jueves, septiembre 28, 2006

El sonido de los colores (cuando olvidamos que la vida brilla alrededor de nosotros)


Hay un poema de Ricardo Pessoa, de la colección de Odas de Ricardo Reis, en el cual un verso dice: “A plena luz del día incluso los sonidos brillan…”. Fue así, como una revelación, que los colores que adornan los días de nuestra historia aparecieron ante mí. Sucedió mientras me trasladaba en un taxi hacia el centro comercial de la ciudad, luego de visitar una librería del centro.
El cielo lucía nublado hacia la parte norte mientras que por la parte de la bahía se filtraba el sol del próximo verano. Acostumbro llevar unos lentes para el sol, con micas amarillas y armazón de pasta negra, delgado. Siempre me ha parecido un “viaje” maravilloso observar a las personas, los lugares, los objetos y demás elementos de la vida cotidiana a través de mis gafas amarillas. Pero era por la simple razón de no querer ver los colores reales para no distraerme durante horas con la belleza que esos colores destilan.
El ritmo de vida no nos deja un espacio dentro del concepto abstracto del tiempo para disfrutar de los colores del mundo. Vivimos ensimismados y absortos en una encarnizada lucha contra nuestros rivales de trabajo, creemos que la actividad del ocioso es el veneno destructor de de horas-dinero; sin embargo y conforme transcurren los días, nos vamos perdiendo en el remolino de la automatización.
Así es, pasado los treinta años –o la nueva edad a partir de un trabajo fijo- perdemos cada vez más de nuestra esencia humana para volvernos más insensibles a lo que la vida nos brinda.
Esa fue la primera reflexión, mientras el taxi avanzaba por calles llenas de baches. Amenazaba una lluvia fuerte que al final no cayó sobre todo Chetumal. Ese cielo ennegrecido por las nubes cargadas de lluvia fue el fondo que hizo resaltar el rojo de los flamboyanes, los pechos amarillos de las aves, el verde de los arbustos.
Había olvidado que en esta región del país –en realidad, en cualquier región del país lejos de la contaminada Ciudad de México- los colores brillan más. El sonido de los árboles, del mar, del agua de las fuentes, el pecho de las aves, son los sonidos que brillan bajo el sol del verano chetumaleño.
¿Acaso yo era el único que lo notaba o lo había notado durante veranos pasados? Hacía falta un cielo negro para regresar al sonido primordial de la naturaleza. Quise compartir ese momento de olvidada epifanía con el conductor del taxi pero dudé, recordé que el señor estaba trabajando para ganarse la vida aunque la vida se le estuviese yendo detrás del volante. Y es que, en realidad, la vida se nos va detrás de las computadoras, de los escritorios, dentro de las aulas y las oficinas.
Tal vez la gente actúa como escribió Fernando Pessoa:

“A plena luz del día incluso los sonidos brillan
Por el reposo del amplio campo se demoran (…)
Quisiera, cual sonidos, nacer de las cosas
Pero no ser de ellas (…)”

martes, septiembre 26, 2006

¿De qué país hablaban los profesores y los maestros de ceremonias?

Independencia, fiesta mexicana, grito y juegos pirotécnicos. Elementos que parecen más un cliché que un verdadero motivo de orgullo. Aún quedan niños que se entusiasman por esta “celebración”, quedan mexicanos que vibran durante la fiesta patria y gritan y cantan con orgullo su himno nacional. Pero hoy, a estas alturas de la historia de México y de mi propia vida, ya no me entusiasman las fiestas patrias.
Si bien esto es un tema extemporáneo, el eco de lo que los mexicanos “celebraron” hace unos días resuena en mi cabeza como idea persistente en una noche de insomnio.
Para empezar, el escenario de una fiesta popular mexicana en 15 de septiembre realizada en nuestros días no es ni la mínima parte de lo que se acostumbraba a principios del siglo XX, en el que los motivos mexicanos adornaban los parques. No hablo de pendones ni publicidad típica de las instituciones burocráticas con los rostros de los héroes de la patria (o la cara sonriente de un servidor público) sino de aquellos adornos de papel de china con los colores de la bandera, los aromas de los dulces típicos, la comida, los utensilios, la vestimenta y la música. Podría parecer conservador a simple vista pero también esa idea sería un triunfo más de la globalización el aceptar el panorama actual.
En la primaria nos enseñaron que los Niños Héroes dieron su vida por la patria, que Juan Escutia envolvió su cuerpo con la bandera para evitar que cayera en manos enemigas (suficiente para hacernos creer en un acto heroico) y que Miguel Hidalgo llamó a los mexicanos para luchar en pos de su libertad y sus derechos, como acertadamente vociferó uno de los maestros de ceremonias durante la noche del grito en la explanada de la bandera. Hay que hacer una revisión de los verdaderos motivos del inicio de la lucha de independencia y dejar de creer los cuentos de hadas que enseñan en la primaria.
Gritamos ¡Viva México! cuando permitimos que una bola de pillos venda al país pedazo por pedazo, nos volvemos cómplices de los vendepatrias que desmoronan la grandeza cultural, científica y social de México. Hablamos de una diversidad cultural, del orgullo por nuestras tradiciones y costumbres, de una abolición de la esclavitud y de “patria y libertad”, pero nos chutamos la fiesta del Halloween en la preparatoria, aceptamos a un Santa Claus y nos retacamos de amigos extranjeros cuando ni siquiera podemos llevar una buena relación con nuestro vecino del centro del país o el de la casa de a lado. Y si hablamos de abolición de la esclavitud y el fin del sometimiento indígena, aquellos “yuppies jipitecas” que tanto pregonan el respeto por las etnias del país primero deberían enseñarle a leer a la persona que les lava la ropa sucia en lugar de relegarla a simples tareas domesticas, llamarla por su nombre en todo momento y evitar el apodo de “chacha”.
La “fiesta de la Independencia mexicana” se ha convertido en el escenario multicolor donde los gobernantes hacen alarde de gritos, poses y ademanes dentro de un escenario con una invisible línea divisoria que separa a un pueblo mal comido, analfabeta y conformista, de una sociedad preocupada por su traje de noche, que ejerce el poder, no para el beneficio de su pueblo sino para acceder a un lugar en la zona VIP.
Soportamos una y otra vez la misma tonada subliminal: “los héroes que nos dieron patria, que lucharon para que vivamos en un país libre y pacífico, en un país donde todos vivamos como seres humanos y orgullosos de nuestra cultura”.
¿País pacífico? Últimamente aparecen fotografías de un paraíso terrenal ensangrentado y lleno de cabezas. ¿Un país donde vivamos como seres humanos? “Mostradme un(a) mexicano(a) saludable, alfabetizado al 95 por ciento, humanizado y libre y comenzaré una revolución cultural”… sin olvidar a las miles de mujeres golpeadas, violadas y asesinadas, los niños de la calle y los ancianos abandonados en las banquetas y en los rincones de nuestra memoria. ¿Orgullosos de nuestra cultura? Ya mencioné que nos disfrazamos de “algo” en lugar de montar un altar con respeto y de la manera correcta para nuestros difuntos, no digamos ya de los que vibran con el “Huapango” de José Pablo Moncayo sin tener la menor idea de lo que es un “Son”.
México es un cuadro surrealista en el que la dicotomía es el elemento principal. México libre e independiente es una utopía que rebasa todo discurso político, planes sexenales y publicidad en medios de comunicación.
México es un país rico y sus habitantes son pobres, pero no pobres económicamente sino culturalmente. Este país debe asegurar las garantías individuales para cada mexicano y no ser un país en el que los morenos sirvan las bebidas en el palacio de gobierno.

Nevermind, a 15 años desde su lanzamiento, sigue oliendo a espíritu adolescente.



Para el espíritu adolescente de los de mi generación… para Kurt, por supuesto.

