lunes, octubre 30, 2006

Tres versiones para cada historia: La Guerra entre México y los Estados Unidos (1846 – 1848). (Cuarta parte)


“La verdad nunca puede decirse de tal forma que sea comprendida y no ser creída.” William Blake, Las bodas del Cielo y el Infierno. (1793).

Diferencias en las raíces de dos naciones a punto de entrar en conflicto (viene de la tercera parte)
Cuando los españoles establecieron su dominio en sobre las poblaciones de Mesoamérica, en el siglo XVI, éstos venían en búsqueda de nuevas oportunidades de mejoramiento material, pero al mismo tiempo traían una fuerte tradición medieval. Asimismo, los españoles también traían una tradición de mestizaje ya que en la península se habían mezclado griegos, fenicios, pueblos el norte de Europa, árabes y judíos. Al enfrentarse a pueblos altamente desarrollados como los aztecas, mayas y las otras culturas de Mesoamérica, no sólo los dominaron sino que también se mezclaron biológicamente con ellos y asimilaron algunas de sus costumbres y estilos de vida.
Agrega Velasco-Márquez: “La paradoja de la conquista española fue que los españoles estaban orgullosos de su cultura europea (hispana) y trataron de continuarla en América, pero en el caso específico de México crearon algo diferente, una nueva sociedad y una nueva cultura.”
Por su parte, el origen de Estados Unidos fue el producto de una "colonización tardía". Cuando los ingleses establecieron la primera colonia permanente en Jamestown, Virginia en 1607, el Imperio español en América estaba prácticamente consolidado y la Nueva España era ya un emporio económico. Entre los factores que impulsaron la migración inglesa, hubo dos determinantes: la transformación de la economía y sus efectos en la sociedad, y los conflictos religiosos. Así el proceso de colonización se dio como resultado de la iniciativa privada, con una mínima intervención de los reyes, y su intención fue abrir nuevos mercados y centros de producción de materias primas, o bien servir de refugio a las sectas religiosas que buscaron la mayor autonomía posible de la autoridad británica. Los colonos ingleses, por otra parte, no traían consigo una tradición de mestizaje, ni se enfrentaron a las culturas indígenas altamente desarrolladas, por eso ni se pudo imponer un sistema social semi-feudal como el español sobre los pueblos aborígenes, ni se produjo una mezcla racial nueva. “La paradoja de la experiencia inglesa, es que los ingleses vinieron, en su mayoría, decepcionados de su tradición europea y trataron de hacer algo nuevo en América, pero finalmente mantuvieron más los patrones culturales y raciales de su lugar de origen.” (Jesús Velasco-Márquez, ITAM)

