jueves, marzo 29, 2007

El Museo de la Ciudad, memoria silente.

Una tarde justo antes de regresar a mis actividades laborales decidí visitar el Museo de la Ciudad que está en el Centro Cultural de las Bellas Artes. Pues bien, la sorpresa fue que no hay un costo estratosférico para entrar, cualquiera puede ir –si tiene el deseo de hacerlo- y se garantiza que no habrá desperdiciado ni un peso.
El primer detalle que encontré al entrar fue un maniquí con traje típico. Bueno hubiera sido que el traje fuera el de la chiclera. Sin haber encontrado un inconveniente respecto a mi mochila, pasé a la primera sala.

Esta comprende la situación del territorio y la frontera sur del estado antes de 1898. Se leen datos geográficos, orográficos, algunos restos prehispánicos hallados en las inmediaciones de la Bahía de Chetumal, objetos que datan de la Guerra de Castas entre otros artículos interesantes. Más adelante se encuentra la “guerrera” de don Othón P. Blanco y a lado una descripción del trabajo de restauración de dicha prenda, exhibida en el museo.
En esta parte empieza lo interesante del paseo. La exposición se complementa de objetos de diferentes épocas en la historia de Chetumal. Se encuentra una cámara fotografía, bulbos, radios, máquinas de telégrafo. De igual modo encontramos un secreter con las botellas de tinta y las plumas fuente, a modo de recrear el lugar de trabajo de los exploradores de la zona.
Una réplica a escala del Pontón Chetumal como protagonista de la fundación de la ciudad. Hacen falta fotografías pero las que hay son más que suficientes. Uno se remonta mentalmente a ciertos días tratando de visualizarse en medio de la bahía a bordo de tal embarcación, ¿era azul el mar de aquellos días?

Llama mucho la atención el decorado de una de las salas –si no es que las demás por igual- en donde hay un estante con botellas de refrescos y cervezas de mediados del siglo XX, paquetes de medicinas, principalmente remedios contra las enfermedades respiratorias. Hay también un cartel promocional de una leche muy popular, debajo se lee: “FOR SALE IN BRITISH HONDURAS”. Hay discos que se escuchaban en fonógrafos –los de 78 r.p.m. que al caer al suelo se hacían añicos- fotografías de la gente que integró el comité Pro – Territorio, fotografías de la visita de Lázaro Cárdenas.
Las paredes cuentan la historia. Imagenes y objetos, mudos testigos de muchas vidas. Hacen falta los sonidos.
En un rincón de la sala se cuenta el episodio doloroso de Chetumal. 1955. Janet, la fuerza indomable de la naturaleza. Tan solo unas cuantas palabras, unas pocas imágenes. Un espacio reducido y tratado con poca importancia para un suceso que partió en dos a la historia de Chetumal.
Así pasa el tiempo reguardado entre paredes, ventilado por el frío de las máquinas cual si fuera un cuento criogenizado.
La última sala del museo está dedicada a los músicos y compositores de Quintana Roo. Algunas caras conocidas –pues soy músico profesional- entre las cuales descubrí a José Alfredo Jiménez. Cada retrato de un compositor iba acompañado de una nota biográfica y una partitura de alguna canción sobresaliente.
Una rápida mirada hacia las esquinas de la sala y veo unos altavoces. Pero ¿de qué sirven unos altavoces si la música está muerta en ese instante? A manera de homenaje la idea me parece buena pero podría mejorarse con un poco de multimedia. Tal vez algunos videos, el audio no debe faltar jamás.

El Museo de la Ciudad no es un espacio que se queda ahí, un edificio desgastado por el clima y el paso del tiempo. Algunas limitaciones en cuanto a datos históricos, la recreación del decorado y los utensilios de distintas épocas es hermoso, tal vez un complemento con música de los años 40 o 50 le daría vida.
La experiencia es agradable al espíritu y se llega a la nostalgia por los tiempos que se fueron. Una visión al pasado nos ayuda a comprender el presente.

lunes, marzo 26, 2007

“Me cantarán cuando me sienta triste”


“Yo soy el crucifijo al fondo de tu iglesia, al cual ya no visitas, al cual ya no le rezas”. El Crucifijo, Paco Huidobro.

Son pocos los discos que resisten el paso del tiempo y que forman una parte importante en la vida de las personas. Más extraño aún si se trata de un disco de una banda mexicana de rock. El año de 1990 vio el surgimiento de nuevos grupos bajo el sello de “Rock en tu idioma”: Caifanes, Los amantes de Lola, Neón, Maldita Vecindad y los Hijos del Quinto Patio, y Fobia. Éste último es el protagonista de la entrega de hoy, centrándonos en su primer disco homónimo lanzado en 1991.
Con diez temas de la autoría de Paco Huidobro, Fobia se caracterizó por su estilo “extraño” dentro del ya gastado medio musical de finales de los ochentas. Después de conocer la propuesta de Caifanes –de los que fueron “teloneros”- con su sonido oscuro y textos existencialistas, las canciones de Fobia, en cambio, estaban llenas de sonidos sintetizados, secuencias rítmicas energéticas, textos que rayaban en lo infantil y la influencia musical de The Cure.
Su rock era más fino y poco convencional. Si ubicáramos al disco en una edad mental, se encuentra en la adolescencia. Hay muchos personajes del reino animal como una iguana, un caracol, hay moscas y microbios pero también hay símbolos como la mugre y los crucifijos. El disco refleja estados de ánimo y situaciones que todos hemos experimentado en la vida, como mencioné antes, en la adolescencia. ¿O quien no ha soñado con ser arrancado del fondo de la tierra por el ser amado, o ha sentido la angustia juvenil de que el tiempo pasa y nada tiene sentido? En este disco se cuentan historias de una noche, de juguetes que juegan mientras todos duermen y de reflexiones “nietzchianas”.

