jueves, septiembre 28, 2006

El sonido de los colores (cuando olvidamos que la vida brilla alrededor de nosotros)


Hay un poema de Ricardo Pessoa, de la colección de Odas de Ricardo Reis, en el cual un verso dice: “A plena luz del día incluso los sonidos brillan…”. Fue así, como una revelación, que los colores que adornan los días de nuestra historia aparecieron ante mí. Sucedió mientras me trasladaba en un taxi hacia el centro comercial de la ciudad, luego de visitar una librería del centro.
El cielo lucía nublado hacia la parte norte mientras que por la parte de la bahía se filtraba el sol del próximo verano. Acostumbro llevar unos lentes para el sol, con micas amarillas y armazón de pasta negra, delgado. Siempre me ha parecido un “viaje” maravilloso observar a las personas, los lugares, los objetos y demás elementos de la vida cotidiana a través de mis gafas amarillas. Pero era por la simple razón de no querer ver los colores reales para no distraerme durante horas con la belleza que esos colores destilan.
El ritmo de vida no nos deja un espacio dentro del concepto abstracto del tiempo para disfrutar de los colores del mundo. Vivimos ensimismados y absortos en una encarnizada lucha contra nuestros rivales de trabajo, creemos que la actividad del ocioso es el veneno destructor de de horas-dinero; sin embargo y conforme transcurren los días, nos vamos perdiendo en el remolino de la automatización.
Así es, pasado los treinta años –o la nueva edad a partir de un trabajo fijo- perdemos cada vez más de nuestra esencia humana para volvernos más insensibles a lo que la vida nos brinda.
Esa fue la primera reflexión, mientras el taxi avanzaba por calles llenas de baches. Amenazaba una lluvia fuerte que al final no cayó sobre todo Chetumal. Ese cielo ennegrecido por las nubes cargadas de lluvia fue el fondo que hizo resaltar el rojo de los flamboyanes, los pechos amarillos de las aves, el verde de los arbustos.
Había olvidado que en esta región del país –en realidad, en cualquier región del país lejos de la contaminada Ciudad de México- los colores brillan más. El sonido de los árboles, del mar, del agua de las fuentes, el pecho de las aves, son los sonidos que brillan bajo el sol del verano chetumaleño.
¿Acaso yo era el único que lo notaba o lo había notado durante veranos pasados? Hacía falta un cielo negro para regresar al sonido primordial de la naturaleza. Quise compartir ese momento de olvidada epifanía con el conductor del taxi pero dudé, recordé que el señor estaba trabajando para ganarse la vida aunque la vida se le estuviese yendo detrás del volante. Y es que, en realidad, la vida se nos va detrás de las computadoras, de los escritorios, dentro de las aulas y las oficinas.
Tal vez la gente actúa como escribió Fernando Pessoa:

“A plena luz del día incluso los sonidos brillan
Por el reposo del amplio campo se demoran (…)
Quisiera, cual sonidos, nacer de las cosas
Pero no ser de ellas (…)”

1 comentario:

  1. Anónimo1:29 p.m.

    muy buen post...me recordaste mis vacaciones en chetumal..mi lugar de origen..nada como chetumal..:(...ya kiero regresar..a visitar a mi familia..

    gracias por el post..y solo pase a saludar...aki te dejo un abrazo un beso..

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