Nunca me he dejado manipular. Tampoco he creído en todo lo que me dicen los supuestos líderes de opinión, a menos que tengan un sustento en lo que afirman o niegan. Por ejemplo, me cuesta trabajo creer en un Dios de amor cuando los ministros religiosos son tan imperfectos como un disco de acetato mal fabricado. De la misma manera me negaba a creer en los “valores morales” que un maestro de primaria intentó inculcarnos en clase. Simplemente no puedo creer en alguien que pretende hacerse rico a costa de la miseria de la gente.
Cierto sector del cuerpo de maestros me provoca una picazón similar a la que produce el contacto con el tábano. Muchos de ellos seguramente recibieron tarjetas de felicitación mientras que otros marcharon en protesta contra la “bruja mala del este”. En fin. Poca alegría siento por los que lentamente hunden a la juventud mexicana en un analfabetismo funcional, creando seres conformistas, incultos, perezosos e irracionales. Pobres chicos, educados a la mala o mal educados, llegan a la adolescencia soñando con tener su propia empresa, ganando carretones de dinero y viviendo por siempre felices, con valores y excelencia. He sido docente en una universidad privada (que paga mal pero exige demasiado) y con espanto descubro que odian la lectura pero adoran los libros de superación personal.
Vivimos una época en que el tiempo es dinero, y el dinero es la felicidad, lo que da posición social y prestigio. Ahora es más chido saber cuanto ganas, con quien haces amistad y qué marca de ropa vistes, que mostrar una capacidad intelectual, física y humana. El que proyecta una imagen de éxito tiene cabida en el mundo: pobre bipolar que deambula por el mundo, los que visten de negro merecen la silla eléctrica. La depresión es una enfermedad que se cura con azotes verbales de un “líder en alta dirección”.
Escuelas elementales, fábricas de sueños de arena, máquinas moledoras de mentes infantiles donde se moldean seres capaces de aprender en muñequitos al servicio de un sistema inútil. Este sistema es incapaz de proveer al pueblo de un sedante para dolores musculares, medicinas y más beneficios a la salud de los mexicanos. No obstante, se encuentra satisfecho de que en nuestro país existan “mexicanos ejemplares” que con su discurso entreguen sedantes mentales.
Con vergüenza veo cómo las escuelas –secundarias y bachilleratos- se llenan de fanáticos de un ¿escritor? de ¿novelas? y libros de superación personal. Fieles seguidores de una suerte de “flautista de Hamelin” que se ha aprovechado de la miseria espiritual de los mexicanos durante más de quince años.
Tengo una experiencia para compartir. Hace unos años, cuando estudiaba en la universidad, me vi en la necesidad de quedarme en Chetumal debido a la huelga estudiantil en la UNAM. Para aprovechar el tiempo tomé un trabajo que consistió en vender boletos para la conferencia de ese “Licenciado en Ingeniería”. Debo mencionar que valió la pena porque gracias a la venta de esos boletos y con el sueldo percibido, me fui a un evento que me dejó mejores satisfacciones; y por otro lado, pude conocer de cerca de los cientos de fanáticos y su visión particular de la ¿obra? de CCS (la verdad, no vale la pena gastar letras en escribir su nombre).
Un joven afirmó que CCS merecía el Premio Nóbel de Literatura, otro más dijo que “de grande le gustaria manejar una empresa siguiendo sus ideas que tanto bien hacen a los jóvenes”. ¡Pues si, todos quieren gobernar al mundo! Y para hacerlo, basta con tener a miles de chamacos anestesiados mentalmente.
En el bachillerato casi me obligaron a leer “Juventud en Éxtasis” dentro de la materia de filosofía. Amaba esa clase, pero todo se derrumbó cuando llegó un psicólogo que pretendía llenarnos la cabeza con discursos motivacionales, moralistas y retrógrados. Platón y Nietzche serían vencidos –en esa ocasión- por un chapucero ultraconservador y un zombie sindicalizado.
Sin embargo no leí el libro completo. Sólo alguien realmente falto de una pizca de intelecto y voluntad propia soportaría leer más de cuatro páginas de uno de esos libros (disponibles en las cajas de cualquier restaurante de comida rápida o tienda departamental).
Los Nazis quemaron libros. En la obra de Ray Bradbury –Fahrenheit 451- se hace lo mismo con grandes obras de la literatura universal. Dejo a su imaginación, si es que no ha sido invadida por ideas de “superación y excelencia” efímera, lo que se podría hacer con los libros de este señor.