De muñecos y caracoles… el lado A
El disco comienza con una secuencia de relojes que marcan el curso de las horas a media noche. Sucesivamente, los primeros personajes despiertan para armar la fiesta nocturna mientras Raquel duerme. “Los muñecos” parece un homenaje a la otrora canción de Cri Cri, a diferencia de que estos muñecos tienen un aire macabro, lascivo y festivo a la vez, enamorados de Raquel –la dueña- dispuestos a cuidarla toda la noche sin despertarla mientras “el sonriente Pierrot y Juan Pirulero” se meten en el camisón de Raquel.
¿A dónde iremos después de morir? ¿Quién nos acompañará en esa eterna soledad y nos cantará cuando estemos tristes? “Dios bendiga a los gusanos” que serán los últimos en recibirnos en este mundo, que nos harán compañía bajo la tierra y se reirán con nuestros chistes, ellos que sabrán de nuestra tristeza y verán nuestros sueños. “Las moscas” es una canción que habla del deseo recurrente en la adolescencia: morir para llamar la atención; “el otro día me dijeron que las excitaba, que el revolcarse por mi cuerpo las alborotaba… si me tiro por la ventana quizás me lleven en pomada”.
“El cumpleaños” gira en torno a un cumpleaños sorpresa, lleno de regalos extravagantes, como la música que acompaña al texto de Huidobro: una mezcla de música “a go go” y secuencias electrónicas hipnotizantes, la música perfecta para un cumpleaños celebrado en el cuento de Alicia en el País de las Maravillas.
Un bicho más, “El caracol”. Significa el miedo a cambiar y a quedarse atrapado en el corazón del ser amado, esa extraña metamorfosis que supone el fin de la infancia, cuando nos aferramos a un amor, vivir el día a día en una espiral. Y así termina el lado A (para los que conservan el disco LP y el caset) con una de las primeras melodías que se alejan de la alegría infantil.

El egoísmo, pensamientos “nietzcheanos” y microbios lascivos dan paso a la desesperación por ser notados en la vida… el lado B.
Un viejo truco de estudio: guitarras tocadas al revés, sintetizadores trazando un ambiente oscuro y nostálgico. El efecto de “delay” (retardo) es la herramienta preferida en la producción musical. “Me compraré hoy una iguana para que me hable más de ti, para matarla el día el día que no me haga reír”. Con el primer corte del lado B, se traza el siguiente camino: la oscuridad y la angustia. “La iguana” retrata el espíritu egoísta de la adolescencia: si no me quieres y no me haces reír, te mato, acabo contigo; voy a tenerte encerrada para mí, utilizaré una cómplice en mi propósito de entrar en tus sueños, en tus ideas. Haré cualquier cosa para tener el control de ti.
El ritmo baja y los acordes nos llevan por lugares fríos y sombríos, llenos de humedad provocada por lágrimas. Se hace de noche, las horas pasan y la angustia crece. Aprieta el corazón, necesito de mi amada. Quizá hoy sea la última noche de la vida, no queda más que dejar que se pudra y nos lleven a enterrar. “Pudriendo” es una de las mejores canciones del disco, describiendo la angustia juvenil por el fin de la vida. Los arreglos musicales nos remiten al sonido de “Seventeen seconds” y “Pornography” de The Cure.
La luz se ha colado por una rendija del cuarto de arriba, donde me encerré para verte en mis fantasías nocturnas. Todos mis esfuerzos por tenerte conmigo y amarte han sido en vano, es momento de encontrar soluciones, poner tierra de por medio. Ya se me acaba la esperanza, soy presa de ti. Aunque, después de todo, no necesito de ti –de lo físico-, “Puedo rascarme solo”. Si Nietzche viviera, ésta sería su canción favorita: “romperé el cielo para ti y acabaré con Dios, ay para ver si así me alabas”.
“El microbito” fue el primer sencillo de este disco. Una canción que no tenía nada que ver con la esencia del álbum, según comentarían sus creadores; únicamente relacionada con el mundo de insectos y personajes del reino animal. Censurada en su tiempo en las radiodifusoras por aquella frase: “haré un alberca en tu ombliguito, pa’ meterme a nadar, y si me voy más abajito nadie me sacará”.
“El crucifijo” es el epílogo de un disco que explora los rincones más oscuros de la adolescencia. Pero no la adolescencia en que todo es color de rosa, rodeado de chicas hermosas y un halo de popularidad; es esa adolescencia vivida en la angustia por el paso del tiempo, el amor no correspondido, la incertidumbre por el futuro, la lascivia y el egoísmo. No hay esperanzas para una piedra enterrada en la tierra, ni siquiera una plegaria para un crucifijo olvidado. Suplico, llévame contigo hasta donde estés. Pero ni así logras advertirme. Es el final. “Y es que hemos muerto de amor, pero el amor nunca muere”.
Fobia, fue lanzado en 1991. Forma parte del boom de rock mexicano surgido a finales de los ochenta. Después de cuatro discos, este primer disco se mantiene como el favorito de los fanáticos de la banda del Distrito Federal por su sonido pop, oscuro, en gran deuda con The Cure, y metáforas que difícilmente utilizarán grupos actuales de “emo”.

Fobia eran en 1991:
Leonardo de Lozanne.- Voz
Paco Huidobro.- Guitarras
Cha!.- Bajo y coros
Iñaki.- Sintetizadores, programaciones y coros
Gabriel Kuri.- Batería y programaciones

