Un año más en la vida de cada mexicano. Aunque nos levantamos de la cama cada mañana, pretendiendo que todo está “de poca” en nuestra vida diaria, la cajita infeliz nos grita que hoy tampoco será nuestro día de suerte y en el resto del país hay gente que ha perdido la cabeza, y no precisamente por una mujer o un hombre. Los promocionales en radio y televisión infectan nuestros oídos con una voz robotizada repitiendo la frase trillada de cada año: “septiembre, mes de la patria”. En la calle abundan los carritos con las banderas y demás artículos alusivos a las fiestas patrias.
Fiesta es lo último que necesita el país. No sería ninguna novedad decirlo, así como no la sería cualquier noticia en los medios: “otros tantos ejecutados en bla bla bla”, “cayó la economía nacional chorrocientos puntos”, “miles de hectáreas de selvas, bosques y playas en manos de inversionistas extranjeros”, “detenidos en Atenco atentaban contra la soberanía nacional”, “piden canonización de mártires de la guerra cristera”, “se va ganando la lucha contra el crimen organizado”, “la subversión y el aborto serán causas de excomunión”.
Patria y libertad. Mientras el país se desmorona cada vez más los 364 días del año, sólo un día está dedicado a exaltar, ya no digamos el espíritu mexicano y el amor a la patria, sino al fantasma de una identidad desdibujada. Es muy fácil gritar a los cuatro vientos que el resto del mundo “le hace los mandados” a México. Claro, es lo más sencillo de hacer y si es en “bola” pues se pueden arrojar unas cuantas piedrecillas al gobernante en turno para luego esconder la mano.
Libertad, decía Auté, es derecho de la humanidad. La vida social de cada ciudadano mexicano se ha visto limitada, nuestros cuerpos están a merced de secuestradores; las ideas están sujetas a la ideología imperante: “compra-consume-tira-compra-consume-tira”. Las páginas de la historia de México están plagadas de errores y demasiados milagros guadalupanos.
Independencia y democracia son sinónimo de “caídas del sistema” y “Carlos Slim”. Cada niño que nace en territorio Telcel debe millones de pesos a un banco manejado por extranjeros, sin gozar de los beneficios más elementales: educación, salud, alimentación, hogar, trabajo. Sin embargo, el niño crecerá con la ilusión de que su adolescencia es “Rebelde”, “cool”, y crecerá feliz escuchando reguetón en su celular. El hedonismo es el hedor de un país sin bases históricas y sociales bien cimentadas.
¿Cuál libertad?, si se siguen violentando las garantías individuales, si vivimos con la idea de que podría ser el último día en que miremos a los ojos de nuestros semejantes. Hoy en día, todo estudiante con vergüenza es anti revolucionario.
Pero aún así, todos asisten puntuales a la tradicional noche mexicana para deshacerse de la frustración de siglos atrás, de haber nacido en una tierra grandiosa, mutilada, aniquilada por ladrones y falsos Mesías. Somos mexicanos a la fuerza, porque en la escuela nos repiten el mismo argumento: somos mexicanos gracias a los héroes que nos dieron patria. ¿Patria? ¿Por qué no matria?
El término matria ha sido utilizado por escritoras como Virginia Woolf, Isabel Allende y Krista Wolf; representa la reconstrucción del término patria. Este término fue también muy utilizado por Miguel de Unamuno. En la Antigüedad Clásica fue utilizada para hacer referencia a la propia tierra del nacimiento y del sentimiento. A lo largo del tiempo se mantiene gracias a la tradición literaria y poética, principalmente en lengua gallega y portuguesa. Edgar Morin la emplea al referirse a la matria Europa, mientras Miguel de Unamuno lo usó para referirse a la matria vasca. Julia Kristeva identifica este término con "otro espacio" que no tiene que ver con la tierra de nacimiento, ni con la legitimación de cualquier Estado, sino con un lugar interior en el que crear un "cuarto propio". También el término es utilizado con frecuencia por pueblos indígenas de América, como los mapuches, aymaras o quechuas.
