“Jugamos que tú eras yo, era tú. Decía tu nombre y soñé que era a mi a quien llamaba”. Rita Guerrero, El espejo, Santa Sabina.
La mujer que amo nació de un girasol que un ángel nocturno sembró en la Tierra de la Pasión. Tiene los ojos almendrados y la piel blanca, el cabello bañado de luna en el que duermo durante las noches del resto de mi vida. Lleva una estrella azul tatuada en el vientre, antesala al jardín donde jugamos en noches de verano. Aún la miro a través de un calidoscopio cuando levanto el vuelo hacia el azul profundo.
La mujer que amo me lleva a pasear al fondo de las palabras quemadas en papel arroz, dibuja una línea roja sobre el camino de escarcha para conducir mis pasos cansados de buscar el fuego eterno.
Su nombre es el sonido de un sueño tejido en el rincón más oscuro del deseo de agua. Su voz armoniza con el delicado movimiento de sus labios al llamarme por mi nombre, labios rosa endulzados con acordes aumentados.
Abriendo sus brazos me dice que no existe el tiempo perpetuo, me canta una canción de cuna. Una noche de luna llena, ella atravesó el cielo estrellado y sintió por fin el peso de la humanidad en su interior: la existencia y la certeza de respirar.
La mujer que amo no bebe del veneno que confunde los sentidos ni abandona sus ideas en minorías pretenciosas, enfrenta las realidades y confía en sus sueños; teje mil posibilidades para su futuro sin olvidar el camino que compartimos en la vida. El corazón de mi compañera late en el mismo lado y es del mismo color que el cielo de octubre.
La mujer que amo no vive en la mansión de la Reina de la Noche. Busca siempre el conocimiento y nunca calla; exige, lucha sin ceder a caprichos insulsos. Cree en una fuerza unificadora del universo pero no cree en los ladrones púrpura ni entrega su alma a falsedades.
Ella, el dulce pétalo de un girasol, llena más que rincones de existencia. Es la alborada y el ocaso, el sonido y el silencio, el dharma y el pecado; es mi saudade, mi océano de ansiedad y el mar de la tranquilidad.
La mujer que amo no es el reflejo de un espejo sino la mitad necesitada de su otra parte. Somos uno en extensión del otro, los cinco sentidos de cada ser. Entre los dos no hay ataduras sino el deseo de crecer dentro y fuera de cada uno; percibo el mundo a través de ella y me dejo asombrar por lo que descubre.
Ella nunca dice “te amo”, pero sus muslos y sus ojos me lo recuerdan.
La mujer que amo es simplemente una mujer… aún en la ausencia de sus manos, espero por ella en el rincón de mi vida.
La mujer que amo nació de un girasol que un ángel nocturno sembró en la Tierra de la Pasión. Tiene los ojos almendrados y la piel blanca, el cabello bañado de luna en el que duermo durante las noches del resto de mi vida. Lleva una estrella azul tatuada en el vientre, antesala al jardín donde jugamos en noches de verano. Aún la miro a través de un calidoscopio cuando levanto el vuelo hacia el azul profundo.
La mujer que amo me lleva a pasear al fondo de las palabras quemadas en papel arroz, dibuja una línea roja sobre el camino de escarcha para conducir mis pasos cansados de buscar el fuego eterno.
Su nombre es el sonido de un sueño tejido en el rincón más oscuro del deseo de agua. Su voz armoniza con el delicado movimiento de sus labios al llamarme por mi nombre, labios rosa endulzados con acordes aumentados.
Abriendo sus brazos me dice que no existe el tiempo perpetuo, me canta una canción de cuna. Una noche de luna llena, ella atravesó el cielo estrellado y sintió por fin el peso de la humanidad en su interior: la existencia y la certeza de respirar.
La mujer que amo no bebe del veneno que confunde los sentidos ni abandona sus ideas en minorías pretenciosas, enfrenta las realidades y confía en sus sueños; teje mil posibilidades para su futuro sin olvidar el camino que compartimos en la vida. El corazón de mi compañera late en el mismo lado y es del mismo color que el cielo de octubre.
La mujer que amo no vive en la mansión de la Reina de la Noche. Busca siempre el conocimiento y nunca calla; exige, lucha sin ceder a caprichos insulsos. Cree en una fuerza unificadora del universo pero no cree en los ladrones púrpura ni entrega su alma a falsedades.
Ella, el dulce pétalo de un girasol, llena más que rincones de existencia. Es la alborada y el ocaso, el sonido y el silencio, el dharma y el pecado; es mi saudade, mi océano de ansiedad y el mar de la tranquilidad.
La mujer que amo no es el reflejo de un espejo sino la mitad necesitada de su otra parte. Somos uno en extensión del otro, los cinco sentidos de cada ser. Entre los dos no hay ataduras sino el deseo de crecer dentro y fuera de cada uno; percibo el mundo a través de ella y me dejo asombrar por lo que descubre.
Ella nunca dice “te amo”, pero sus muslos y sus ojos me lo recuerdan.
La mujer que amo es simplemente una mujer… aún en la ausencia de sus manos, espero por ella en el rincón de mi vida.
PS AKI STAMOS FIRMANDOTE JAMES !!!
ResponderBorrarMM ESTA MUY SHIDO TODOLO K ESCRIBES =)... TAL VEZ NO SEA ASI KIEN ESTA ALPENDIENTE DE TODO LO K HACES PERO PS SABES K ME LATE LO K ESCRIBES =)
TE KIERO MUSHOTE ... Y PS SIGE ESCRIBIENDO ASI =)
hola, que tal? yo te leo en el periódico cuando lo compran.. tu sección es de lo más rescatable, apenas estoy checando tu espacio pero esto que has escrito realmente me llegó y me ha conmovido hasta el alma.. que suerte saber que aún existen aquellas personas a las que les basta plasmar sus ideas en un papel. suerte en todo y continúa así ;)
ResponderBorrarNiNe.
Cada vez escribes más hermoso. Me transportaste completamente a tu sentir, tus pensamientos; y fue un viaje maravilloso en alfombra de girasoles.
ResponderBorrarTú sabes mejor que yo, que no soy la única que disfruta tus textos. Y aunque ahora desgraciadamente los veo a cuentagotas, cuando de vez en cuando cae a mis manos la sección: es un verdadero placer leerte. Logras un mundo de sensaciones, sonrisas, y viajes a la luna. ¿Cómo definirías "arte"?¿Cómo lo definirías?... porque yo percibo mucha belleza en tus letras. Y logras penetrar en mi sensibilidad y comunicarte con mi alma. Eres un artista Jaime, un artista maravilloso. No puedes dejar el arte, porque ocupa cada espacio de ti, cada rincón de tu existencia, y se transmite por cada uno de tus poros. Y la música se encuentra en el silencio también, y girando en tus acentos.
(Creo que pensé que esto era una carta, me extendí de más)
Me despido, cuídate y felicitaciones por tu escrito, esta divino.
Liz.