“Ya te lloré como nube, te di mi corazón envuelto para regalo, con todo y pasión. Me desperté con tu ausencia, no me has llamado hoy, la cama está fría, le falta tu calor”. ‘El blues de la nube’. Betsy Pecanins.
Siempre hablamos acerca del amor como algo que nace mágicamente y a partir del encuentro entre dos personas espiritualmente empáticas, y físicamente atractivas. A veces no se cumplen las reglas y cada quien está con la persona que se merece. El amor es un estado de ánimo, o enfermedad y con toda seguridad, afirmo que se trata del efecto de un montón de sustancias secretadas en el cerebro y nos llenan de bienestar. El amor, para muchas personas, es indescriptible y tiene muchos conceptos. Pero lo cierto es que, alejándonos de la idea romántica del amor, como invento occidental en el siglo XIX, el amor es una función programada en los seres humanos para llegar a la preservación de nuestra especie. Amor y sexualidad son dos ingredientes para tal fin, no se puede entender a una sin la otra.
Pero ni la vida misma es eterna y el amor –como mucha cosas en la vida- tiene final, muchas veces con consecuencias severas, desastrosas. Claro, muchos hemos vivido para contarlo. Comencemos por respirar profundo y olvidarnos de que sin amor no podemos vivir porque, el amor late en cada ser pero hace falta otra parte que sintonice en la misma frecuencia que la nuestra (suena cursi, pero he leído cosas peores). Si la ciencia ha ayudado a responder muchas preguntas que la filosofía sólo nos ayuda a seguir el camino hacia la verdad absoluta, el amor ya ha sido abordado por científicos, sociólogos, antropólogos, psiquiatras y médicos, siendo estos los más tajantes en afirmar que la química del amor es una expresión acertada. En la cascada de reacciones emocionales hay electricidad (descargas neuronales) y hay química (hormonas y otras sustancias que participan). Ellas son las que hacen que una pasión amorosa descontrole nuestra vida y ellas son las que explican buena parte de los signos del enamoramiento.
Cuando encontramos a la persona deseada se dispara la señal de alarma, nuestro organismo entra entonces en ebullición. A través del sistema nervioso el hipotálamo envía mensajes a las diferentes glándulas del cuerpo ordenando a las glándulas suprarrenales que aumenten inmediatamente la producción de adrenalina y noradrenalina (neurotransmisores que comunican entre sí a las células nerviosas).
Sus efectos se hacen notar al instante:
El corazón late más deprisa (130 pulsaciones por minuto).
La presión arterial sistólica (lo que conocemos como máxima) sube.
Se liberan grasas y azúcares para aumentar la capacidad muscular.
Se generan más glóbulos rojos a fin de mejorar el transporte de oxígeno por la corriente sanguínea.
Los síntomas del enamoramiento que muchas personas hemos percibido alguna vez, si hemos sido afortunados, son el resultado de complejas reacciones químicas del organismo que nos hacen a todos sentir aproximadamente lo mismo, aunque a nuestro amor lo sintamos como único en el mundo. En pocas palabras, todo este cóctel de drogas nos lleva a un estado de “imbecilidad transitoria” y que no dura demasiado ya que, según estudios realizados en Estados Unidos, el estado de enamoramiento dura aproximadamente un año. El químico culpable de todo esto se llama Feniletilamina. El affair de la feniletilamina con el amor se inició con la teoría propuesta por los médicos Donald F. Klein y Michael Lebowitz del Instituto Psiquiátrico de Nueva York, que sugirieron que el cerebro de una persona enamorada contenía grandes cantidades de feniletilamina y que sería la responsable de las sensaciones y modificaciones fisiológicas que experimentamos cuando estamos enamorados.
El amor acaba...
Y entonces, después de la tormenta, vienen las lágrimas, las casas destrozadas y las bocas secas. Lloramos, no salimos de la cama, nos duele recordar a la persona amada en cada rincón de la casa, del coche, las manos se sienten frías y sin voluntad. Nos partieron el corazón, el amor se acabó… dolor y más dolor, es el fin del mundo, ¡oh si!, es el “pavo frío” después de la sobredosis de amor. El amor se acaba en el momento en que el cerebro no produce más feniletilamina. Para que haya una reacción química debe haber un estímulo externo. Al fin del amor se le atribuyen miles de causas. A Jorge le gustaba mucho la voz de Mariela, quien a su vez estaba encantada con el color de ojos y el trasero de Jorge. Un buen día, Mariela se dio cuenta que Jorge era muy mal jugador de soccer y además, tenía un dedo meñique defectuoso en el pie derecho. A Jorge le fascinaba la voz de Mariela hasta que una noche tuvo que contener la respiración al intentar besarla. ¿Dónde quedó la magia? Simplemente prestaron más atención a los defectos que se habían pasado por alto y, en consecuencia, el amor desaparece.
Muchas otras veces el desamor se produce cuando dos personas ya no caminan hacia una misma dirección, porque han cambiado de ideas o simplemente, la costumbre los cansó y decidieron buscar nuevas experiencias: el experimentar la sensación que la feniletilamina nos producía, pero con otra persona. El ser humano es una farmacia ambulante (y también una “casita del horror”).
La actividad de la feniletilamina perdura de 2 a 3 años, incluso a veces más, pero al final la atracción bioquímica decae. La fase de atracción no dura para siempre. La pareja, entonces, se encuentra ante una dicotomía: separarse o habituarse a manifestaciones más tibias de amor -compañerismo, afecto y tolerancia-. Con el tiempo el organismo se va haciendo resistente a los efectos de estas sustancias y toda la locura de la pasión se desvanece gradualmente, la fase de atracción no dura para siempre y comienza entonces una segunda fase que podemos denominar de pertenencia dando paso a un amor más sosegado. Se trata de un sentimiento de seguridad, comodidad y paz. Dicho estado está asociado a otra DUCHA QUÍMICA. En este caso son las endorfinas -compuestos químicos naturales de estructura similar a la de la morfina y otros opiáceos- los que confieren la sensación común de seguridad comenzando una nueva etapa, la del apego. Por ello se sufre tanto al perder al ser querido, dejamos de recibir la dosis diaria de narcóticos.
Para conservar la pareja es necesario buscar mecanismos socioculturales (grata convivencia, costumbre, intereses mutuos, etc.), hemos de luchar por que el proceso deje de ser solo químico. Si no se han establecido ligazones de intereses comunes y empatía, la pareja, tras la bajada de FEA, se sentirá cada vez menos enamorada y por ahí llegará la insatisfacción, la frustración, separación e incluso el odio.
El fin del amor, o los amores eternos, son temas que tienen explicación científica, lógica y hasta sociológica. Lejos del concepto que se inventó en el siglo XIX, el amor está destinado a los afortunados, sin embargo es un sentimiento latente en cada ser humano. Las condiciones sociales determinan la disposición de cada uno a manifestarse de cierta manera frente a una criatura que le haga cosquillas en la panza.
Si dura o no dura, eso depende de nosotros (o para el que lo tenga). Mientras tanto (de nueva cuenta, quien lo tenga) hagan el amor, repartan amor, dibujen amor, escriban y lean sobre amor. Al final, el amor es lo único que nos queda para sobrevivir.
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