Independencia, libertad, patria o matria, no significan nada sin una identidad sólida. Es así como la música mexicana, la vestimenta tradicional se han distorsionado –cortesía de televisoras privadas- para quitarnos ese aire de “indios nacos” y posicionarnos en un pedestal seudo primermundista.
No hay que darle más vuelta al asunto para caer en la cuenta de que el grito de independencia es el pretexto idóneo para hacer una pausa entre el miedo colectivo y el hastío social. No está mal irse de fiesta, tampoco se puede ser tan dogmático en asuntos sociales. Uno se pregunta qué sentido tiene celebrar un suceso histórico cuando a casi doscientos años del inicio de una lucha organizada por unos criollos urgidos de independencia económica, el México que se construyó es el escenario de una tragicomedia en varios actos. ¿Fiesta? ¿Pues que acaso ganamos derechos civiles y un futuro realmente brillante para todos? ¿Tenemos presidente del pueblo o un presidente que hace robo en despoblado? ¿Pozole, chelas, música de reguetón y mariachis? ¿Puedo salir a la calle sin temer al lobo feroz?
Celebraré una verdadera fiesta de independencia cuando las decisiones tomadas por las fracciones parlamentarias favorezcan al pueblo. Celebraré el grito cuando éste convoque a la masa a tomar lo que les pertenece y construir una sola realidad, equitativa y justa para todos, cuando mis garantías individuales sean respetadas íntegramente y los hijos de mis semejantes puedan salir a la calle sin el temor a no regresar a casa. Pueden celebrar si gustan, a todos nos encantan las fiestas. De nada sirve celebrar sin memoria histórica: ingrediente secreto en las fiestas mexicanas, la falta de memoria histórica. Sólo como detalle: ni las banderitas se fabrican en México ni el himno nacional nos pertenece.
A falta de memoria histórica siempre habrá un pretexto para celebrar nuestra soledad colectiva, la ausencia de patria y la violación de derechos civiles.
Fiesta es lo último que necesita el país. No sería ninguna novedad decirlo, así como no la sería cualquier noticia en los medios: “otros tantos ejecutados en bla bla bla”, “cayó la economía nacional chorrocientos puntos”, “miles de hectáreas de selvas, bosques y playas en manos de inversionistas extranjeros”, “detenidos en Atenco atentaban contra la soberanía nacional”, “piden canonización de mártires de la guerra cristera”, “se va ganando la lucha contra el crimen organizado”, “la subversión y el aborto serán causas de excomunión”.
Patria y libertad. Mientras el país se desmorona cada vez más los 364 días del año, sólo un día está dedicado a exaltar, ya no digamos el espíritu mexicano y el amor a la patria, sino al fantasma de una identidad desdibujada. Es muy fácil gritar a los cuatro vientos que el resto del mundo “le hace los mandados” a México. Claro, es lo más sencillo de hacer y si es en “bola” pues se pueden arrojar unas cuantas piedrecillas al gobernante en turno para luego esconder la mano.
Libertad, decía Auté, es derecho de la humanidad. La vida social de cada ciudadano mexicano se ha visto limitada, nuestros cuerpos están a merced de secuestradores; las ideas están sujetas a la ideología imperante: “compra-consume-tira-compra-consume-tira”. Las páginas de la historia de México están plagadas de errores y demasiados milagros guadalupanos.
Independencia y democracia son sinónimo de “caídas del sistema” y “Carlos Slim”. Cada niño que nace en territorio Telcel debe millones de pesos a un banco manejado por extranjeros, sin gozar de los beneficios más elementales: educación, salud, alimentación, hogar, trabajo. Sin embargo, el niño crecerá con la ilusión de que su adolescencia es “Rebelde”, “cool”, y crecerá feliz escuchando reguetón en su celular. El hedonismo es el hedor de un país sin bases históricas y sociales bien cimentadas.
