sábado, agosto 18, 2007

La vida con/sin tecnología (o porque mi corazón le pertenece a mi iPod)

“Otra noche solitaria parado frente a la pantalla de la TV. No sé qué hacer, necesito un Rendezvous*”. Computer Love. Kraftwerk.
El primer contacto que tuve con la tecnología fue en 1979, cuando un tío que había regresado de viaje al norte del país trajo consigo una consola de juegos que se conectaba a la televisión. La consola tenía una cubierta de madera con varios botones que mostraban los juegos disponibles. No era un Atari 2600, sin embargo “el primer contacto nunca se olvida” y en mi caso, comenzó una larga relación “amorosa” con la tecnología. Luego vendría el Atari 2600, los juegos de bolsillo de Nintendo o los relojes con juegos incluidos. Para mediados de los ochenta, concebir la idea de poseer una computadora en casa parecía un sueño irrealizable y que sólo era cosa “de ricos”. No me imaginaba que podría vivir rodeado de tantos aparatos electrónicos como ahora. En esos años de mi infancia vi un documental en la televisión sobre los avances tecnológicos en cuanto a instrumentos musicales se refería: instrumentos que imitaban sonidos de la naturaleza, sintetizadores y cajas de ritmo. Poco después mi papá llegaría a casa con un teclado pequeño: una razón más dejarme atrapar por la tecnología.
Hacia los primeros años de la década de los noventa la gente salía a la calle con unos aparatos gigantescos a los que denominaban “teléfonos celulares”, eran costosos, pesados y voluminosos pero eran la tecnología de punta en las telecomunicaciones, excepto que sólo las personas adineradas tenían acceso a ellos. Pasaron los años y los teléfonos celulares se volvieron accesibles para todos. Por otro lado, un mundo alterno surgía gracias a los inventos militares: la Internet. La Internet era la cristalización de los mundos virtuales creados a partir de novelas de ciencia ficción, historias cyberpunks, ofrecía la ventaja de mantenerse conectados con otras personas a través de la computadora y… bueno, ya saben de qué se trata. Lo mismo sucedió en un principio con la Internet como con los celulares: era accesible sólo para la gente adinerada. De repente, hay millones de usuarios interconectados en todo el mundo y el que no tenga un blog o un sitio web, simplemente no existe.
La tecnología ha avanzado a pasos agigantados, con tanta prisa que pareciera que una nueva raza habitaría la faz del planeta. Hasta hace más de 10 años anotábamos direcciones y números telefónicos en hojas de papel, agendillas o tarjetas; ahora necesitamos de una Palm y un teléfono celular con herramientas de oficina. Anotamos números telefónicos pero sustituimos las direcciones particulares por los correos electrónicos.
Los gadgets y demás artefactos que nos facilitan la vida, además de costarnos una lanota –y horas de práctica para los mayores de 50 años con el fin de utilizar correctamente los aparatos- también nos han vuelto inútiles y ermitaños, casi antisociales y en la mayoría de los casos, hedonistas y egoístas. La paranoia de la década de los ochenta era la inminente amenaza nuclear. Ahora sufrimos paranoia por los virus informáticos que atacan a los sistemas operativos, los dispositivos de almacenamiento portátiles o iPods; sufrimos la paranoia de que “nadie nos llama” ni nos mandan mensajes o lo primero que hacemos al despertar por la mañana es mirar cuantos mensajes instantáneos nos dejaron en el celular.
Parecía que con los teléfonos celulares sería más fácil localizar a las personas pero ahora es más fácil dejar un mensaje de voz que localizar a las personas. Además de deformar terriblemente nuestra manera de escribir también nos ha desconectado del mundo real y de las personas que nos rodean: paradoja de la tecnología, conectar para desconectar.
Sucedió que entre mis amigos artistas realizamos una excursión a una laguna cercana a Chetumal. Iban personas de entre 16 y 30 años, todos estábamos emocionados por la actividad que creíamos era la oportunidad de estrechar lazos y compartir en un lugar tan fregón. Nada. Lo primero que pasó fue que todos sacaron sus celulares para mandar mensajes o hacer llamadas, fácil, cada cinco o diez minutos más de uno sacaba su teléfono celular e ignoraba al que estaba a su lado. No hay nada más que decir.
Personalmente vivo una especie de “romance cibernético” con mi laptop: hago música con ella, escribo mis notas, almaceno música o sintetizadores virtuales, la llevo a un café para seguir escribiendo o haciendo música, la cuido más que a mi propia vida y he pensado que sin mi laptop no puedo vivir. Suena loquísimo pero no lo es. Como yo han de existir muchas personas más, lo que me lleva a pensar que los aparatos tecnológicos son el soma del siglo XXI, sustitutos de drogas sintéticas y naturales que nos desconectan de una realidad que no podemos enfrentar. Más allá de las comodidades en la vida laboral y doméstica, la opción de conocer gente a través de una sala de chat en lugar de acercarnos a alguien en un parque o en una cafetería es más factible en estos días de desconfianza e individualismo.
Los avances tecnológicos también generan basura en grandes cantidades. De acuerdo con El manual de la basura electrónica. Una contribución para una sociedad de la información sustentable, publicado por la Secretaría de Asuntos Económicos del Estado de Suiza en 2003, más de 5% de los deshechos sólidos generados en el mundo son electrónicos. Concretamente, entre 20 y 50 millones de toneladas, según un reporte emitido en 2005 por el Programa del Medio Ambiente de la Organización de las Naciones Unidas.
Antimonio, arsénico, berilio, cobre, cadmio, plomo, fósforo, zinc, mercurio, retardantes de fuego con bromo y PVC (que tiene cloro) son algunos de los elementos tóxicos que contienen indistintamente computadoras y celulares.
La necesidad de actualización que generan los mismos fabricantes de equipos a partir de la incesante evolución tecnológica provoca que los periodos de sustitución de los mismos se reduzcan cada vez más: en México los usuarios cambian su computadora aproximadamente cada tres o cuatro años y su celular cada año y medio, en promedio.
La convivencia con la tecnología es casi una razón de bipolaridad: o la odiamos o la amamos pero no podemos vivir sin ella. No se necesita tener lo último en computación o gadgets para estar “in”, basta con tener un televisor o un aparato de sonido en casa para estar en contacto con la tecnología y consumirla.
Depende de cada uno de nosotros si convertimos a la tecnología en el eje rector de nuestras vidas, si permitimos que nos aparte de nuestros semejantes, nos convierta en analfabetas funcionales o nos facilite las tareas cotidianas.
Fin de transmisión…

* En la canción de Kraftwerk, Rendezvous puede tener varios significados, de los cuales, los dos más probables son: una computadora llamada Rendezvous (ahora llamada Bonjour) desarrollada por Apple Computer; o una relación interpersonal.

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