No obstante, las reacciones del sector burocrático serán las mismas de toda la vida (esos que exigen cuentas claras del dinero que se gasta y que, como es de esperar, desean llevarse tal dinero a sus cuentas personales en lugar de beneficiar al pueblo) como es de esperarse: “es un gasto innecesario que no beneficia al pueblo que exige mejores viviendas y trabajos bien remunerados, el pueblo no sabe de arte ¿cómo podrán apreciar las obras?, en las comunidades alejadas no tienen qué comer”.
Veamos, a las comunidades alejadas se les mal acostumbró a recibir todo regalado durante 75 años y jamás les llevaron una educación de calidad; el gasto innecesario lo genera un seudo-artista que deja fierros en cada ciudad del mundo y, lo más fácil es que para que una persona común (entiéndase “común” como una persona que no se dedica al arte) comprenda las obras de arte es que reciba una educación de calidad, con una orientación artística sólida y no se limite a los trabajos manuales que tanto incentiva la Secretaría de Educación Pública.
Hay algunas cuestiones que deben tomarse en cuenta para llevar a cabo la exposición de obras al aire libre y en los diversos espacios que se presten para tal fin. Primero, garantizar la seguridad de las obras de arte en su totalidad. En Chetumal hay demasiada ignorancia traducida en vandalismo y no hablo de los “graffiteros”. La misma ignorancia impide tener conciencia de las horas de trabajo que toma crear una obra de arte, porque no se trata sólo de inspiración sino también de horas en vela y la conceptualización de una idea. Para acabar con ello, los profesores deben hacer su trabajo correctamente (dejen de inventar enfermedades y cobrar cada quincena haciendo nada), pero sobre todo, hay que crear un cuerpo de guías capacitados en la apreciación artística que pueden ser los mismos estudiantes de las escuelas de arte. También hay que sancionar el vandalismo, a la vez que la vigilancia de las obras se realice con personal de la misma secretaría de cultura y no de cualquier vigilante empresarial o un policía.
El arte es vanguardia en todos los sentidos; es como la energía: no se crea ni se construye, sólo se transforma. Trasciende en el tiempo convirtiéndose en el eco de un momento histórico de la sociedad, su identidad cultural y de la visión personal de hombres y mujeres sobre el acontecer social. Pinceles y lienzos seguirán siendo el elemento análogo por excelencia de la plástica, como lo es el barro, el hierro, la piedra y la madera. La fotografía digital y el empleo de las nuevas tecnologías deben tener cabida en la comunidad artística, lo cual ya es un hecho en otras entidades del país. Un artista anacrónico es como una mosca frente a la ventana cerrada: no avanza porque no se da cuenta que un elemento no la deja avanzar hacia el exterior.
Asimismo, el arte debe estar al alcance de las masas, no limitarse al mero círculo social de la clase alta y “snob”, y esta iniciativa beneficiaría a la formación humana de los ciudadanos. Más de un intelectual pondrá el grito en el cielo pero el arte no se limita a colgarse de una pared ni a los cócteles en fríos museos; yo no le llamaría “populismo” al hecho de poner el arte al alcance del pueblo.
Hay muchos artistas jóvenes a la espera de la apertura de espacios y foros en donde mostrar su trabajo, creadores subterráneos independientes y que sólo encuentran puertas cerradas por aquellos nativistas conservadores y anacrónicos que mucho daño provocan en la sociedad. El futuro cultural del estado está en las nuevas generaciones y en la oportunidad que se les brinde en esta nueva etapa. La burocracia y los intelectuales de café pueden seguir leyendo en el fondo de sus tazas, sólo encontrarán la cuenta de lo que se bebieron durante tardes enteras.