Fue en 1992, entonces yo tocaba en el primer grupo de rock en mi vida. Lo que escuchaba en esos días no era ni la mitad de lo que escucho actualmente. Entonces un disco cayó en mis manos –más bien lo renté, pero si no pongo un poco de condimento, la historia sería muy plana-, un disco que había salido el año anterior y del que todo mundo hablaba. Algunos lo clasificaron dentro del moribundo “heavy metal”, otros como punk y unos cuantos más “letrados” le asignaron la etiqueta de “rock alternativo”. Poco después sería uno de los discos que definió al naciente movimiento Grunge a principios de los 90.
Ese disco era Nevermind… por supuesto, de Nirvana.
Cuatro acordes abren el primer corte del disco, cuatro acordes que se convertirían en todo un reto para los guitarristas en ciernes, acordes que después de los ocho segundos se convierten en la pieza estruendosa e inolvidable, con una letra casi incomprensible y sin sentido: Smells like teen spirit.
Nevermind fue lanzado el 24 de septiembre de 1991 y desbancó a Madonna y Michael Jackson de las listas de popularidad y Guns’n’Roses pasaron a ser historia.
Nevermind catapultó a Nirvana de la oscuridad relativa a las alturas del éxito comercial y crítico virtualmente de la noche a la mañana. El álbum alteró radicalmente el panorama musical, cambiando la atención del publico del hair metal de los 80’s al movimiento grunge basado en Seattle, Washington que dominó los primeros años de los 90’s. En el comienzo de su éxito, otras bandas del área de Seattle como Pearl Jam y Alice in Chains también tuvieron álbumes exitosos, y otros artistas de rock alternativo fueron repentinamente populares en la radio y se veían perseguidos por sellos discográficos.
Nevermind fue producido por Butch Vig (productor de discos de The Smashing Pumpkins y baterista de Garbage) y mezclado por Andy Wallace, que concentró las guitarras distorsionadas, la batería destructiva, el bajo retumbante y la voz caótica de la banda en un álbum diseñado para amplias audiencias, y colocó un estándar para la música rock de los 90’s. El cantante y guitarrista Kurt Cobain expresaría posteriormente que no estaba satisfecho con la producción por ser "ligero" y "amigable a la radio", pero también admitió en la biografía de Michael Azerrad de la banda, Come as You Are, que al escuchar al álbum lloraba.
La ahora legendaria portada del álbum muestra a un bebé desnudo nadando detrás de un billete en un anzuelo de pesca. De acuerdo a Cobain, él mismo concibió la idea mientras veía un programa de televisión con el baterista Dave Grohl sobre nacimientos en el agua. El anzuelo y el billete también fueron sus ideas, y fueron superimpuestas posteriormente. Geffen Records preparó una portada alternativa sin el pene, temiendo que ofendiera a algunas personas, pero cancelaron estos planes cuando Cobain dejó claro que el único compromiso que aceptaría entonces sería un sello que cubriera el pene, acusando a cualquiera que estuviera ofendido de ser un "pedófilo". La imagen alternativa fue incluida en el sencillo de "Come as You Are".

Las canciones de Nevermind
Smells like teen spirit.- Es la primera canción y el primer single del álbum de 1991 Nevermind, y es comúnmente considerada como la canción que llamó la atención de los adolescentes alrededor del mundo hacia Nirvana y el movimiento grunge. Muchos consideran a "Smells Like Teen Spirit" cómo el himno de los 90’s, e inclusive, el himno de la Generación X. Lanzada en 1991, la canción se encontró en una escena musical que veía el fin de la popularidad del hair metal de los Años 80’s. La canción, impulsada por su video musical, hablaba sobre una imagen de rebeldía adolescente que fue acogida por su audiencia. "Teen Spirit" también es ampliamente considerada como la canción "definitiva" del Grunge, y su popularidad le abrió las puertas a numerosas bandas de este género (como Soundgarden, Pearl Jam o Alice in Chains).
Cobain no creía que las letras tuvieran ningún significado específico. En una entrevista con MTV dijo: "Me doy cuenta que la gente espera... un ángulo más temático con nuestra música, sabes - ellos quieren "leerla". Pero lo que hice fue colocar pedazos de poesía y solo basura y material que me encantaba en aquel entonces, y muchas veces escribo letras sólo en el último minuto porque soy muy perezoso, entonces... ahí no puedo encontrar explicaciones..."
In bloom.- Fue lanzada como single en 1992. Previamente, a comienzos de 1990, la banda, antes de la llegada de Dave Grohl como baterista, había grabado una versión con el sello Sub Pop. La canción es un mensaje a muchos de los seguidores de la banda, que aunque disfrutaban sus canciones no sabían su significado. La principal muestra de esto es el coro, donde Kurt Cobain, líder de la banda y compositor de la canción dice "He's the one, who likes all our pretty songs, and he likes to sing alone, and he likes to shoot his gun, but he, know no what it means" que traduce "Él es el único al que le encantan nuestras canciones bonitas, y le gusta cantar solo, y le gusta dispara su arma, pero no sabe que significa".
Come as you are.- Come as You Are es recordada como una de las canciones más optimistas de Nirvana. Mientras que otras canciones de la banda contenían letras "oscuras", Come as You Are le da la bienvenida al oyente «como amigo». La canción tiene el tema general de la aceptación, invitando al oyente a hacer lo que el título dice («Ven como eres»). Sin embargo, también contiene un ligero aire de sospecha por el encuentro, particularmente la línea «And I swear that I don't have a gun», («Y juro que no tengo un arma») que es repetida varias veces.
Breed.- La letra fue escrita por Kurt Cobain, y la música por Krist Novoselic, Dave Grohl y el propio Cobain. La letra de la canción trata sobre Tad Doyle, líder de la banda Tad. El título original era "Imodium", debido al medicamento que debía tomar Tad Doyle, pero fue cambiado más tarde por problemas con los derechos de autor del mismo.
Lithium.- Era una de las canciones más comunes en el repertorio de los conciertos de la banda, y es una de sus más famosas. El nombre de la canción es atribuido a la tendencia del metal litio a encontrarse en estabilizadores de ánimo como el carbonato de litio y el orotato de litio; es por eso que se dice que la letra describe un trastorno bipolar. Sin embargo, hay mucha discusión sobre el significado exacto de la canción y su interpretación.
Polly.- Escrita aproximadamente en 1989, "Polly", junto a "About a Girl" y a "Been a Son", es una de las primeras exploraciones de Cobain en la escritura de melodías "pop". Fue dejada fuera del álbum debut, Bleach, porque Cobain creía que no era consistente con el sonido grunge de la banda en ese entonces. Sin embargo, encontró su camino en Nevermind, dos años más tarde, e hizo parte de los conciertos de la banda hasta la muerte de Cobain (y la consecuente disolución de Nirvana) en Abril de 1994. De acuerdo a la biografía de la banda por Michael Azerrad, Come as You Are, "Polly" es basada en la historia real de una mujer víctima de una violación en Tacoma, Washington. La joven, de 14 años, fue raptada en 1987 mientras regresaba de un concierto de punk rock, y posteriormente violada y torturada por su raptor. El único elemento que Cobain añadió a la historia es que la víctima logra escapar convenciendo a su captor para que la deje ir. Cobain narra la canción desde el punto de vista del violador (contrario a lo que haría en "Rape Me").
Territorial pissings.- La canción señalaba al final de varias de sus presentaciones el momento de destruir los instrumentos, como ocurrió en la presentación de la banda en el programa de televisión norteamericano Saturday Night Live. Alguna gente cree que la letra habla sobre cómo Kurt tenía como fantasía ser un alienígena cuando era un niño. Las líneas de introducción (habladas por Novoselic) son tomadas de la canción de The Youngbloods "Get Together".
Drain you.- La letra parece ser sobre relaciones parasíticas, específicamente, sobre la relación de Kurt Cobain con Tobi Vail del grupo Bikini Kill. En Nevermind, esta canción era considerada por Cobain mejor que "Smells Like Teen Spirit" y además en entrevistas decía que era la única canción que disfrutaba tocando en vivo. De acuerdo al productor de Nevermind, Butch Vig, en el DVD Classic Albums: Nevermind,"Drain You" era la canción que más usaba la grabación de varias pistas para grabar la guitarra en el álbum: una pista limpia y cinco pistas distorsionadas. Cobain no estaba a gusto con este método de grabación, y Vig tenía que decirle mentiras a Cobain, como que las pistas no se grababan bien o estaban mal afinadas, para tratar de hacerlo grabar más pistas. Varios de los extraños ruidos durante el puente de la canción son causados por varios de los juguetes de niños que Cobain llevó consigo al estudio.
Lounge act.- El título "Lounge Act" parte del hecho de que la banda sentía que la canción sonaba como una canción de lounge que una banda de bar tocaría. Kurt Cobain dijo de la canción: "La canción habla sobre tener una visión que es destruida por una relación, y sobre no ser capaz de terminar lo que haces artísticamente porque la otra persona se mete en tu camino". Se reveló posteriormente en el libro de Charles Cross sobre Cobain, Heavier than Heaven, que la canción era sobre la ex-novia de Kurt, Tobi Vail. Krist Novoselic ha afirmado que "Lounge Act" era sobre Tobi, y también dijo Kurt le escribió furioso en una carta (nunca enviada) a Vail que "Lounge Act" era la única canción escrita sobre ella y que nunca la tocaba a menos que su esposa Courtney Love no estuviese cerca.
Adicionalmente la línea "I'll arrest myself and wear a shield" ("Me arrestaré a mí mismo y usaré un escudo") es una referencia directa al logo de K Records que se tatuó en su brazo para probarle su credibilidad indie a Tobi y porque pensó que eran la discográfica de una de sus bandas favoritas, The Vaselines. Sin embargo, descubrió posteriormente que la disquera tan sólo se encargó de distribuir los discos.
Stay away.- La letra fue escrita por Cobain, y la música por Cobain, Krist Novoselic y Dave Grohl. La letra de la canción muestra un ataque de Cobain contra la conformidad. La línea gritada al final de la canción "God is gay" ("Dios es gay") proviene de una línea que Kurt colocaba en graffitis en edificios y camiones cuando era adolescente.
On a plain.- Fue una de las últimas canciones grabadas del álbum, y es fácilmente reconocido como uno de los momentos más "pop" en éste, con falsettos del baterista Dave Grohl al final de la canción.
Something in the way.- Durante mucho tiempo se creyó que “Something in the way” fue escrita acerca de un período de tiempo cuando Cobain era un adolescente sin hogar y dormía debajo del puente Young Street durante las noches, en su pueblo natal Aberdeen. Este mito, propagado por el mismo Cobain, fue despejado en la biografía Heavier than Heaven, el cual señala que Cobain habría sido arrastrado por el alto caudal del Río Wishkah de habr pasado la noche en ese sitio. En realidad, Cobain pasó ese tiempo durmiendo en el sofá de casas de amigos, en las cajuelas de los coches, en departamentos abandonados y en salas de espera de hospitales.

