lunes, febrero 05, 2007

El ego: cáncer de los artistas.

El mundo del arte es a veces como un circo lleno de sorpresas y espectáculos. Esto es una concepción bizarra de mi parte quizá. Existen las personas dedicadas al arte que se han convertido a sí mismos en un foro al egocentrismo. Obviamente no generalizo ya que existen muchos compañeros más que conservan los pies sobre la tierra.
Parece una constante el mantener la mente muy lejos de la idea terrenal de pertenecer a la raza humana. No en vano, los que no se dedican a crear el arte y sí a disfrutarlo, nos han señalado como “seres ultra elitistas y snobs”. Pero, ¿a quién culpar? Me temo que a nadie.
Lejos de justificar actitudes quisiera señalar algunos defectos en los que incurrimos algunos “artistas”. Para empezar, no nacimos creando obras maestras. Fuimos dotados de un don –cada quien tendrá la idea personal acerca de dónde proviene su “don”- que fuimos desarrollando a través de los años a base de mucho trabajo. Sufrimos, triunfamos, compartimos y hemos sido influidos por otras vertientes ideológicas.
Los hay quienes asistieron a una escuela de arte, conservatorio, academia de ballet, etc. Hay quienes fueron autodidactas. Recuerdo cuando asistía a escuela de música, ya hace algunos años. Solía sentarme a conversar con mis compañeros de carrera y siempre teníamos charlas variadas, contábamos chistes y hablábamos de nuestros sueños y metas. Tiempo después, se acabaron esas charlas y los egos –de algunos cuantos- habían salido a flote y lo que alguna vez fue camaradería se convirtió en una lucha encarnizada por acabar con la “competencia”.
Podría contar muchas anécdotas pero no me agradaría acabar en la sala de urgencias a causa de una peritonitis.
Otra escena patética es aquella cuando un pintor critica a otro porque, simplemente, su obra no le parece “refinada” ni propositiva –aunque el que critica no haya presentado nunca su obra en alguna galería-, o aquella otra cuando un bailarín hace el “berrinche” de su vida porque el pianista no toca el acompañamiento musical de la manera en que, según el bailarín, debería ser.
Hay muchas otras situaciones, muy “monas” por cierto.
Siendo como son las cosas en este país, donde el arte y la cultura son cosas “intrascendentes” e innecesarias para el sistema de gobierno, ellos nos ven divididos y la tienen de gane en su cruzada por desaparecer todo rastro de actividad artística y cultural.
Así es mis estimados compañeros. En lugar de tirarnos piedras y dividirnos en luchas vacías, deberíamos estar más unidos por un bien común. Ya saben cual. De seguir así, estaremos recreando un formato televisivo que tanto se ha criticado en sus charlas de café: “el reality show” y entonces sí, habremos abaratado más nuestra actividad.
Apuesto por la razón, la camaradería y la creación de obras, la convivencia entre las disciplinas artísticas y por una lucha contra la monopolización del arte (¿quién dijo que sólo unos cuantos lo pueden crear?). Cada artista es bueno en lo que realiza, no importa cual disciplina, merece respeto y admiración. Lo malo está en ufanarse de crear y ser excelente creador y limitarse a tomar tazas y tazas de café durante horas. Me encanta sentarme en un café y hablar durante horas, pero prefiero que no sea de arte porque, para todo hay un tiempo y hay un lugar –como dirían The Byrds: “to everything, turn, turn, there is a season, turn, turn- pero si voy a hablar de arte, que sea porque ya llego con una propuesta. También me gusta tener muchos amigos artistas, me gusta escucharlos y que me compartan sus experiencias, eso es lo que enriquece al espíritu.
Pero por favor, si van a exaltar al ego y a menospreciar las actividades de los demás, mejor no digan nada. Sigan bebiendo su cafecito de Chiapas.

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