domingo, diciembre 24, 2006

Por qué no soy fan de la Navidad (y sí lo soy de la ensalada de manzana)


CHETUMAL.- No soy fan de la navidad. Vaya, ni siquiera soy de los que se entusiasman demasiado con el espíritu navideño (¿quién inventó eso del espíritu navideño?). Para empezar la temporada de invierno me pone demasiado nostálgico, la pereza me invade en las mañanas cuando llega a haber temperatura fría. Cuando vivía en la Ciudad de México solía quedarme en la cama hasta pasadas las diez de la mañana, luego encendía el radio mientras preparaba el baño. El resto del día no me apetecía nada más que mirar la tele un rato o leer demasiado.
A veces me gustaba salir a caminar por algunos parques de la ciudad como Coyoacán o el Parque México. En La Alameda Central es común encontrarse con un coro del Ejército de Salvación con sus ollas colgando de un trípode en el cual uno deposita un donativo. Hay otros que contribuyen al gran robo nacional del Teletón. Me gustaba contemplar los árboles de las avenidas, secos y tristes pero hermosos, la tristeza puede llegar a ser hermosa como la alegría. La alegría es sólo un pretexto para tratar de unificar a las personas en estas fechas. No todos caminan felices por el mundo pero tampoco hay excusa que valga para permanecer en el fondo del pozo.
De repente todos se vuelven locos comprando regalos para el intercambio en las oficinas. Esas comidas corporativas en las que uno se reúne con los compañeros de trabajo y con los cuales nunca llega a haber una conexión real. Un simulacro más de la unión entre amigos y altos directivos. A veces se gana en las rifas que se organizan y otras veces se pierden los sentidos en mareas etílicas. Lo mismo ocurre en las fiestas de la escuela –aunque sin el respectivo alcohol si se trata de las secundarias- cuando todos se sienten “muy unidos” y se intercambian regalos. A veces uno recibe algo que no sirve más que para poner mala cara o tirarlo a la basura, ¿qué hay del afecto, la amistad y los buenos momentos? Esos ingredientes son el condimento de la vida y son insustituibles. Una frase resuena en boca de todos: “en verdad deseo lo mejor para todos en esta navidad”… ¿sólo se desea eso en esta Navidad? ¿Qué hay de las otras navidades o del resto del año?
Pienso que los buenos deseos deben ofrecerse cada día, un abrazo cae bien en cualquier momento así sea entre semana, en “no cumpleaños” o por el simple gusto de reencontrarse con un buen amigo.
Hay algo que detesto (así como lo leen, detesto) de la navidad y son las malas caras. Además de las malas caras, las actitudes nefastas que contribuyeron a que la navidad no sea de mi agrado. Tampoco soy un “grinch” (recuerdo a un compañero de la universidad que sí tenía cara de grinch) arruinando la navidad, a decir verdad me limito a esperar mi regalo, la cena con la familia y a dormir. El peor enemigo de la navidad está en cualquier parte, incluso, hasta dentro de la propia familia. O ¿a quien no le ha tocado ver a un padre de familia con el ceño fruncido, el semblante serio y hasta “misteriosamente callado” en la víspera o en la cena de navidad? Esas son cosas que, definitivamente, echan todo a perder y queda la idea ¿para qué diablos sirve la navidad si hasta en casa se percibe solamente un ambiente gris y apático provocado por una sola persona en la que confiaba uno desde la infancia?
Hace una semana se publicó un sondeo en donde los jóvenes opinaron sobre la desunión familiar durante la celebración de la navidad. Las opiniones coincidieron en que no hay desunión familiar en su celebración pero de igual forma, les parece lamentable. En mi familia no hay desunión… aunque ya me acostumbré a la idea de ver una mala cara. Por eso no me gusta la navidad.
En cambio, soy fan de la ensalada de manzanas con nueces, piñas en almíbar, cerezas y crema. Delicioso, definitivamente es un postre que me fascina. Mi madre la prepara únicamente en estas fechas, aunque el sabor perdura el resto del año. Sí, es un postre frío pero que lleva el cálido corazón de quien lo preparó. Además, me recuerda momentos gratos de mi vida (me reservo los recuerdos, son sólo míos) y siempre ha sido un gusto levantarse temprano en la mañana y servirse un vaso con ensalada. Cuando venía de la ciudad de México para pasar las fiestas, el hecho de tener un vasito con ensalada de manzana en mis manos, me recordaba que estaba en casa, lejos de la locura de la capital del país.
No soy muy fan de la navidad. No como solía serlo en mi niñez, como cuando esperaba a la piñata de las posadas que viví de niño, antes de cumplir los 6 años. Extraño esas navidades que pasé con mis abuelos paternos y maternos, las navidades cuando creía que todo era posible con solo ver una estrella. Extraño a la persona que una vez fue aquel que frunce el ceño en nochebuena y extraño más las posadas universitarias y mis paseos bajo los árboles secos de Coyoacán.
Sólo puedo agregar que todos ustedes, estimados lectores del abismo, lo pasen bien siempre y que coman mucho de todo, reciban algo más que regalos comprados en una tienda departamental. Pero sobre todo, que tengan su espíritu en paz.

