“Los sexos se atraen mutuamente, se buscan naturalmente, normalmente: este es el hecho original, primordial, la base fundamental de las relaciones entre las dos mitades del género humano. Por otro lado, es una locura querer reducir el amor a una ecuación o limitarlo a una forma única de expresión. Aquellos que lo intentaron se dieron cuenta bien pronto de que habían equivocado el camino. La experiencia amorosa no conoce fronteras. Varía de individuo a individuo.”
Émile Armand; La vida sensual, la camaradería amorosa
Una de las consecuencias del movimiento contracultural de los años sesenta en el mundo occidental, fue la liberación sexual. Sus principales protagonistas ponían en práctica aquello de “hacer el amor y no la guerra” y concebían al amor libre y al sexo como el hecho de “no necesitar de la aprobación de otros, del estado o de la iglesia y evitar la prohibición de éstos; de todo encuentro físico-sexual o romántico amoroso entre adultos en consenso mutuo”. A veces se le asignó al sexo una importancia espiritual y de realización importante dentro la vida personal. Prácticas como la unión libre, la promiscuidad, el poliamor, la homosexualidad, la bisexualidad y las relaciones interraciales son aceptables tanto como el celibato y la monogamia.
Algunos hippies se cortaron el pelo y dejaron de fumar “mota” para entrar a trabajar en alguna dependencia de gobierno, otros se volvieron yuppies y se enriquecieron con sus empresas; las chicas hippies se casaron, tuvieron hijos y entraron a trabajar para ayudar con la economía familiar. Los hijos de esos hippies crecieron y llegaron a la adolescencia y, sin darse cuenta, comenzaron a actuar exactamente de la manera que criticaron en su momento: vigilaron la vida sexual de sus hijos.
Si bien es cierto que la sociedad se rige por normas que regulan los usos y costumbres, por encima de la civilización se encuentran los dogmas religiosos que más que orientar en el camino hacia una “paz espiritual”, evitan que el ser humano actúe de acuerdo a su naturaleza. No digo que debamos comportarnos como animales sino que un sentimiento tan natural como la atracción sexual debe asumirse con responsabilidad.
Hay una diferencia abismal entre la promiscuidad y los amores de una sola noche. Para empezar, los “amores” de una noche no existen porque nadie se enamora de la persona con la que se tiene un encuentro sexual (sólo el café es expreso), únicamente se comparte un momento, la atracción, caricias, algo muy normal y que deja saludables resultados siempre y cuando se tomen las precauciones (condón, píldoras anticonceptivas, etc.). La enciclopedia virtual Wikipedia define a la promiscuidad como “el acto de tener relaciones sexuales con varias parejas o grupos sexuales antes o durante el matrimonio, tanto en el reino animal como entre los seres humanos. Para algunas culturas o religiones se comprende por fuera de tiempo al hecho de tener relaciones antes del matrimonio.”
El término amor libre, también conocido como unión libre, nace a finales del siglo XIX y forma parte de la ideología del anarquismo, aunque también tuvo defensores anteriores y posteriores que no se identificaron con esa ideología. Según la concepción anarquista, todo acuerdo libre entre personas adultas es un compromiso legítimo que debe ser respetado por quienes lo suscriben así como por terceros, por lo tanto las relaciones sentimentales y/o sexuales no necesitan ningún permiso o autorización expresa del Estado, ni ningún compromiso religioso.
La institución del matrimonio es una idea caduca, aunque los grupos religiosos y moralistas se empeñen en crear campañas contra el divorcio. El matrimonio debe ser una opción en lugar de una obligación cuando se decide compartir la vida con alguien.
México, país guadalupano por excelencia en el que cada individuo se persigna antes de salir de casa y se espanta al ver los senos desnudos de Irán Castillo, se rige por la filosofía de la doble moral. Por si no se habían dado cuenta, cuando salimos de antro nos esmeramos en vernos bien, algunos ensayan pasos o gastan horas ante el espejo, las chicas se visten para matar y derretir voluntades: el reloj biológico nos indica que es tiempo para preservar la especie. De manera racional, uno busca ciertas características entre las personas que llenan el antro (o el lugar y ocasión que sea). La única idea es conseguir alguien con quien pasarla bien, nadie se propone encontrar al amor de su vida en un sitio así, mucho menos planea una vida llena con hijos y una casa en la mejor zona residencial: uno quiere retozar, coger, fajar, “hacer el amor”… como quiera que le llamen, todos nos movemos por una misma razón. No todos pero sí una buena parte; si no lo creen, un pequeño sondeo ente sus amigos les dará una respuesta de primera mano.
Los seres humanos nacimos para ser libres. Durante nuestra existencia aprendemos que nuestros actos tienen consecuencias, buenas o malas, de ahí que cada costumbre y uso sea regulado por normas morales y éticas. Ahora bien, ¿es buena o mala la promiscuidad?, no me atrevo a juzgar pues considero que cada quien es libre de hacer con su vida lo que mejor le plazca, siempre y cuando no se dañe a terceros y las cosas se hagan de mutuo acuerdo. Tomar precauciones antes de una relación sexual habla bien de cada uno, pero la abstinencia es tan nociva como encerrar a un ave en jaulas. Nadie, ni siquiera un sistema de gobierno o la corrupta y asesina iglesia católica, pueden decidir sobre nuestras costumbres sexuales. Por el contrario, es obligación de las instituciones de salud y asistencia social gubernamentales el brindar una correcta orientación sexual, desde el uso de métodos anticonceptivos hasta las diversas maneras en que se manifiesta el deseo sexual, la reproducción y la psicología.
Mientras tanto, la iglesia católica y sus huestes deberían dedicarse a salvar almas (sin cobrar honorarios) y dejar de confundir a la gente aprovechándose de su ignorancia (provocada por la falta de educación y el analfabetismo). Lo recomendaron los Rolling Stones: “let’s spend the night togheter”. Quien no haya pasado una noche con alguien sin seguir sus instintos ni tomar medidas preventivas, se ha perdido de una buena parte de su vida. No les estoy diciendo que salgan y se acuesten con todas las personas que quieran… hagan lo que se les antoje PERO SEAN RESPONSABLES.
Después de todo, la vida sexual es la vida paralela a la vida terrenal. Sin una vida sexual plena y responsable el ser humano dejaría de serlo, animal racional, sí, pero animal al fin. Los momentos que se presenten hay que disfrutarlos al máximo, como si fuera la última noche del mundo; nadie está obligado a hacer algo que atente contra su persona y todos merecemos respeto, moral y físico. El SIDA y otras enfermedades, además de un embarazo no deseado, se pueden evitar: no existe la voluntad divina pero sí contamos con métodos anticonceptivos científicamente comprobados y al alcance de todos.
El sexo prolonga la vida, por eso no me extraña que los jóvenes –una generación más informada que los baby boomers- lo practiquen con la idea de ser “siempre jóvenes”.
Y ya con esta me despido, parafraseando al popular Bob Ross respecto a sus noches de viajes interestelares por la geografía de un cuerpo desnudo, trazando caminitos hacia el cosmos: “felices trazos”. ¿Por qué?, porque el cuerpo es el mudo testigo de historias entrelazadas en sudor, besos, lágrimas y orgasmos compartidos.
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