miércoles, marzo 21, 2007

El programa de variedades “Animal nocturno” se transmitió en vivo desde Chetumal

CHETUMAL.- La tarde del viernes 16 de marzo fue una de las más calurosas en los últimos dos meses que van del año. Todo se encontraba listo para el espectáculo de esa noche. Sin embargo, una fuerte tromba cayó sobre la ciudad y parecía que el paseo del animal nocturno se postergaría. No fue así. La gente respondió favorablemente a la convocatoria de la velada.
El programa de variedades, “Animal nocturno” se presentó en Chetumal y transmitió en vivo para todo el país. El gustado programa conducido por el periodista Ricardo Rocha y la actriz Patricia Llaca fue presenciado por cerca de 500 personas quienes vibraron con la música de diversos artistas invitados para la ocasión. Bajo un manto de estrellas y un ambiente agradable y fresco, se presentaron grandes personalidades de la música como Enrique Guzmán quien en punto de las doce de la noche y con música de rocanrol, hizo recordar a más de uno sus épocas de juventud. “Tu cabeza en mi hombro”, “Tu voz” y el rock de la cárcel” encendieron a los asistentes. Además de los números musicales se presentaron reportajes sobre Quintana Roo y los puntos importantes, así como una semblanza de la historia de Chetumal a cargo del Dr. Bolavsky. Al costado de uno de los tres escenarios dispuesto en la explanada, la gente se acercaba a las cantantes Aranza, Estrella y Erika para sacarse la foto. Un invitado más: el maestro Oscar Chávez acompañado del Trío Los Morales, “La llorona” y “Por ti”, temas clásicos del “caifán”.
Después de una falla eléctrica que se arregló de inmediato (en un programa en vivo todo puede suceder), Ricardo Rocha y Patricia Llaca sostuvieron una charla con el gobernador del estado quien obsequió un par de libros a los conductores. Sin duda alguna, la más solicitada para la foto fue Patricia Llaca, hermosa y atenta en todo momento. El maestro Amaury Pérez –otro de los invitados- se encontraba entre el público esperando a su participación.
Por cierto que Amaury Pérez nos contó sobre la próxima aparición de la re-masterización del disco “No lo van a impedir” de 1981. Al respecto comentó que se encontraron las cintas master en los legendarios Estudios EGREM de La Habana y con ellos se hará una remezcla y la edición de un DVD con entrevistas al propio Amaury y con los músicos participantes. Este trabajo se realizará como un homenaje a Ricardo Eddy Martínez, productor del disco. La noche fue especial para Amaury Pérez ya que celebraba treinta años de haber iniciado su carrera musical en México. Acompañado de su guitarra, Amaury cantó “No lo van a impedir”, “Hacerte venir” y “Acuérdate de abril”.

Las “Reinas de la noche”; así se autodenominaron las cantantes Aranza, Estrella y Erika. Acompañadas de excelentes músicos, trajeron su propuesta romántica al público chetumaleño.
La apoteosis llegó con el grupo regiomontano El Gran Silencio, atacando a los corazones y oídos con su música, mezcla de vallenato y cumbia; temas clásicos de su repertorio como “Duerme soñando” y “Chuntaro Style” hicieron que el público se levantara de sus asientos para bailar.
Y así transcurrió la noche del animal nocturno; noche en que, por una vez en la vida, Chetumal se convirtió en el centro de atención de los ojos y los oídos del país.

Benito Juárez, su importancia en la generación actual.

