lunes, octubre 30, 2006

Tres versiones para cada historia: La Guerra entre México y los Estados Unidos (1846 – 1848). (Cuarta parte)


“La verdad nunca puede decirse de tal forma que sea comprendida y no ser creída.” William Blake, Las bodas del Cielo y el Infierno. (1793).

Diferencias en las raíces de dos naciones a punto de entrar en conflicto (viene de la tercera parte)
Cuando los españoles establecieron su dominio en sobre las poblaciones de Mesoamérica, en el siglo XVI, éstos venían en búsqueda de nuevas oportunidades de mejoramiento material, pero al mismo tiempo traían una fuerte tradición medieval. Asimismo, los españoles también traían una tradición de mestizaje ya que en la península se habían mezclado griegos, fenicios, pueblos el norte de Europa, árabes y judíos. Al enfrentarse a pueblos altamente desarrollados como los aztecas, mayas y las otras culturas de Mesoamérica, no sólo los dominaron sino que también se mezclaron biológicamente con ellos y asimilaron algunas de sus costumbres y estilos de vida.
Agrega Velasco-Márquez: “La paradoja de la conquista española fue que los españoles estaban orgullosos de su cultura europea (hispana) y trataron de continuarla en América, pero en el caso específico de México crearon algo diferente, una nueva sociedad y una nueva cultura.”
Por su parte, el origen de Estados Unidos fue el producto de una "colonización tardía". Cuando los ingleses establecieron la primera colonia permanente en Jamestown, Virginia en 1607, el Imperio español en América estaba prácticamente consolidado y la Nueva España era ya un emporio económico. Entre los factores que impulsaron la migración inglesa, hubo dos determinantes: la transformación de la economía y sus efectos en la sociedad, y los conflictos religiosos. Así el proceso de colonización se dio como resultado de la iniciativa privada, con una mínima intervención de los reyes, y su intención fue abrir nuevos mercados y centros de producción de materias primas, o bien servir de refugio a las sectas religiosas que buscaron la mayor autonomía posible de la autoridad británica. Los colonos ingleses, por otra parte, no traían consigo una tradición de mestizaje, ni se enfrentaron a las culturas indígenas altamente desarrolladas, por eso ni se pudo imponer un sistema social semi-feudal como el español sobre los pueblos aborígenes, ni se produjo una mezcla racial nueva. “La paradoja de la experiencia inglesa, es que los ingleses vinieron, en su mayoría, decepcionados de su tradición europea y trataron de hacer algo nuevo en América, pero finalmente mantuvieron más los patrones culturales y raciales de su lugar de origen.” (Jesús Velasco-Márquez, ITAM)

Profundicemos un poco más en el tema de las diferencias en las raíces de dos naciones…
La rebelión de los colonos ingleses se originó a partir de que las autoridades británicas intentaron crear un sistema de control imperial como resultado de la “Guerra de los 7 años”. Deseaban mantener su autonomía. Una de las condiciones internacionales que favorecieron a la guerra de independencia de Estados Unidos fue la rivalidad entre Gran Bretaña y Francia, por lo que les permitió obtener recursos, alianzas y un reconocimiento aun antes de formalizar su emancipación De hecho la guerra de independencia en los Estados Unidos se dio para preservar esa modernidad que había motivado la colonización, pero esta guerra duró sólo 5 años.
En cambio, en México obtuvo su independencia 40 años después que Estados Unidos. En este conflicto complejo y fragmentado, además de buscar la emancipación de España, se buscaba una verdadera revolución política y social. “Los mexicanos no contaron con condiciones externas favorables: en su inicio, en 1810, Europa estaba inmersa en la guerras napoleónicas y cuando finalmente se consiguió la meta, once años después, se había gestado un movimiento conservador que no favoreció el reconocimiento de los nuevos países americanos. Por último entre los dirigentes mexicanos, que sobrevivieron la sangrienta lucha por la independencia, había hombres de gran talento, pero con poca experiencia práctica en la política.” (Jesús Velasco-Márquez, ITAM)
Estados Unidos en 1789, intentó un singular experimento: crear una nación a partir de un estado, que a su vez se apoyaba en una ideología individualista y egoísta. Por ello, la diversidad de intereses se manifestaría en forma de coaliciones políticas. La emergencia de Estados Unidos fue el producto de un consenso político e ideológico. Además, uno de los rasgos políticos más importantes fue la continuidad de su liderazgo político y su desarrollo institucional. Entre 1789 y 1860 se eligieron 15 presidentes y 36 legislaturas sin problemas ni cuestionamientos a la legitimidad de los comicios; y no obstante, que aparecieron los partidos políticos, éstos lejos de ser un elemento disruptivo sirvieron para impulsar la democracia y para encontrar soluciones a los principales problemas.
Cuando México finalmente alcanzó la independencia, un estado de ánimo optimista se había adueñado de la sociedad mexicana. Pero la verdad era que la vida independiente de México no venía acompañada de los mejores augurios. México heredaba de la Nueva España una sociedad extremadamente fragmentada, tanto en su composición étnica, como en los niveles de educación y distribución de la riqueza; además, también existían diferencia regionales. Las condiciones económicas y sociales contribuyeron a exasperar el debate político. Inmediatamente después de la independencia dos principales proyectos para constituir el nuevo estado fueron propuestos: uno fue el que eventualmente sería llamado el "liberal", y el otro fue el que sería conocido como "conservador". Aunque los miembros de estas posiciones coincidían en sus metas económicas, y aun sociales, al querer sinceramente hacer de México un país moderno y próspero, diferían substancialmente en los medios.
Los conservadores enfatizaban la necesidad de proceder cautamente, sin trastocar la estructura social, y sobre todo preservando las instituciones que jugaban un papel primordial para mantener unida a una sociedad fragmentada, especialmente la Iglesia Católica. Los liberales, en cambio, proponían reformas sociales y económicas radicales. Los liberales propugnaban por el establecimiento un estado republicano federal; mientras los conservadores reiteraron la necesidad de un estado centralizado, y se inclinaban fuertemente por la monarquía como forma de gobierno. Eventualmente se desarrollaría una facción intermedia que fue conocida como la de " los moderados"
Uno de los principales problemas fue que esos proyectos políticos fueron sostenidos y debatidos por una élite intelectual, cuyos contactos con el pueblo era muy escasos.
Entre 1821 y 1850, el debate tuvo lugar casi exclusivamente entre los miembros de esos grupos. De hecho, no hubo partidos políticos, en el sentido estricto de la palabra, sino coaliciones coyunturales; además, la población no estaba acostumbrada al debate político. En esas condiciones la brecha entre la dirigencia intelectual y el pueblo, fue ocupada por individuos que habían adquirido algún prestigio a nivel local o nacional -caciques o caudillos- que en la mayoría de los casos antepusieron sus intereses personales a cualquier compromiso ideológico y nacional. Hasta este punto es comprensible la situación de inestabilidad en el país.
Entre 1821 y 1847, cuatro tipos de gobierno fueron ensayados: la monarquía en 1822, la república federal en 1824, y dos formas de república centralizada, la primera en 1836 y la segunda en 1843. A ese lamentable cuadro, debe añadirse que México se enfrentó a un ambiente internacional hostil.
Mientras Estados surgió desde su origen colonial como un estado y sociedad modernos, para México modernizarse significó romper estructuras, destruir viejas instituciones y construir nuevas y modificar la forma de pensar de sus habitantes. Estos divergentes orígenes ayudan a explicar la posición de los dos países durante la guerra de 1846 a 1848.

Los líderes: ¿a quién culparemos?
México
El general José Joaquín de Herrera

José Joaquín de Herrera, nativo de Jalapa, se ganó una reputación de ser un mexicano nacionalista políticamente moderado y de constituir una alternativa razonable a los más temerarios caudillos que actuaron durante el caos de las tres primeras décadas de la República Mexicana. Nacido en 1794, se incorporó al ejército español cuando era joven, pero abrazó la causa independentista en 1820. Herrera surgió como una de las principales figuras de la nueva república y con el tiempo llegó a ser ministro de guerra y marina, entre 1832 y 1834, y ocupó varios cargos en diferentes gobiernos hasta 1844, actuando hábilmente en la contienda exasperante entre las ideologías federalistas y centralistas.
Cuando el presidente Antonio López de Santa Anna fue exiliado a Cuba, Herrera ganó las elecciones para ocupar el alto mando del ejecutivo, justo a tiempo para enfrentar una crisis con Estados Unidos. Sus ofertas e intentos diplomáticos por evitar la guerra disgustaron a sus conciudadanos y fue derrocado por un golpe de estado liderado por el general Mariano Paredes y Arrillaga. El nuevo dictador no pudo vencer a Estados Unidos y Santa Anna regresó a México para sufrir un desastre similar. Con la nación derrotada y desmoralizada en la guerra entre Estados Unidos y México, el público mexicano una vez más solicitó al más moderado Herrera para restablecer el orden. El Congreso lo eligió para que ejerciera dicha tarea en 1848.
Con el pago de $15 millones que efectuó Estados Unidos en virtud de los términos del Tratado de Guadalupe Hidalgo, Herrera sofocó con éxito las rebeliones en Yucatán, Guanajuato, Veracruz, Misantla y la Huasteca. Habiendo estabilizado su nación, Herrera traspasó el mando a su sucesor electo, Mariano Arista, en 1850. Herrera siguió siendo un interesante observador político de la escena nacional hasta su muerte en 1854.