Profundicemos un poco más en el tema de las diferencias en las raíces de dos naciones…
La rebelión de los colonos ingleses se originó a partir de que las autoridades británicas intentaron crear un sistema de control imperial como resultado de la “Guerra de los 7 años”. Deseaban mantener su autonomía. Una de las condiciones internacionales que favorecieron a la guerra de independencia de Estados Unidos fue la rivalidad entre Gran Bretaña y Francia, por lo que les permitió obtener recursos, alianzas y un reconocimiento aun antes de formalizar su emancipación De hecho la guerra de independencia en los Estados Unidos se dio para preservar esa modernidad que había motivado la colonización, pero esta guerra duró sólo 5 años.
En cambio, en México obtuvo su independencia 40 años después que Estados Unidos. En este conflicto complejo y fragmentado, además de buscar la emancipación de España, se buscaba una verdadera revolución política y social. “Los mexicanos no contaron con condiciones externas favorables: en su inicio, en 1810, Europa estaba inmersa en la guerras napoleónicas y cuando finalmente se consiguió la meta, once años después, se había gestado un movimiento conservador que no favoreció el reconocimiento de los nuevos países americanos. Por último entre los dirigentes mexicanos, que sobrevivieron la sangrienta lucha por la independencia, había hombres de gran talento, pero con poca experiencia práctica en la política.” (Jesús Velasco-Márquez, ITAM)
Estados Unidos en 1789, intentó un singular experimento: crear una nación a partir de un estado, que a su vez se apoyaba en una ideología individualista y egoísta. Por ello, la diversidad de intereses se manifestaría en forma de coaliciones políticas. La emergencia de Estados Unidos fue el producto de un consenso político e ideológico. Además, uno de los rasgos políticos más importantes fue la continuidad de su liderazgo político y su desarrollo institucional. Entre 1789 y 1860 se eligieron 15 presidentes y 36 legislaturas sin problemas ni cuestionamientos a la legitimidad de los comicios; y no obstante, que aparecieron los partidos políticos, éstos lejos de ser un elemento disruptivo sirvieron para impulsar la democracia y para encontrar soluciones a los principales problemas.
Cuando México finalmente alcanzó la independencia, un estado de ánimo optimista se había adueñado de la sociedad mexicana. Pero la verdad era que la vida independiente de México no venía acompañada de los mejores augurios. México heredaba de la Nueva España una sociedad extremadamente fragmentada, tanto en su composición étnica, como en los niveles de educación y distribución de la riqueza; además, también existían diferencia regionales. Las condiciones económicas y sociales contribuyeron a exasperar el debate político. Inmediatamente después de la independencia dos principales proyectos para constituir el nuevo estado fueron propuestos: uno fue el que eventualmente sería llamado el "liberal", y el otro fue el que sería conocido como "conservador". Aunque los miembros de estas posiciones coincidían en sus metas económicas, y aun sociales, al querer sinceramente hacer de México un país moderno y próspero, diferían substancialmente en los medios.
Los conservadores enfatizaban la necesidad de proceder cautamente, sin trastocar la estructura social, y sobre todo preservando las instituciones que jugaban un papel primordial para mantener unida a una sociedad fragmentada, especialmente la Iglesia Católica. Los liberales, en cambio, proponían reformas sociales y económicas radicales. Los liberales propugnaban por el establecimiento un estado republicano federal; mientras los conservadores reiteraron la necesidad de un estado centralizado, y se inclinaban fuertemente por la monarquía como forma de gobierno. Eventualmente se desarrollaría una facción intermedia que fue conocida como la de " los moderados"
Uno de los principales problemas fue que esos proyectos políticos fueron sostenidos y debatidos por una élite intelectual, cuyos contactos con el pueblo era muy escasos.
Entre 1821 y 1850, el debate tuvo lugar casi exclusivamente entre los miembros de esos grupos. De hecho, no hubo partidos políticos, en el sentido estricto de la palabra, sino coaliciones coyunturales; además, la población no estaba acostumbrada al debate político. En esas condiciones la brecha entre la dirigencia intelectual y el pueblo, fue ocupada por individuos que habían adquirido algún prestigio a nivel local o nacional -caciques o caudillos- que en la mayoría de los casos antepusieron sus intereses personales a cualquier compromiso ideológico y nacional. Hasta este punto es comprensible la situación de inestabilidad en el país.
Entre 1821 y 1847, cuatro tipos de gobierno fueron ensayados: la monarquía en 1822, la república federal en 1824, y dos formas de república centralizada, la primera en 1836 y la segunda en 1843. A ese lamentable cuadro, debe añadirse que México se enfrentó a un ambiente internacional hostil.
Mientras Estados surgió desde su origen colonial como un estado y sociedad modernos, para México modernizarse significó romper estructuras, destruir viejas instituciones y construir nuevas y modificar la forma de pensar de sus habitantes. Estos divergentes orígenes ayudan a explicar la posición de los dos países durante la guerra de 1846 a 1848.

