HARPAGÓN. Muy mal hecho. Si sois afortunado en el juego, deberíais sacar provecho de ello y colocar a un interés decente el dinero que ganáis, a fin de encontrároslo algún día. Quisiera yo saber, para no referirme a lo demás, de qué sirven todas esas cintas con que vais cubierto de pies a cabeza y si media docena de agujetas no bastan para sostener unas calzas.
Molière. El Avaro, Acto Primero, Escena V.
¿Realmente no hay dinero para pagar actividades culturales? ¿Cuánto dinero nos gastamos en una tarde de compras en la plaza comercial? ¿Cuánto dinero más en baratijas que a nadie sirven al final de cuentas?
Han sido éstas las preguntas que salen en conversaciones con amigos y compañeros de profesión cuando, al preguntarnos por cuanto debemos cobrar por unas clases de danza, por un cuadro pictórico, por unas clases de música o de idiomas. Nos detenemos a pensar en el poder adquisitivo de la población de la ciudad, si acaso a un padre de familia le alcanza para pagar una actividad lúdica para sus hijos -si es que éstos están interesados en ello- o para asistir a un espectáculo artístico diferente a lo habitual.
Respeto merecen los que tienen otros gustos y los que gastan el fruto de su trabajo en lo que les complace. Al final de cuentas, todos hacemos la misma actividad, nos gusta gastar en uno que otro capricho.
El problema radica en aquello de que “en esta ciudad nadie pagaría por unas clases de ballet o de música, ¿para qué? Si nadie sale beneficiado y además, esas cosas son caras y son para los fresitas burgueses”.
Durante mucho tiempo se manejó el mito de que ésta ciudad no estaba preparada para un centro comercial ni grandes multicinemas. Así pues, hace unos años se hizo realidad el sueño de muchos de tener un lugar a la altura de las capitales del país. Y sí, me gusta ir al centro comercial y sentarme a tomar un helado o un cafecillo y ver pasar a la gente, lo mismo lo disfruto que si me siento en el muelle a observar a las aves y las olas del mar. Repito, el problema está cuando se le da la espalda a cosas que son básicas en el desarrollo humano y profesional.
Tal vez, un niño no se vaya a dedicar el resto de su vida a la pintura, a la música o a la danza, pero el acceso a la cultura es un derecho que debe estar al alcance del niño. Un niño siente curiosidad por tales actividades porque su naturaleza le mueve a buscar cosas nuevas, conocer su entorno y experimentar emociones.
Ahora bien, eso de que “no hay dinero para pagar clases en el taller de equis actividad” me hace suponer que en el fondo no les interesa que sus hijos adquieran una educación complementaria a su desarrollo. Resulta simpático ver las largas filas de gente dispuestas a pagar mercancía en una tienda departamental, o los grupos de gente comprando cervezas en los mini super –claro, cantidades casi industriales- y las largas cuentas que se pagan en los antros de moda.
Pero ¡Oh no! ¿cómo voy a pagar cien pesos por tres clases semanales de pintura? Una de las librerías de la ciudad vende ejemplares de grandes obras de la literatura universal en menos de 30 pesos. Lo mismo en otras. Discos con música clásica, jazz, new age, para todos los gustos, en menos de 80 pesos.
Con la apertura del centro comercial y el complejo multicinema, queda en entredicho aquello de que “en Chetumal nadie tiene para pagar educación y cultura”. Creo yo que el mito ha sido aclarado.
Con esos ejemplos, queda claro que el arte y la cultura no está reducida a la extinción y tampoco es exclusiva de las clases altas. Es muy rico irse al cine, es más rico aún tomar una cerveza de vez en cuando y más cuando uno se compra un adornillo. Pero resulta triste ver cómo se regatea por un cuadro que un artista se ha esmerado y sacrificado horas enteras en crear. Se abarata el arte y se reduce a un artículo menospreciado y de “nula necesidad”.
El dinero viene y va, lo imprimen a diario en el banco, trabajamos para ganarlo, sea poco o mucho. Pero tenemos una vida y no vamos a regresar, nadie va a regresar para ocuparse de una actividad lúdica, ni los que se pasaron la vida entera en crear arte van a regresar a vivir una vida dedicada a los placeres de la vida misma. Para todo hay un tiempo, para todo hay oportunidad. No hay que cerrarle la oportunidad al arte.
