lunes, septiembre 19, 2011

Qué herido, México, ¿qué vamos a celebrar?


“Nuestro calendario está poblado de fiestas. Ciertos días, lo mismo en los lugarejos más apartados que en las grandes ciudades, el país entero reza, grita, come, se emborracha y mata en honor de la Virgen de Guadalupe o del general Zaragoza. Cada año, el 15 de septiembre a las once de la noche, en todas las plazas de México celebramos la fiesta del Grito; y una multitud enardecida efectivamente grita por espacio de una hora, quizá para callar mejor el resto del año.” Octavio Paz. ‘Todos santos, día de muertos’; El laberinto de la soledad.

Habitamos en un país en el que el exhibicionismo público y la vanidad son filosofías que la sociedad asume como correctas y dentro del estilo de vida nacional. México lindo y qué herido.
El día a día se ha convertido en un festín de incertidumbre y miedo maquillado de fiesta que celebra, por enésima vez, una independencia que no hemos conocido desde el siglo XIX.
¿Qué vamos a celebrar? Nuestra identidad nacional eclipsada por el modo de vida “americano” obliga a una parte de los mexicanos a “seguir con el espectáculo” y gritar, al menos durante un breve lapso de tiempo un Viva México a modo de exorcismo. Porque nos hemos vuelto indiferentes ante los detalles simples de la vida; perdimos la capacidad de asombro y, peor aún, consideramos enemigo –casi una escoria humana- a nuestros compatriotas, tan solo por haber nacido en una entidad diferente a la nuestra. El nativismo también conduce al fascismo.
¿Cuántos gritos de auxilio se ahogarán en el oscuro cielo de la noche mexicana? Gritos que piden una oportunidad para estudiar, para construir un país con progreso a base de trabajo bien remunerado. En México se escuchen ayes de dolor y pena, pero también se escuchan los gritos ahogados de las madres que han perdido a sus hijos a manos de un fantasma que se niega a desaparecer.
México huele a tragedia. Duele en el alma. Miles de voces huastecas, mayas, mestizas, de todas las etnias y todas las culturas son ignoradas, como una especie de vergüenza por el pasado prehispánico.
Sin embargo la fiesta debe continuar porque, ante el mundo entero, debemos presentar siempre la misma cara bonita. No hay máscara de luchador que represente la ira contenida o la desesperación por no encontrar un trabajo que asegure un futuro brillante para nuestros hijos, hermanos y compatriotas.
México es mucho más que una simple fecha para gritar a todo pulmón “¡Viva México, cabrones!”. El México realmente independiente no pierde ciudadanos que se van a Estados Unidos en busca de un mejor futuro económico; un México independiente no cifra su patriotismo en cuentos de hadas y niños héroes ni en luchas armadas que no se ganan a favor de todos.
Gritamos “viva México” muriendo a la sombra de un régimen que se llena la boca de viandas inalcanzables para un mexicano que vive con el salario mínimo; gritamos hacia un palacio nacional o un palacio de gobierno como si las piedras tuvieran la culpa de los errores cometidos por personajes oscuros de la historia mexicana.
Gritar hasta que el vientre se vacíe de nuestros temores y debilidades, de nuestra mala costumbre de meterle el pie a los semejantes, a los paisanos que buscan el desarrollo profesional. Gritemos hasta derribar la impalpable barrera de la intolerancia e ignorancia para comenzar a convivir y crecer como Mexicanos. Gritemos hasta que la voz del Pueblo resuene en los oídos del sordo empresario o gobernante y se abran las puertas hacia el desarrollo social e individual.
Gritemos que somos mexicanos y que viva nuestra nación en la paz social y no la de los sepulcros.
Mientras tanto, la verdadera lucha por una independencia comienza por cada uno de nosotros. La revolución cultural empieza donde nuestra conciencia se abre a la luz del conocimiento.
La verdadera independencia comenzará cuando estemos convencidos de nuestra fuerza como nación, en armonía con todas las formas de vida y cultura.

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