Los líderes: ¿a quién culparemos?
México
El general José Joaquín de Herrera

José Joaquín de Herrera, nativo de Jalapa, se ganó una reputación de ser un mexicano nacionalista políticamente moderado y de constituir una alternativa razonable a los más temerarios caudillos que actuaron durante el caos de las tres primeras décadas de la República Mexicana. Nacido en 1794, se incorporó al ejército español cuando era joven, pero abrazó la causa independentista en 1820. Herrera surgió como una de las principales figuras de la nueva república y con el tiempo llegó a ser ministro de guerra y marina, entre 1832 y 1834, y ocupó varios cargos en diferentes gobiernos hasta 1844, actuando hábilmente en la contienda exasperante entre las ideologías federalistas y centralistas.
Cuando el presidente Antonio López de Santa Anna fue exiliado a Cuba, Herrera ganó las elecciones para ocupar el alto mando del ejecutivo, justo a tiempo para enfrentar una crisis con Estados Unidos. Sus ofertas e intentos diplomáticos por evitar la guerra disgustaron a sus conciudadanos y fue derrocado por un golpe de estado liderado por el general Mariano Paredes y Arrillaga. El nuevo dictador no pudo vencer a Estados Unidos y Santa Anna regresó a México para sufrir un desastre similar. Con la nación derrotada y desmoralizada en la guerra entre Estados Unidos y México, el público mexicano una vez más solicitó al más moderado Herrera para restablecer el orden. El Congreso lo eligió para que ejerciera dicha tarea en 1848.
Con el pago de $15 millones que efectuó Estados Unidos en virtud de los términos del Tratado de Guadalupe Hidalgo, Herrera sofocó con éxito las rebeliones en Yucatán, Guanajuato, Veracruz, Misantla y la Huasteca. Habiendo estabilizado su nación, Herrera traspasó el mando a su sucesor electo, Mariano Arista, en 1850. Herrera siguió siendo un interesante observador político de la escena nacional hasta su muerte en 1854.

El general Antonio López de Santa Anna (el “Quince uñas”)
El general Antonio López de Santa Anna continúa siendo una de las figuras más controvertidas y enigmáticas de la historia de México y Estados Unidos. Oriundo de la ciudad de Jalapa donde nació en 1794, siguió los pasos de su padre en el servicio real español y se incorporó al ejército. Se unió a la contienda política en México cuando era un oficial joven, pero abandonó la causa realista en 1821 y apoyó la independencia.
Las tres décadas siguientes se caracterizaron por el tumulto, las luchas interinas y las intrigas políticas. Contra este trasfondo de violencia e incertidumbre, Santa Anna marcó su sello de político perspicaz y oportunista y de caudillo. Se posicionó, en repetidas ocasiones, como el salvador de México gracias al respaldo de su autoridad militar y al apoyo de sus partidarios en el estado de Veracruz. Cuando el clima político se tornaba desfavorable, Santa Anna simplemente se retiraba por un tiempo del servicio público y comenzaba a tramar su regreso. Esta táctica lo condujo reiteradamente a la presidencia mexicana, pero a menudo también lo implicó en sucesos desventurados, como la operación militar fallida contra los insurgentes de Texas en 1836.
Cuando estalló la guerra entre Estados Unidos y México, Santa Anna estaba viviendo en Cuba como exiliado a causa de un revés político. Cuando percibió que tenía una oportunidad, regresó a su país natal, tramó un golpe contra el gobierno y, una vez más, se erigió como presidente y salvador de la patria.
Sin embargo, su táctica falló y el éxito de Estados Unidos en la guerra de nuevo obligó a Santa Anna a exiliarse, esta vez en Colombia. Otra vez reapareció en 1853 y se aseguró la presidencia por undécima vez. Santa Anna murió en México en 1876.

El presidente Mariano Paredes y Arrillaga
Mariano Paredes y Arrillaga fue uno de los principales manipuladores de la política mexicana durante el comienzo del siglo XIX. Fue un incondicional partidario de los españoles que nació en la Ciudad de México en 1797 y llegó a la mayoría de edad durante la Guerra de la Independencia en la que participó como oficial de los realistas. Cuando México surgió como una nueva nación, en el fondo, Paredes siguió siendo partidario de la monarquía.
Miembro de la facción política centralista, Paredes desempeñó varias funciones públicas y participó en luchas internas que le valieron el ascenso a general de brigada así como un breve período como secretario de guerra. Poco a poco se abrió paso hacia la política presidencial en 1841 dirigiendo un golpe de estado contra el presidente Anastasio Bustamante y haciendo cumplir las políticas del nuevo jefe del poder ejecutivo, el general Antonio López de Santa Anna. Tres años más tarde se levantó contra su nuevo jefe, provocando su exilio a Cuba. Mientras tanto, la tensión entre Estados Unidos y México aumentaba.
En medio de este caos político, José Herrera surgió como presidente de México y buscó una solución pacífica a los problemas que enfrentaba la nación, pero a fines de 1845 fue depuesto por un golpe militar liderado por Paredes, quien se instaló en la presidencia. Allí esperaba enfrentarse con Estados Unidos en una guerra de proporciones limitadas para aumentar el poder de negociación en el gran juego diplomático. También esperaba recibir una indemnización por Texas y que los poderes europeos intervinieran. Su apuesta falló porque las fuerzas estadounidenses derrotaron una y otra vez al ejército mexicano en mayo de 1846. En agosto, Paredes se vió derrocado por el golpe militar dirigido por un vengativo Santa Anna.
Paredes huyó a Europa y volvió brevemente a México como un crítico declarado del Tratado de Guadalupe Hidalgo. Regresó a Europa pero volvió a México en 1849, donde murió deteriorado física y económicamente.

