viernes, marzo 02, 2007

Entrevista al escritor Agustín Ramos durante su visita a Chetumal (primera parte)



“La clave de todo el desarrollo económico, cultural y político del país está en la educación. De ahí que en cierta manera las autoridades lo vean como una amenaza” Entrevista con el escritor Agustín Ramos durante su visita a Chetumal (primera parte)
Por Jaime Rodríguez

CHETUMAL.- En días pasados concluyó el taller de narrativa impartido por el escritor Agustín Ramos, realizado en el Centro Cultural para las Bellas Artes de Chetumal, así como en la Universidad de Quintana Roo. A este taller –el realizado en el Centro Cultural- asistió público en general, escritores locales y periodistas. Por Esto de Quintana Roo sostuvo una charla en la que el maestro Ramos vertió sus opiniones acerca del impacto social que tienen los talleres de creación literaria, la difusión de la literatura joven y los medios para llevar a cabo esta tarea, que son los temas tratados en la primera parte de la entrevista.

Agustín Ramos estudió Lengua y Literatura Hispánicas en la UNAM. Fue director general del Consejo Estatal para la Cultura y las Artes de Hidalgo y del Museo Interactivo El Rehilete. Como colaborador permanente del periódico El Sol de Hidalgo obtuvo el Premio Estatal de Periodismo 2003 y es autor, entre otros títulos, de: Al cielo por asalto; La vida no vale nada; Ahora que me acuerdo; La gran cruzada; Tú eres Pedro; La visita (un sueño de la razón); El preso número cuatro; Manifiestos; la pieza teatral: Tener presente; el relato histórico: Harina de otro costal, el libro de ensayos Sonar de letras, y su reciente obra Como la vida misma.

¿Qué impacto social provoca la apertura de los talleres literarios?
Agustín Ramos.- Bueno, primero que nada es un servicio cultural que se debe fomentar. El costo de los talleres literarios, de cualquier tipo de taller, ha aumentado porque ha aumentado el costo de la vida de manera exagerada, de tal manera que esto se vuelve inaccesible para el pueblo precisamente. Y empiezan a menudear o solo sobreviven los talleres particulares de gente que puede pagar un taller, que le puede pagar directamente al coordinador de tal manera que el primer beneficio es ofrecer la oportunidad a la gente que no puede sufragarse un taller literario, es decir, se hace público. Al hacerse público se convierte en un bien para cualquier persona. Eso es lo primero. Lo primero es abrir una oportunidad que se tiene que reforzar ¿con qué?, con una suficiente promoción para que la gente conozca que hay esa oportunidad y que sepa como en mi caso, por ejemplo, que no les voy a exigir un conocimiento previo.
A lo mejor ya dentro del taller ya les voy a empezar “a apretar”, como a decirles “no puedo platicar con nadie que no haya leído Pedro Páramo”, pero de entrada yo no le voy a exigir nada, absolutamente ningún conocimiento más que la necesidad de que disfruten la lectura y la escritura.
Segundo. Aparte de ser una oportunidad, si uno se esfuerza por actualizar los conocimientos de la gente que ya se dedica a la escritura o por capacitar mejor a la gente para la lectura, vamos a tener una sociedad más preparada. Finalmente, la clave de todo el desarrollo económico, cultural y político del país está en la educación. De ahí que en cierta manera las autoridades lo vean como una amenaza, ¿qué se recorta primero?, la cultura, la educación, esos son los presupuestos que se recortan bajo el autoengaño de que no son necesarios y que se puede prescindir de ellos y no de las tortillas. No se puede prescindir de las tortillas ni de la cultura. Entonces, estas dos cosas, básicamente podían ser oportunidad para todos y, por otro lado, coadyuvar al mejoramiento del desarrollo cultural de la población.