El “track” oculto, “Endless, nameless”
Algunas versiones en CD del álbum contienen una "pista secreta" llamada "Endless, Nameless", que empieza a los 13 minutos y 51 segundos de la pista 12 (alrededor de 10 minutes después de que "Something in the Way" termina). Ésta canción de "ruido semi-improvisado" fue grabada después de una toma particularmente estresante de "Lithium". La canción fue omitida de las primeras impresiones en CD del álbum debido a un error técnico.
Por razones desconocidas, la canción fue removida de las impresiones estadounidenses del álbum en 1994, y todas las impresiones posteriores de ésta región no contienen la canción. La canción también fue incluida como lado B en el sencillo de CD de 'Come as You Are', y la banda usualmente improvisaba la canción en vivo mientras destrozaban sus isntrumentos al final de algunos conciertos.

Nevermind alcanzó el Número 1 en la lista de álbumes de Billboard 200 y en la lista Heatseekers. Fue elegido como el mejor álbum del año en la encuesta Pazz & Jop de The Village Voice. En el 2004, fue una de las 50 grabaciones escogidas ese año por la Biblioteca del Congreso de Estados Unidos para ser adicionadas al Registro Nacional de Grabaciones.
Nevermind fue posicionado en el número 17 de la lista de la revista Rolling Stone de los 500 mejores álbumes de todos los tiempos.
Hoy, a 15 años de su lanzamiento, sigue oliendo a espíritu adolescente.

lunes, septiembre 25, 2006

La Gusana Ciega presenta oficialmente el disco “La rueda del diablo” en el Teatro Metropólitan.





Concierto con ambiente circense y fanáticos disfrazados.
“Esta noches ustedes pueden ser lo que quieran…”
Daniel Gutiérrez, vocalista.
Por Jaime Rodríguez
Fotos.- Jaime Rodríguez (Para el periódico Por Esto! y www.superbeelgc.com)

El teatro estaba casi lleno, algunos asientos vacíos pero tampoco se notó una desolación. De pronto se apagaron las luces y una secuencia musical se escuchaba de fondo, mezclada con los gritos de los fanáticos de La Gusana Ciega. Fortunae fue la pieza que sirvió de preludio a lo que estaba por comenzar, el telón abajo durante un minuto y la atmósfera circense inundó por completo el recinto elegido para la ocasión. “Tomen asiento y cierren bien las puertas del lugar, el espectáculo de hoy va a comenzar…” fue la bienvenida que Daniel Gutiérrez dio a los fanáticos que esperaron seis años para escuchar un nuevo disco de La Gusana Ciega (a cuatro años de su separación y un año del reencuentro). Emergiendo del telón y en medio de la oscuridad del escenario, Daniel abrió la presentación oficial del disco “La rueda del diablo” con el primer tema del disco, Tragasables, la noche del 23 de septiembre en el Teatro Metropólitan de la Ciudad de México.
Con trapecistas y un escenario ad hoc al concepto del disco (un parque de diversiones y el circo), La Gusana Ciega se presentó ante casi 3 mil personas que corearon los temas clásicos de la banda y algunos de los temas del nuevo disco. La banda telonera fue Eufemia y se encargaron de prender a los asistentes.
Un espectáculo onírico, mágico, cósmico y multicolor que nos llevó por los rincones de la vida y los sueños. Celofán, Invasión estelar, Luz interna, Si todo está bien y Venus en la arena fueron los temas sonados y que sirvieron para rascar la nostalgia en la piel de los fanáticos de toda la vida de La Gusana Ciega.
“Esta noche ustedes pueden ser lo que quieran” sugirió Gutiérrez, a partir de ese momento las imágenes proyectadas en tres pantallas sobre el escenario aderezaron cada pieza del nuevo material.
El performance no pudo faltar en esta ocasión, como en Celofán, en una pausa prolongada por unos segundos, los miembros de la banda se quedaron quietos, como estatuas. Loops de imágenes de cine silente adecuadas a cada tema.
Me puedes resonó en el teatro, primer sencillo del disco y una “continuación” de No puedo verte; Espacio sideral estuvo dedicada a León, hijo de Gutiérrez; Almuerzo al desnudo es una historia de erotismo: “pensando en aquella compañera de la oficina que nos atrae”.
El momento memorable dentro del concierto tocó para Fantástica electoral, canción dedicada a cierto personaje de la política mexicana (pudo haber sido también cualquiera de los otros). Es bien sabido que los gusanos no han sido una banda que incluya temas políticos en su música, más el ambiente que prevaleció en el país motivó al grupo a dedicarle un espacio dentro del disco y el espectáculo. Imágenes de López Obrador (principalmente), Felipe Calderón, Vicente Fox, Martha Sahagún, Brozo, Carlos Salinas y Ernesto Zedillo se quedaron en la memoria colectiva de los asistentes, como una especie de advertencia sobre las retóricas vacías de los políticos actuales. “Si ustedes quieren, hoy me autoproclamo Emperador del Universo, ¿están de acuerdo?... seré el Emperador del Universo ¡muchas gracias!” y una fanaticada entusiasmada respondió ante la sugerencia de Gutiérrez, parodiando al personaje de la canción.
La nostalgia por los temas clásicos volvió con Palabras sin hablar, canción que no habían tocado nunca en vivo pues “nunca nos salía bien”. Para esta canción invitaron a Víctor, trompetista de La Catrina.
La rueda del diablo cerró la primera parte del concierto. La banda suena más madura, muy unida, con garra y todos los integrantes están muy involucrados con su instrumento. Daniel Gutiérrez, Germán Arroyo, Luis Ernesto Martínez “Lu” y Jorge Vilchis han llegado al punto en que su sonido es inconfundible, en su música pasaron por los temas de la adolescencia y el camino hacia la madurez para llegar a un concepto basado en el parque de diversiones, las cartas del tarot y un motivo para la crítica política (sin llegar a profundizar en éste tópico).
Luego de cerrar con la primera parte del espectáculo, en las pantallas se proyectó el video de Me puedes. Entre gritos y silbidos que pedían la presencia de “los gusanos”, éstos aparecieron de nuevo sobre el escenario acompañados por los hijos de Daniel Gutiérrez y Germán Arroyo: “Queríamos presentárselos y ahora ellos vienen a decirles ‘buenas noches’”. También invitaron al escenario a Eliseo Santillán quien es el autor de Fortunae y amigo de la banda. Él estuvo encargado de los teclados en algunas de las canciones del nuevo disco.
El encore estuvo compuesto por No me tientes, No puedo verte, con un performance a cargo de Daniel: “esta canción la queremos dedicar a las mujeres quienes pueden llegar a ser más cabronas que los hombres”, una dramatización de cómo se puede llegar a sufrir por alguien y la venganza premeditada. La noche circense culminó con Tornasol.
Después de casi 30 canciones y dos horas de magia y viajes siderales, La Gusana Ciega agradeció a sus seguidores por el cariño demostrado durante diez años y por la espera del nuevo disco.


lunes, septiembre 18, 2006

Los mejores “viajes” mentales los tienen los niños… entre otras linduras y maravillas de la niñez.


