martes, abril 29, 2008

El arte al alcance de todos: reflexión sobre una iniciativa institucional

CHETUMAL.- La iniciativa del Secretario de Cultura de instalar y exponer las obras de los creadores del estado en diversas áreas de dependencias de gobierno y, de manera permanente, en los corredores del Centro Cultural y de Bellas Artes de Chetumal, resulta buena si con eso se incentiva el trabajo de los creadores, al mismo tiempo que la población se le brinde el acceso a las diferentes manifestaciones de la plástica y las artes en general.
No obstante, las reacciones del sector burocrático serán las mismas de toda la vida (esos que exigen cuentas claras del dinero que se gasta y que, como es de esperar, desean llevarse tal dinero a sus cuentas personales en lugar de beneficiar al pueblo) como es de esperarse: “es un gasto innecesario que no beneficia al pueblo que exige mejores viviendas y trabajos bien remunerados, el pueblo no sabe de arte ¿cómo podrán apreciar las obras?, en las comunidades alejadas no tienen qué comer”.
Veamos, a las comunidades alejadas se les mal acostumbró a recibir todo regalado durante 75 años y jamás les llevaron una educación de calidad; el gasto innecesario lo genera un seudo-artista que deja fierros en cada ciudad del mundo y, lo más fácil es que para que una persona común (entiéndase “común” como una persona que no se dedica al arte) comprenda las obras de arte es que reciba una educación de calidad, con una orientación artística sólida y no se limite a los trabajos manuales que tanto incentiva la Secretaría de Educación Pública.

En este país y en el resto del mundo globalizado y estandarizado en el mismo estilo de vida, las artes y la cultura son lo que menos importa a la clase burocrática. Encontrar un burócrata realmente interesado en impulsar el desarrollo artístico de una localidad, sería como hallar un garbanzo de a libra, así haya tenido formación artística o sea un amante del arte. Supongamos que sí lo hay pero el aparato gubernamental se encargara de acabar con su espíritu. La burocracia, como se dice popularmente, “no picha ni cacha y ni deja batear”.
Hay algunas cuestiones que deben tomarse en cuenta para llevar a cabo la exposición de obras al aire libre y en los diversos espacios que se presten para tal fin. Primero, garantizar la seguridad de las obras de arte en su totalidad. En Chetumal hay demasiada ignorancia traducida en vandalismo y no hablo de los “graffiteros”. La misma ignorancia impide tener conciencia de las horas de trabajo que toma crear una obra de arte, porque no se trata sólo de inspiración sino también de horas en vela y la conceptualización de una idea. Para acabar con ello, los profesores deben hacer su trabajo correctamente (dejen de inventar enfermedades y cobrar cada quincena haciendo nada), pero sobre todo, hay que crear un cuerpo de guías capacitados en la apreciación artística que pueden ser los mismos estudiantes de las escuelas de arte. También hay que sancionar el vandalismo, a la vez que la vigilancia de las obras se realice con personal de la misma secretaría de cultura y no de cualquier vigilante empresarial o un policía.

Segundo, estimular en las escuelas públicas la visita guiada a las exposiciones, desde los niños de preescolar hasta los estudiantes de bachillerato, de manera gradual y didáctica. Los niños son esponjas que absorben toda la información que reciben, tampoco son tontos, tienen la sensibilidad para apreciar el arte con la guía adecuada a su edad. En lo que respecta a los estudiantes de secundaria y bachillerato, demostrar que el arte puede ser divertido es un reto que hay que enfrentar y vencer. Las escuelas de arte de la secretaría deben ser verdaderas incubadoras de artistas y creadores intelectuales y no una fábrica de obreros del entretenimiento al servicio de la realeza (inexistente).
El arte es vanguardia en todos los sentidos; es como la energía: no se crea ni se construye, sólo se transforma. Trasciende en el tiempo convirtiéndose en el eco de un momento histórico de la sociedad, su identidad cultural y de la visión personal de hombres y mujeres sobre el acontecer social. Pinceles y lienzos seguirán siendo el elemento análogo por excelencia de la plástica, como lo es el barro, el hierro, la piedra y la madera. La fotografía digital y el empleo de las nuevas tecnologías deben tener cabida en la comunidad artística, lo cual ya es un hecho en otras entidades del país. Un artista anacrónico es como una mosca frente a la ventana cerrada: no avanza porque no se da cuenta que un elemento no la deja avanzar hacia el exterior.
Asimismo, el arte debe estar al alcance de las masas, no limitarse al mero círculo social de la clase alta y “snob”, y esta iniciativa beneficiaría a la formación humana de los ciudadanos. Más de un intelectual pondrá el grito en el cielo pero el arte no se limita a colgarse de una pared ni a los cócteles en fríos museos; yo no le llamaría “populismo” al hecho de poner el arte al alcance del pueblo.

Los edificios gubernamentales y centros de convenciones sólo son un montón de piedras erigidas en memoria del ego, intrascendentes como la existencia de seres sumidos en el sofismo (a la manera en que Platón calificaba a los sofistas), recintos donde sólo unos cuantos acceden. Los espacios artísticos y culturales son una necesidad más que un lujo.
Hay muchos artistas jóvenes a la espera de la apertura de espacios y foros en donde mostrar su trabajo, creadores subterráneos independientes y que sólo encuentran puertas cerradas por aquellos nativistas conservadores y anacrónicos que mucho daño provocan en la sociedad. El futuro cultural del estado está en las nuevas generaciones y en la oportunidad que se les brinde en esta nueva etapa. La burocracia y los intelectuales de café pueden seguir leyendo en el fondo de sus tazas, sólo encontrarán la cuenta de lo que se bebieron durante tardes enteras.

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