Escribir algo que no se haya dicho sobre Benito Juárez es una tarea harto complicada para alguien que no profundiza todos los días en las páginas de la historia de México del siglo XIX. Tampoco es conveniente ni ético escribir una historia fantasiosa –como las que leemos en los libros de texto gratuitos- en torno al “Benemérito de las Américas”, historias llenas de mitos e inconsistencias históricas.
Sin embargo no podemos negar que Benito Juárez fue uno de los más grandes estadistas que este país haya tenido en los casi doscientos años de ¿independencia? Desde su desempeño en la Suprema Corte de Justicia durante el gobierno liberal de Ignacio Comonfort hasta su ascenso como presidente constitucional de la república en 1861 –anteriormente fue presidente tras la renuncia de Comonfort hasta 1861-, Juárez enfrentó los levantamientos de los políticos conservadores a los cuales derrotó tras la Guerra de los Tres Años (Guerra de Reforma).
Benito Juárez nació en San Pablo Guelatao, Oaxaca, el 21 de marzo de 1806. De origen zapoteca, inició sus estudios para sacerdote pero los abandonó e ingresó al Instituto de Ciencias y Artes de Oaxaca, donde se graduó de abogado. Fue gobernador de su estado de 1847 a 1852. Encarcelado y desterrado durante el gobierno de Santa Anna, volvió a México para sumarse a la revolución liberal abanderada por el Plan de Ayutla para derrocar a Santa Anna. Menciona Juan Brom que “la actuación de Juárez hace ver su plena incorporación a la cultura y a las concepciones de los liberales radicales, que produjo un gran avance histórico para el país (…). Se caracterizó por su firmeza, su apego a las leyes del país y su honestidad personal. Las acciones que encabezó, como la separación de la Iglesia del Estado, fueron decisivas para la modernización de México y la consolidación de la independencia nacional.”
A más de 200 años de su natalicio, surgen interrogantes justo en el momento en que México atraviesa una crisis ideológica, económica y de seguridad nacional. Mi generación creció con el cuento de hadas del “humilde pastorcito”; generación que creció siendo “clasemediera”, enajenada con la televisión y dividida ideológicamente: habemos progresistas y conformistas. Los “progresistas” se inclinan hacia una solución que favorezca a todos por igual, el desarrollo de la ciencia y las artes hacia la construcción de un país en el que la desigualdad social haya sido frenada y las leyes se cumplan al pie de la letra. Los conformistas, por su parte, son aquellos que se adhirieron a ideologías de excelencia y éxito instantáneos; ideas cimentadas sobre una fe y la ilusión de que todo está bien, que buscan satisfacer sus intereses personales por encima de cualquier persona sin importarle que el país se esté yendo al hoyo: tiempo es dinero, el poder lo es todo. Las oligarquías.
¿Por qué hago esta descripción de mi generación dentro de un tema serio como lo es Benito Juárez? Porque mi generación es el experimento de un sistema que busca homogeneizar a las futuras generaciones, creando analfabetas funcionales, ciudadanos a los que la figura de Benito Juárez represente únicamente un personaje en los billetes de más baja denominación que al maltratarse queden inservibles y sin valor. Nada significa la figura de Benito Juárez para las generaciones nacidas después de 1985, a quienes únicamente les interesa el dinero y cómo gastarlo.
El tiempo presente. Tiempos en que las personalidades religiosas buscan un protagonismo en los asuntos del Estado pero también, el Estado se encuentra en manos de de gente que da mucha importancia al clero. La laicicidad del Estado y de la educación no está garantizada. Las Leyes de Reforma buscaban constituir un conjunto de disposiciones destinadas a crear un Estado moderno, que no estuviera sujeto a la autoridad de la Iglesia. Cada vez notamos que los altos jerarcas religiosos utilizan los púlpitos como podios políticos, que la educación en los planteles manejados por clérigos se basa más en dogmas de fe que en razonamientos científicos.
Por otra parte, Juárez enfrentó un gobierno conservador alterno, una monarquía impuesta por este grupo y la intervención extranjera. ¿Podría concebirse una similitud entre Juárez y el llamado “presidente legítimo”?, tal vez, pero las circunstancias son diferentes. En el siglo XIX la gente no estaba tan mediatizada como en la actualidad, no existían los medios masivos de comunicación ni los artículos de consumo; mucho menos se conocía el método propagandístico de Goebbels: “una mentira repetida mil veces se convierte en una verdad”, que fue lo que llevó al poder al supuesto ganador de las elecciones. Conservadores sostenían batallas contra liberales: guerra civil. Tampoco se había vivido bajo una dictadura de partido con las consecuencias que conocemos: apatía por el voto, incredulidad en la democracia y acarreados.
Esta vez, el virus de la ultraderecha se ha colado en todos los sectores. Reitero, la sociedad actual es una sociedad de consumo y como tal vive de acuerdo a las reglas sociales impuestas por la burguesía y los estándares extranjeros: “si eres blanco y vistes bien, eres cool. Si eres moreno y participas en manifestaciones, eres un naco.” (Odio utilizar ésta última palabra.). La sociedad entera se inclinará por la inmediatez, por el enriquecimiento y la posición social por el simple hecho de militar dentro de un partido en manos de yuppies; esta sociedad ya perdió la fe en las revoluciones y la generación actual sólo cree en los ídolos de papel. La invasión extranjera la percibimos en la MTV y en cientos de objetos que nos rodean. Esta es la situación actual del país, tan diferente al escenario del siglo XIX.
Tomar la figura de Benito Juárez como emblema ideológico y figura revolucionaria merece una reflexión previa de lo que realmente se busca en la lucha por un país mejor. No podemos asumirlo como estandarte si no sabemos ser líderes –que no jefes- pues los líderes se rodean de gente brillante y no imponen su voluntad. No podemos llamarnos “juaristas” ni “socialistas” si nuestros actos desembocan en el beneficio personal por encima del trabajo de nuestros compatriotas. Menos aún podemos permitir que los dogmas de fe se impongan a la razón, a la lógica y a la democracia. Al César lo que es del César y a Dios lo que es de Dios, Juárez lo tuvo muy claro y así debe ser siempre.
Los héroes son seres humanos, no existen los semidioses. El 21 de marzo no es día de asueto por ser el inicio de la primavera. Juárez fue -y es- mucho más que la figura impresa en los billetes de veinte pesos, fue un ser humano, brillante, con defectos y aciertos.
Si José Martí tiene una gran importancia para el pueblo cubano, ¿por qué no ha de tenerla Benito Juárez para todos los mexicanos? Culpemos a la escuela primaria, a la secundaria y al bachillerato. Culpemos a quienes lo merezcan.

viernes, marzo 02, 2007

Entrevista al escritor Agustín Ramos durante su visita a Chetumal (primera parte)



“La clave de todo el desarrollo económico, cultural y político del país está en la educación. De ahí que en cierta manera las autoridades lo vean como una amenaza” Entrevista con el escritor Agustín Ramos durante su visita a Chetumal (primera parte)
Por Jaime Rodríguez

CHETUMAL.- En días pasados concluyó el taller de narrativa impartido por el escritor Agustín Ramos, realizado en el Centro Cultural para las Bellas Artes de Chetumal, así como en la Universidad de Quintana Roo. A este taller –el realizado en el Centro Cultural- asistió público en general, escritores locales y periodistas. Por Esto de Quintana Roo sostuvo una charla en la que el maestro Ramos vertió sus opiniones acerca del impacto social que tienen los talleres de creación literaria, la difusión de la literatura joven y los medios para llevar a cabo esta tarea, que son los temas tratados en la primera parte de la entrevista.

Agustín Ramos estudió Lengua y Literatura Hispánicas en la UNAM. Fue director general del Consejo Estatal para la Cultura y las Artes de Hidalgo y del Museo Interactivo El Rehilete. Como colaborador permanente del periódico El Sol de Hidalgo obtuvo el Premio Estatal de Periodismo 2003 y es autor, entre otros títulos, de: Al cielo por asalto; La vida no vale nada; Ahora que me acuerdo; La gran cruzada; Tú eres Pedro; La visita (un sueño de la razón); El preso número cuatro; Manifiestos; la pieza teatral: Tener presente; el relato histórico: Harina de otro costal, el libro de ensayos Sonar de letras, y su reciente obra Como la vida misma.