Los mejores viajes mentales los tienen los niños. Así es estimados lectores, un niño tiene una capacidad extraordinaria que con el paso de los años se pierde hasta verse al espejo convertido en un adulto sin capacidad de asombro. Un niño puede convertir un simple jardín en un cosmos en el que descubre planetas y galaxias, hacer de un árbol muy alto un castillo con vista hacia un océano interminable en el que resguarda tesoros valiosos. Una niña puede imaginarse dueña del planeta, ser sensible a los problemas que día a día ve en los programas que sintonizan sus padres, ser doctoras y curar a su colección de muñecos –enfermos de una extraña viruela- con jugo de uva.
Los niños (en general, incluyo niños y niñas) suelen tener objetos recurrentes como herramientas de exploración del mundo, armas imaginarias, objetos que les otorgan poderes sobrenaturales: capas, varitas mágicas, un ejercito invencible de muñecos, tinas (que funcionan igual para bañarse que para navegar por el mar), paraguas (son excelentes como antenas parabólicas rastreando sonidos del espacio exterior), pianosaurios, guitarras de juguete.
Recuerdo que cuando era niño mi papá me compró un juego de microscopio, el cual incluía portaobjetos, pinzas y muestras de hormigas y tinturas. Entonces me creaba el ambiente de un laboratorio en un rincón del jardín donde solía jugar en las tardes de verano o después de la escuela. Con una amiga de la cuadra inventábamos pociones que nos permitirían volar y así viajar a otros lugares (aunque la poción fuera mero jugo de naranja con azúcar y colocarse en los ojos dos limones pintados a manera de visores); había muchos niños y siempre se armaban las “cáscaras” de fútbol, los juegos de las escondidas, el “stop”, los “encantados” o lo que aquí conocen como “pesca pesca”, los círculos formados en los jardines o patios llenos de tierra para contar cuentos de terror, en la noche, con luna llena. Nunca existirán mejores noches como aquellas, inolvidables y azules.
Los niños de mi generación vimos “La Guerra de las Galaxias”, jugamos en Scalextric, Tente, Playmobil, los juguetes Mi Alegría, crecimos con las caricaturas Don Gato y su Pandilla, la Pantera Rosa. ¡La Pantera Rosa era genial! Cada episodio era un viaje tremendo, como aquella en la que la pantera pelea contra un asterisco gigante o se come el escenario del fondo.
La música es un elemento importante en la vida de todo ser humano, y los niños no se quedan atrás. Una melodía puede generar miles de paisajes sonoros y videos mentales, servir como banda sonora de aventuras o generar la inquietud de crear tus propias melodías. No hay niño que no se embelece con la canción del Ratón Vaquero, que llore con La Muñeca Fea, que se acerque a un libro buscando “El tesoro del saber”. No hay melodía más dulce y hermosa que los cantos de la propia madre, suaves cantos que nos llevan a mundos de ensueños, tan poderosos que durante las noches de pesadillas pueden alejar a los monstruos debajo de la cama.
Los niños son seres abiertos a cualquier cosa nueva, esa es su naturaleza. La escuela castra los sentidos y los afectos, sin embargo abren los oídos y los ojos, la inteligencia se desarrolla si los niños tienen los maestros adecuados.
El mundo es más grande, eterno, mágico, incluyente, tolerante, democrático y la vida es leve y divertida vista desde la óptica de un niño. Quizá las personas que viajan por rumbos desconocidos en busca de nuevos horizontes no han perdido su alma de niño.
Hoy quise escribir sobre las maravillas que rodean a un niño, sus viajes mentales y sus objetos preciados. Tanto se escribe en los espacios culturales sobre literatura, pintura o música, palabras de intelectuales que sólo sirven para alimentar el ego de alguien más y que ya olvidaron su capacidad de asombro y su sed de aventuras.
Hoy (o el día que sea, no importan fechas) siempre debe vivir el niño que alguna vez fuimos. Tal vez olvidé detalles de la niñez, pero si alguno de ustedes recuerda algún viaje mental, agradecería me lo compartan.

Huele a espíritu ¿adolescente?


“En casa haciendo dibujos de cimas de montañas con él en la cima, un sol amarillo limón, brazos alzados en V y debajo un muerto sobre un charco rojo carmín.” Jeremy, Pearl Jam, 1992.

Últimamente me ha dado por poner un poco de atención en la programación de ciertos canales de videos en la televisión por cable. Teniendo un miembro de la familia que es ‘teleadicta’ –como todo buen adolescente actual lo es- es inevitable caer en las garras de la MTV o de la Telehit (valga el golazo). Conforme pasaban los videos de distintos artistas, me di cuenta de que un muro generacional se levantaba ante mis ojos y mi mente. Puedo definirlo de dos maneras: o he madurado y me volví inmune al veneno consumista o definitivamente soy un sangrón al que no le gusta lo que pasa en la tele.
Cierta ocasión, a la hora de la comida, tuve una discusión con mi hermana quien es fanática de todo lo que pasa en la televisión (bueno, no todo), a la cual le gustan los ‘grupos’ que ahí se presentan. He de admitir que hay grupos que comparto con ella y otros –son muchos- que no pero, bueno, su gusto al fin ¿qué puedo hacer? La discusión se dio a raíz de la presentación en Chetumal de los Panda. Supongo que para algunos lectores pasó desapercibido e intrascendente y a otros pues, les sacó de onda lo que escribí al respecto. Pero no utilizaré este espacio para rendir explicaciones, simplemente escribí sobre lo que presencié y tengo bases sólidas para defender mi óptica.
En fin. La cuestión es que hay muchas cosas en el medio de la música que me parecen una verdadera tomada de pelo, por no decir deprimentes. Yo también fui un adicto a la MTV cuando me pasaba horas esperando a ver el video de ‘Jeremy’ de Pearl Jam o el ‘Heart Shaped Box’ de Nirvana, incluso ‘When I come around’ de Greenday (que ya existía Greenday y me siguen pareciendo una excelente banda). Pero entonces, la programación tenía los espacios dedicados a la música alternativa, los unplugged, la serie animada de Daria y Beavis & Butt-head, Raizonica dedicada a rock en español, Headbangers dedicada al metal, rockumentales y muchos más que eran de las delicias de mis amigos y compañeros de la preparatoria. Incluso, creímos que era la única neta en música. Pasó un tiempo para darnos cuenta de que no era así, por lo menos yo ya me di cuenta desde hace algunos años.
Llama la atención la apertura que le han dado a la música Hip Hop y que muchos niños la creen una invención del siglo XXI cuando el Hip Hop lleva años en las calles de Nueva York y Los Ángeles y sonando en diversos circuitos del continente. Los Beastie Boys dieron mucha proyección a los nacientes grupos de Hip Hop y Rap.
Ahora lo que mola es el reggaetón, versión chafísima, facilona y vulgar de rap y reggae (que de reggae no tiene nada). Gwen Stefani se vio en la necesidad de matar a sus compañeros de No Doubt para venderse por unos millones de dólares por cantar r&b de la peor calidad.
¿Recuerdan a Kurt Cobain irrumpiendo en la escena con su sudadera a rayas, su rubia melena sin lavar durante días, los tenis Converse casi rotos, tocando con otros dos sujetos iguales una música estridente que no tenía nada que ver con el heavy metal de unos Guns & Roses desgastados? Entonces olía a espíritu adolescente y llegaron R.E.M., Pearl Jam, Smashing Pumpkins, Veruca Salt, Alice in Chains, Soundgarden, Blind Melon, Greenday y demás grupos que significaron una revuelta musical contra el establishment que Michael Jackson, Madonna y Guns & Roses habían impuesto.
Pero pagaron el precio de entrar a una disquera trasnacional, de pactar con la MTV. Cobain prefirió irse antes de caer en el lascivo pecado que los de Metallica, verse bonitos para gustarle a las niñas e incrementar sus cuentas bancarias. Entonces, un día de abril de 1994, muchos de mis amigos y compañeros despertamos con la noticia de que Kurt Cobain se había disparado un tiro con una escopeta en su casa de Seattle. Desde entonces se convirtió en una especie de mártir para una generación carente de un futuro que se definió más culturalmente que de manera demográfica. Después de Kurt cayeron otros como Shannon Hoon de Blind Melon; Kristen Pfaf, bajista de Hole. Todos esos grupos le cantaron a la desesperanza, al abandono paterno, a los grupos escolares que se burlaban de los “raros”, los estereotipos adolescentes, las inquietudes que surgen respecto al futuro. La Generación X tuvo un Woodstock que era más una parafernalia comercial que ideológica (tal cual como fue la Generación X, consumista)
Hoy surgen bandas nuevas pero, algo les falta, ¿quizá sea una muerte como la de Cobain o una probada de abandono paterno y la inagotable lucha por conseguir que su música llegue a muchos lugares, comprar una guitarra con el dinero conseguido de la venta de una escopeta? No, ahora vemos a una escuincla caprichuda y estúpida como Ashlee Simpson jugando a ser roquera y rebelde (que por cierto, la palabra rebelde ya provoca vergüenza y pena ajena), a una bola de niños bonitos, limpios, con ropas cuidadosamente escogidas y despeinados perfectos, con guitarras nuevas y un sonido clonado de alguna parte. Y todo eso surge de Estados Unidos, como los grupos antes señalados, con la diferencia de que ahora las disqueras lanzan productos y no artistas.
El resto de adolescentes consume el producto. Ellos ya crecieron con las directrices de no cuestionar nada de lo que provenga de la televisión, no pensar, no crear ni sentir, consumir a velocidades y cantidades groseras, no leer, no analizar y ni siquiera buscar sus propias raíces culturales; la cultura es una basura, sólo funciona la manera en que te vistes. Habrá quien critique o se sienta ofendido por lo que hoy escribo, sin embargo, mientras todos hemos vivido la etapa de la juventud como pudimos o nos permitimos, estos días muestran que la raza humana se va degradando cada vez más y la diversidad cultural se acaba.
Las discusiones generacionales son cosa de toda la vida pero siempre se llega a un acuerdo, uno madura. Las cosas se salen de control cuando permitimos que uno de esos chicos crezca sin identidad y sin una inteligencia crítica. Ellos pueden escuchar lo que quieran, es cierto, pero si de nosotros no reciben una educación sólida con bases humanas, culturales y científicas, regreso a lo mismo, habremos creado monstruos consumistas al servicio de un sistema asesino de ideas y culturas. Nada se arregla con prohibir pero se puede llegar a un acuerdo armónico si se dialoga, si hay entendimiento.
Después de todo, es divertido estar con la luz apagada, pero a mi no me gustan las canciones bonitas.

