como cuando nos enseñaban a sumar en el ábaco). Sí hay madres verdaderamente malvadas. Son esas que abandonan a sus hijos a la suerte, cuando se olvidan de su obligación educadora y formadora de valores humanos, de brindar amor y respeto. Madres que, obsesionadas con la belleza física, viven en la carrera infernal contra el tiempo y viven la vida desenfrenadamente, olvidando a sus hijos ante la “nana televisión”. La madre ha estado más que cuidada por los mitos, leyendas y narraciones populares. Si revisamos la bibliografía literaria vemos como no ha habido una figura real de madre malvada, únicamente se nos muestra la imagen de una madre no biológica, de la vil madrastra, que es la que simbolizaría realmente a la mala madre. Parece como que la madre benévola, sacrificada por su casa, sus hijos, su marido, con un cariño sin reservas, una madre que traga, que se guarda la pena y la pesadumbre, fuese la imagen segura que aguarda en nuestra idea de maternidad, y más que un ideal, resultase ser una verdad absoluta, incuestionable, natural e instintiva. Los relatos de autosacrificio dejan entrever un cierto resentimiento y se mezclan paradójicamente con las narraciones que apuntan hacia ese amor desinteresado de las madres hacia sus hijos y de los esfuerzos de éstas, fruto de ese amor desmesurado. Parece como si, seguidamente a la descripción de dicho sacrificio, no se asumiese como tal, sino que fuese un empeño por verbalizar la "creencia de que ese sacrificio es fruto del amor", es decir, el "mito del amor sacrificado", y no fruto de una exigencia social, un esfuerzo que pesa y que no se asume con la resignación que parece asumirse. Este esfuerzo soberano está unido a la "creencia de que todo amor pasa por un sacrificio", que si se ama se sufrirá y que para amar hay que sacrificarse, entendiendo aquí por sacrificarse la reducción de un espacio para la propia realización personal, a favor del beneficio y la dedicación del otro. Esta creencia en el sacrificio puede haber servido para mantener dentro del hogar a las madres, ya que este acto no estaba rodeado de una connotación de castigo, sino que más bien se abrigaba bajo argumentos que premiaban dicho sacrificio.
Un ejemplo contemporáneo: Mother (Pink Floyd, The Wall) La película The Wall es una historia semi autobiográfica acerca de un niño que pierde a su padre en la guerra y es criado por su sobreprotectora madre. El niño crece con una soledad que lo hace no acomodarse en la sociedad. Se siente atrapado por un ambiente protector mientras es evitado por los hombres alrededor de él. Roger Waters opina al respecto: "Si tu puedes elevar una acusación contra las madres, es que ellas tienden a proteger a sus hijos demasiado. Mucho por mucho tiempo. Esto no es un retrato de mi madre, aunque una o dos de las cosas que ahí aparecen se le pueden aplicar a ella así como a un montón de madres de otras personas"
Mother, si bien no es un tema que acompañe la ternura en la letra, si lo hace en la música. La letra es bien cercana a la crítica a la sobreprotección de las madres, específicamente la madre de Pink. Abstrayéndonos de la concepción convencional de la madre, puede ser provisto este mensaje de una connotación social mayor, respecto al gobierno, religión, sociedad en general como entes de represión a los individuos, controlando y regulando la libertad de ser de los jóvenes, tema manejado mas claramente en Another Brick In The Wall, y argumentando tácitamente lo que es cada ladrillo en la pared, definiendo en Mother un ladrillo más.
La sobreprotección provoca daños irreversibles a largo plazo en cada niño (o niña), pero también la falta de atención y el maltrato psicológico que una madre joven (soltera la mayor de las veces) ejerce sobre la criatura. No quiero desmitificar el papel de la madre, conciente de que muchos grupos feministas arremeterían contra mí (sin fundamento lógico), pero les invito a investigar sobre casos de maltrato de madres hacia hijos no deseados, deseados y hasta ajenos. Y repito, hay madres muy chidas, esas merecen un día especial durante toda su vida. No hay amor más grande ni más desinteresado que el de las mamás.