¿Qué impacto social provoca la apertura de los talleres literarios?
Agustín Ramos.- Bueno, primero que nada es un servicio cultural que se debe fomentar. El costo de los talleres literarios, de cualquier tipo de taller, ha aumentado porque ha aumentado el costo de la vida de manera exagerada, de tal manera que esto se vuelve inaccesible para el pueblo precisamente. Y empiezan a menudear o solo sobreviven los talleres particulares de gente que puede pagar un taller, que le puede pagar directamente al coordinador de tal manera que el primer beneficio es ofrecer la oportunidad a la gente que no puede sufragarse un taller literario, es decir, se hace público. Al hacerse público se convierte en un bien para cualquier persona. Eso es lo primero. Lo primero es abrir una oportunidad que se tiene que reforzar ¿con qué?, con una suficiente promoción para que la gente conozca que hay esa oportunidad y que sepa como en mi caso, por ejemplo, que no les voy a exigir un conocimiento previo.
A lo mejor ya dentro del taller ya les voy a empezar “a apretar”, como a decirles “no puedo platicar con nadie que no haya leído Pedro Páramo”, pero de entrada yo no le voy a exigir nada, absolutamente ningún conocimiento más que la necesidad de que disfruten la lectura y la escritura.
Segundo. Aparte de ser una oportunidad, si uno se esfuerza por actualizar los conocimientos de la gente que ya se dedica a la escritura o por capacitar mejor a la gente para la lectura, vamos a tener una sociedad más preparada. Finalmente, la clave de todo el desarrollo económico, cultural y político del país está en la educación. De ahí que en cierta manera las autoridades lo vean como una amenaza, ¿qué se recorta primero?, la cultura, la educación, esos son los presupuestos que se recortan bajo el autoengaño de que no son necesarios y que se puede prescindir de ellos y no de las tortillas. No se puede prescindir de las tortillas ni de la cultura. Entonces, estas dos cosas, básicamente podían ser oportunidad para todos y, por otro lado, coadyuvar al mejoramiento del desarrollo cultural de la población.


¿Ha visto la participación activa de jóvenes en otros talleres? Porque en el taller realizado en Chetumal vimos que la participación de los adultos fue mayor.
A. R.- En la universidad, que son universitarios, el promedio es de 25 años. Hay gente mayor, hay poca gente joven, ciertamente, tomando en cuenta la juventud de 20 años para abajo. Sí he visto participación de gente joven pero es más bien bajo los ámbitos de las escuelas, porque los adultos no hemos sabido influir lo suficiente en los jóvenes para hacerles ver que la lectura y la escritura aportan grandes ventajas; ventajas de disfrute, ventajas de preparación, de cultivación de los sentidos, de información. Entonces, como no lo hemos sabido hacer, solamente la población cautiva, que es la de las escuelas, es la que se siente atraída por la literatura.
Ahora bien, yo considero a mis talleres como, más que talleres de creación literaria, son talleres de narrativa por un lado porque no soy poeta, yo no me siento capaz de disertar acerca de la poesía y mucho menos de analizarla y criticarla. Pero además de que son solamente de narrativa los llamo talleres de capacitación para la lectura y la escritura, ¿por qué?, porque finalmente la literatura tiene como esencia un oficio, el oficio literario. Y es que el oficio lo puede cultivar cualquier persona (suena contundente), ¿cómo? capacitándose. Ahora, ya para ser un escritor o un crítico profesional se necesitaría otro tipo de preparación pero no se va a dar en ningún taller del mundo ni aunque lo diera Juan José Arreola.

¿Esa experiencia se adquiere leyendo…?
A. R.- Sí y creo que aquí se requiere ya más una preparación de carácter académico como la universidad.

¿Cómo acerar a los jóvenes a la lectura? Muchos de ellos se dejan llevar por lecturas ligeras o baratas, lecturas de “superación personal” que son más fáciles de digerir que una novela seria.
A. R.- Creo que debe haber un esfuerzo de honestidad por parte de los adultos, de los escritores adultos, para permitir el paso de la literatura joven, es decir, la literatura joven empieza por esta, aunque sea un abuso conceptual. Entiendo por literatura joven la literatura escrita por jóvenes, para jóvenes y con el lenguaje de los jóvenes. Hace mucho tiempo, hace ya cuarenta años apareció un gran talento que fue capaz de hacer esto, José Agustín. Cuando José Agustín aparece y crea -no necesariamente de forma organizada sino simplemente para la atención del lector- a un conjunto de jóvenes que tienen las mismas preocupaciones. Un mismo tipo de procedimiento lingüístico y las mismas o parecidas inquietudes literarias de romper con un estatus.
Inmediatamente se procedió a descalificar este tipo de corriente, hasta la fecha sigue siendo descalificada, tan descalificada que está rodeada de prejuicios. Lo vimos en el taller, hay gente que no sabía si le había gustado o no, ¡bueno!, ya es una ventaja. Que no quieran admitir que les gustó, en el fondo les gustó y los divirtió y lo disfrutaron.
Pero eso nos da un ejemplo de a qué dificultades se pueden enfrentar la literatura de jóvenes por jóvenes y para jóvenes a una gran resistencia, ¿por parte de quien?, de nosotros los adultos. Ahora, el joven tendría que romper un tipo de resistencia similar al que tuvieron que romper José Agustín, Gustavo Sainz y todos estos escritores, pero además tienen que romper una inercia comercial. A un escritor joven o no joven pero que no tiene un nombre, que no ha publicado previamente en una editorial comercial o que no ha ganado un concurso importante, prestigiado, no le dan la oportunidad de publicar. Entonces ¿cómo van a publicar los jóvenes? Y también las editoriales tienen sus razones para no publicar, no quieren arriesgar su dinero, el mercado es demasiado apretado y no pueden perderlo si es que el escritor “no pega”. De modo que no le dan la oportunidad y por lo tanto se queda. Debe haber una literatura de gran talento pero que ahora tiene que romper mucho más barreras que las que ni siquiera en la fecha pudo romper José Agustín. Porque hasta la fecha siento que tiene resistencia si se le lee con mucho prejuicio, o sea, como no escribe como Carlos Fuentes entonces hay que leerlo con cuidado; como no escribe exactamente como García Ponce pues hay que leerlo con cuidado.

¿Los fondos de becas son una manera viable de dar difusión a la literatura joven creada para jóvenes?
A. R.- Siempre y cuando se complete, como creo que lo están haciendo aquí en Chetumal con la publicación o la oportunidad de publicarles, desde luego que si. Yo he visto con mucho gusto que aquí se publica bastante comparado con otros lugares, lugares que quizá tengan más presupuesto. Eso es importante. Ahora, no se trata de publicar indiscriminadamente pero sí de propiciar que los jóvenes escriban, que se les exija el cumplimiento de las becas; exigirlo tajantemente, “te pagamos para que escribas o te estimulamos para que escribas, pero si no escribes te recogemos la beca”.
Para que la beca funcione como lo que tiene que ser, una manera de control, de mantenerlos tranquilitos a la comunidad artística, que de por sí es alebrestada, tenerla tranquila, ¡no! Se trata de estimularla y si cumple, perfecto, y si no cumple le retiras el apoyo. Uno.
Dos. Una vez que terminan, someter a dictamen, a un dictamen riguroso y externo que no tenga que ver con los intereses de la localidad sino la posibilidad de publicarlos y luego publicarles, como el tipo de publicaciones que hacen aquí en Chetumal, y después que se puedan repartir, que la gente se entere que hay otras publicaciones. Por supuesto que hay viabilidad, yo creo que esa puede ser una vía. Se ha deformado esto en otras regiones y se ha utilizado la publicación para favorecer a amigos o para quedar bien. En Hidalgo se publicaron las obras completas de Ricardo Garibay en tomos de lujo, ¿cuántos libros de autores jóvenes se publicaron? ¡Ninguno!, porque todo el dinero, todo el presupuesto se fue ahí. Entonces ya no se cumple el ciclo.
Y no sólo no se cumple sino que se empieza a dar un estancamiento, un amafiamiento que termina por perjudicar a las becas. Así surgen los caciques, que son los que controlan todo, que deciden quien sirve, quien no sirve y son quienes de pronto hacen sus concursos literarios, absolutamente desprestigiados, donde se premian ellos, se premian a sus amigos, son premios literarios fantasmas. Aunque repito, hay que ser muy rigurosos a la hora de decidir quien va a publicar y quien no va a publicar.
Y para que no haya problemas de rencillas o de ayuda a los amigos, que los dictámenes los den comités externos, por ejemplo, el Estado de México, que dictaminen los del Distrito Federal o de Hidalgo, de otros lados, que se elija colegiadamente pero que no sean nunca de la localidad porque hay riesgos.

Esto nos lleva al ámbito de la cultura subterránea de jóvenes creadores, algunos buenos y otros no tanto ¿ha encontrado obras que merezcan una difusión masiva, más allá de la “subcultura”?
A. R.- Claro que sí. Esfuerzos de muchachos de muy jóvenes que están haciendo “periodiquitos”. Publicaciones que andan repartiendo de mano en mano. Uno les da lo que piensa que les puede servir, lo que uno trae en la bolsa, algún dinerillo, dándoles alguna colaboración para que jalen un poco más de público. Sí he encontrado, cómo no.
Ahora, y no sólo eso, de pronto hay textos y obras importantes que merecerían difusión, obras renovadoras, pero la industria editorial está muy cerrada; difícilmente vas a ver en las editoriales comerciales nombres de escritores que no hayan publicado antes en esa misma editorial, o sea, que no hayan empezado en los años setenta.
¿Pero qué va a pasar con los que empezaron a escribir después o los que empezaron a escribir en el año 2000? ¿Quién les va a publicar? Creo que el Estado, refiriéndome al Estado como Estado, los gobiernos pueden hacer una buena labor.

(Entrevista realizada el 28 de febrero de 2007) Continuará…

Entrevista con el escritor Agustín Ramos durante su visita a Chetumal (segunda parte y final)


“Ya está todo dicho pero hay que cambiar la manera de decirlo… intentarlo por lo menos. Puede que el día de mañana o dentro de una hora, las cosas hayan cambiado tan radicalmente que no todo haya estado dicho”. Entrevista con el escritor Agustín Ramos durante su visita a Chetumal (segunda parte y final)
Por Jaime Rodríguez

CHETUMAL.- El miércoles 28 de febrero concluyó el taller de narrativa impartido por el escritor Agustín Ramos, realizado en el Centro Cultural para las Bellas Artes de Chetumal, así como en la Universidad de Quintana Roo. A este taller –el realizado en el Centro Cultural- asistió público en general, escritores locales y periodistas. Abismo Sónico sostuvo una charla en la que el maestro Ramos vertió sus opiniones acerca del impacto social que tienen los talleres de creación literaria, la difusión de la literatura joven y los medios para llevar a cabo esta tarea (primera parte de la entrevista), las adaptaciones cinematográficas de obras literarias y el futuro de la literatura, que son los temas abordados en esta segunda y última parte.
Agustín Ramos estudió Lengua y Literatura Hispánicas en la UNAM. Fue director general del Consejo Estatal para la Cultura y las Artes de Hidalgo y del Museo Interactivo El Rehilete. Como colaborador permanente del periódico El Sol de Hidalgo obtuvo el Premio Estatal de Periodismo 2003 y es autor, entre otros títulos, de: Al cielo por asalto; La vida no vale nada; Ahora que me acuerdo; La gran cruzada; Tú eres Pedro; La visita (un sueño de la razón); El preso número cuatro; Manifiestos; la pieza teatral: Tener presente; el relato histórico: Harina de otro costal, el libro de ensayos Sonar de letras, y su reciente obra Como la vida misma.