40 años de California Dreamin’ o cuando la nostalgia se convierte en un clásico.



Tenía 15 años cuando escuché esta canción por primera vez. Comenzaba el bachillerato y mi vida entraba a una nueva etapa, desde fumar cigarrillos a escondidas de mis padres, tocar la guitarra en lugar de estudiar álgebra y coleccionar discos LP con música de los 60. En una de esas búsquedas de música vieja, di con un casete recopilatorio de “clásicas”. La primera canción en uno de los lados disponibles para ser reproducido me atrapó –bueno, muchas canciones me han atrapado- desde las primeras armonías vocales. Ya había escuchado una versión de esa pieza en voz de un grupo británico llamado “The Seekers” pero no tenía la fuerza con que la cantaban los intérpretes originales. La canción era California Dreamin’ de The Mamas & The Papas, de 1965.
La canción fue escrita en 1963 por John Phillips y Michelle Phillips mientras ellos vivían en Nueva York, inspirada por la nostalgia de Michelle por California. En ese entonces, los Phillips eran miembros del grupo de folk New Journeymen. Los arreglos hechos por John Phillips eran interpretados por la voz dulce de Michelle, su esposa; Denny Doherty que hacía las veces de tenor y el poder de Cass Elliot que en muchos casos grabó solos.
Antes de ser un grupo los miembros se cruzaron en el camino mientras tocaban en Nueva York dentro del movimiento Folk de los años sesenta. En la medida en que el movimiento se fue abriendo a sonidos eléctricos, John, Michelle y Danny (que formaban un grupo en la época "The Journymen") se fueron a descansar a las Islas Vírgenes con el propósito de salirse del ritmo de la gran ciudad y encontrar nuevas fuentes de inspiración. Mientras tanto Cass los siguió hasta St. Thomas para unirse a ellos, pero con la resistencia de John Phillips que se cuestionaba la habilidad de Elliot de ajustarse al estilo que habían amoldado.
Fue en la Isla donde los cuatro cantaron juntos por primera vez y donde fundaron los sonidos armónicos que los caracterizaron. La experiencia sirvió para que John Phillips pasara del folk al folk-pop. En ese momento, Cass se marchó para California y el resto del grupo a Nueva York, no tanto por quererlo, sino porque el Gobernador de las Islas encontraba molesta su presencia. En la Gran Manzana se dieron cuenta que el trío no tenía espacio en ninguna parte y que era mejor buscar nuevos espacios. Siguieron a Cass hasta California y lograron, a través de ella, una audición con el productor Lou Adler.
Adler inmediatamente les ofreció un contrato con el sello Dunhill. Esto trajo la estabilidad que necesitaban para solidificar su estilo. Ahora sólo hacía falta un nombre. Éste vino, como ocurre en estos casos, de la casualidad. Michelle y Cass miraban televisión y notaron que la pandilla de motociclistas "Hell's Angels" le decían a sus mujeres "mamas". De ahí vino el bautizo a los varones como "papas".
Su primera grabación fue como coro para Barry McGuire. En ese disco se incluyó "California Dreamin'", que luego grabaron como un sencillo de la agrupación. La canción llegó al número cuatro de las listas a finales de 1965.
Fueron su estilo de cantar, los intrincados arreglos armónicos, el sonido y las canciones lo que hicieron a Lou Adler convencerse de su potencial. El grupo ofreció California Dreamin’ a McGuire para que la grabase, en agradecimiento por la conexión con Adler. A su vez, éste convenció a la banda a que grabaran una versión por su cuenta en el otoño de 1965.
Pero vayamos unos 2 años atrás. Es 1963, Nueva York vivía un invierno particularmente inclemente, especialmente para la californiana Michelle Phillips. Ella y John Phillips vivían juntos desde su primer año de matrimonio, él tenía 28 y ella 19. John tenía el hábito de caminar durante la noche alrededor del departamento, con su guitarra, trabajando tonadas. Una mañana, antes de que el sol saliera, despertó a Michelle y le pidió ayuda para terminar una canción:

All the leaves are brown and the sky is grayI've been for a walk on a winter's dayI'd be safe and warm if I was in L.A.California dreamin', on such a winter's day.

“Las palabras California Dreamin’ ya estaban en mi cabeza –recordó John Phillips en una entrevista antes de morir- comencé trabajando algunos acordes para la canción. Conforme avanzó la progresión de acordes, estos arreglaron la melancolía de la canción”. Michelle recuerda despertando cuando John le pidió ayuda para terminar la canción. Nunca le gustó escribir solo. En este caso, su nostalgia (de Michelle) dio la inspiración inicial y, después de que unieran sus mentes a trabajar, la vida en la ciudad dio más datos a la letra. Un par de días antes, Michelle dijo que quiso visitar la Catedral de San patricio: “Me gustaba visitar las iglesias –recordaría Michelle- y ahí es donde conseguimos la letra para el segundo verso.”

Stopped in to a church I passed along the wayWell, I got down on my knees and I pretend to prayYou know the preacher liked the cold, he knows I'm going to stayCalifornia dreamin', on such a winter's day.

La canción no fue destinada a una “gloria inmediata”. A través de los años ha sido una de la canciones más versionadas en las historia de la música popular. La forma de cantar del grupo fue bautizada como "el mejor invento" desde los Beatles por la revista Life. Su estilo respondía a sus individualidades, ropas de muchos colores, alegría, seriedad. El solo de flauta traversa en la canción es uno de los más hermosos y exóticos que la música popular haya tenido. Los coros en “estéreo” y las voces poseen esa nostalgia que transmite el texto, el cual con dos versos, funciona perfectamente. El primer verso juega el papel de coro. Dos minutos y 36 segundos de música memorable, una de las máximas expresiones de la música popular de los años sesenta. Casualmente, California se convirtió en el centro del movimiento hippie de la segunda mitad de la década, de este modo, al escucharla es inevitable imaginar a los jóvenes con cabello largo, los cuerpos desnudos de mujeres y hombres, hermosos ejemplares de una época tan lejana que influyó en el pensamiento moderno.
Sin embargo, a pesar del éxito el grupo se movía a partir de las grandes diferencias internas. A pesar de que John y Michelle estaban casados, ella y Denny se sentían mutuamente atraídos, lo que desembocó en una relación de la que John apensas sospechaba. Por otra parte Cass estaba enamorada de Denny y eso provocaba celos con Michelle. Toda esa presión y desconfianza aparecieron con letra y música en "I Saw Her Again, Last Night". En 1970 Michelle y John se divorciaron, 4 años después Mama Cass falleció de un ataque al corazón, lo mismo sucedió con John Phillips en el 2001.En 1986 entraron al Salón de la Fama del Rock & Roll.