Juan Almonte
Juan Almonte fue un general, político y diplomático mexicano durante uno de los períodos más difíciles de la historia de su país. Nacido en 1803, Almonte viajó a Estados Unidos en busca de ayuda para la independencia mexicana y volvió unos años más tarde como estudiante a New Orleans. Su conocimiento de Estados Unidos, su educación, sus vínculos familiares y su gran talento hacían de él alguien naturalmente preparado para desempeñar una variedad de tareas militares y diplomáticas en la década de 1820. Viajó a Texas en 1834 y compiló un informe acerca de las crecientes tensiones que había allí. Volvió en 1836 como parte del ejército del general Antonio López de Santa Anna y fue capturado en la Batalla de San Jacinto.
Tras ser repatriado a México, Almonte ascendió a general de brigada y continuó su brillante carrera política, fungió como secretario de guerra y marina en 1839 y 1841 antes de asumir el cargo de embajador en los Estados Unidos en 1842. Ejerció esa función durante el período previo a la guerra entre Estados Unidos y México. Al avecinarse la guerra, volvió a México y se postuló como candidato a presidente, pero no tuvo éxito. Luego, se sumó a un golpe de estado en contra del ganador, José Herrera. En 1846 fungió varias veces como secretario de guerra y marina y secretario de hacienda del gobierno del presidente Mariano Paredes y Arrillaga. Almonte estuvo desempleado durante el transcurso de la guerra entre Estados Unidos y México, cuando el general Antonio López de Santa Anna derrocó al régimen de Paredes. Después del conflicto, perdió por segunda vez las elecciones para presidente, nuevamente contra Herrera. Almonte murió en 1869.

El general Mariano Arista
Mariano Arista fue un soldado y un patriota en la época de la formación de México. Nacido en la ciudad de San Luis Potosí (ubicada en el centro norte del país) en 1802, comenzó su carrera militar prestando servicio a España, pero apoyó la independencia mexicana en 1821. Rápidamente ascendió en los rangos del ejército nacional y llegó a ser general de brigada en 1831. Arista solía apoyar las causas centralistas hasta que los reveses políticos lo llevaron al exilio en Estados Unidos.
Cuando el general Antonio López de Santa Anna se declaró dictador en 1835, Arista volvió a México y trabajó para ese gobierno y para los siguientes presidentes participando en diversas oficinas y juntas militares. En última instancia llegó a ser comandante general del Estado de Tamaulipas. Arista combatió a los franceses en Veracruz en 1839, pero fue capturado. Poco después, se retiró de la vida pública.
El presidente Mariano Paredes y Arrillaga llamó a Arista en 1846 y le dió la orden de tomar el mando del Ejército Mexicano del Norte para oponerse al avance estadounidense a través de Texas. El general Arista perdió una serie de reñidas batallas contra el general estadounidense Zachary Taylor en abril y mayo, dando comienzo a la guerra entre Estados Unidos y México. Esto sembró el caos en su ejército. Fue una derrota que terminó con su mando activo en el campo de batalla.
Después de la guerra entre Estados Unidos y México, Arista volvió a la vida pública como un incansable defensor de las reformas militares, lo que le dio publicidad y ayudó a que el congreso nacional lo designara presidente en 1851. Su esfuerzo por inculcar auto estima y disciplina en el ejército condujeron a una revuelta de oficiales en 1853 y a su remoción del cargo. Arista, abatido por esa traición, partió para Europa poco después y murió en 1855.

Continuará…

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