jueves, diciembre 21, 2006

Para no sentir el paso del tiempo…

CHETUMAL.- ¿Cuántos de nosotros hemos pasado horas o toda una tarde sentados sobre un banquito, abriendo cajas de zapatos –o cualquier otro objeto que se preste para guardar cosas- revisando viejas cartas, postales, boletos de cine o muñequitos?
Ya sea en cajas de cartón, cajas de galletas, cajas de madera o cajones, guardamos diversos objetos que nos traen recuerdos de tiempos pasados: la primera carta de amor recibida a la hora del receso en la escuela, un “post it” con besos escritos con tinta roja, una moneda defectuosa, postales y fotografías. Algunos guardan boletos del cine o boletos del autotransporte. Yo solía coleccionar boletos del Metro cuando vivía en el Distrito Federal. También coleccionaba postales promocionales (siempre y cuando tuvieran un diseño interesante), tarjetas de presentación, boletos de conciertos y programas de mano.
Los hay quienes coleccionan novias que más tarde se convierten en recuerdos de papel o memoria fotográfica. Antes del Internet y del correo electrónico todo mundo se escribía cartas, se mandaban recados con amigos o se dejaban en el buzón de la casa de alguien en especial. Cuando los teléfonos celulares no enviaban ni recibían mensajes escritos, la gente podía escribir con gusto, era cuando las cartas y los recados tenían esa calidez orgánica de las palabras que nacen del corazón y se aderezan con la dulzura de las manos de quien los escribe. Ahora no se acumula papel pero se ha perdido el calor humano (después de todo, hay que vaciar los mensajes para liberar espacio en la memoria de un teléfono móvil).
A la larga puede resultar incómoda guardar tantas cosas que adoptamos como “recuerdos”. De los objetos guardados se pueden salvar algunas cartas, las fotografías, las postales y quizá hasta un muñequito o llavero. Como describía arriba, hay personas que guardan hasta la envoltura del chocolate que comieron con sus respectivas parejas, notas de compra o bolígrafos corporativos. La excentricidad no distingue razas ni credos.
Parece que los humanos acumulamos objetos, cartas y demás papeles viejos como si de esa manera detuviésemos el tiempo. Es una forma de frenar el paso del tiempo y volver a vivir las emociones pasadas. Podemos tener recuerdos en la mente y que se refuerzan con la memoria táctil y la memoria olfativa, la memoria sonora y la memoria fotográfica. Situaciones y lugares, aromas, llantos, gemidos, gritos, cantos, texturas, colores, el clima, rostros, bocas y pieles, elementos que se guardan en la memoria para darle sentido a nuestras vidas. En algún momento de la vida, los seres humanos sufrimos una especie de “pérdida de la memoria” y parece que, como por arte de magia, olvidamos personas, hechos y fechas. Los que son aprehensivos recurren a sus “fetiches” de papel para recordar a detalle los hechos del pasado, las cosas que se dijeron ayer. El paso del tiempo es el fondo en el teatro de la vida, el envejecimiento es un proceso natural hacia un final inminente (o un principio). Nos aferramos a los tiempos pasados como si de esa forma detuviéramos la vida que se nos va. O tal vez nos amarramos a los recuerdos para no olvidar quienes somos y de donde venimos. En una caja de cartón cabe toda una vida aunque por razones de espacio (habitacional o espiritual) haya que depurar algunos recuerdos.

