Los siguientes poemas datan del año 2000, para ser precisos, los escribí en agosto de aquel año en la Ciudad de México. No soy escritor sino músico, pero siempre me ha gustado escribir cada una de las ideas que atraviesan por mi mente, utilizando el ritmo natural del habla y mi instinto musical. Las lluvias azotan la capital con fuerza entre mayo y noviembre. Después de eso, llega el invierno seco. Las tardes lluviosas en la Ciudad de México son especiales porque son como lágrimas reprimidas de cada uno de sus habitantes: solitarios, apresurados, temerosos, lascivos o indiferentes. Escenarios diferentes, personajes distintos y horas sincronizadas de manera desigual en los relojes, pero la lluvia siempre era la misma. He aquí la memoria de aquellas tardes cuando mis compañeras inseparables eran mi guitarra y mis pensamientos, de camino a la Escuela Nacional de Música, y nos mojaba la nostalgia.
Diluvio y deseo
Si el diluvio se cuela por los poros
Nuestros poros…
Tú y yo secaremos el agua que empaña los espejos
Una a una
Beberé las lágrimas que broten de tu alma,
Un exorcismo.
Guardaré a cada demonio dentro de mi cuerpo
Y los evaporaré al atardecer
Cuando la noche haya llegado sabré qué sueñas
Porque en tus labios habré dejado
La esencia de mis sueños
Con una dosis de mi vida.
La vida no se me acabará
Porque beberé tu vida
Del agua que brota de tus labios.
La lluvia luminosa
Si pudiera perderme en tu cuerpo
Diluirme en tu saliva
Beber de tu sudor,
Si tan solo me mojaras de noche
Con la dulce lluvia luminosa
Que brota entre tus piernas.
Miro en tus ojos y deseo morir
Descansar mis huesos sobre tus senos
Y tatuar mi nombre en tus labios.
Pero la muerte no existe en tus ojos
La luz del sol no es suficiente para dar vida,
Tus ojos no son míos, no me reflejo en tu mirada
Mi nombre no se escribe en tus labios.
Daría mi vida por tu lluvia luminosa
Mi respiración por tu alma,
Mis sueños por tus senos
Y mis huesos por ser de ti.
Si pudiera perderme en tu cuerpo…
Llévame de noche
Bébeme…
Mátame…
La lluvia
La lluvia regresa
Súbitamente, fría y limpia
Siempre es la misma.
La lluvia cae
Pesadamente, sobre ti
Siempre es la misma.
La lluvia es la misma
De día o de noche
Un alma
Nunca lo es.
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