¿Ha visto la participación activa de jóvenes en otros talleres? Porque en el taller realizado en Chetumal vimos que la participación de los adultos fue mayor.
A. R.- En la universidad, que son universitarios, el promedio es de 25 años. Hay gente mayor, hay poca gente joven, ciertamente, tomando en cuenta la juventud de 20 años para abajo. Sí he visto participación de gente joven pero es más bien bajo los ámbitos de las escuelas, porque los adultos no hemos sabido influir lo suficiente en los jóvenes para hacerles ver que la lectura y la escritura aportan grandes ventajas; ventajas de disfrute, ventajas de preparación, de cultivación de los sentidos, de información. Entonces, como no lo hemos sabido hacer, solamente la población cautiva, que es la de las escuelas, es la que se siente atraída por la literatura.
Ahora bien, yo considero a mis talleres como, más que talleres de creación literaria, son talleres de narrativa por un lado porque no soy poeta, yo no me siento capaz de disertar acerca de la poesía y mucho menos de analizarla y criticarla. Pero además de que son solamente de narrativa los llamo talleres de capacitación para la lectura y la escritura, ¿por qué?, porque finalmente la literatura tiene como esencia un oficio, el oficio literario. Y es que el oficio lo puede cultivar cualquier persona (suena contundente), ¿cómo? capacitándose. Ahora, ya para ser un escritor o un crítico profesional se necesitaría otro tipo de preparación pero no se va a dar en ningún taller del mundo ni aunque lo diera Juan José Arreola.

¿Esa experiencia se adquiere leyendo…?
A. R.- Sí y creo que aquí se requiere ya más una preparación de carácter académico como la universidad.

¿Cómo acerar a los jóvenes a la lectura? Muchos de ellos se dejan llevar por lecturas ligeras o baratas, lecturas de “superación personal” que son más fáciles de digerir que una novela seria.
A. R.- Creo que debe haber un esfuerzo de honestidad por parte de los adultos, de los escritores adultos, para permitir el paso de la literatura joven, es decir, la literatura joven empieza por esta, aunque sea un abuso conceptual. Entiendo por literatura joven la literatura escrita por jóvenes, para jóvenes y con el lenguaje de los jóvenes. Hace mucho tiempo, hace ya cuarenta años apareció un gran talento que fue capaz de hacer esto, José Agustín. Cuando José Agustín aparece y crea -no necesariamente de forma organizada sino simplemente para la atención del lector- a un conjunto de jóvenes que tienen las mismas preocupaciones. Un mismo tipo de procedimiento lingüístico y las mismas o parecidas inquietudes literarias de romper con un estatus.
Inmediatamente se procedió a descalificar este tipo de corriente, hasta la fecha sigue siendo descalificada, tan descalificada que está rodeada de prejuicios. Lo vimos en el taller, hay gente que no sabía si le había gustado o no, ¡bueno!, ya es una ventaja. Que no quieran admitir que les gustó, en el fondo les gustó y los divirtió y lo disfrutaron.
Pero eso nos da un ejemplo de a qué dificultades se pueden enfrentar la literatura de jóvenes por jóvenes y para jóvenes a una gran resistencia, ¿por parte de quien?, de nosotros los adultos. Ahora, el joven tendría que romper un tipo de resistencia similar al que tuvieron que romper José Agustín, Gustavo Sainz y todos estos escritores, pero además tienen que romper una inercia comercial. A un escritor joven o no joven pero que no tiene un nombre, que no ha publicado previamente en una editorial comercial o que no ha ganado un concurso importante, prestigiado, no le dan la oportunidad de publicar. Entonces ¿cómo van a publicar los jóvenes? Y también las editoriales tienen sus razones para no publicar, no quieren arriesgar su dinero, el mercado es demasiado apretado y no pueden perderlo si es que el escritor “no pega”. De modo que no le dan la oportunidad y por lo tanto se queda. Debe haber una literatura de gran talento pero que ahora tiene que romper mucho más barreras que las que ni siquiera en la fecha pudo romper José Agustín. Porque hasta la fecha siento que tiene resistencia si se le lee con mucho prejuicio, o sea, como no escribe como Carlos Fuentes entonces hay que leerlo con cuidado; como no escribe exactamente como García Ponce pues hay que leerlo con cuidado.