El general Antonio López de Santa Anna (el “Quince uñas”)
El general Antonio López de Santa Anna continúa siendo una de las figuras más controvertidas y enigmáticas de la historia de México y Estados Unidos. Oriundo de la ciudad de Jalapa donde nació en 1794, siguió los pasos de su padre en el servicio real español y se incorporó al ejército. Se unió a la contienda política en México cuando era un oficial joven, pero abandonó la causa realista en 1821 y apoyó la independencia.
Las tres décadas siguientes se caracterizaron por el tumulto, las luchas interinas y las intrigas políticas. Contra este trasfondo de violencia e incertidumbre, Santa Anna marcó su sello de político perspicaz y oportunista y de caudillo. Se posicionó, en repetidas ocasiones, como el salvador de México gracias al respaldo de su autoridad militar y al apoyo de sus partidarios en el estado de Veracruz. Cuando el clima político se tornaba desfavorable, Santa Anna simplemente se retiraba por un tiempo del servicio público y comenzaba a tramar su regreso. Esta táctica lo condujo reiteradamente a la presidencia mexicana, pero a menudo también lo implicó en sucesos desventurados, como la operación militar fallida contra los insurgentes de Texas en 1836.
Cuando estalló la guerra entre Estados Unidos y México, Santa Anna estaba viviendo en Cuba como exiliado a causa de un revés político. Cuando percibió que tenía una oportunidad, regresó a su país natal, tramó un golpe contra el gobierno y, una vez más, se erigió como presidente y salvador de la patria.
Sin embargo, su táctica falló y el éxito de Estados Unidos en la guerra de nuevo obligó a Santa Anna a exiliarse, esta vez en Colombia. Otra vez reapareció en 1853 y se aseguró la presidencia por undécima vez. Santa Anna murió en México en 1876.

El presidente Mariano Paredes y Arrillaga
Mariano Paredes y Arrillaga fue uno de los principales manipuladores de la política mexicana durante el comienzo del siglo XIX. Fue un incondicional partidario de los españoles que nació en la Ciudad de México en 1797 y llegó a la mayoría de edad durante la Guerra de la Independencia en la que participó como oficial de los realistas. Cuando México surgió como una nueva nación, en el fondo, Paredes siguió siendo partidario de la monarquía.
Miembro de la facción política centralista, Paredes desempeñó varias funciones públicas y participó en luchas internas que le valieron el ascenso a general de brigada así como un breve período como secretario de guerra. Poco a poco se abrió paso hacia la política presidencial en 1841 dirigiendo un golpe de estado contra el presidente Anastasio Bustamante y haciendo cumplir las políticas del nuevo jefe del poder ejecutivo, el general Antonio López de Santa Anna. Tres años más tarde se levantó contra su nuevo jefe, provocando su exilio a Cuba. Mientras tanto, la tensión entre Estados Unidos y México aumentaba.
En medio de este caos político, José Herrera surgió como presidente de México y buscó una solución pacífica a los problemas que enfrentaba la nación, pero a fines de 1845 fue depuesto por un golpe militar liderado por Paredes, quien se instaló en la presidencia. Allí esperaba enfrentarse con Estados Unidos en una guerra de proporciones limitadas para aumentar el poder de negociación en el gran juego diplomático. También esperaba recibir una indemnización por Texas y que los poderes europeos intervinieran. Su apuesta falló porque las fuerzas estadounidenses derrotaron una y otra vez al ejército mexicano en mayo de 1846. En agosto, Paredes se vió derrocado por el golpe militar dirigido por un vengativo Santa Anna.
Paredes huyó a Europa y volvió brevemente a México como un crítico declarado del Tratado de Guadalupe Hidalgo. Regresó a Europa pero volvió a México en 1849, donde murió deteriorado física y económicamente.

Juan Almonte
Juan Almonte fue un general, político y diplomático mexicano durante uno de los períodos más difíciles de la historia de su país. Nacido en 1803, Almonte viajó a Estados Unidos en busca de ayuda para la independencia mexicana y volvió unos años más tarde como estudiante a New Orleans. Su conocimiento de Estados Unidos, su educación, sus vínculos familiares y su gran talento hacían de él alguien naturalmente preparado para desempeñar una variedad de tareas militares y diplomáticas en la década de 1820. Viajó a Texas en 1834 y compiló un informe acerca de las crecientes tensiones que había allí. Volvió en 1836 como parte del ejército del general Antonio López de Santa Anna y fue capturado en la Batalla de San Jacinto.
Tras ser repatriado a México, Almonte ascendió a general de brigada y continuó su brillante carrera política, fungió como secretario de guerra y marina en 1839 y 1841 antes de asumir el cargo de embajador en los Estados Unidos en 1842. Ejerció esa función durante el período previo a la guerra entre Estados Unidos y México. Al avecinarse la guerra, volvió a México y se postuló como candidato a presidente, pero no tuvo éxito. Luego, se sumó a un golpe de estado en contra del ganador, José Herrera. En 1846 fungió varias veces como secretario de guerra y marina y secretario de hacienda del gobierno del presidente Mariano Paredes y Arrillaga. Almonte estuvo desempleado durante el transcurso de la guerra entre Estados Unidos y México, cuando el general Antonio López de Santa Anna derrocó al régimen de Paredes. Después del conflicto, perdió por segunda vez las elecciones para presidente, nuevamente contra Herrera. Almonte murió en 1869.

El general Mariano Arista
Mariano Arista fue un soldado y un patriota en la época de la formación de México. Nacido en la ciudad de San Luis Potosí (ubicada en el centro norte del país) en 1802, comenzó su carrera militar prestando servicio a España, pero apoyó la independencia mexicana en 1821. Rápidamente ascendió en los rangos del ejército nacional y llegó a ser general de brigada en 1831. Arista solía apoyar las causas centralistas hasta que los reveses políticos lo llevaron al exilio en Estados Unidos.
Cuando el general Antonio López de Santa Anna se declaró dictador en 1835, Arista volvió a México y trabajó para ese gobierno y para los siguientes presidentes participando en diversas oficinas y juntas militares. En última instancia llegó a ser comandante general del Estado de Tamaulipas. Arista combatió a los franceses en Veracruz en 1839, pero fue capturado. Poco después, se retiró de la vida pública.
El presidente Mariano Paredes y Arrillaga llamó a Arista en 1846 y le dió la orden de tomar el mando del Ejército Mexicano del Norte para oponerse al avance estadounidense a través de Texas. El general Arista perdió una serie de reñidas batallas contra el general estadounidense Zachary Taylor en abril y mayo, dando comienzo a la guerra entre Estados Unidos y México. Esto sembró el caos en su ejército. Fue una derrota que terminó con su mando activo en el campo de batalla.
Después de la guerra entre Estados Unidos y México, Arista volvió a la vida pública como un incansable defensor de las reformas militares, lo que le dio publicidad y ayudó a que el congreso nacional lo designara presidente en 1851. Su esfuerzo por inculcar auto estima y disciplina en el ejército condujeron a una revuelta de oficiales en 1853 y a su remoción del cargo. Arista, abatido por esa traición, partió para Europa poco después y murió en 1855.

Continuará…

viernes, octubre 27, 2006

Ojos negros, mundo ordinario…


En recuerdo de los 10 años que viví en México D.F. y de los miles de ojos hermosos que descubrí en cada vagón del Metro.

No había nada más que gente desconocida a mi alrededor, al mediodía, cuando todos corren a llegar puntuales a sus trabajos o a sus clases. Eran esas horas en que la gente ya está bastante sumergida en la cotidianeidad de la vida. Desde adentro del abismo sónico se pueden ver los rostros cansados a temprana hora o a temprana edad; las miradas tristes, las miradas lascivas, las que brillan por esa extraña fuerza universal. Se pueden ver las bocas perdiéndose en un beso en un rincón y, algunas bocas abandonadas en otro rincón.
El mundo parece tan pequeño cuando lo observas dentro de un vagón del tren subterráneo.
Las historias anónimas que presencié en muchos viajes bajo tierra estuvieron acompañadas de la música que te ofrecen a cambio de unas monedas. Desde niños que deberían estar en la escuela hasta ciegos que “milagrosamente” pueden ver. Pero esa vez no era la música del vagón sino la que se escuchaba aquí dentro del abismo.
Fue en uno de esos cambios de “track” cuando apareció un par de ojos negros, expresivos, rasgados y acentuados por una tenue sombra café. La sombra de los ojos descansaba sobre una piel morena clara, suave y delicada. La dueña de tales encantos advirtió mi mirada, ni una sonrisa, solo se volvió hacia el libro que descansaba sobre sus piernas –un libro de filosofía quizás- y recogió su cabello hacia un lado, era un cabello ondulado y muy oscuro. Casi a la par de sus movimientos seductores comenzó una melancólica melodía dentro de mis oídos… un par de compases más y reconozco “Ordinary World” de Duran Duran.
No importó el número de estaciones que habían pasado, la gente subía y bajaba, pero desde dentro crecía esa visión que la casualidad o el destino habían puesto frente a mis ojos. Aquella silueta brillaba entre los cuerpos cansados y hastiados, la descripción que hacía Simon LeBon al cantar “Came in from a rainy Thursday on the avenue thought I heard you talking softly” (1) como si el resto de las personas en ese vagón desearan escuchar una voz añorada mientras caminan por la vida, en una tarde lluviosa.
Seguí los movimientos de mi “oscuro objeto del deseo” y al fin logré captar su atención. Esbocé una sonrisa. Sus movimientos se sincronizaban perfectamente con la música: la manera de tomar el libro y cambiar de página, la manera de acomodarse el cabello, su mirada, sus labios y sus manos. Se escuchaba “and I won’t cry for yesterday there’s an ordinary world” (2) y la mujer miraba hacia alguna parte. No quise saber lo que pensaba, era mejor presenciar en silencio lo que una mujer expresa con su cuerpo. Como la música misma hay que aprender ese idioma femenino.
Mi mente repetía “And as I try to make my way to the ordinary world I will learn to survive”, y la música llegaba a su fin. En ese breve instante hubiese deseado ser un libro de filosofía o de un libro de poemas de Mario Benedetti, tan solo para sentir su mirada de color nocturno y la delicadeza de sus manos.
Mi tarde tomó una dimensión diferente con tan solo observar cómo una canción se fundía con el cuerpo de una desconocida que brillaba en medio de tantos cuerpos cansados y hastiados.
No supe su nombre pero siempre recuerdo sus ojos.

