lunes, octubre 13, 2008

Mamá, no me gusta leer… pero quiero saber el secreto


Lo he escuchado muchas veces, hasta lo he leído en espacios personales y Hi5. Me lo recuerdan en charlas banales o uno que otro alumno lo ha manifestado: no les gusta leer. El simple hecho de saberlo me provoca malestar, más aún cuando yo mismo no encuentro el tiempo necesario para leer los libros que quisiera o terminar de hacerlo. Es el mal del siglo –para algunos- y el aliado de los sistemas de gobierno opresores. Durante muchos años la lectura ha sido determinante en el desarrollo humano y profesional de cada persona. Desde excelentes conversadores hasta poseer una buena ortografía, la lectura también nos abres las puertas al mundo al darnos las herramientas de la expresión oral y escrita.
Nada como un buen libro para las horas libres, los momentos de soledad, la investigación profunda de cualquier tema. Los hay libros gruesos y pesados, de pasta dura, delgada y los hay de papel reciclado (ahora muchos libros son de papel reciclado). Así es mis jóvenes lectores, los libros son mucho más que una pila de papel acumulando polvo en las bibliotecas. Son los aliados en la lucha contra las injusticias, la ignorancia y siempre nos traen ideas (en caso de que alguno de ustedes se dedique a una actividad creativa).
Pero desafortunadamente en México los libros se han convertido en el arma favorita de los sistemas de gobierno sedientos de poder. Si una persona promedio –digamos, un clasemediero que vive al día- no tiene hábitos de lectura, es imposible que se interese en la profundización de temas como la Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos, el Código Civil, o peor aún, en un ensayo filosófico. Por el contrario, el mismo clasemediero que trabaja entre ocho horas diarias o más, mostrara interés por la lectura, con seguridad se inclinará por las que ofrece el mercado editorial en cada restaurante o tienda departamental: los libros de superación personal. Ahora todo el que pueda escribir dos o tres consejos, probados empíricamente y de manera personal, tiene un bestseller en las librerías y tiendas de prestigio. ¿El secreto? (y no hago alusión a ese librito tan mentado), aprovecharse de la miseria de la gente, de su capacidad de análisis y síntesis, y de la urgencia de solucionar los problemas antes de que su tiempo se acabe.
Además del sector de la población que lee libros de superación personal, el índice de lectura en nuestro país arroja cifras verdaderamente vergonzosas.
En cifras difundidas por la UNESCO, el índice de lectura de México es tan sólo de 1.2 libros al año por persona, cuando el organismo recomienda la lectura de cuatro textos para un sano desarrollo de la sociedad. Es cierto. En México no se lee. Ni a Kafka, ni a Shakespeare, ni a Kundera, pero en contraste otras publicaciones semanales como Sensacional de lo que sea o TV Notas superan el medio millón de impresiones.
A continuación citaré un extracto del artículo de Guillermo Sheridan para la revista Letras Libres: “En ese desolador paisaje de estadísticas, las más tristes son las que, como recodará el lector de Letras Libres, Gabriel Zaid difundió hace poco en su ensayo “La lectura como fracaso del sistema educativo”. Una de ellas señala que hay 8.8 millones de mexicanos que han realizado estudios superiores o de posgrado, pero que el dieciocho por ciento de ellos (1.6 millones) nunca ha puesto pie en una librería. Luego de mezclar cifras y trazar constantes, el lacónico Zaid concluye: “La mitad de los universitarios (cuatro millones) prácticamente no compra libros.” Luego dice que “en 53 años el número de librerías por millón de habitantes se ha reducido de 45 a 18” en la culta capital. Es decir: a mayor esfuerzo educativo, menos lectores. Esto demuestra algo realmente inaudito: en México la clase ilustrada es aún más bruta que la clase iletrada.” (Guillermo Sheridan, abril de 2007, Letras Libres)

Se preguntarán ustedes ¿Qué acaso la escuela no nos inculca los hábitos de lectura? Los resultados los pueden percibir en cualquier adolescente, profesionista, político, gobernante en turno, burócrata y hasta en los profesores. Mientras los maestros están en lucha, el futuro de México se sume en el más espectacular de los analfabetismos funcionales. Me he dado cuenta, por ejemplo, que las más sencillas instrucciones son tan complicadas para un joven como lo puede ser un ejercicio de cálculo integral para cualquier persona. Leer al menos un instructivo de uso de cualquier aparato significa el recorrido a través de un laberinto.
Un libro sin la guía de un maestro comprometido con la actividad de magisterio, es como una Biblia mal interpretada (que de hecho, la Biblia siempre ha estado mal interpretada).
Repito lo que escribí en la entrega pasada: no me gusta dar consejos, pero de nueva cuenta les aconsejo que lean. Lean mucho, duerman poco y analicen lo que leen. No podemos permitir que los libros sigan formando autómatas en espera del éxito inmediato, en que si se nos perdió un queso pues ni modo, se perdió. Hay demasiadas obras literarias en el mundo y la vida no nos alcanza para conocerlas.
Mientras los maestros se hacen “bolas” con sus demandas y sus marchas (otra manera de pasar a joder a la niñez y la juventud de este devaluado y golpeado país), y otros buscan “el secreto” de la vida, yo me voy a nadar en “Los labios del agua” de Alberto Ruy Sánchez, esperando descubrir los secretos de Mogador en torno a una historia de amores perdidos en el tiempo.
La lectura enriquece, el dinero envilece.

No hay comentarios.: