lunes, febrero 05, 2007

Regreso a estas calles solitarias


Regreso a estas calles solitarias, silenciosas y el ambiente a mi alrededor es cálido. El verano a flor de piel. Mientras ellos duermen yo no puedo hacerlo, dentro de mi hay una ilusión nueva. La duda por el mañana tan incierto… pero sigo caminando hacia no sé donde.
En cierto modo los recuerdos se apoderan de mí esta noche; imágenes dulces y amargas por igual hacen mella en el alma atormentada. Busco paz, busco amor; busco sapiencia y un poco de dones sobrehumanos. Hay quienes quieren huir de las cárceles de la mente. ¿Cuántos años pasarán para encontrar la felicidad?
Siempre he estado sólo, me he conocido un poco encontrando virtudes y defectos; falta mucho camino. Por ahora me detengo en un rincón, un sitio en el cual pocos se detienen a contemplar lo que tienen día y noche. Un muelle, remodelado para complacer al ojo foráneo. Para mí es más que un simple muelle, es la conexión con la inmensidad del mar.
Arriba, la luna y las estrellas, algunas nubes robando el brillo lunar. El calor disminuye, el frío vuelve a mis manos. Me siento a la orilla y simplemente dejo que mis sentidos se llenen con la brisa y el sonido del mar.
Recuerdo cuando tenía dieciocho, suplicaba por abandonar este cajón de arena y probar lugares nuevos. Abandoné la idea de entregarme a una vida conformista, de sepultar mis ideas y venderle mi alma al demonio capitalista. Así de sencillo. De ser un arquitecto preferí darle vida a la música que gritaba desesperada en mi cabeza, como una amante cautiva en las garras de un guarro golpeador.
La música me eligió para darle vida y amarla todos los días de mi vida.
Llegué hace diez años a un lugar al que visité por muchos veranos. Ese verano de 1994 sería el último de mi vida en este lugar cerca del cielo. La ciudad sobre el lago borrado resultaba un sitio desconocido para mí, con su gente y sus costumbres.
Fue difícil al principio. Dejé un amor, dejé a mis amigos pero al fin, contento por haber abandonado esa cárcel de la mente. Nada bueno dejó excepto por los momentos fuera de las aulas, las idas a fumar a la cafetería o bajo un árbol: mudo testigo de un desamor.
Quise escapar de todo. No estaba listo para enfrentarme a mí ni mucho menos estaba preparado para enfrentar la soledad. Nadie que se haya escapado de sí mismo podrá llegar tan lejos, nadie que pretenda olvidarlo todo podrá vivir los nuevos amaneceres. Me engañé por un momento que se convirtió en años. Diez años en los que el aprendizaje fue constante. Caer, levantarme, llorar, gritar, reírme e incluso “enamorarme”.
Regreso a la realidad. No podía dormir, vine a suplicarle a la luna que me diera un sueño profundo. El mar fue de nuevo mi confidente. Pocos se dan cuenta de que el mar es el verdadero testigo de sus vidas.
¿A dónde iré a morir cuando se acabe mi misión en la Tierra? ¿Quién recogerá mi corazón despedazado? Las mismas preguntas. No soy el mismo de ayer, hoy quiero ocultarme de la gente… al fin y al cabo nunca se han dado percatado de mi luz. Ellos no me importan, sé que hay un ser que puede recibir mi luz. Mis colores serían todos para ese ser. La esperanza crece, la ilusión vive. Volveré para iluminarla.

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