Acaso ¿en esta ciudad es más importante el gasto en bebidas alcohólicas que en educación y cultura?
Molière. El Avaro, Acto Primero, Escena V.
¿Realmente no hay dinero para pagar actividades culturales? ¿Cuánto dinero nos gastamos en una tarde de compras en la plaza comercial? ¿Cuánto dinero más en baratijas que a nadie sirven al final de cuentas?
Han sido éstas las preguntas que salen en conversaciones con amigos y compañeros de profesión cuando, al preguntarnos por cuanto debemos cobrar por unas clases de danza, por un cuadro pictórico, por unas clases de música o de idiomas. Nos detenemos a pensar en el poder adquisitivo de la población de la ciudad, si acaso a un padre de familia le alcanza para pagar una actividad lúdica para sus hijos -si es que éstos están interesados en ello- o para asistir a un espectáculo artístico diferente a lo habitual.
Respeto merecen los que tienen otros gustos y los que gastan el fruto de su trabajo en lo que les complace. Al final de cuentas, todos hacemos la misma actividad, nos gusta gastar en uno que otro capricho.
El problema radica en aquello de que “en esta ciudad nadie pagaría por unas clases de ballet o de música, ¿para qué? Si nadie sale beneficiado y además, esas cosas son caras y son para los fresitas burgueses”.
Durante mucho tiempo se manejó el mito de que ésta ciudad no estaba preparada para un centro comercial ni grandes multicinemas. Así pues, hace unos años se hizo realidad el sueño de muchos de tener un lugar a la altura de las capitales del país. Y sí, me gusta ir al centro comercial y sentarme a tomar un helado o un cafecillo y ver pasar a la gente, lo mismo lo disfruto que si me siento en el muelle a observar a las aves y las olas del mar. Repito, el problema está cuando se le da la espalda a cosas que son básicas en el desarrollo humano y profesional.
Tal vez, un niño no se vaya a dedicar el resto de su vida a la pintura, a la música o a la danza, pero el acceso a la cultura es un derecho que debe estar al alcance del niño. Un niño siente curiosidad por tales actividades porque su naturaleza le mueve a buscar cosas nuevas, conocer su entorno y experimentar emociones.
Ahora bien, eso de que “no hay dinero para pagar clases en el taller de equis actividad” me hace suponer que en el fondo no les interesa que sus hijos adquieran una educación complementaria a su desarrollo. Resulta simpático ver las largas filas de gente dispuestas a pagar mercancía en una tienda departamental, o los grupos de gente comprando cervezas en los mini super –claro, cantidades casi industriales- y las largas cuentas que se pagan en los antros de moda.
Pero ¡Oh no! ¿cómo voy a pagar cien pesos por tres clases semanales de pintura? Una de las librerías de la ciudad vende ejemplares de grandes obras de la literatura universal en menos de 30 pesos. Lo mismo en otras. Discos con música clásica, jazz, new age, para todos los gustos, en menos de 80 pesos.
Con la apertura del centro comercial y el complejo multicinema, queda en entredicho aquello de que “en Chetumal nadie tiene para pagar educación y cultura”. Creo yo que el mito ha sido aclarado.
Con esos ejemplos, queda claro que el arte y la cultura no está reducida a la extinción y tampoco es exclusiva de las clases altas. Es muy rico irse al cine, es más rico aún tomar una cerveza de vez en cuando y más cuando uno se compra un adornillo. Pero resulta triste ver cómo se regatea por un cuadro que un artista se ha esmerado y sacrificado horas enteras en crear. Se abarata el arte y se reduce a un artículo menospreciado y de “nula necesidad”.
El dinero viene y va, lo imprimen a diario en el banco, trabajamos para ganarlo, sea poco o mucho. Pero tenemos una vida y no vamos a regresar, nadie va a regresar para ocuparse de una actividad lúdica, ni los que se pasaron la vida entera en crear arte van a regresar a vivir una vida dedicada a los placeres de la vida misma. Para todo hay un tiempo, para todo hay oportunidad. No hay que cerrarle la oportunidad al arte.
Acaso ¿en esta ciudad es más importante el gasto en bebidas alcohólicas que en educación y cultura?
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