¿Los fondos de becas son una manera viable de dar difusión a la literatura joven creada para jóvenes?
A. R.- Siempre y cuando se complete, como creo que lo están haciendo aquí en Chetumal con la publicación o la oportunidad de publicarles, desde luego que si. Yo he visto con mucho gusto que aquí se publica bastante comparado con otros lugares, lugares que quizá tengan más presupuesto. Eso es importante. Ahora, no se trata de publicar indiscriminadamente pero sí de propiciar que los jóvenes escriban, que se les exija el cumplimiento de las becas; exigirlo tajantemente, “te pagamos para que escribas o te estimulamos para que escribas, pero si no escribes te recogemos la beca”.
Para que la beca funcione como lo que tiene que ser, una manera de control, de mantenerlos tranquilitos a la comunidad artística, que de por sí es alebrestada, tenerla tranquila, ¡no! Se trata de estimularla y si cumple, perfecto, y si no cumple le retiras el apoyo. Uno.
Dos. Una vez que terminan, someter a dictamen, a un dictamen riguroso y externo que no tenga que ver con los intereses de la localidad sino la posibilidad de publicarlos y luego publicarles, como el tipo de publicaciones que hacen aquí en Chetumal, y después que se puedan repartir, que la gente se entere que hay otras publicaciones. Por supuesto que hay viabilidad, yo creo que esa puede ser una vía. Se ha deformado esto en otras regiones y se ha utilizado la publicación para favorecer a amigos o para quedar bien. En Hidalgo se publicaron las obras completas de Ricardo Garibay en tomos de lujo, ¿cuántos libros de autores jóvenes se publicaron? ¡Ninguno!, porque todo el dinero, todo el presupuesto se fue ahí. Entonces ya no se cumple el ciclo.
Y no sólo no se cumple sino que se empieza a dar un estancamiento, un amafiamiento que termina por perjudicar a las becas. Así surgen los caciques, que son los que controlan todo, que deciden quien sirve, quien no sirve y son quienes de pronto hacen sus concursos literarios, absolutamente desprestigiados, donde se premian ellos, se premian a sus amigos, son premios literarios fantasmas. Aunque repito, hay que ser muy rigurosos a la hora de decidir quien va a publicar y quien no va a publicar.
Y para que no haya problemas de rencillas o de ayuda a los amigos, que los dictámenes los den comités externos, por ejemplo, el Estado de México, que dictaminen los del Distrito Federal o de Hidalgo, de otros lados, que se elija colegiadamente pero que no sean nunca de la localidad porque hay riesgos.

Esto nos lleva al ámbito de la cultura subterránea de jóvenes creadores, algunos buenos y otros no tanto ¿ha encontrado obras que merezcan una difusión masiva, más allá de la “subcultura”?
A. R.- Claro que sí. Esfuerzos de muchachos de muy jóvenes que están haciendo “periodiquitos”. Publicaciones que andan repartiendo de mano en mano. Uno les da lo que piensa que les puede servir, lo que uno trae en la bolsa, algún dinerillo, dándoles alguna colaboración para que jalen un poco más de público. Sí he encontrado, cómo no.
Ahora, y no sólo eso, de pronto hay textos y obras importantes que merecerían difusión, obras renovadoras, pero la industria editorial está muy cerrada; difícilmente vas a ver en las editoriales comerciales nombres de escritores que no hayan publicado antes en esa misma editorial, o sea, que no hayan empezado en los años setenta.
¿Pero qué va a pasar con los que empezaron a escribir después o los que empezaron a escribir en el año 2000? ¿Quién les va a publicar? Creo que el Estado, refiriéndome al Estado como Estado, los gobiernos pueden hacer una buena labor.

(Entrevista realizada el 28 de febrero de 2007) Continuará…

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