Memoria fría.


Nadie me dijo que habría días así. Ni siquiera imaginé que llegaría a cierta edad con toda una carga de memorias sonoras o gráficas. Afuera brilla el sol y el cielo es de un azul inusual –quizá es porque aquí si existe un cielo azul- el viento sopla y mueve las copas de los árboles. En las calles la gente se apresura a comprar regalos que no se entregan entre ellos cualquier otro día. Es absurdo, regalar un objeto cuando se puede regalar lo más valioso de uno. Pero hoy en día es difícil luchar contra un fantasma global aún con nuestros sueños más poderosos.

Ayer pasé la noche escuchando la música que solía disfrutar siendo más joven que hoy. La música que no envejece por muchas arrugas que tengas en la frente al sonreír o emocionarte al oírla. Me he construido una máquina del tiempo con láser y vinil decorada con fotografías y tapas coloridas.
El aire nocturno es frío como las imágenes que evoca mi memoria. La primera vez que rompieron mi corazón me refugiaba en los acordes de “Pictures of You” como queriendo huir del dolor y al mismo tiempo aferrarme a un sueño que se desvanecía. Deseaba comerme al mundo entero –todos lo deseamos- y un poco más el universo, en ese viaje nunca estuve totalmente solo. Mientras caminas por un sendero que nadie se arriesga a tomar te encuentras con voces amigas.
Los sueños se construyen a solas y se comparten.
En días como estos me pregunto si debo contar mi vida por los veranos que he disfrutado o por las Navidades en que me he quedado solo. Llegó el momento de seguir adelante y que no vale la penan vivir todo el día en la cama. Nunca he soñado despierto sobre las sábanas… vendrá el momento en que podamos dormir eternamente.
Los sueños son el registro de nuestra vida, con esos sueños podremos vivir en “la otra vida” del modo que siempre lo hemos deseado.
La memoria es la esencia de los sueños que nos llevaremos a la eternidad. La memoria fría son días como estos, cuando muere un ciclo de cada década. Cuando actuamos como si realmente nos amaramos entre nosotros, cuando basamos el valor de nuestro cariño en costosos regalos.
El calor en el alma se comienza a consumir cuando olvidamos el verdadero sentido de los sueños.

Las viejas historias


Para mis abuelos Felis, Beto, Josefina y Mónica.

La nostalgia ha hecho presa de mí nuevamente. Y como de costumbre queridos lectores, me siento a escribir uno de mis relatos, o más bien memorias. Recuerdo las vacaciones de verano o invierno en que mis padres nos llevaban a mí y a mis hermanos a visitar a mis abuelos en Orizaba.
La casa de los abuelos está ubicada en una colonia muy conocida de la ciudad: la colonia Zapata. Frente a la casa se levanta el emblemático cerro de Escamela, y detrás el Cerro del Borrego. Por las mañanas se puede apreciar una vista del Pico de Orizaba. Cada noche, luego de cenar, nos quedábamos los primos y algunos tíos y tías, platicando con la abuela. Entre anécdotas del día y chistes, siempre salía una pregunta para la abuela, de cómo era la colonia cuando llegó a vivir ahí con el abuelo, de las leyendas de Orizaba que, según dicen, está llena de ellas.
Por alguna razón, a mi abuela le gusta relatar las leyendas o sus historias “de espantos” una vez que la noche ha llegado y no se escucha ni un solo ruido. Las charlas siempre se han hecho en la cocina, que es una pieza apartada de la casa y por la cual hay que atravesar un pequeño patio central.
Es un clásico el relato del “nahual”, de cómo un señor que vivía en una casa en la misma calle de la de mis abuelos, de noche se transformaba en un perro para luego aparecer en el patio de algún vecino, tirado sobre el suelo, dormido. Mi abuela cuenta las historias con breves pausas, como pensando o recreando las escenas en su mente. Tal parece que ella podía transmitir lo que piensa pues uno sentía el frío que describía en los ambientes, las presencias.
Todos los nietos callados, naturalmente no faltaba quien sintiera miedo –incluso yo- y no se atrevían a levantarse de la mesa para dejar sus trastes sucios en la pileta del patio. Mi abuela continuaba con sus relatos: de una supuesta laguna en lo alto del Cerro de Escamela, de los pasillos subterráneos que conectan a las iglesias de Orizaba y de cómo las religiosas de la época colonial, se deshacían del producto de sus pecados. Tales pasillos están llenos de almas en pena, de niños que suplican por vivir.
Son tantas las historias que mi abuela nos ha contado que relatarles en este espacio no sería suficiente.
Me gustaría viajar a Orizaba para grabar los relatos y tener un registro de esa tradición oral de relatar leyendas o historias sobrenaturales de una ciudad.
Conforme pasan los años se pierde identidad y la globalización arrasa con las costumbres. Las historias de vida ya no son del interés de las nuevas generaciones, ahora sólo se preocupan por comprar, por consumir historias insulsas que no dejen nada en su persona.
La experiencia de sentarse a conversar y compartir historias, sucesos, impresiones es algo que se ha perdido. Son esas cosas simples de la vida que enriquecen el espíritu, incluso hasta los silencios son deliciosos entre gente que tiene lazos estrechos de amor y amistad. Pero lo que no debe morir es la costumbre de narrar historias de padres a hijos, de abuelos a nietos.

sábado, septiembre 16, 2006

Huyendo de la realidad distorsionada, caminando hacia un sueño robado… gritando al cielo y muriendo sobre la arena.


Para alguien que existe, no sé en qué espacio ni en qué tiempo… esperando a que llegue.

Iniciando la secuencia entre ácido y en estéreo

A veces pienso que las personas más sanas son las que menos sufren
A veces pienso que el humo que expelen de sus bocas son las tristezas que no mueren
Se pueden dar pasos pequeños alrededor de sí mismos y no encontrar un sentido a la existencia.

Hay bocas que se unen, miradas que se encuentran y cuerpos que se pierden
Locos por la vida compartida.
No hay rencores manchando las paredes, colores en los dedos que dibujan
Formas sobre la piel.

Trazan líneas de vida sobre piedras, bajo cielos estrellados
Hacia el sur todas las nubes parecen menos distantes
Hacia el este llegan nuevos amaneceres.

Me coloco los audífonos y comienzo a volar
La secuencia me lleva por rincones celestiales, ausencia de voz
Sólo escucho el sonido de una cuerda.
Sintonizarte a ciegas para entrar en tu frecuencia
Las ondas en tu pelo despiertan mis sentidos
Suena la secuencia que me transporta hacia tu piel lunar.

El sueño cerca del mar
Soñé tu cuerpo desnudo sobre la playa, las olas cubrían tu paisaje lunar, una concha rozó tus caderas mientras la espuma resbalaba por tus muslos... sentí celos del sol que te acariciaba y la arena te hacía el amor... el cielo líquido que te humectaba... de mis ojos emanó el fuego que al cabo de pocos minutos te encendería y mis manos destrozaban las telas que cubrían tu pecho y tu vientre.
Llovió entre tus piernas y la arena nos cubrió como cómplice de una historia a punto de evaporarse entre manos y piernas, escrita con dedos y lenguas enredadas... soñé con tu voz gimiendo de placer, me llamaste por mi nombre y el cielo se abrió... el mar nos devoraba y tu sexo devoraba el mío... al fin me perdía en el abismo líquido envolvente, textos compartidos en la playa de la inocencia... el mar nos llevó muy lejos, morí dentro de ti... la sirena celestial.

Despierto y la secuencia ha llegado a su fin
Cuando volví del sueño me di cuenta de que había perdido mis brazos y piernas. Temblaban las paredes de mi refugio antisocial.
Por un momento mi estómago se convirtió en un mar interno de miedo, un mar que se que calentaba lentamente.
No he dejado de dormir anestesiado, ya nadie me puede salvar. Tu voz podría matarme, dentro de mi sólo queda miedo y un desierto infinito.