(1) “Ven en un jueves lluvioso sobre la avenida. Creí escucharte hablando suavemente”.
(2) “Y no voy a llorar por el ayer, hay un mundo ordinario”.

miércoles, octubre 25, 2006

Los Festivales de Cultura del Caribe, una tradición necesaria para el pueblo.


Los festivales culturales son parte fundamental para el desarrollo de una sociedad. Son la plataforma para mostrar el desarrollo de las expresiones culturales y artísticas de una entidad, el escenario del intercambio de ideas, costumbres y modos de vida entre los países o individuos, artistas creadores e intérpretes. Quintana Roo ocupa un lugar privilegiado en la geografía mexicana al localizarse en la porción oriental de la Península de Yucatán y al este con el Mar Caribe. Debido a esto, la zona sur del estado ha recibido la influencia de los países caribeños como Belice, Honduras, las Antillas Menores, Isla Caimán y Jamaica, así como la parte norte ha recibido los aires cubanos y los sabores de Yucatán. Han pasado 32 años desde su creación como Estado en los que Quintana Roo se ha nutrido de gente que ha llegado de diversos puntos del país, nuevas formas de vida e ideas, visiones, costumbres, colores y sabores que poco a poco han enriquecido –y siguen enriqueciendo- este rincón de la República mexicana.
Para mostrar la tan “alardeada identidad” que posee Quintana Roo y atraer los ojos y oídos de países del Caribe, se crearon festivales que poco a poco encontraron su lugar entre los quintanarroenses. Festivales que parecían convertirse en una de las pocas tradiciones esperadas y festejadas por los habitantes de Quintana Roo. No han faltado aquellos que no veían con buenos ojos el hecho de realizar un festival, ¿acaso es la fuerte cosquilla del nativismo fascista lo que impide ver con claridad la idea de realizar festivales culturales de alcance internacional?
Los Festivales Internacionales de Cultura del Caribe se remontan a los años 80, alrededor de 1983 se lleva a cabo el Festival Cancún Caribe. En 1988 se crea el Festival Internacional de Cultura del Caribe durante la gestión del Dr. Miguel Borge Martín, gozando de un éxito y convocatoria nunca antes vista. En este festival convergieron distintas disciplinas artísticas como danza, música, gastronomía, cine, además de las muestras de producción de café, tabaco y ron. Este festival se extendió hasta el año 2000 y sólo tuvo una interrupción, en 1993, año en que el entonces gobernador Mario Villanueva no contó con el apoyo del Consejo Nacional para la Cultura y las Artes. El festival se reanudó al año siguiente con recursos y estrategias locales, que resultaron poco favorables.
El ocaso del festival se dio durante la gestión de Joaquín Hendricks, en el cual sólo se realizaron dos ediciones en 1999 y en el año 2000, resultando ésta última muy costosa debido a su concepto fronterizo.
Un año después, Hendricks dio a conocer en una reunión que no se harían más festivales de cultura ya que no se tenían presupuestos que solventaran los gastos de organización y realización. Sin embargo se realizaron otros festivales costosos y sin el impacto de los anteriores.
Así pues encontramos el Premio Internacional de Pensamiento Caribeño y los encuentros de literatura, escultura, éste realizado en Isla Mujeres en el año 2001 y en Chetumal en 2003.
Otros festivales fueron organizados por algunos artistas y creadores de Chetumal, además de miembros de la comunidad caribeña, debido al vacío dejado por la suspensión de los festivales.
Regresando al pasado. Algunos festivales gozaron del favor del público-en realidad muchos- y no faltaron las protestas hacia algunas disciplinas, como la que aconteció durante el festival de 1997. Un párroco de nombre José Eduardo Pérez, en un acto de exigencia absurda provocó que un ritual vudú programado para realizarse en Isla Mujeres, no se llevara a cabo, debido a la cerrazón y la ignorancia promovidas por la Iglesia Católica y el Estado.
Podríamos señalar diferentes motivos para la suspensión del Festival Internacional de Cultura del Caribe: la cultura mercantilista imperante en la capital del estado (de nada sirven el arte y la cultura para la vida diaria, sólo importa cuanto vendemos), la falta de educación artística de calidad en las ciudades, las políticas educativas que sólo crean una masa de seres productores pero no de seres pensantes. A todo esto sumamos la falta de una visión creativa, la falta de inversionistas patrocinadores y una política seriamente comprometida con los verdaderos valores culturales de un estado que alardea de identidad pero segrega a las comunidades Mayas.
Por otra parte, se cayó en la costumbre de traer artistas que resultaban caros (hablando dentro del plano musical). De 10 artistas representativos de la cultura de cada país caribeño, que mostraran su música y danza de la manera más pura posible, uno de esos artistas invitados era de convocatoria popular, por ejemplo, Wilfredo Vargas, lo cual no está mal pero se sigue acostumbrando al pueblo a lo más inmediato y digerible.
La vida de aquel Festival Internacional de Cultura del Caribe tuvo su “nacimiento glorioso” con Miguel Borge; su desarrollo titubeante y temporal suspensión con Mario Villanueva, y su muerte súbita con Joaquín Hendricks. Éste último lo destruyó por completo como para no poder rescatar la mínima esencia.
Al actual gobernador parece no interesarle el tema por el momento –ni siquiera a futuro- y ni siquiera ha manifestado una propuesta para devolver a Quintana Roo su festival. Muchas personas ansían el regreso del festival pero con la calidad con la que se le disfrutó en 1988.
Un festival debe ser un evento donde verdaderamente exista el intercambio de libre expresión en todos los sentidos, la concurrencia debe ser interesada, no acarreada. Un festival debe motivar a la gente a alejarse a los “reality shows” tan en boga en la actualidad e ir a ver la propuesta de gente con otro modo de vida (cosa que muchos nativistas no soportan). La propuesta del gobierno debe interesarse en que su pueblo cambie de aires, de sonidos, que se abra a nuevas maneras de expresión y comunicación.
Por otra parte no hay que limitarse en el programa, además de las manifestaciones como música, danza, gastronomía y artesanía, no deben quedar fuera la literatura, el cine, las artes visuales, el teatro, radio y multimedia. La falta de alguna de estas manifestaciones limita al evento.
A pesar de las limitaciones (económicas, creativas y de logística) toda jornada que exalte la cultura es bienvenida, y en este sexenio es también una seña para que el Gobierno del Estado retome el antiguo festival.
Quintana Roo no puede ni debe continuar en el letargo cultural y artístico ni vanagloriarse con artistas que se autolimitan o se duermen en sus laureles. Tampoco se puede dejar la organización en manos de organizadores incultos e inhábiles que a la larga, con festivales mal organizados y casi improvisados, produzcan un desarraigo y apatía cultural por parte de las generaciones jóvenes, el desinterés por la cultura estatal del visitante extranjero o nacional y un desvanecimiento ante la desenfrenada globalización.

lunes, octubre 23, 2006

Tres versiones para cada historia: La Guerra entre México y los Estados Unidos (1846 – 1848). (Tercer capítulo)


“La verdad nunca puede decirse de tal forma que sea comprendida y no ser creída.” William Blake, Las bodas del Cielo y el Infierno. (1793).

En la entrega anterior abordamos la anexión de Texas. En 1819 el gobierno de España autorizó a Moisés Austin y después a su hijo Stephan para realizar una colonización con 300 familias en ese territorio. Esta concesión fue ratificada por Iturbide y después por la República Federal. El flujo de norteamericanos no cesó y ya para 1826 aparece una primera muestra del deseo por lograr la independencia que finalmente es obtenida en 1836. Repasemos de nuevo la historia.

