"No quiero descubrir que te vas a ir. No puedo permitir que me engañes a mí como yo te engaño a ti”. No puedo verte. La gusana ciega.
Vayamos al grano. La primera reacción que tenemos cuando nos rompen el corazón es la de coraje exacerbado (o lo que es lo mismo, a lo bestia). Cuando nos han “pintado el cuerno”, deseamos que esa (o ese) se vayan derechito al infierno, que les pase un camión de dos pisos encima o que mueran por electrocución. Muchos lo pensamos durante cierto lapso de tiempo y pasa la marea, otros más se clavan en la textura y comienzan a “rumiar” su venganza.
No lo sé pero, aunque pasen los años y las experiencias, me resulta difícil comprender por qué actuamos violentamente por despecho, como fieras lastimadas o neonazis resentidos. He llegado a pensar que los seres humanos no son tan civilizados y que el lado animal domina la razón y la lógica; pero lo cierto es que tanto hombres como mujeres desatan una furia incontrolable al saberse despechados. Una relación amorosa, apasionada e intensa que termina con una abrupta discusión, una infidelidad y aderezada con unas gotitas de hiel acumulada de violencia psicológica y física –previamente, claro está- siempre dejará secuelas, la mayor de las veces, negativas. Cuando se es muy joven, digamos, la etapa de la adolescencia y la juventud (hasta los 33 o 35 años), es común que la parte afectada de tales rupturas, planee una venganza contra aquella persona que se atrevió a despedazarle el corazón hasta hacer polvo cardioide.
Solemos cometer actos que a cualquiera pueden parecer inocentes, meras venganzas edulcoradas con dosis de bondad hacia aquel amor que aún nos queda por la pérfida (o el pérfido, según sea el caso). Aún siendo adultos, si no se ha sabido canalizar el desamor y se clavan en la textura, las consecuencias suelen ser desastrosas. ¿Alguien recuerda la película “Atracción fatal”?; la película tuvo un gran impacto en la opinión pública como reflexión sobre la fidelidad conyugal. El abogado neoyorquino Dan Gallagher (Michael Douglas) está felizmente casado. Durante un fin de semana se queda a trabajar en la ciudad, mientras su mujer Beth (Anne Archer) y su hija se marchan a su casa en las afueras. Gallagher conoce a Alex Forrest, una mujer atractiva que le propone pasar unas horas juntos. Decidido de que una breve aventura no perjudicará su matrimonio, Gallagher accede. Sin embargo, la relación se prolonga ante la insistencia de Alex y llega a extremos que Gallagher no había podido imaginar… si no han visto la peli, no les contaré lo que hace la despechada.
El desarrollar una personalidad obsesiva y dominante no es predominio de uno u otro sexo. Tanto hombres como mujeres pueden convertirse en un auténtico problema para su respectiva pareja. Pero, en la realidad, por cada mujer obsesiva que actúa como piensa, hay diez hombres que ya lo han hecho antes. Una mujer rechazada tiene sentimientos de dolor y despecho. El hombre, por el contrario, tiene un papel más activo en la conquista. Por ello desarrolla más el instinto de dominio y es más dado a las reacciones violentas. Es difícil no darse cuenta de que se está sufriendo con demasiada frecuencia obsesiones de mayor o menor grado o, por el contrario, sentirse dominado por alguien demasiado posesivo y obsesionado.
¿Cuál ha sido la locura más grande que he cometido por desamor?... me temo que ninguna a menos que romperle una paleta tutti en la cabeza de una persona cuente como venganza.
Todo depende de la madurez con que se enfrenten estas situaciones; a lo mejor la venganza es un enorme placer para algunos cuantos pero todo tiene consecuencias. Si no se canaliza el coraje y el despecho de una manera constructiva, entonces tendremos a un “psycho killer” en potencia.
Ya lo decían los Tigres del Norte: “Una hembra, si quiere a un hombre, por él puede dar la vida, pero hay que tener cuidado si esa hembra se siente herida”.
