lunes, octubre 23, 2006

La Feria del Peluche 2006… Y del SWAT, y de los Wannabe, y del pan con lo mismo, etc.


La feria ha llegado a la ciudad. Definitivamente no voy a dar un argumento muy extenso para describir lo que no hay en ella: es la Feria del Peluche 2006. Peluches por aquí, peluches por allá y ni siquiera tienen diamantes en su interior. Los mismos puestos de comida, los bares tamaño institucional, los juegos mecánicos más caros que el año anterior, stands sin mucho qué ofrecer. ¿Países visitantes? Argentina, Cuba, Guatemala, ¡hasta Pakistán! Pero no hay alguna mención a las embajadas correspondientes, lo que me hace pensar que tomaron a cualquier pakistaní de la Zona Libre –que abundan los hindúes y los pakistaníes en ese lugar- para vender inciensos y música de su país. Nada nuevo bajo el sol.
Bueno pues. Parte de mi trabajo es cubrir ciertos eventos, de modo que asistí al concierto de Benny Ibarra en la primera noche de palenque. Un buen concierto dentro de las posibilidades del lugar, buenas canciones y una banda de acompañamiento de excelente calidad.
Si bien es cierto que el trabajo de los medios de comunicación es presenciar el evento y así realizar la crónica correspondiente, tomar fotografías del acontecimiento y capturar la energía del artista y el entusiasmo del público, no faltan aquellos elementos del staff que se encargan de entorpecer el trabajo de los reporteros. No hubo un lugar específico donde se pudiera instalar una cámara, de modo que había que recorrer el lugar para encontrar el punto perfecto y así obtener buenas fotografías, a menos que el equipo de seguridad lo prohibiese. La miopía de los elementos de seguridad también es algo normal cuando se trata de comprobar que los reporteros carguen con el gafete de acreditación.
Pero eso no es todo.
¿Acaso un concierto que se pretende sea para el pueblo es el lugar para hacer caravanas a ciertos personajes de la política, abriéndoles paso con miembros del grupo de encapuchados como los SWAT? La seguridad es importante para el buen desarrollo de las actividades, pero no para quitar a la gente del camino, empujándola, tan sólo para que un funcionario se dirija sin problema a su asiento.
Un escenario artístico es únicamente de los artistas.
Y aún hay más. Los famosos asientos de la “zona VIP” ocupados por los villamelones invitados para la ocasión: los que sólo van a hacer bola, los escenosos, esos individuos que no se saben las canciones del artista en turno –igual y ni saben tararear las mañanitas- actúan como si de miembros de la monarquía se tratara. No les importa si el artista lleva un escenario fastuoso o simplemente ambientan con velas, sólo quieren salir en la foto de la página de sociales, mirar con desdén a los de las gradas e incluso, a aquel que con mucho trabajo consiguió un pase VIP o que compró un boleto “hasta adelante”.
Esos sujetos son los mismos que entorpecen el acceso a los medios de comunicación que ya concertaron una entrevista con el artista, argumentando que “no tenemos acreditación ni brazalete” y se escudan en los finísimos y educados gorilas del SWAT, ¿acaso Pinochet está en los camerinos con algún artista tomándose fotos y comiendo de su “tabla de quesos”?
No estimados lectores, no hay ningún dictador dentro del camerino ni nada por el estilo. Simplemente están los “Wannabe” (“quiero ser”) y los pequeños burgueses, los invitados por algún organizador a ocupar los mejores lugares (aunque no conozcan la trayectoria ni las canciones del artista que sea). ¿De qué privilegios gozan esos villamelones?
Dicen que el palenque es para el pueblo. Claro, los que quieran y puedan pagar, aunque a estas alturas la gente se gasta una cantidad de dinero en lo que sea y están en su derecho. Está muy bien ir a ver a grupos musicales y cantantes, debo admitir que disfruté el show de Benny. Pero imaginen el siguiente cuadro: un grupo de personas comunes –o sea, que no pertenecen a la “pseudo élite chetumaleña”- que compró lugares cerca del ruedo, le toca la mala fortuna de que sus asientos estaban cerca de esas “criaturitas”. No falta que los empujen, los quiten de su lugar y los manden a las gradas con el pretexto de que “ya no hay lugares cerca”. De verdad, más de uno se quedó sin un lugar preferencial porque se lo quitaron para dárselo a los amigos de la cara bonita de la ciudad o del que se aventó la idea de organizar el show.
Señores, si un artista no logra un lleno total en algún recinto, el que sea, siempre y cuando se trate de Chetumal, no se debe a que el artista o el grupo en turno sean malos sino porque la gente no está educada. Tampoco digo que la gente deba educarse en la cultura popular televisiva; el pueblo no está educado para toda clase de espectáculos, ya sea de danza contemporánea, ballet clásico, conciertos de música clásica, de rock alternativo, de pop, ranchero, pintura y ya ni decir el performance, se espantarían las buenas conciencias. Aquí una pregunta: ¿el entregarse por completo a la música, al espectáculo; vivir en carne propia y hasta lo más profundo del alma el arte y expresarlo corporalmente, implica necesariamente estar drogado o ser un “marihuano” como dicen “las buenas conciencias”?, la respuesta naturalmente es un rotundo no. Y este tipo de comentarios mide el nivel cultural de quien los dice, así sea de alguien de la clase alta, si, esos mismos que presumen de mucha cultural, refinamiento y mundo. Aún quedan conciencias que piensan de la misma forma que se hacía en el antiguo Payo Obispo.
“La Feria”… un calidoscopio donde la falta de creatividad y entusiasmo, el exceso de Channel en el palenque, las capuchas del SWAT y la ausencia de magia y festividad empañan la visión de un diamante que no existe mas que en el imaginario de quien lo concibió. En un país, en cualquier lugar del mundo, lo único que realmente brilla es la gente con sus verdaderas manifestaciones, con sus acciones y su trabajo, su cultura y su memoria histórica.

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