De nuevo Texas, el conflicto territorial y su anexión a Estados Unidos
Desde la consumación de su independencia, los Estados Unidos iniciaron su expansionismo a costa de sus vecinos. Compraron la Luisiana a los franceses y a los españoles la Florida, disputaron con los británicos de Canadá, avanzaron al sur sobre el territorio indio y, finalmente, pusieron sus ojos en nuestro territorio para llegar al Pacífico. Creían en su “Destino Manifiesto”, un derecho concedido por Dios a los norteamericanos blancos de habla inglesa para ocupar y “civilizar” con su democracia y sus altos ideales protestantes a los territorios deshabitados o poblados por nativos, o mestizos y españoles católicos. Así, la propaganda de su gobierno, animaba al pueblo norteamericano a marchar a México, en donde privaba la anarquía y la corrupción.
Otra causa de la guerra es la anexión de Texas a Estados Unidos. El 22 de febrero de 1819, los Estados Unidos firmaron el Tratado Transcontinental con España, que modificó los límites de la frontera norte de Texas, este tratado conocido también como Adams-Onís marcó el inicio de la política expansionista que seguiría Estados Unidos: "tomar territorio por la fuerza, y después negociar su cesión ". De este modo, entraron a Texas colonos norteamericanos desde la colonia y durante las primeras décadas del México independiente, en violación a las leyes que establecían que los colonos fueran católicos y que no tuvieran esclavos.
El 25 de agosto de 1829, Joel R. Poinsett, primer embajador de Estados Unidos en México, ofreció cinco millones de dólares por Texas La propuesta fue rechazada y dio motivo a una ley de colonización que prohibía la entrada de colonos norteamericanos. En abril de 1833 se llevó a cabo una convención texana que envió una representación al Congreso mexicano solicitando se le diera a Texas la calidad de estado de la república, independiente de Coahuila; en una segunda convención se estableció "Que Texas se considera con derecho de separarse de la Unión de México durante la desorganización del sistema federal y el régimen del despotismo, y para organizar un gobierno independiente o adoptar aquellas medidas que sean adecuadas para proteger sus derechos y libertades; pero continuará fiel al gobierno mexicano en el caso de que la nación sea gobernada por la Constitución y las leyes que fueron formadas para régimen de la asociación política".
No obstante estas declaraciones, en el fondo el objetivo era la independencia definitiva. En 1835 los texanos se rebelaron con el pretexto de que México había adoptado el centralismo. Santa Anna dejó en la presidencia a Miguel Barragán y marchó a someterlos; ocupó San Antonio de Béjar y tomó El Álamo, pero después de la derrota de San Jacinto, fue capturado y obligado a reconocer la independencia de Texas. Así, los texanos lograron de facto su independencia, en tanto no se anexaran a los Estados Unidos.
En 1844, el presidente norteamericano John Tyler pidió la anexión de Texas a Estados Unidos ante la creciente influencia inglesa. Al efectuarse el 1° de marzo de 1845, el gobierno mexicano protestó, pues no había reconocido su independencia y sí había manifestado que la anexión sería un acto de hostilidad y una causa suficiente para la declaración de guerra. Cuando se dio, el ministro mexicano en Washington, Juan N. Almonte, pidió sus pasaportes, el gobierno mexicano rompió relaciones diplomáticas con el otrora gobierno norteamericano y la opinión pública nacional clamó porque se iniciara la guerra con los Estados Unidos.
Al tomar posesión el nuevo presidente Polk, declaró que la agregación de la República de Texas era una decisión mutua entre las dos naciones independientes de Estados Unidos y Texas, y no entre su país y México.
La separación de Texas había dejado sin resolver problemas limítrofes, pues en tanto los texanos ubicaban sus límites en el río Bravo, los mexicanos lo hacían en el río Nueces. En apoyo a los texanos, el gobierno norteamericano ordenó al general Zacarías Taylor que avanzara hasta el río Bravo y construyera el Fuerte Brown, actualmente Brownsville, en territorio mexicano.
El Presidente José Joaquín Herrera propuso reconocer la independencia de Texas si no se daba la anexión, pero Texas confirmó su incorporación el 4 de julio de 1845. El gobierno de los Estados Unidos envió a John Slidell con el carácter de ministro plenipotenciario, lo que implicaba la reanudación de relaciones entre ambos países, que en esas circunstancias no podía aceptarse. Herrera se negó a recibirlo. Además, Slidell traía instrucciones de exigir que México reconociera el río Bravo, no el río Nueces, como límite de Texas y de presionar para que vendiera el territorio de Alta California por veinticinco millones de pesos y Nuevo México por cinco. (Fuente.- Portal INEP)
En esta coyuntura, Mariano Paredes Arrillaga acusó de traición al presidente Herrera, prometió declarar la guerra sin tardanza y tomó el poder, pero tampoco recibió a Slidell.
Ante la negativa, Polk decidió seguir el camino de la provocación para conseguir sus propósitos y en enero de 1846, ordenó al general Zachary Taylor el avance desde la bahía de Corpus Christi hacia las riberas del río Bravo. Dos meses más tarde, Taylor se atrincheró frente a Matamoros, donde los mexicanos preparaban la defensa. El general Arista conminó a Taylor a retroceder hasta el río Nueces y ante su negativa, el ejército mexicano cruzó el río Bravo para cortar la línea entre las fortificaciones en el Bravo y el Frontón de Santa Isabel. El 25 de abril de 1846 la caballería mexicana venció en tierras mexicanas a los norteamericanos al mando del capitán Thorton en una escaramuza en el Rancho de Carricitos. La “sangre norteamericana derramada” en esta escaramuza es la que Polk tomaría de pretexto para pedir la declaración de guerra.
Para esta fecha, las fuerzas mexicanas ya habían sufrido las dos primeras derrotas en el noroeste, en Palo Alto y La Resaca de Guerrero, los días 8 y 9 de mayo, respectivamente. El Congreso norteamericano, de inmediato y con una oposición mínima, aceptará la declaración de guerra el 13 de mayo; cinco días más tarde, Taylor ocupará Matamoros.

Oposiciones y divisiones políticas en México
Desde su guerra por la independencia en 1821 hasta la guerra contra Estados Unidos en 1846, México luchó por desarrollar un sistema de gobierno que permitiera que el poder a nivel nacional se transfiriera de una manera estable y pacífica. En las décadas que precedieron a la guerra con Estados Unidos, las disputas facciosas dieron lugar a debilidades reales o percibidas que alentaron a que gobiernos europeos trataran de aprovecharse de México. Estas influencias externas y la pugna entre facciones políticas internas tuvieron un significativo impacto en la habilidad de México para proteger sus territorios.

Diferencia en las raíces de dos naciones a punto de entrar en conflicto
Menciona Jesús Velasco-Márquez, del Instituto Tecnológico Autónomo de México, que: “Cuando los Estados Unidos y México se enfrentaron entre 1846 y 1848 eran dos países que contrastaban radicalmente en sus condiciones sociales, económicas, políticas y culturales. Estos contrastes fueron el resultado de sus antecedentes coloniales y de sus experiencias durante sus respectivos movimientos de independencia.”
Cuando los españoles establecieron su dominio en sobre las poblaciones de Mesoamérica, en el siglo XVI, éstos venían en búsqueda de nuevas oportunidades de mejoramiento material, pero al mismo tiempo traían una fuerte tradición medieval.
“España durante ocho siglos había estado inmersa en la lucha de los reinos cristianos por reconquistar el territorio ocupado por los musulmanes, lo cual reafirmó su tradicionalismo religioso y social. De hecho los españoles concibieron sus empresas conquistadoras como una continuación de la expansión del cristianismo católico y las justificaron con la evangelización de los indígenas; por ello al lado de conquistador estuvo el misionero. Asimismo, al dominar a comunidades nativas populosas contaron con mano de obra abundante, lo cual permitió que se reprodujera una estructura social parecida a la feudal; el noble se reprodujo en el conquistador, el clero mantuvo su misma posición y el lugar del siervo lo ocupo el indígena.”
Asimismo, los españoles también traían una tradición de mestizaje ya que en la península se habían mezclado griegos, fenicios, pueblos el norte de Europa, árabes y judíos. Al enfrentarse a pueblos altamente desarrollados como los aztecas, mayas y las otras culturas de Mesoamérica, no sólo los dominaron sino que también se mezclaron biológicamente con ellos y asimilaron algunas de sus costumbres y estilos de vida.
Agrega Velasco-Márquez: “La paradoja de la conquista española fue que los españoles estaban orgullosos de su cultura europea (hispana) y trataron de continuarla en América, pero en el caso específico de México crearon algo diferente, una nueva sociedad y una nueva cultura.”
Por su parte, el origen de Estados Unidos fue el producto de una "colonización tardía". Cuando los ingleses establecieron la primera colonia permanente en Jamestown, Virginia en 1607, el Imperio español en América estaba prácticamente consolidado y la Nueva España era ya un emporio económico. La ciudad de México era considerada como una de las urbes más importantes del Imperio Español. Inglaterra se sumó tardíamente al proceso de expansión colonial debido a su inestabilidad política, el proceso de transformación económica y su conflicto religioso. Debido a esto, no desapareció el Parlamento y se limitó la autoridad real, además de que se inició una revolución industrial y la autoridad religiosa se debilitó.
Entre los factores que impulsaron la migración inglesa, hubo dos determinantes: la transformación de la economía y sus efectos en la sociedad, y los conflictos religiosos. Así el proceso de colonización se dio como resultado de la iniciativa privada, con una mínima intervención de los reyes, y su intención fue abrir nuevos mercados y centros de producción de materias primas, o bien servir de refugio a las sectas religiosas que buscaron la mayor autonomía posible de la autoridad británica. Los colonos ingleses, por otra parte, no traían consigo una tradición de mestizaje, ni se enfrentaron a las culturas indígenas altamente desarrolladas, por eso ni se pudo imponer un sistema social semi-fedual como el español sobre los pueblos aborígenes, ni se produjo una mezcla racial nueva. “La paradoja de la experiencia inglesa, es que los ingleses vinieron, en su mayoría, decepcionados de su tradición europea y trataron de hacer algo nuevo en América, pero finalmente mantuvieron más los patrones culturales y raciales de su lugar de origen.” (Jesús Velasco-Márquez, ITAM)

La Feria del Peluche 2006… Y del SWAT, y de los Wannabe, y del pan con lo mismo, etc.