Hizo muchas referencias históricas cuando se analizaron los cuentos dentro del taller de narrativa, ¿qué importancia tiene el contexto histórico en la literatura?
Agustín Ramos.-
Creo que el escritor siempre toma una posición ante la realidad que está viviendo y que ésta realidad tiene que ser esencialmente diferente a la realidad ficticia que él crea; porque es esencialmente diferente a mi manera de ver puesto que es virtual, no existe mas que con la ayuda de un lector. Tienes que poner en el platillo de las balanzas, la realidad real, es decir: “esto estaba pasando y esto estaba escribiendo el escritor”; ¿para qué?, para que se encuentren puntos de vinculación para que el lector vaya viendo casuísticamente, caso por caso, cual es la relación que hay entre un escritor y su contexto histórico.
Tú me dirás “es que es obvio que influye”; yo diría “pues sí, es obvio para ti pero quizá no sea obvio para el lector”. Y la manera de influir es diferente en un Carlos Fuentes que en un Jorge Luis Borges, en un Ernesto Sábato que en un Jorge Luis Borges, en un Salvador Elizondo que en un José Agustín. Las maneras de influir, de determinar si es que determinan al escritor, son diferentes.
Creo que ese es el encanto de la literatura, porque si fuera una relación directa del reflejo automático-mecánico entonces ya no tendríamos que leer a Homero. Ya no tendría ningún caso leer a Homero puesto que su realidad ya desapareció hace muchos años. Pero también creo que Homero tiene la gracia de haber llegado a la esencia humana, a partes esenciales que tardan muchísimo en cambiar y que no han cambiado y que por lo tanto, nos siguen afectando.
¿Cuál es el sustrato histórico de Homero?, la lucha por un lugar que era clave para el comercio, el paso por un lugar que era clave. Troya existe. El lugar donde estuvo emplazada Troya lo puedes ver en el mapa y te vas a dar cuenta que es un estrecho por donde tenían que pasar las naves. Era un lugar estratégico como ahora es el Golfo Pérsico, como en otro momento dado fue el Canal de Panamá; esos lugares enconan las diferencias entre las potencias, entre los guerreros. Y esto lo ve Homero. Ahora eso sigue prevaleciendo, ¿eso nos explica el encanto de Homero?, creo que no, pero para mí lo refleja.
Cuando yo trato de dar el contexto histórico lo que estoy tratando de hacer es llamar la atención a la gente sobre una realidad que hay desde el momento que un escritor está escribiendo. ¿Lo va a afectar o no lo va a afectar? pienso que si pero toca al lector determinar cómo y de qué manera, porque yo tengo que cumplir con el deber de decirle “había esto cuando él estaba escribiendo eso”, “estaban matando estudiantes mientras fulanito de tal escribía acerca de escribo que escribo que escribo”, por poner algunos ejemplos.

Al final de cuentas todos son situaciones reales, como decía usted, pero la diferencia está en la manera en cómo se cuentan las historias…
A. R.- Sí y depende del escritor cómo lo asuma el mismo escritor, en qué posición económica y social, qué cultura, qué sustrato, qué vivencias tiene. Imagínate, la determinación de la realidad real para la obra del escritor es infinita, el abanico de posibilidades es infinito; en todo caso nunca es mecánico.

Ahora que tocamos el punto de cómo contar las historias, también se comentó –dentro del taller- sobre las versiones cinematográficas de obras literarias. Mucha gente se inclina más por ver la película, por ejemplo “El Perfume”, que leer el libro. ¿Cuál es su postura ante este tipo de trabajo?
A. R.- Yo creo que hay excelentes guiones cinematográficos que hacen malas películas. Malísimos libros que hacen buenas películas. Son lenguajes diferentes y no estoy de acuerdo con que una manera de hacer entrar la literatura sea por la parte visual porque hay mucho más cultura visual. Ahora los jóvenes tienen una cultura visual, es decir, una verdad a medias y por lo tanto es decir una gran mentira.
No tienen una gran cultura visual, se les está despojando de la cultura auditiva y se les está despojando de la capacidad de lectura para convertirlos en analfabetos funcionales. Considerar que una película puede sustituir el contenido de una novela es fomentar el analfabetismo funcional.
El cine es un lenguaje que ha dado grandes obras, un lenguaje artístico capaz de competir con cualquier otro lenguaje artístico, estoy totalmente de acuerdo con que se diga que es el “séptimo arte”. Y la literatura es otro tipo de arte, es otro lenguaje que se tiene que respetar en su calidad esencial. Que a veces empatan, sí, como en el teatro; en el teatro tenemos de pronto la coreografía, la literatura obviamente es una literatura dramática, las artes visuales con el escenario, con el mismo movimiento, la música por supuesto; estamos hablando de arquitectura también, sí, pero todo eso contribuye para darle una forma a un solo arte, a una sola arte que se llama el teatro. Y el cine es lo mismo.
No podemos decir que uno sustituye al otro, de ninguna manera, me parece que es un grave atentado a la cultura. Seguimos con este “culturicidio”, asesinando a la cultura doblando a las películas. ¿Cómo voy a creer que tú puedas oír a Al Pacino hablando como mexicano, o peor, como español? ¡Dios mío!, ¡pues si la actuación tiene que ver con los gestos, pero también tiene que ver con la palabra! Que la voz es parte fundamental de la actuación. ¿Cómo voy a ver a Marlon Brando hablando de “hola hijo, es que tengo que hacer esto” -(imita el acento y pronunciación de los españoles)-, ¡no puede ser! Pero es que quieren evitarle a la gente la lectura, la lectura insignificante, ya no digas aprender el otro idioma, de acuerdo, pero la lectura insignificante de unos subtítulos casi siempre pésimamente traducidos.

Vi Naranja Mecánica doblada al español en un canal de televisión abierta y todo estaba desvirtuado, desde los diálogos hasta las palabras en ruso que se utilizan en la novela y en el guión original, considero que es una falta de respeto al artista…
A. R.- Además hay que agregar una cosa, el autor de Naranja Mecánica confiesa en el prólogo al libro, que la edición de Naranja Mecánica en Estados Unidos en la que se basó la película está mochada. O sea, él ya está admitiendo que le mutilaron la obra literaria. Entonces, la película además, por más que sea de Stanley Kubrick, está basada en una obra literaria mutilada. Así ya nos estamos evitando a una infinidad especular de mutilaciones: obra literaria mutilada, lenguaje cinematográfico, doblaje, corte de escena, ¿qué queda de la obra?, ¿quién puede decir que conoce Naranja Mecánica, la del autor si se queda con lo del canal cinco?
Sin embargo, si tú le preguntas a algún joven “oye, ¿conoces Naranja Mecánica de Burguess?”, te va a decir “sí” y no tiene la menor idea de lo que es Naranja Mecánica, porque además le cortaron a la Naranja Mecánica “el rabito”, lo final, que es lo que le da el mensaje más subversivo, más crítico a la obra. ¿De cuando a acá la literatura quiere hacer “niños buenos”? No, la literatura no quiere hacer “niños buenos”, quiere hacer seres humanos más sensibles, pero si tú eres malo te va a hacer más malo, si tú eres fuerte te va a hacer más fuerte, si eres débil te puede hacer más débil. Pero siempre es mejor ir a más que ir a menos.

