CHETUMAL.- La fecha se antojaba como un
día lleno de actividades festivas en las que el pueblo participara activamente
desbordando el orgullo quintanarroense que proclaman a los cuatro vientos y en
todas las redes sociales posibles. Y es que ser quintanarroense y chetumaleño
implica un gran compromiso histórico y social que sobrepasa toda retórica.
Implica amor, unidad, identidad y trabajo.
Ocho de octubre de 1974. Hace 37 años,
Quintana Roo se convertía en Estado Libre y Soberano. Nacía la identidad
quintanarroense en la era de la posmodernidad y en un momento en que nacían los
quintanarroenses que hoy mueven a la entidad en el camino hacia el progreso y
el crecimiento sociocultural. Los hechos engrandecen al ser humano y así fue el
nacimiento de Quintana Roo: un movimiento de hombres y mujeres, como debe ser
la historia de la humanidad.
Cualquiera que profese un profundo amor
por su tierra esperaría a que el sentimiento colectivo se expresara en los
escenarios a los que nos han habituado a identificar como símbolos de la
comunidad, el centro tonal de la armonía social.
Los invitados y personalidades
convocados a la Sesión Solemne de la XIII Legislatura del Congreso del Estado
fueron llegando en lapsos de tiempo breves o prolongados. Afuera de la entrada
principal del edificio se colocaron vallas metálicas a manera de crear un
acceso restringido a las autoridades e invitados especiales. A un costado del
edificio en la plaza principal que da hacia la bahía se montó una exposición
pictórica de cuadros elaborados por niños quintanarroenses, mientras una
estudiantina interpretaba canciones inspiradas en Quintana Roo llenos de
emoción, aunque en realidad el único público entusiasta estaba conformado por
padres de familia. Frente al escenario, una larga fila de sillas vacías y los
cuadros de la exposición, ignorados.
No sonaron más de tres canciones y los
niños se retiraron en completa calma, sudorosos y visiblemente fastidiados,
producto del calor y largos minutos de espera sin aplausos.
Quemaba el sol en su punto más alto del
día, los vendedores de granizados hacían su agosto y el resto de la gente parada
bajo el cielo ardiente, degustaba botanas y granizados, esperando a que llegara
el gobernador tan solo para saludarlo.
Reporteros, cuerpos de seguridad,
curiosos que “pasaban por ahí”, mujeres y pocos niños, vendedores ambulantes,
eran parte de un cuadro surrealista donde el Channel se confundía con el olor a
sudor.
Silencio en la calle. La música de
Quintana Roo se fue a donde recibiera más amor y aplausos y no se le postergara
la vida en el alma de la gente. Más silencio. En una tímida ráfaga de viento se
cuela la voz de una mujer: “estoy
esperando a Lito, quiero saludarlo, ¿no has visto si ya pasó por aquí?”
Ex gobernadores, presidentes municipales
y demás miembros del gobierno estatal llegaban ataviados de guayabera blanca y
pantalón negro, que es lo que se estila en este tipo de eventos oficiales. Faltaron
los grupos sociales de costumbre, los “gritos de viva”, vitoreando cuanto
movimiento o sonrisa apareciera frente a sus ojos entusiasmados; o los grupos
campesinos de la zona maya, jóvenes quintanarroenses. Nada. Otra vez el
silencio. Adentro del vestíbulo del Congreso del Estado no cabía nadie más,
aunque el acceso estuvo restringido.
Finalmente arribó el Ejecutivo
acompañado de su esposa. Aprovecharon para saludar a la gente que se acercó a
estrechar su mano. Les sonrió y les animó a seguir trabajando por el estado. El
tiempo apremiaba y las salutaciones fueron breves pero cordiales. Llegó el
momento de la ceremonia para dar paso a los mensajes de orgullo y celebración.
Afuera el silencio se rompía con el
canto de algunas aves, con las débiles olas del mar chocando contra las
piedras, con el sonido del motor de los carros y las risas de niños que jugaban
a lo lejos, en la Fuente del Pescador.
Quizá la voz más fuerte de esta tierra resuena
tímidamente esperando el momento para reverberar en la conciencia de sus
paisanos, con la misma fuerza de los vientos que han azotado a Quintana Roo, la
misma que nos identifica como un “pueblo libre y justo bajo el sol”.
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