La feria ha llegado a la ciudad. Definitivamente no voy a dar un argumento muy extenso para describir lo que no hay en ella: es la Feria del Peluche 2006. Peluches por aquí, peluches por allá y ni siquiera tienen diamantes en su interior. Los mismos puestos de comida, los bares tamaño institucional, los juegos mecánicos más caros que el año anterior, stands sin mucho qué ofrecer. ¿Países visitantes? Argentina, Cuba, Guatemala, ¡hasta Pakistán! Pero no hay alguna mención a las embajadas correspondientes, lo que me hace pensar que tomaron a cualquier pakistaní de la Zona Libre –que abundan los hindúes y los pakistaníes en ese lugar- para vender inciensos y música de su país. Nada nuevo bajo el sol.
Bueno pues. Parte de mi trabajo es cubrir ciertos eventos, de modo que asistí al concierto de Benny Ibarra en la primera noche de palenque. Un buen concierto dentro de las posibilidades del lugar, buenas canciones y una banda de acompañamiento de excelente calidad.
Si bien es cierto que el trabajo de los medios de comunicación es presenciar el evento y así realizar la crónica correspondiente, tomar fotografías del acontecimiento y capturar la energía del artista y el entusiasmo del público, no faltan aquellos elementos del staff que se encargan de entorpecer el trabajo de los reporteros. No hubo un lugar específico donde se pudiera instalar una cámara, de modo que había que recorrer el lugar para encontrar el punto perfecto y así obtener buenas fotografías, a menos que el equipo de seguridad lo prohibiese. La miopía de los elementos de seguridad también es algo normal cuando se trata de comprobar que los reporteros carguen con el gafete de acreditación.
Pero eso no es todo.
¿Acaso un concierto que se pretende sea para el pueblo es el lugar para hacer caravanas a ciertos personajes de la política, abriéndoles paso con miembros del grupo de encapuchados como los SWAT? La seguridad es importante para el buen desarrollo de las actividades, pero no para quitar a la gente del camino, empujándola, tan sólo para que un funcionario se dirija sin problema a su asiento.
Un escenario artístico es únicamente de los artistas.
Y aún hay más. Los famosos asientos de la “zona VIP” ocupados por los villamelones invitados para la ocasión: los que sólo van a hacer bola, los escenosos, esos individuos que no se saben las canciones del artista en turno –igual y ni saben tararear las mañanitas- actúan como si de miembros de la monarquía se tratara. No les importa si el artista lleva un escenario fastuoso o simplemente ambientan con velas, sólo quieren salir en la foto de la página de sociales, mirar con desdén a los de las gradas e incluso, a aquel que con mucho trabajo consiguió un pase VIP o que compró un boleto “hasta adelante”.
Esos sujetos son los mismos que entorpecen el acceso a los medios de comunicación que ya concertaron una entrevista con el artista, argumentando que “no tenemos acreditación ni brazalete” y se escudan en los finísimos y educados gorilas del SWAT, ¿acaso Pinochet está en los camerinos con algún artista tomándose fotos y comiendo de su “tabla de quesos”?
No estimados lectores, no hay ningún dictador dentro del camerino ni nada por el estilo. Simplemente están los “Wannabe” (“quiero ser”) y los pequeños burgueses, los invitados por algún organizador a ocupar los mejores lugares (aunque no conozcan la trayectoria ni las canciones del artista que sea). ¿De qué privilegios gozan esos villamelones?
Dicen que el palenque es para el pueblo. Claro, los que quieran y puedan pagar, aunque a estas alturas la gente se gasta una cantidad de dinero en lo que sea y están en su derecho. Está muy bien ir a ver a grupos musicales y cantantes, debo admitir que disfruté el show de Benny. Pero imaginen el siguiente cuadro: un grupo de personas comunes –o sea, que no pertenecen a la “pseudo élite chetumaleña”- que compró lugares cerca del ruedo, le toca la mala fortuna de que sus asientos estaban cerca de esas “criaturitas”. No falta que los empujen, los quiten de su lugar y los manden a las gradas con el pretexto de que “ya no hay lugares cerca”. De verdad, más de uno se quedó sin un lugar preferencial porque se lo quitaron para dárselo a los amigos de la cara bonita de la ciudad o del que se aventó la idea de organizar el show.
Señores, si un artista no logra un lleno total en algún recinto, el que sea, siempre y cuando se trate de Chetumal, no se debe a que el artista o el grupo en turno sean malos sino porque la gente no está educada. Tampoco digo que la gente deba educarse en la cultura popular televisiva; el pueblo no está educado para toda clase de espectáculos, ya sea de danza contemporánea, ballet clásico, conciertos de música clásica, de rock alternativo, de pop, ranchero, pintura y ya ni decir el performance, se espantarían las buenas conciencias. Aquí una pregunta: ¿el entregarse por completo a la música, al espectáculo; vivir en carne propia y hasta lo más profundo del alma el arte y expresarlo corporalmente, implica necesariamente estar drogado o ser un “marihuano” como dicen “las buenas conciencias”?, la respuesta naturalmente es un rotundo no. Y este tipo de comentarios mide el nivel cultural de quien los dice, así sea de alguien de la clase alta, si, esos mismos que presumen de mucha cultural, refinamiento y mundo. Aún quedan conciencias que piensan de la misma forma que se hacía en el antiguo Payo Obispo.
“La Feria”… un calidoscopio donde la falta de creatividad y entusiasmo, el exceso de Channel en el palenque, las capuchas del SWAT y la ausencia de magia y festividad empañan la visión de un diamante que no existe mas que en el imaginario de quien lo concibió. En un país, en cualquier lugar del mundo, lo único que realmente brilla es la gente con sus verdaderas manifestaciones, con sus acciones y su trabajo, su cultura y su memoria histórica.

jueves, octubre 19, 2006

Tres versiones para cada historia: La Guerra entre México y los Estados Unidos (1846 – 1848). (Segunda parte)


“La verdad nunca puede decirse de tal forma que sea comprendida y no ser creída.” William Blake, Las bodas del Cielo y el Infierno. (1793)

Como señalamos en la primera entrega de este reportaje, abordaremos los diferentes temas

Resumen de la entrega anterior
En la entrega anterior vimos que la política expansionista de Estados Unidos fue una de las causas de la guerra de 1846 – 1848. La creencia de los "padres fundadores" de la Unión Americana acerca de que su sistema político era el más perfecto sobre la tierra se basa en razones históricas y teológicas ligadas a la ideología puritana. De ellas se van a derivar en el siglo XIX la idea de "Destino Manifiesto"; ésta se refiere a la obligación de extender los beneficios de tal sistema político a todas las regiones de la tierra; desde luego, primero a las más próximas.

El asunto de Texas
En 1821 México logra su independencia de España. Dos años después (en 1823) el gobierno estadounidense reconoce a México como nación independiente y envía a Joel Robert Poinsett como representante para firmar un tratado de amistad y comercio. Se firma un tratado de límites, pero el gobierno de Estados Unidos intenta anexar Texas.
Hacia 1830 miles de colonos estadounidenses se habían establecido en Texas, que hasta ese entonces había formado parte de México. Pero volvamos al pasado.
En 1819 el gobierno de España autorizó a Moisés Austin y después a su hijo Stephan para realizar una colonización con 300 familias en ese territorio. Esta concesión fue ratificada por Iturbide y después por la República Federal. El flujo de norteamericanos no cesó y ya para 1826 aparece una primera muestra del deseo por lograr la independencia que finalmente es obtenida en 1836. Este tema ha sido extensamente estudiado por varios historiadores, tanto mexicanos como norteamericanos. Resaltaremos únicamente las seis respuestas mexicanas ante esta controversia.
La primera fue desde luego, lograr la ratificación del Tratado Adams-Onís* por parte de los Estados Unidos y el México independiente; hecho que finalmente se alcanzó en 1832 y la ratificación del mismo tuvo lugar en 1836.
La segunda consistió en la labor llevada a cabo por el general Manuel de Mier y Terán, enviado especialmente para realizar una inspección de la colonización del territorio texano, de 1827 a 1829. De ello resultó evidente que Texas era habitado por una población de origen norteamericano ocho veces mayor que la mexicana, así como los preparativos norteamericanos destinados a invadir Texas. Mier proponía el establecimiento de presidios; esto es, fuertes militares, la colonización del territorio por mexicanos y europeos, así como el establecimiento de aduanas. Los texanos, por su parte, estaban preocupados por las restricciones a la esclavitud que imponían las autoridades mexicanas.
De los informes de Mier y Terán se derivó la tercera respuesta, la cual consistió en la Ley de Colonización fechada el 6 de abril de 1830, expedida por Alamán. Por medio de esta ley, la colonización pasaría a ser controlada directamente por el gobierno federal de la República, y se enviarían 3000 hombres de las milicias de los estados vecinos a Texas, pero desgraciadamente dichos hombres se negaron a cooperar. También previó el envío a Texas de "familias pobres y honestas".
Todas estas buenas intenciones quedaron en eso. Por consiguiente, al declararse independientes los texanos en 1836, la cuarta respuesta mexicana no pudo ser otra, sino la de obligarlos por la fuerza a continuar dentro de México. A ello estuvo encaminada la expedición de Santa Anna, quien, si bien pudo someter por la fuerza a los texanos en El Álamo y en El Encinal del Perdido, fue completamente derrotado en la batalla de San Jacinto. Los texanos recibieron apoyo oficial y semi-oficial de parte del ejército, del gobierno y de la población norteamericana. Por lo anterior, el ministro mexicano en Washington, Manuel Eduardo de Gorostiza, protestó ante el gobierno estadounidense por el paso de tropas norteamericanas --comandadas por el general Gaines- a través del Río Sabina. Evidentemente esta movilización había sido ordenada por el presidente Jackson.
La retirada del ejército mexicano no consolidó la existencia de una frontera claramente entre Texas y México. Hubo una serie de ataques y contraataques de parte del ejército mexicano, de 1836 a 1843. Esta fue la quinta respuesta. San Antonio de Béjar fue recuperado y después perdido por los mexicanos, pero jamás lograron los texanos establecer el territorio por ellos dominado, más allá del Río Nueces.
La sexta respuesta mexicana consistió en una labor de espionaje realizado de 1841 a 1845 por el cónsul de México en Nueva Orleáns, Francisco de Arrangoiz. Esta misión confidencial consistía en proporcionar informes primero, a las autoridades civiles y militares de México acerca de los movimientos del ejército norteamericano, el cual buscaba apoyar la consolidación de la República de Texas; después establecer una red de agentes entre Texas y Luisiana; y finalmente mantener al tanto a México de los esfuerzos texanos por lograr su incorporación a la Unión Americana. Cuando el Congreso norteamericano votó por la anexión de Texas a finales de febrero de 1845, el ministro de México en Washington, Juan N. Almonte exigió como medida de protesta, sus cartas credenciales. De esta forma, México suspendió sus relaciones diplomáticas con la Unión Americana. Arrangoiz permaneció como el único agente oficial de México en los Estados Unidos de marzo a agosto de ese año.