Es lo que sucede con los libros de superación personal, de programar a las personas a que no piensen, solamente satisface el ego, el bienestar espiritual…
A. R.- Auto-engáñate, como si no estuviéramos suficientemente engañados. No es auto-ayuda, es auto-engaño: “yo estoy bien, todo está perfecto, nada pasa”, ¡no es cierto! Pero la gente lo cree. Tú enciendes la televisión y ves una realidad que no tiene nada que ver con la tuya, ¡lo vimos en las elecciones! Quien haya visto la televisión está convencido de que no hubo problema, pero quienes vivimos los mítines, vimos todo lo que se fue dando, sabemos que hay una gran mentira y que estos señores construyeron una mentira y que finalmente, tarde o temprano, ese engaño se va a revertir. Ya se revirtió, entrando aumentan la tortilla de manera alevosa.
Y no sólo eso sino que además se pretende engañar a la gente diciéndole que se le está ayudando. Los mismos que aumentaron el precio de la tortilla, los mismos que propiciaron todo esto a favor de una gran ganancia de ellos, se reúnen con el usurpador y salen diciendo que van a ayudar, y no sólo eso, dicen “ya ayudamos y ya le bajamos cincuenta centavos”. Olvidándose que antes le habían subido uno cincuenta.
Eso está haciendo la televisión, construyendo una realidad diferente. Y la gente, para consolarse de la realidad tan atroz que está viviendo, tan intimidante, tan amenazante, se pone a ver la televisión y la televisión lo calma y le dice “no pasa nada, todo está muy bien, no pasa nada”. Regresa a la realidad, vive con toda dureza lo que está pasando, amenaza en el empleo, inseguridad, todo lo que está viviendo, y llega otra vez a salida en la que la televisión le diga “en Michoacán capturamos tantos kilos de marihuana”. Sí, capturaron tantos kilos de marihuana y el peso de las cabezas que andan rodando se cuenta también por kilos pero eso no lo dicen.
Entonces no están creando una realidad, que tienen mucho que ver con estos libros de auto-ayuda: “auto-engáñate hasta que el chícharo explote”; pero mientras yo estoy teniendo ganancias, que es de lo que se trata, es decir, “tú auto-engáñate, yo vivo bien, yo voy teniendo ganancias, esto puede terminar mañana, yo si soy realista, pero para cuando termine yo ya me voy a poder ir, cuando me cachen en mi fraude, yo ya voy a tener para pagar la fianza”. Haces un fraude de mil millones de pesos y te piden de fianza, trescientos mil, ¡está perfecto!

Volviendo al tema de la difusión del trabajo literario y de la manera de contar historias, se ha dado un gran auge de los sitios en Internet llamados blogs. Existen sitios que cuentan historias de manera original y emplean personajes, a veces los mismos autores cuentas sus propias historias o inventan sus personajes. ¿Puede considerarse al blog como el futuro para la literatura?
A. R.- Definitivamente sí. Yo no he incursionado en eso, la primera persona que me habló hace muy poco de ello fue Federico Campbell, el escritor. Todo lo que tenga que ver con la facilitación de la difusión de la literatura, es bueno.
Cuando San Agustín va a visitar a San Ambrosio y le dicen que está meditando, que está solo retirado en su celda, él llega y piensa que está dormido porque no lo oye. Le dijeron que está leyendo pero no se oye que esté leyendo, él estaba leyendo en voz baja. San Agustín se asombró porque no sabía que estaba leyendo de esa manera.
El paso de la piedra como forma de escritura a formas más complicadas como pintar y a la pluma de ganso, luego a la máquina de escribir y ahora a la computadora, son grandes avances. Imagina si tuvieras que hacer un ejercicio de ir acumulando los periódicos o las notas periodísticas de cada día sobre determinado tema, se empieza a llenar tu casa de papel, siendo que lo puedes tener en una cosita de un milímetro o de dos milímetros de grueso -(hace una señal descriptiva refiriéndose a los milímetros)-, puedes tener ahí hasta decenas o siglos de información.
Se tienen que resolver problemas técnicos, la pantalla cansa, no es lo mismo que la hoja; pero estamos enamorados de la hoja y sin embargo tenemos que abrir paso a nuevas tecnologías que van a facilitar que la lectura sea mucho mejor, mucho más eficiente y el manejo de la memoria también se dedique a cosas importantes, sustanciales. Creo que es un gran avance, lo de los blogs me parecen perfecto. Habrá que resolver algunos problemas técnicos y jurídicos, pero de ahí en fuera, yo no soy un romántico en este sentido. El papel y el libro objeto van a pasar de moda, como pasó de moda en otro momento el libro escrito a mano en los conventos.

Por último ¿ya está dicho todo en las letras o cual es el camino a seguir?
Agustín Ramos.-Yo creo que podría contestarte con la respuesta que han dado todos los escritores, prácticamente. Ya está todo dicho pero hay que cambiar la manera de decirlo. Yo diría: “Sí, hay que intentar cambiar la manera de decirlo, intentarlo por lo menos, porque no tenemos esa posibilidad, no tenemos que ser los grandes genios”. Pero mi respuesta podría ser todavía más contundente: ¿estamos absolutamente seguros que mañana va a salir el sol? Existen grandes, enormísimas posibilidades… probabilidades, pero puede que no. Puede que el día de mañana o dentro de una hora, las cosas hayan cambiado tan radicalmente que no todo haya estado dicho. Esa expectativa es la que nos mantiene y la expectativa humilde de que queremos decir, de otra manera, lo que ya dijo el Chilam Balam o Píndaro u Homero.

(Entrevista realizada el 28 de febrero de 2007)