Memo Rex Commader y el corazón atómico de la Vía Láctea o la primera parada en un planeta alejado de nuestro sistema solar.


Luego de haber lanzado el EP The Room en octubre del 2005, bajo el sello disquero Noiselab, Zoé alcanzó un nivel de aceptación fuerte entre la audiencia. “Dead” fue el sencillo que se desprendió de este último material y mostró una nueva etapa en el sonido de la banda originaria del Distrito Federal. Pero eso no fue todo porque el material presentado hasta entonces era una muestra de lo que estaba por venir.
Memo Rex Commander y el corazón atómico de la vía láctea, el disco más reciente disco de Zoé, salió a la venta el 12 de julio de este año. Acompañado de una expectativa, videocast de la banda y la publicidad a través de su sitio web y el myspace.com, este disco significa un paso hacia adelante en su crecimiento como banda.
Si con sus discos anteriores (Zoé, Rocanlover) dibujaron un panorama lleno de viajes astrales, erotismo y sonidos siderales en las mentes y oídos de la audiencia, Memo Rex Commander es una especie de parada en un planeta muy lejano de nuestro sistema solar (tal como suenan las letras descriptivas de León Larregui, vocalista del grupo).
El primer corte de disco le da nombre al disco: “Memo Rex”. El loop inicial se acerca a una especie de llegada de la nave interplanetaria y se abre la puerta para dar paso a la exploración sonora por los paisajes del amor, el deseo, la paz, la tristeza y el desamor.
“Vía Láctea”, primer sencillo del álbum, atrae desde la primera escucha con un sonido particular que se repite en otros cortes del disco: las líneas del bajo y guitarra de estilo The Cure en la época de Seventeen Seconds. “Vía láctea” es la nostalgia por una figura amada, la piel que se anhela, los ojos en que se refleja aquel que llora por la ausencia del ser amado: “y todas las noches bajo la vía láctea parecen eternas si tú no estas (…) y la alfombra de tus sueños soy el rayo vagabundo, y desmaya y dolece pero no se apaga”. La música fluye con dinamismo, como una rápida huída por los rincones del universo en busca de alguien.
Reminiscencias del sonido “rocanlover” sirven para acompañar la idea casi mortal del deseo por volver a aquel rincón donde se compartió algo más que simples caricias lascivas… por lo menos para el protagonista de “Vinyl”. Cualquiera que haya tenido un encuentro con el oscuro objeto del deseo sabrá de lo que habla la letra. Mucha atención.
Hay mucho sonido británico en las piezas de Memo Rex que remite a bandas como Radiohead, The Cure, Belle & Sebastián o Mogwai. Phil Vinall se ha convertido en el productor “de cabecera” y en este trabajo se logra una obra pulida, con una conexión entre las canciones que nota en muchos pasajes melódicos e instrumentales.
Hay algo que distingue a este disco de los anteriores, desde el video de “Vía láctea” hasta el sonido del álbum: es más oscuro. El tempo musical en temas como “Corazón atómico”, “Nunca”, “The room”, “Paula” y “Side effects”, tan lento como uno quisiera que transcurriera la vida, describe en una escuchada privada el viaje por el universo que sugiere León Larregui.
Amor, desamor, deseo, miedo al amor, desesperanza, viajes astrales, alienación y materialismo, mujeres y amores de una sola noche son los temas que giran en el sistema solar de Memo Rex, personaje central de un disco que no raya en lo conceptual pero contiene un concepto bien estructurado.
Para los que acaban de conocer a Zoé encontrarán un disco difícil de digerir a la primera. No se trata del rock facilón “emo” ni de melodías pegajosas a lo “Panda” sino de una música que se escucha a solas, de noche, bajo las estrellas o bajo el techo cósmico de nuestra mente. Sin embargo, es un disco que termina por revelarse conforme se exploran las canciones, se disfruta el viaje sonoro y el universo de Memo Rex nos parece un lugar familiar a miles de años luz de la Tierra.

viernes, septiembre 15, 2006

Lo que sintió Elliott Smith antes de cerrar los ojos…

Amanece y todo parece igual que ayer. La noche anterior fue una fiesta funeral aburrida. En comparación con mis días de la secundaria o la preparatoria, esto podría ser el principio del fin. Esta no es la ciudad de ángeles en que todo transcurre en completa calma.
Llevo treinta veranos a cuestas y la noche del fin del mundo parece tan lejana, pero hoy tengo que levantarme a escribir sobre alguien más, sobre escenarios vacíos o de rostros efímeros en la vida cotidiana.
Las confidencias de un sueño no son suficientes para llenar páginas enteras de un apartado que nadie lee. ¿Y qué importa si alguien lee mis pensamientos y mis pesadillas?
Mis pasos ya no son los mismos de ayer. Las imágenes de un futuro incierto se amarraron a una hiedra y la lluvia en los ojos se evaporó entre dosis de Sertralina.
Suenan las 7:47. Despierto al día y sumergido en la somnolencia interna arrastro los restos de la noche anterior: amargo sabor en la boca, dolor en los huesos. Mi cuerpo se entrega al ritual cotidiano de la mañana, como si mi cuerpo se hubiese ensuciado de los pecados nocturnos. No creo en el pecado original.
Del televisor salen disparados los laberintos retóricos de aquellos que se vendieron a la oleada de fiebre azul. Vomitan, desean infectarnos pero yo estoy vacunado contra la falacia fascista.
El largo camino al trabajo es un vía crucis cuando el sol quema las sombras abandonadas a la espera de un soplo de vida. Quema como ácido sobre el metal cubierto de sarro. A lo largo de la avenida se dibujan los pálidos rostros de una vida conformista que no me pertenece.
Lo sé. Hay que morir un poco para vivir. Hay que vender el alma y crucificar los sueños de la adolescencia. Pero a veces el dolor crece y deja heridas a punto de gangrenarse. Es la señal inminente de que algo no anda bien dentro de nosotros.
¿Alguna vez has sentido cómo crece un ser que no es el que solías ser? ¿Has sentido cómo se amordaza aquel joven que gritaba a los cuatro vientos que el futuro estaba en sus manos? ¿Sabes cómo se siente la idea de la muerte durante la noche y cómo te envuelve la soledad durante la madrugada?
Repetir el mismo día una y otra vez, los mismos rituales, las mismas palabras, los mismos avances, las mismas portadas y los mismos encabezados.
A veces una dosis de Valemadrina ayudaría mejor que una de Sertralina, pero para sobrevivir en este mundo moderno no sirve de nada la Moralina, esa que se come con pan enlamado.
Puedo imaginar lo que sintió Elliott Smith antes de cerrar los ojos y ceder al sueño eterno… un hastío, un dolor que desgarra un grito enmudecido, la humedad de las lágrimas ausentes, el deseo de volar.
No obstante mis deseos son más grandes e interminables. Me encanta el rojo de la sangre en los labios de una mujer, el amarillo de los girasoles que cubren su vientre desnudo, el azul de unos ojos o del mar que nos arrulla en una oleada de éxtasis infinito, el negro del universo sobre sus hombros… las horas expandidas entre las sábanas, entre tazas de té.
Aún no llega mi hora de morir. Sobreviviré para morir lentamente mientras el dolor cede… aunque este mundo no me guste.

jueves, septiembre 14, 2006

La vida con sonidos en Technicolor.