* El Tratado Adams-Onís
También llamado el Tratado Transcontinental de 1819, el Tratado de Adams-Onis fue uno de los eventos críticos que definió la frontera entre los Estados Unidos y México. La línea divisoria entre las entonces tierras españolas y el territorio estadounidense era una fuente de debate internacional. En Europa, España estaba enfrascada en serios problemas internos y sus colonias en el nuevo continente estaban a punto de explotar en revoluciones populares.
A sabiendas que tenía que negociar con los Estados Unidos o posiblemente perder a la Florida sin ninguna compensación, España envió a Onis, su Ministro de Relaciones Exteriores, para firmar un tratado con el Secretario de Estado John Quincy Adams. Con similitud a los estatutos de la Compra de Louisiana, el Tratado Onis-Adams estableció que los Estados Unidos pagarían las demandas de los ciudadanos de la Florida en contra de España hasta por una cantidad de 5 millones de dólares. El tratado trazó una línea divisoria definitiva entre las tierras españolas y el territorio de Louisiana.
En las disposiciones del tratado, los Estados Unidos cedían a España el territorio de Texas al este del Río Sabine. España retuvo no sólo a Texas, sino también a California y la vasta región de Nuevo México. En esa época, estos dos territorios también incluían todo lo que es California y Nuevo México más Nevada, Utah, Arizona y secciones de Wyoming y Colorado. El tratado -el cual no fue ratificado por los Estados Unidos y la nueva república de México hasta 1831- también disponía que España renunciara a sus pretensiones de apoderarse del territorio de Oregon más allá del paralelo 42 (la frontera norte de California). Más tarde, en 1824, Rusia también abandonaría sus pretensiones sobre Oregon, desde el paralelo 54, latitud 40 (la frontera sur de Alaska).

Los mexicanos consideraban una injusticia que los colonos estadounidenses hubieran recibido tierras gratis en Texas con condiciones generosas. Los estadounidenses no cumplieron esas condiciones: entraron a México aceptando cumplir con las leyes del país, incluyendo la ley de no tener esclavos (pues en México era ilegal) y convertirse en Católicos. Pero cuando se terminó el período de importación libre que les había concedido el gobierno mexicano se negaron a pagar impuestos y apoyaron el contrabando de productos mucho más baratos que traían naves estadounidenses a través del golfo de México.
En 1845 Texas ingresó a la Unión Americana (Estados Unidos) con categoría de estado. Se rompen las relaciones diplomáticas entre ambos países vecinos y se retira de Washington el representante del gobierno mexicano, Juan Nepomuceno Almonte.
El presidente de Estados Unidos James K. Polk envió tropas estadounidenses al territorio disputado en la frontera texana. Después de una batalla entre soldados mexicanos y estadounidenses en mayo de 1846, el Congreso de Estados Unidos declaró la guerra a México.
Después de que Texas declaró su independencia de México en 1836 (en esa declaración sólo había un mexicano, Lorenzo Zavala, siendo todos los demás «texanos mexicanos rebeldes» simples mercenarios estadounidenses).
La República de Texas se anexó a Estados Unidos en 1845; la frontera reconocida en ese tratado fue la del río Nueces. Ese mismo año crecieron las tensiones entre los dos países sobre los territorios cuando el gobierno de Estados Unidos ofreció pagar la deuda mexicana a colonos estadounidenses si México permitía que Estados Unidos le comprara los territorios de Alta California y Nuevo México. La propuesta fue rechazada por el gobierno mexicano.

Continuará…

El otro “Pop”: Cooper, mirando los sesentas y la cultura Mod a través del Retrovisor.



El concepto de “Pop” como una corriente cultural en el que se involucran disciplinas como la música, el cine, las artes plásticas y la literatura, no se entiende de igual forma en América que en Europa. Lo anterior se puede comprobar más fácilmente en la música, por ejemplo, “pop” es para el continente americano, la música de Britney Spears, Paulina Rubio, Ashlee Simpson o demás huestes; por el contrario, en Europa el “pop” permanece fiel al espíritu de la década de los 60, con instrumentaciones básicas y arreglos armónico y melódicos que recuerdan al blues y a las primeras canciones de grupos británicos como The Beatles, The Hollies, Animals, The Who y Cilla Black.
Es así como Elefant, una disquera española “indie” con sede en Madrid, conforma un extenso catálogo de artistas y bandas con la idea de promover “el pop más elegante, fino y embriagador”.
La escena “indie” de finales de los 80 estuvo dominada por una banda Mod originaria de León, Los Flechazos. Liderados por Alex Diez, Los Flechazos se distinguieron por su energía Mod en escena, su estética retro-sesentera y canciones pegajosas, candentes y con todo el sonido “sixties” británico. Cualquier canción de Los Flechazos pudo ser parte del soundtrack de una película de Pily y Mily o Marisol.
Los Flechazos se separaron en 1998. Fueron los principales abanderados del estilo mod-beat en España,-y de momento todavía no ha surgido un grupo que pueda ocupar su lugar-, desde que dieron su primer concierto en 1986 en León.
Pocos años después de la disolución del mítico grupo leonés, Alejandro vuelve con ilusiones renovadas y con brillantes nuevas canciones. Cooper no pretende ser una continuación de Los Flechazos; de hecho ni siquiera pretende ser un grupo al uso, sino el vehículo a través del cual Alejandro dé rienda suelta a su talento compositivo. Alejandro (Alex) Diez regresa con un sonido con más guitarras, canciones con letras más profundas y dulces aunque no pierde el sonido retro. La prensa de su país ha escrito al respecto: “Una excepción en el mediocre panorama español del revival de los 60. Las melodías precisas, herencia de Los Flechazos, siguen intactas” La Luna, El Mundo Enero 01
Su primer álbum se tituló “Fonorama” y actualmente se encuentra descatalogado en el formato LP y es imposible conseguirlo. Editado en 2001, de éste disco se desprendieron los sencillos “Vértigo”, “Buzo”, “Technicolor” y “Rascacielos”. Posteriormente, Cooper sale de gira y comienzan a sacar singles con 4 canciones cada uno: el primero fue “747” (2003), “Oxidado” (2004). Para entonces, Alex Diez había declarado que no volvería a sacar álbumes, obedeciendo a la tradición de los grupos musicales de los sesenta: sacaban discos sencillos con dos o cuatro canciones, con un arte atractivo y que fuera completo estética y musicalmente hablando.
No obstante y para sorpresa de sus seguidores, Cooper regresa al formato álbum en un disco que recopila los sencillos (singles) y “Lados B”.
“Retrovisor" es una parada en el camino que repasa la trayectoria de Cooper antes de retomar el rumbo que tan buenos momentos está deparando a los fans del pop en España.
Canciones grabadas en sesiones cortas, fiel a su compromiso con la inmediatez y la espontaneidad; tres canciones nuevas, que a su vez han sido reunidas junto con otras que aparecieron durante 2003 y 2004 en diferentes formatos. Doce temas en total que son un visor del pasado inmediato, una completa retrospectiva.
La conclusión, después de escuchar estas doce canciones de pop energético, luminoso y atemporal, es clara; el nuevo álbum supone un avance cualitativo respecto al ya muy consistente "Fonorama", pero también se beneficia del ímpetu, la frescura y el atrevimiento de esas sesiones cortas y concentradas en las que fue grabado. Pequeñas píldoras reconstituyentes de efecto inmediato, con riffs y melodías marca de la casa, como en los tres temas previamente inéditos: "Munich", "Rabia" (los Beatles pasados por el filtro de la new wave más speedica) y "A Oscuras" (íntima y nostálgica); la mayoría de canciones (algunas de ellas, remezcladas) de sus dos singles anteriores, "747" y "Oxidado", y algunas rarezas repartidas por distintos lugares: "Cierra los ojos" (que se regaló con la entrada en la gira de 2003 y no había salido publicada a la venta), la alegre "Sin respiración" (incluida anteriormente en el recopilatorio "Modapop") y una versión del clásico de Los Flechazos "Quiero regresar", que aparecía en el cd de regalo del fanzine Kitchenette, además de salir en un single de vinilo compartido con el grupo alemán The Cheeks. Próximamente saldrá el nuevo Extended Play (EP) de Cooper titulado “Días de cine”.
El Pop aún puede ser elegante, refinado y embriagante sin perder la energía y la psicodelia con la que fue concebida.