Cierto sector del cuerpo de maestros me provoca una picazón similar a la que produce el contacto con el tábano. Muchos de ellos seguramente recibieron tarjetas de felicitación mientras que otros marcharon en protesta contra la “bruja mala del este”. En fin. Poca alegría siento por los que lentamente hunden a la juventud mexicana en un analfabetismo funcional, creando seres conformistas, incultos, perezosos e irracionales. Pobres chicos, educados a la mala o mal educados, llegan a la adolescencia soñando con tener su propia empresa, ganando carretones de dinero y viviendo por siempre felices, con valores y excelencia. He sido docente en una universidad privada (que paga mal pero exige demasiado) y con espanto descubro que odian la lectura pero adoran los libros de superación personal.
Vivimos una época en que el tiempo es dinero, y el dinero es la felicidad, lo que da posición social y prestigio. Ahora es más chido saber cuanto ganas, con quien haces amistad y qué marca de ropa vistes, que mostrar una capacidad intelectual, física y humana. El que proyecta una imagen de éxito tiene cabida en el mundo: pobre bipolar que deambula por el mundo, los que visten de negro merecen la silla eléctrica. La depresión es una enfermedad que se cura con azotes verbales de un “líder en alta dirección”.
Escuelas elementales, fábricas de sueños de arena, máquinas moledoras de mentes infantiles donde se moldean seres capaces de aprender en muñequitos al servicio de un sistema inútil. Este sistema es incapaz de proveer al pueblo de un sedante para dolores musculares, medicinas y más beneficios a la salud de los mexicanos. No obstante, se encuentra satisfecho de que en nuestro país existan “mexicanos ejemplares” que con su discurso entreguen sedantes mentales.
Con vergüenza veo cómo las escuelas –secundarias y bachilleratos- se llenan de fanáticos de un ¿escritor? de ¿novelas? y libros de superación personal. Fieles seguidores de una suerte de “flautista de Hamelin” que se ha aprovechado de la miseria espiritual de los mexicanos durante más de quince años.
Tengo una experiencia para compartir. Hace unos años, cuando estudiaba en la universidad, me vi en la necesidad de quedarme en Chetumal debido a la huelga estudiantil en la UNAM. Para aprovechar el tiempo tomé un trabajo que consistió en vender boletos para la conferencia de ese “Licenciado en Ingeniería”. Debo mencionar que valió la pena porque gracias a la venta de esos boletos y con el sueldo percibido, me fui a un evento que me dejó mejores satisfacciones; y por otro lado, pude conocer de cerca de los cientos de fanáticos y su visión particular de la ¿obra? de CCS (la verdad, no vale la pena gastar letras en escribir su nombre).
Un joven afirmó que CCS merecía el Premio Nóbel de Literatura, otro más dijo que “de grande le gustaria manejar una empresa siguiendo sus ideas que tanto bien hacen a los jóvenes”. ¡Pues si, todos quieren gobernar al mundo! Y para hacerlo, basta con tener a miles de chamacos anestesiados mentalmente.
En el bachillerato casi me obligaron a leer “Juventud en Éxtasis” dentro de la materia de filosofía. Amaba esa clase, pero todo se derrumbó cuando llegó un psicólogo que pretendía llenarnos la cabeza con discursos motivacionales, moralistas y retrógrados. Platón y Nietzche serían vencidos –en esa ocasión- por un chapucero ultraconservador y un zombie sindicalizado.
Sin embargo no leí el libro completo. Sólo alguien realmente falto de una pizca de intelecto y voluntad propia soportaría leer más de cuatro páginas de uno de esos libros (disponibles en las cajas de cualquier restaurante de comida rápida o tienda departamental).
Los Nazis quemaron libros. En la obra de Ray Bradbury –Fahrenheit 451- se hace lo mismo con grandes obras de la literatura universal. Dejo a su imaginación, si es que no ha sido invadida por ideas de “superación y excelencia” efímera, lo que se podría hacer con los libros de este señor.
no recuerdes cosas malas de la prepa, mejor acuerdate de las maldades a los compañeros como el bello o ibarra y de la diosa que nos dio despues literatura...AMPARO
ResponderBorrarSabia virtud de ver con los ojos del alma y descorrer los velos de la ignorancia impuesta a millones en el planeta por unos miles de traga-hombres que mantienen ahorcada a la población por medio de un sistema ilusorio que parece tan real...tan real que sólo unos cuantos parecían descubrir y eran tachados de "locos".
ResponderBorrarLa buena:cada día más y más personas están despertando a esta verdad y dándose cuenta del gran engaño ,al que durante siglos (o debo escribir milenios?) estos traga-hombres, han mantenido a la humanidad.
No en vano alguien expresó:"Conócete y la Verdad te hará libre"
Superación personal?Tan solo una ilusión para poder explotar los egos e inflarlos más.
El que es...es!Aquí y ahora...la eternidad!