¿Cuál libertad?, si se siguen violentando las garantías individuales, si vivimos con la idea de que podría ser el último día en que miremos a los ojos de nuestros semejantes. Hoy en día, todo estudiante con vergüenza es anti revolucionario.
Pero aún así, todos asisten puntuales a la tradicional noche mexicana para deshacerse de la frustración de siglos atrás, de haber nacido en una tierra grandiosa, mutilada, aniquilada por ladrones y falsos Mesías. Somos mexicanos a la fuerza, porque en la escuela nos repiten el mismo argumento: somos mexicanos gracias a los héroes que nos dieron patria. ¿Patria? ¿Por qué no matria?
El término matria ha sido utilizado por escritoras como Virginia Woolf, Isabel Allende y Krista Wolf; representa la reconstrucción del término patria. Este término fue también muy utilizado por Miguel de Unamuno. En la Antigüedad Clásica fue utilizada para hacer referencia a la propia tierra del nacimiento y del sentimiento. A lo largo del tiempo se mantiene gracias a la tradición literaria y poética, principalmente en lengua gallega y portuguesa. Edgar Morin la emplea al referirse a la matria Europa, mientras Miguel de Unamuno lo usó para referirse a la matria vasca. Julia Kristeva identifica este término con "otro espacio" que no tiene que ver con la tierra de nacimiento, ni con la legitimación de cualquier Estado, sino con un lugar interior en el que crear un "cuarto propio". También el término es utilizado con frecuencia por pueblos indígenas de América, como los mapuches, aymaras o quechuas.
Independencia, libertad, patria o matria, no significan nada sin una identidad sólida. Es así como la música mexicana, la vestimenta tradicional se han distorsionado –cortesía de televisoras privadas- para quitarnos ese aire de “indios nacos” y posicionarnos en un pedestal seudo primermundista.
No hay que darle más vuelta al asunto para caer en la cuenta de que el grito de independencia es el pretexto idóneo para hacer una pausa entre el miedo colectivo y el hastío social. No está mal irse de fiesta, tampoco se puede ser tan dogmático en asuntos sociales. Uno se pregunta qué sentido tiene celebrar un suceso histórico cuando a casi doscientos años del inicio de una lucha organizada por unos criollos urgidos de independencia económica, el México que se construyó es el escenario de una tragicomedia en varios actos. ¿Fiesta? ¿Pues que acaso ganamos derechos civiles y un futuro realmente brillante para todos? ¿Tenemos presidente del pueblo o un presidente que hace robo en despoblado? ¿Pozole, chelas, música de reguetón y mariachis? ¿Puedo salir a la calle sin temer al lobo feroz?
Celebraré una verdadera fiesta de independencia cuando las decisiones tomadas por las fracciones parlamentarias favorezcan al pueblo. Celebraré el grito cuando éste convoque a la masa a tomar lo que les pertenece y construir una sola realidad, equitativa y justa para todos, cuando mis garantías individuales sean respetadas íntegramente y los hijos de mis semejantes puedan salir a la calle sin el temor a no regresar a casa. Pueden celebrar si gustan, a todos nos encantan las fiestas. De nada sirve celebrar sin memoria histórica: ingrediente secreto en las fiestas mexicanas, la falta de memoria histórica. Sólo como detalle: ni las banderitas se fabrican en México ni el himno nacional nos pertenece.
A falta de memoria histórica siempre habrá un pretexto para celebrar nuestra soledad colectiva, la ausencia de patria y la violación de derechos civiles.
Otra acertada crítica social Jaime, y como anécdota personal te comento que al respecto de la venta de banderas de manufactura china, mi sobrino de 10 años me preguntó: ¿y cómo saber cuál es mexicana? Los vendedores ambulantes van a ofrecer las que consigan más baratas,que serán las chinas, entonces el llamado nacionalista pierde eco si no empezamos por defender nuestros productos.
ResponderBorrarDaniela F.G.