COOPER, Retrovisor, 2004. Elefant Records, España.

domingo, octubre 08, 2006

Tres versiones para cada historia: La Guerra de México contra Estados Unidos (1846 – 1848). (Primera parte)


“La verdad nunca puede decirse de tal forma que sea comprendida y no ser creída.” William Blake, Las bodas del Cielo y el Infierno. (1793)

En la historia de nuestro país hay un episodio que lentamente y con el paso de los años, se ha convertido en un mensaje recibido como equivocado, como en el juego de “teléfono descompuesto”, de manera que la verdad se ha perdido o distorsionado, dejando a los mexicanos sin memoria histórica y sin un motivo para reclamar lo suyo. La pérdida de una enorme porción territorial en el norte trajo como consecuencia la expansión de los Estados Unidos, la pérdida de riquezas naturales, energéticas y un endeudamiento aún mayor para el país al recuperarse de la guerra contra aquel país (1846 – 1848).
Hay tres versiones para cada historia: la nuestra, la suya y la verdad. La nuestra es la que nos han contado nuestros padres, versión distorsionada y carente de argumentos sólidos, vagos recuerdos de lo aprendido en la escuela elemental y secundaria. La suya es la que aprendemos en los libros de texto gratuitos, la que nos inculcan en los museos, en las aulas, en los programas de televisión y demás discursos preparados por un sistema que se propone mantenernos en la ignorancia y así, evitar el levantamiento de las voces del pueblo. La verdad es la que nos proponemos desentrañar y mostrar en la medida de nuestras posibilidades pues no somos completos especialistas del tema; la verdad que se guarda en archivos históricos, litografías de la época, tratados bilaterales y diversos artículos de estudiosos que se pueden encontrar en la Internet.
En esta sección abordaremos el episodio histórico de la Guerra de México contra Estados Unidos, cada fin de semana (sábado) y en la medida de lo posible y al alcance de nuestras fuentes de información. Expondremos datos históricos, compararemos la información que reciben los jóvenes estudiantes a través de los libros de texto gratuitos y expondremos conclusiones con el objetivo de responder a las preguntas que seguramente surgirán, pero una es la que nos tiene escribiendo este reportaje: ¿por qué nos han contado una historia distorsionada e incompleta? ¿Acaso ha sido para mantenernos en la ignorancia y evitar que el pueblo mexicano reclame lo que es suyo, un territorio robado o puesto a merced de los yanquis por parte de un grupo de políticos ambiciosos o de un presidente incompetente y cobarde como Antonio López de Santa Anna?
En pleno debate por la construcción de un muro fronterizo de mil 200 kilómetros en la zona norte del país, es momento de indagar en la historia para conocer la versión real de los acontecimientos.

Antecedentes de la Invasión Norteamericana
La guerra entre México y Estados Unidos ha sido descrita como un acto de agresión en la cual una nación poderosa atacaba a una débil para obtener concesiones que aparentemente no podían alcanzar a través de negociaciones. Algunos historiadores han señalado que México y Estados Unidos eran esencialmente igual en la década de 1840 y que México tenía una tradición militar más fuerte.
Al comienzo, muchos observadores europeos creían que los novatos Yanquis recibirían una buena tunda claramente merecida. Siempre en menor número, algunas veces cinco a uno, las fuerzas norteamericanas consistían en su mayoría de voluntarios conducidos por oficiales cuya única experiencia era la de las batallas enfrentadas con los indios. Que además México había estado clamando por la guerra en sus periódicos y en la oratoria de sus políticos, adoptando una actitud belicosa negándose a negociar y que México tuvo tanta culpa como su vecino del norte.
Según los recuentos oficiales la Guerra Mexico-Norteamericana fue de 1846 a 1848, pero el origen de las hostilidades se remonta hasta el año 1836, cuando los Estados Unidos dieron su apoyo a la Revolución de Texas; o hasta el año 1821, cuando México ganó su independencia de España y tomó posesión del Suroeste; o a 1819 cuando los Estados Unidos aceptaron con cierta resistencia que el territorio de Louisiana no se extendía hasta el Río Grande, como en algunas ocasiones los franceses reclamaran.
Ya desde 1809 se venían observando pretensiones anexionistas por parte de Estados Unidos. El Virrey de la Nueva España (aún México no era independiente) de aquel entonces inicia negociaciones con el gobierno de Washington para determinar límites entre la frontera norte novohispana y Estados Unidos. De esta manera consideraba que se frenarían los ímpetus de este país. Las gestiones del gobierno colonial español concluyen con la firma de un tratado por el que España cede Florida, ya ocupada por tropas estadounidenses. A cambio Estados Unidos se compromete a no hacer más exigencias territoriales.
En 1821 México logra su independencia de España. Dos años después (en 1823) el gobierno estadounidense reconoce a México como nación independiente y envía a Joel Robert Poinsett como representante para firmar un tratado de amistad y comercio. Se firma un tratado de límites, pero el gobierno de Estados Unidos intenta anexar Texas.
Hacia 1830 miles de colonos estadounidenses se habían establecido en Texas, que hasta ese entonces había formado parte de México.

Las difíciles relaciones diplomáticas entre México y Estados Unidos
Entre 1821 y 1848 las relaciones entre ambos países fueron crudas y nefastas. De los primeros cinco ministros norteamericanos en México, cuatro fueron expulsados del país. La primera ruptura de relaciones tuvo lugar en 1836 y una segunda en 1845 que provocó la invasión al año siguiente.
La estancia de los primeros diplomáticos en México la caracterizaba una multitud de dificultades en su relación con las autoridades de este país. Poinsett asumió una postura abiertamente intervencionista en la política interna mexicana y por tal conducta fue expulsado a finales de 1829. Anthony Butler, su sucesor tuvo un trato difícil con las autoridades mexicanas, además de ser un especulador de tierras en Texas. Powhatan Ellis, el tercer representante, sufrió la misma suerte de sus antecesores y a finales de 1836 abandonó la ciudad de México. El gobierno de México le hizo entrega de sus pasaportes, como protesta por el apoyo proporcionado -aunque encubierto- de las autoridades norteamericanas a los rebeldes texanos.
A partir de la estancia de Butler en México, los Estados Unidos presionaron constantemente a las diversas administraciones mexicanas y presentaron una serie de reclamaciones por parte de sus ciudadanos. No todas podían ser fundamentadas.
La permanencia del cuarto representante, Waddy Thompson y el encargado de negocios que cubrió sus ausencias, Benjamin Green se concentró en el asunto de las reclamaciones. Todo esto parecía indicar que los norteamericanos se propusieran establecer una barrera de humo al problema realmente grave entre ambos países, el cual radicaba en el asunto de Texas.
El ejercicio de una diplomacia seria y responsable de parte norteamericana hacia un país como México, les pareció innecesario e improcedente. Buscaron obtener las mayores ventajas de la debilidad mexicana, así como fomentar la profunda división que existía entre los grupos rectores de México, en cuyo proceso de gestación no llegaban todavía a un acuerdo sobre la organización política del Estado.

La ideología expansionista de Estados Unidos
La creencia de los "padres fundadores" de la Unión Americana acerca de que su sistema político era el más perfecto sobre la tierra se basa en razones históricas y teológicas ligadas a la ideología puritana. De ellas se van a derivar en el siglo XIX la idea de "Destino Manifiesto"; ésta se refiere a la obligación de extender los beneficios de tal sistema político a todas las regiones de la tierra; desde luego, primero a las más próximas. Paralela a la misma idea se desarrolló la de "Misión"; ésta, aparentemente menos agresiva tenía la finalidad de convencer al resto del mundo de los beneficios de la organización política y económica norteamericana. Un historiador estadounidense ha tratado de distinguir entre ambos conceptos y atribuye la parte expansionista y depredadora al primero, mientras que el segundo se lleva la altruística.