Escribir sobre la música que me ha acompañado a través de mi vida, sería como subir a un árbol e intentar posarse en cada rama. Hay muchas ramas para empezar a subir por una sola. Mis primeros recuerdos musicales se remontan a los cantos de mi madre, amorosos arrullos para las noches de enfermedad o pesadillas. Justo antes de caer en las garras del sistema educativo, en la antesala decorada con cantos y juegos, ya había escuchado los primeros acordes del cuarteto de Liverpool de un disco que mi padre había comprado. Como niño estuve rodeado de música que me parecía sacada de un baúl lleno de disfraces multicolores e historias fantásticas: Cri-crí, Odisea Burbujas, Cepillín, Human League.
Por alguna extraña razón, algunos sonidos tocaban las fibras de mi ser, produciendo estados de ánimo como ninguna otra música lo hacía. Por entonces no contemplaba la posibilidad de dedicarme a la música pero sí soñaba con aprender a tocar un instrumento musical.
Así como descubrí lo terrorífico de estar encerrado en un aula durante cinco horas, descubrí nuevos caminos para viajar fuera del mundo y aprender los misterios de la vida humana. Siempre he asociado ciertos episodios de mi vida a la música que escuchaba en el momento. En mi niñez escuché mucho a Culture Club, Human League, toda la música de los 80. La memoria es selectiva y no recuerdo más agrupaciones. Disfrutaba mucho de las noches en la calle del primer barrio en el que viví, cuando salía con los amigos a jugar la cáscara de fútbol (o reta, como le dicen aquí) o a las escondidas. Cerca había una discoteca que programaba los éxitos de la época.
Nunca faltó la música en la casa y mi padre compraba discos de vez en cuando. Fui haciéndome de nuevos discos cada vez que podía. Sucede algo cuando se tiene un disco nuevo y es cuando quedamos prendados a una canción en particular. Pueden ser más de tres de un solo disco.
Esa canción nos atrapa desde los primeros ocho compases, nos hace mover la cabeza o los pies, a veces hasta nos hace mover las manos como si tocásemos una batería. Cantamos la letra, nos emocionamos con las frases que del texto salen. Para aquel que tenga la capacidad sensorial de identificar armonías o melodías específicas en una “rola” sabrá a lo que me refiero. Esta capacidad no es exclusiva de los que nos dedicamos a la creación e interpretación musical, se puede desarrollar por medio de la práctica y la apertura de los sentidos, escuchar con atención.
Así me dediqué a escudriñar el secreto de las canciones de “los de Liverpool”, a desmenuzar el sonido acaramelado de las canciones de la bossa nova. Incluso, escuchar una insignificante tos o diálogos de fondo era como descubrir un mensaje secreto.
El soundtrack de nuestra vida. Discos y casets llegaron a mi vida. Todos han tenido un lugar importante en mi vida y en mi colección.
Dicha sea la verdad, no me avergüenza decir que escuché a los New Kids, vergüenza me daría decir que compré toda la parafernalia de un grupillo que pasó por los escenarios y se fueron para ser olvidados. Me daría pena decir que me encierro en mi necedad de no escuchar nada y gritar a los cuatro vientos que la música que existe en el mundo, sirve única y exclusivamente para vender.
¿Qué me ha hecho ser tolerante con la música que de repente llega a mis oídos y qué me permite emitir un juicio sustentado en aquella otra que me parece abominable? Tomen el ejemplo de los profesores de español, de Literatura y de Filosofía, todos ellos devoran libros, tienen una guía para leerlos y de repente poseen las herramientas para criticar un libro. Cuando alguien emite un juicio hacia toda la música existente, como si fuera un experto en la materia pero no ha escrito ni dos acordes o una melodía de más de 5 notas, es como escuchar el graznido de un pato. Disgusta y es verdad, peor aún cuando la necedad es tan grande como el ego de un intelectual.
Me pregunta más de una vez y sería mejor dejar de hacerlo, por mi propio bien: ¿acaso si mi música sonara en el éter y en el aire, sería víctima de la atroz carnicería de aquellos que jamás pudieron ser parte del technicolor musical del mundo? No me molestaría que un colega criticara mi obra, así como podría decir que es buena, puede decir que es mala o que tiene algunas deficiencias. Entonces sabré qué camino tomar y cómo mejorar.
Allá afuera hay entes que no soportan un technicolor sonoro. Creen tener la verdad absoluta en cuanto a todo.
Pero a pesar de todo, esos no me importan mucho –no debería importarme- porque tengo muy claro lo que deseo para mi vida y mi mundo. Como todos, hay derecho a la individualidad. Son otros tiempos y el sueño hippie ya se desvaneció.
No escribí sobre la música que me gusta pero sí dejé en claro que hay mucha que me gusta y que le he prestado la debida atención.

Un buen guitarrista no toca, le hace el amor a su guitarra.


Mi primera guitarra eléctrica pertenecía al baterista de la primera banda de rock en la que toqué. Era negra y con bastantes golpes en la caja de resonancia, no tenía la marca en el clavijero en el cual faltaba la correspondiente a la primera cuerda. Para afinarla necesitaba de unas pinzas y mucha paciencia, en ese entonces no tenía afinador electrónico de modo que afinaba de oído. Mejor pues a veces lo electrónico no es tan fidedigno.
Pero me encantaba la guitarra. No era Fender ni Gibson ni mucho menos una Rickenbacker de 12 cuerdas similar a la de George Harrison, pero sacaba un sonido maravilloso a pesar de lo ajetreada que estaba. Nunca supe cual era la marca de la guitarra. Aquel año de 1992 fue decisivo para mi: por fin entraba a una banda de rock después de pasar cuatro años tocando una guitarra acústica –que mi padre me compró en 1988 por cincuenta pesos- encerrado en mi cuarto y en compañía de, en aquel entonces, mi mejor amigo Ray.
Las canciones aprendidas durante horas que no le dedicaba a los estudios de secundaria con tanto interés (porque ¿Cuándo se ha enseñado algo interesante en las escuelas de la SEP?... ¡jamás!) eran canciones de Los Beatles, Soda Stereo y de todos los grupos de los sesenta como The Kinks, Herman Hermitts, The Hollies y The Beach Boys. Toda la influencia británica y del surf americano.
Era básico aprender las progresiones armónicas de cada canción, los solos de guitarra, el ataque de la plumilla contra las cuerdas de metal que en más de una ocasión me hicieron rabiar, llorar y, finalmente, sonreír de satisfacción y placer. No existe nada más placentero que crear música y sentir que los dedos rozan el diapasón, haciendo llorar a la guitarra con blueses o arrancarle gemidos con etéreas armonías de Cocteau Twins y Pink Floyd. Hay que hacer vibrar al instrumento como se debe hacer vibrar a una mujer, un buen guitarrista no toca, le hace el amor a su guitarra.
Y precisamente, en 1992 se rompió la guitarra que mi padre me compró, fue una tarde en que estaba enojado por cuestiones propias de la adolescencia y la coloqué en un sitio cercano ala ventana; entonces el viento sopló y las cortinas se movieron, empujando de lado a la guitarra. Se rajó en la parte lateral de la caja de resonancia. Lloré y mucho, me quedé sin guitarra y ya podía tocar en la escuela ni en ninguna parte.
Es por eso que cuando entré a la primera banda de rock –que se llamaba ‘Aleación’- que me prestaron una guitarra eléctrica. En esos días conectábamos la guitarra a la entrada auxiliar de un estéreo viejo, con cables modificados. El sonido era espantoso pues el equipo no era para esas tareas, pero mi emoción era tan grande que me sentía George Harrison.
Pasamos horas ensayando durante la noche en instrumentos seminuevos, equipos infames y con una batería cuya tarola tenía un parche roto. Con el tiempo nos hicimos de una mezcladora decente y nueva, una guitarra también nueva que no toqué nunca porque no me gustaba el sonido que producía, era fiel a aquella guitarra negra. Algunos meses más tarde, vi una fotografía de Robert Smith (de The Cure) sosteniendo una guitarra negra similar a la que me prestaron: tenía unos garabatos pintados muy padres que se me antojaba pintar la mía. Nunca lo hice.
Adicional a la guitarra, utilizamos unos pedales de efectos para darle presencia y color a las canciones. También había conseguido un pedal –obviamente, prestado- que era un overdrive (la distorsión clásica en el sonido del rock). Cuando conecté la guitarra al pedalsupe lo que experimentó y sintió Jimmy Page cuando tocaba Communication Breakdown.
Así pasé la primera mitad de 1992, tocando con una guitarra prestada conectada a una mezcladora y coloreando su sonido con un pedal overdrive prestado. En agosto pude comprar mi primera guitarra eléctrica propia: una Fender Stratocaster americana de color blanco. El sonido se enriqueció y mi técnica se depuró. Nunca de sido fanático de los solos “guajoloteros” (esos solos de guitarra que si bien son rápidos y virtuosos, llegan a cansar si se quiere escuchar musicalidad y feeling) propios de guitarristas de la talla de Steve Vai o Joe Satriani, sin embargo los admiro y respeto. Prefiero los solos llenos de melodía y sentimiento del tipo David Gilmour (Pink Floyd), la armonía melódica de Johnny Marr (The Smiths), las atmósferas sonoras de Robert Smith y Robin Guthrie (Cocteau Twins) y la energía de Pete Townshend (The Who). Hay muchos guitarristas a los que admiro y de los que me he nutrido.
Han pasado más de 10 años y la guitarra negra se perdió, la devolví a su dueño pero él no la supo conservar. Tal vez si hubiese adquirido esa guitarra la habría reparado y sería parte de mi equipo pero el tiempo se la llevó. Extraño aquel sonido puro y desgarrado, lleno de vitalidad y color único que jamás he vuelto a escuchar en otras guitarras.