lunes, junio 02, 2008

Voyeurismo existencial… ¿eres voyeurista de la vida o eres el protagonista observado?

“Tus ropas caen lentamente, soy un espía, un espectador; y el ventilador desgarrándote, sé que te excita pensar hasta dónde llegaré”. Persiana americana, Gustavo Cerati.


Desde que nacemos, la vida se presenta como una película a la cual le vamos entendiendo una vez que tenemos uso de razón. El cuerpo es un espacio temporal, nuestra casa del alma en la que se cocinan las miles de maneras de recorrer el mundo o descubrir los misterios de la vida; el alma que habita en la casa es curiosa, cuestionadora. Observadores por naturaleza, nos extasiamos ante imágenes y sucesos que satisfacen nuestra curiosidad, influyendo en nuestro conocimiento del mundo y del medio que nos rodea.
No me referiré al voyeurismo dentro del plano sexual sino del existencial, al hecho de ser quienes somos, qué hacemos y a dónde queremos llegar. Si son seguidores de Sartre, me temo que no ahondaré en el existencialismo per sé. Un poco de ambas. Menciona la Wikipedia: “El voyeurismo es una conducta caracterizada por la contemplación de personas desnudas o realizando algún tipo de actividad sexual con el objetivo de conseguir una excitación sexual (delectación voyeurista).” Veámoslo a la inversa, con personas vestidas y realizando una actividad no precisamente sexual. Simplemente viviendo la vida de manera normal.
Contemplar la vida, tomar los elementos que de ella emanan: sensaciones, emociones, ideas; la simple observación de las personas es una actividad que nos produce placer y al mismo tiempo, retroalimentan nuestras ganas de saborear la vida. Nos fascina contemplar el curso de los días ajenos, días grises o soleados en donde los secretos a voces son la constante en este mundo globalizado.
Echamos mano de revistas, periódicos, programas de televisión (desde los noticieros a los “reality shows”) tan sólo para meternos dentro de la vida de las celebridades. Pareciera como si nuestras vidas fueran tan aburridas que tenemos que robar la vida de los demás. Tal vez no es el caso de muchos de nosotros.
Por otra parte, somos protagonistas de nuestra propia película a la cual asisten miles de personas a verla. El guión lo determinan las decisiones que tomemos frente a los problemas que acontecen día a día; hay banda sonora en sonido cuadrafónico y fotografía en Technicolor. Expulsado de una iglesia a la cual no pertenezco ni perteneceré, cometo el pecado de realizar mis cortometrajes de manera pausada, renegando de toda existencia divida (porque seguramente, si existe un ser superior, éste es un voyeurista universal).
Observar y ser observados. Tomar las riendas de nuestra vida y correr el riesgo a darnos en la madre. Contemplamos la vida y tomamos riesgos o simplemente nos arriesgamos a perderla. Quizá el encanto de la paradoja a la pregunta que planteo al principio de este artículo es que pueden ser ambas: vivimos la vida y la observamos o somos protagonistas de nuestra historia mientras somos observados por aquellos quienes temen arriesgarse a vivir. Por ejemplo, cuando una mujer nos gusta (u hombre, según sea el caso), elegimos una opción de entre cientos, casi siempre terminamos: o nos acercamos y expresamos nuestro sentimiento, o simplemente callamos, contemplamos y observamos cómo esa mujer se va con otro más “aventado”. Lo mismo sucede con las oportunidades en la vida.
Hay que vivir, dejarse observar pero sin que se viole nuestro espacio vital. Observar es tan placentero que nos estimula a buscar más de la vida, de nosotros mismos y de los demás. Ya quiero tomar más riesgos y vivir, observaré un rato más… y luego me iré a volar por el mundo.

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