domingo, marzo 16, 2008

En la adolescencia, las penas con arte son buenas…

“Una noche de resaca al tratar de despertar, noté que por el ombligo me empezaba a desinflar, que mi cuerpo se arrugaba como un papel vegetal que iba pasando, qué curioso, al estado gaseoso (…). Soñé por un momento que era aire.” Aire, José María Cano (1984).

Es en la adolescencia cuando surgen cientos de incógnitas, muchas de corte existencial. Algunos se pierden en la vorágine de dudas y no dudan en lanzarse al vacío; otros, más sensibles a su interior y con ciertas aptitudes artísticas, los llevan a crear “obras” en las que plasman el eco de su existencia en la Tierra. En estos tiempos es común encontrar notas “rojas” donde la historia se centra en la muerte de cualquier adolescente –hombre o mujer- debido al desamor, la falta de atención por parte de sus padres y el constante rechazo social. Los grupos sociales juveniles son tan crueles y selectivos que muy fácilmente crean monstruos asesinos o vengadores solitarios. Aunque no sucede en el mayor de los casos.
Siempre he dicho que todo ser humano es el reflejo de los primeros años vividos en el seno familiar; por ejemplo, cualquier delincuente juvenil con un largo historial delictivo tiene un pasado lleno de ausencias escolares, maltrato psicológico y violencia intrafamiliar, padres o hermanos delincuentes. Una persona que no reciba una educación integral que abarque la ética, la moral, las artes y las ciencias, estará destinado a convertirse: o en delincuente juvenil, títere del sistema, o en carne de cañón de una empresa que absorberá su alma hasta convertirlo en una pálida caricatura de la dignidad humana

Trazar un panorama para cada adolescente nos llevaría muchas horas, páginas y letras, hasta imágenes, pero lo cierto es que cada adolescente tiene sus problemas propios de la edad. No padece lo mismo un joven de la colonia popular más peligrosa de Cancún o Chetumal que un “niño bien” de cualquier complejo residencial o suburbio.
Hay muchas actividades en las que se puede canalizar la ira contenida, la tristeza infinita y la frustración de todo joven (ojo, no veamos a la frustración como lo ven los “miserables excelentes” de la superación personal), desde escribir los pensamientos, sentimientos e ideas latentes durante las vacías horas de clase en la preparatoria, pasando por el trazo de imágenes creadas en la mente ahogada de ansiedad o mejor aún, cantar la soledad en medio de una oscuridad que aparentemente no tiene final.
¿Por qué afirmo que las penas con arte son buenas? Porque, como todos, también he experimentado la melancolía y la tristeza infinita, he pasado noches de insomnio pensando en dónde diablos estará pasando la noche aquella que me dejó bajo una nube de desamor, y en cada momento así es mejor dejar huella indeleble de la expresión humana que una mancha de sangre en el piso.

¿Hay que ser una persona preparada en esas cuestiones artísticas? Considero que no porque se van a canalizar las emociones, hay que dejar que la conciencia fluya y se exploren los rincones de nuestro ser. La adolescencia es una etapa de transición y búsqueda, ¿quién sabe?, a lo mejor en esas noches de alma en pena te das cuenta de que eres muy chido para el diseño, o que tus versos tiene cosas rescatables que a lo mejor podrían mejorar en un taller de creación literaria, o te juntas con tus amigos a hacer música y compones alguna canción que a la postre forme parte del “soundtrack de vida” de otra alma desesperada. Aunque por el hecho de crear un cortometraje en video casero, editado con el software más sencillo del “windows”, no te conviertes en el Stanley Kubrick de tu ciudad, sí es una buena manera de encontrar: cómo hacer dinero en tu tiempo libre; canalizas la ira, la tristeza y la apatía en una actividad creativa que podría llevarte más allá del aire acondicionado de tu casa.
Dicen que del arte todos se mueren de hambre. Escribir es un arte y no me he muerto de hambre, soy músico profesional y no ando de gira en este momento pero igual me llegan proyectos interesantes, he nutrido mi mundo y experimento episodios críticos en mi vida sentimental, pero siempre hay una forma de canalizar constructivamente todo aquello que nos daña.
Repito: hay que dejar huella de nuestros pasos por la Tierra. En una entrevista –hace unos años- afirmé que “mi música será el eco de mi paso por la vida”. Hay que buscar lo verdaderamente trascendente y olvidarse de lo monetario por un momento. Las crisis de la adolescencia tienen remedio, hay que tener el valor de pararse contra el mundo, cuestionar sus instituciones y sus dirigentes para establecer los parámetros de lo que uno quiere ser y hacer en la vida.
La única huella que se borra, con agua y jabón, es la de la sangre en el suelo, y esa, mis chavos, se olvida pronto.

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