Y… ¿qué es el Destino Manifiesto?
La Doctrina del destino manifiesto del inglés "Manifest Destiny" sostiene que: “El pueblo norteamericano, en su calidad de pueblo elegido, tiene un fin manifestado por Dios según el cual le es permitido apropiarse de todo territorio que estuviese destinado a formar de parte de los Estados-Unidos.”
El origen del concepto del "Destino Manifiesto" se puede remontar hasta los primeros colonos llegados, desde Inglaterra, al territorio de lo que más tarde serían los Estados Unidos de América. Ellos, en su mayoría, eran de origen puritano, protestantes radicales, y cruzaron el océano convencidos que la tierra prometida era el lugar donde iban a cumplir con la misión que Dios les había encomendado, se sentían un pueblo elegido.
Un ministro puritano de nombre John Cotton, escribía en 1630:
"Ninguna nación tiene el derecho de expulsar a otra, si no es por un designio especial del Cielo como el que tuvieron los israelitas, a menos que los nativos obraran injustamente con ella. En este caso tendrán derecho a entablar, legalmente, una guerra con ellos así como a someterlos".
La frase "Destino Manifiesto" fue publicada por primera vez en el artículo "Anexión" del periodista John O´Sullivan, publicado en la revista Democratic Review de Nueva York, en el número de Julio-Agosto de 1845. En el se decía: "el cumplimiento de nuestro destino manifiesto es extendernos por todo el continente que nos ha sido asignado por la Providencia, para el desarrollo del gran experimento de libertad y autogobierno. Es un derecho como el que tiene un árbol de obtener el aire y la tierra necesarios para el desarrollo pleno de sus capacidades y el crecimiento que tiene como destino".
La segunda interpretación de O'Sullivan de la frase, se dio en una columna aparecida en el New York Morning News, el 27 de diciembre de 1845, donde O´Sullivan refiriéndose a la disputa con Gran Bretaña por Oregon, sostuvo que:
"Y esta demanda esta basada en el derecho de nuestro destino manifiesto a poseer todo el continente que nos ha dado la providencia para desarrollar nuestro gran cometido de libertad, y autogobierno".
El término se reavivó en la década de 1890, principalmente usada por los Republicanos, como una justificación teórica para la expansión americana fuera de América del Norte. También fue utilizado por los encargados de la política exterior de EEUU en los inicios del siglo XX, algunos comentaristas consideran que determinados aspectos de la Doctrina del Destino Manifiesto, particularmente la creencia en una "misión" americana para promover y defender la democracia a lo largo del mundo, continua teniendo una influencia en la ideología política americana.
El historiador William E. Weeks ha puesto de manifiesto la existencia de tres temas utilizados por los defensores del Destino Manifiesto:

1) La virtud de las instituciones y los ciudadanos de EE.UU.
2) la misión para extender estas instituciones, rehaciendo el mundo a imagen de los EE.UU.
3) La decisión de Dios de encomendar a los EE.UU la consecución de esa misión.

La descripción del presidente Abraham Lincoln de los Estados Unidos como "la última y mejor esperanza sobre la faz de la Tierra" es una expresión muy conocida de esta idea.
A partir de este supuesto los Estados Unidos, anexan el territorio de Texas (1840), California (1845) e invaden México (1848) incorporando Colorado, Arizona, Nuevo México, Nevada, Utah y parte de Wyoming. Después, en muchas otras ocasiones, se ha citado este Destino Manifiesto tanto a favor como en contra de otras intervenciones militares.

Continuará…

Los “Jeremys” y “Carries” a quienes nadie presta atención: o cómo crear asesinos y suicidas potenciales en las escuelas.


“La mejor venganza es seguir viviendo y probarte a ti mismo. Ser más fuerte que esas personas y después regresar.” Eddie Vedder, vocalista y letrista de Pearl Jam.

A modo de introducción
En 1991, en una escuela en las afueras de Dallas, Texas, un escolar se suicidó frente a sus compañeros de clase. El hecho ocupó un lugar importante en las noticieros y periódicos de Estados Unidos, y con la distancia que otorgan los años, puede decirse que fue el inicio del interés mediático en la violencia intraescolar, cuyo pináculo se encuentra en los sucesos acaecidos en Littleton, Colorado (1999), donde dos estudiantes mataron a una decena de personas e hirieron a otras tantas.
El suicidio de Jeremy Wade Delle inspiró la creación del que a la postre fuera el primer hit a nivel mundial de Pearl Jam; más allá de describir el hecho, la letra de Jeremy enfatiza la soledad y aburrimiento de los adolescentes suburbanos.

“Carrie” fue la primera novela de terror escrita por el autor estadounidense Stephen King. En ella se cuenta la historia de Carrie, una muchacha condicionada por un ambiente de fanatismo religioso, que sufre una serie de bromas en su escuela. Carrie se siente sola, una profesora intenta darle ánimos, que gane confianza, pero cualquier posibilidad de relación humana la destroza su propia madre. Carrie es una niña que es fruto de todas las bromas y risas por sus diferencias con el resto de alumnos de la escuela, a la cual su madre tampoco deja actuar como a la chica le gustaría, como una persona normal; y una chica que tiene poderes psíquicos, que se acentúan cada vez que se enfada Usará sus poderes telequinéticos para vengarse de los que la humillaron en el baile de la escuela.

Entremos en materia…
Los niños son seres que se expresan con total naturalidad y sinceridad. Simplemente cuando algo no les parece agradable o al contrario, les fascina, lo expresan como lo sienten y no se andan con rodeos. De la misma manera pueden infligir una crueldad terrible hacia sus compañeros de escuela. Existen dos clases de niños: el que representa a un grupo y se asume líder de una pandilla y el que es víctima de las burlas, intimidaciones y bromas del colegio. Conforme pasa el tiempo, esas dos clases de niño llegan a la secundaria y luego a la preparatoria. La historia no termina al abandonar la escuela primaria, lo peor está por venir.
La violencia intraescolar es una realidad. En México aparentemente no sucede nada semejante pero un poco más de atención mostraría historias que alarmaría a más de un padre de familia. En Estados Unidos son comunes las masacres en escuelas y centros comerciales a manos de personas que una vez fueron víctimas del abuso psicológico y violencia física pro parte de sus compañeros de clase.
Recuerdo a un amigo de la primaria con quien jugaba todos los días en el jardín de su casa al salir de las clases. Los niños grandes del salón -aquellos que eran fuertes y estaban en la selección escolar de fútbol- se burlaban de él por su aspecto físico: desaliñado, flaco, pálido y de torpe caminar. Evitaron a toda costa su ingreso al equipo de fútbol y las burlas aumentaban. Pasó el tiempo y yo nunca dejé de ser su amigo, aquellos niños crecieron y hoy son alcohólicos, delincuentes y desempleados. Mi amigo murió en 1997.
Los niños y las niñas son inmisericordes. Pueden provocar un dolor profundo en las víctimas que podrian pasar muchos años para superar el dolor y la humillación que experimentaron. Algunos lo superan y en otros casos, la rabia contenida desemboca en tragedias como la que aconteció en la secundaria Columbine, en 1999. Hubo quienes culparon a Marilyn Manson pero el rock jamás va a tener la culpa.
Si en la primaria los niños y las niñas se enfrentan al terror psicológico que les produce la presencia del “más fuerte de la tribu”, en la secundaria y la preparatoria el panorama no es nada alentador. El blanco de las burlas siguen siendo aquellos pubertos que no han alcanzado una estatura mayor, un aspecto desarrollado o una imagen adoptada de la bomba mediática llamada televisión.
Además de enfrentar el hostigamiento comercial en televisión, radio y lugares públicos, los jóvenes encaran la realidad gris que se materializa ante sus ojos: abuso psicológico, golpes, hostigamiento, amenazas e insultos, lo que genera graves trastornos emocionales. Como si no fuese poco con los nefastos profesores.
En un artículo publicado por la revista Vértigo, se señala respecto a los niños agresores que: “Según especialistas la violencia que padecen en sus hogares, un entorno socioeconómico hostil y la permanente difusión de conductas violentas en televisión, cine y en la música propician pensamientos, emociones y conductas antisociales que ejercen en el ámbito escolar, donde descargan sus emociones de intolerancia, odio, enojo y discriminación.” (Violencia: lección de cada día. l. ríos y á. hernández, Revista Vértigo)
El hostigamiento de tipo sexual es el caso que más se persigue en las instituciones escolares pero ninguna que excluya ese tipo.
La falta de confianza hacia los padres es un motivo muy fuerte para que las víctimas no denuncien a sus agresores. Son muchas las causas de la violencia intraescolar, una de ellas es la intolerancia. Recuerdo del caso de una niña expulsada de una escuela secundaria debido a sus preferencias sexuales, ocurrido hace unos meses en Chetumal. La intolerancia del cuerpo docente fue el ejemplo que los estudiantes recibieron, condicionados a segregar a todo aquel que mostrase una tendencia diferente. Lo mismo sucede con los “nerds”, los solitarios, los callados del salón que siempre se sientan atrás y las niñas obesas, las que usan lentes, las que no visten de acuerdo a los cánones dictados por la MTV. La generación actual es una que aboga por la tolerancia y respeto entre todos, pero esa tolerancia y respeto se termina cuando alguien que no va acorde a sus modelos de comportamiento y entonces, comienza la pesadilla.
Las autoridades educativas no deben perder de vista a los chicos callados y “antisociales” de los salones de clase, también deben tomar en cuenta a qué clase de personas contratan como futuros docentes, fomentar el respeto entre y hacia los estudiantes, por sus ideas, su forma de vestir y su manera de expresarse en el mundo y NO CASTIGAR NI REPRIMIR NI SEÑALAR. De lo contrario, egresaran de las escuelas asesinos y suicidas en potencia en lugar de profesionistas capaces y ciudadanos ejemplares.