Vayamos al grano. La primera reacción que tenemos cuando nos rompen el corazón es la de coraje exacerbado (o lo que es lo mismo, a lo bestia). Cuando nos han “pintado el cuerno”, deseamos que esa (o ese) se vayan derechito al infierno, que les pase un camión de dos pisos encima o que mueran por electrocución. Muchos lo pensamos durante cierto lapso de tiempo y pasa la marea, otros más se clavan en la textura y comienzan a “rumiar” su venganza.
No lo sé pero, aunque pasen los años y las experiencias, me resulta difícil comprender por qué actuamos violentamente por despecho, como fieras lastimadas o neonazis resentidos. He llegado a pensar que los seres humanos no son tan civilizados y que el lado animal domina la razón y la lógica; pero lo cierto es que tanto hombres como mujeres desatan una furia incontrolable al saberse despechados. Una relación amorosa, apasionada e intensa que termina con una abrupta discusión, una infidelidad y aderezada con unas gotitas de hiel acumulada de violencia psicológica y física –previamente, claro está- siempre dejará secuelas, la mayor de las veces, negativas. Cuando se es muy joven, digamos, la etapa de la adolescencia y la juventud (hasta los 33 o 35 años), es común que la parte afectada de tales rupturas, planee una venganza contra aquella persona que se atrevió a despedazarle el corazón hasta hacer polvo cardioide.
Solemos cometer actos que a cualquiera pueden parecer inocentes, meras venganzas edulcoradas con dosis de bondad hacia aquel amor que aún nos queda por la pérfida (o el pérfido, según sea el caso). Aún siendo adultos, si no se ha sabido canalizar el desamor y se clavan en la textura, las consecuencias suelen ser desastrosas. ¿Alguien recuerda la película “Atracción fatal”?; la película tuvo un gran impacto en la opinión pública como reflexión sobre la fidelidad conyugal. El abogado neoyorquino Dan Gallagher (Michael Douglas) está felizmente casado. Durante un fin de semana se queda a trabajar en la ciudad, mientras su mujer Beth (Anne Archer) y su hija se marchan a su casa en las afueras. Gallagher conoce a Alex Forrest, una mujer atractiva que le propone pasar unas horas juntos. Decidido de que una breve aventura no perjudicará su matrimonio, Gallagher accede. Sin embargo, la relación se prolonga ante la insistencia de Alex y llega a extremos que Gallagher no había podido imaginar… si no han visto la peli, no les contaré lo que hace la despechada.
El desarrollar una personalidad obsesiva y dominante no es predominio de uno u otro sexo. Tanto hombres como mujeres pueden convertirse en un auténtico problema para su respectiva pareja. Pero, en la realidad, por cada mujer obsesiva que actúa como piensa, hay diez hombres que ya lo han hecho antes. Una mujer rechazada tiene sentimientos de dolor y despecho. El hombre, por el contrario, tiene un papel más activo en la conquista. Por ello desarrolla más el instinto de dominio y es más dado a las reacciones violentas. Es difícil no darse cuenta de que se está sufriendo con demasiada frecuencia obsesiones de mayor o menor grado o, por el contrario, sentirse dominado por alguien demasiado posesivo y obsesionado.
¿Cuál ha sido la locura más grande que he cometido por desamor?... me temo que ninguna a menos que romperle una paleta tutti en la cabeza de una persona cuente como venganza.
Todo depende de la madurez con que se enfrenten estas situaciones; a lo mejor la venganza es un enorme placer para algunos cuantos pero todo tiene consecuencias. Si no se canaliza el coraje y el despecho de una manera constructiva, entonces tendremos a un “psycho killer” en potencia.
Ya lo decían los Tigres del Norte: “Una hembra, si quiere a un hombre, por él puede dar la vida, pero hay que tener cuidado si esa hembra se siente herida”.
Me agrada tu blog, tus escritos son buenos jeje.
ResponderBorrarSaludos!!
pd. Te linkeo ^^
Neki*