El canto de “La Rama”, una tradición en grave peligro de extinción


CHETUMAL.- Apresurados se acercan a la puerta de un hotel del centro de la ciudad. Luego de tres horas de recorrer las cuadras y calles de la colonia Barrio Bravo y el Centro, cuatro niños llevan a cuestas una rama que adornaron desde que empezó el mes de diciembre. “¡Buenas! ¿Cantamos la rama?”, pregunta alegremente uno de los niños y recibe un “no” como respuesta. Aparentemente no se acongojan y deciden buscar otra casa donde los reciban bien. Me acerqué a ellos, pedí que hicieran lo propio no sin antes saludarlos. Los chicos más que puestos y emocionados por cantar la rama. Cantaron con un aire de alegría durante los primeros versos, palabras aprendidas de sus padres y abuelos –extrañamente, no de sus hermanos mayores- pero en las últimas estrofas ya se percibe el cansancio y la prisa por terminar el canto.
“La letra de la rama la aprendimos de nuestros papás o nuestros abuelos nos la enseñaron. También las vecinas nos enseñaban un poco de lo que se acuerdan”, platica Alan Bardales; “la rama la conseguimos entre todos y ya las vecinas y nuestras mamás nos fueron diciendo cómo adornarla”-.
Alan Bardales, Jorge Bardales Domínguez, Aldheir Pérez Bardales y Manuel Enrique Viera Escamilla son niños de entre 10 y 13 años, comenzaron a cantar la rama hace un año y en este, empezaron la actividad desde el 1 de diciembre. En la colonia Barrio Bravo –una de las colonias añejas y lugar donde viven estos niños- comienzan su ronda diaria, para luego recorrer las calles del centro. En el camino se encuentran con otro grupo de niños pero no arman rivalidades, algunos se ayudan y les dicen en qué casa son bien recibidos.
“Salimos a las 6 de la tarde y terminamos a las 10 de la noche. Recorremos todo Barrio Bravo hasta llegar al centro, en el camino encontramos a otros niños que cantan la rama. Nos detenemos en varias casas o en el centro en los comercios”, continúa Alan quien muestra ya un cansancio mientras que el resto de sus primos (porque el grupo es familiar) juega con Tazos sobre la banqueta. Cuando les pregunté cómo ha sido la respuesta de la gente me contestaron casi al unísono: “Todos nos reciben bien, nunca nos han dicho groserías, pero en algunas casas simplemente nos dicen que nos vayamos. Hay quienes no les gusta que cantemos la rama”.
Los niños llegan a jugar entre 80 y 70 pesos diarios, según comentó Alan. En una semana juntan entre 700 y 800 pesos, pero a estas alturas de la situación, es más fácil que recauden 500 pesos. El dinero recaudado se entrega a partes iguales entre los niños. Lo gastan en las cosas que quieren para navidad o simplemente, lo gastan. Es una buena forma de obtener dinero haciendo algo que a todos les gusta y que se hace manteniendo una tradición. Contrario a lo que se piensa, el dinero que ganan no lo donan a la iglesia y hacen bien (demasiado dinero gana la iglesia católica todos los días y que va a parar a las arcas del Vaticano sin realmente ayudar a los necesitados).
En una ciudad llena de locos (otros más, locos del volante como los taxistas) es una fortuna que los niños regresen sanos y salvos a casa, cansados, sudados pero con la emoción de vivir algo lejos de casa, el conocimiento del mundo que les rodea. Conforme avanza la globalización con la llegada de Wal Mart, McDonald’s y Burguer King destruyendo el entorno natural, y la oleada de nuevos sonidos procedentes de unos Estados Unidos de Norteamérica sin identidad cultural y con letras que rayan en el hedonismo, la tradición de cantar la rama sobrevive difícilmente entre las nuevas generaciones. Niños de las clases populares que aún conservan el arraigo de las fiestas decembrinas y que aprenden el canto de sus padres y abuelos, pero no de sus hermanos mayores. La mayoría de esos niños pertenecen a familias católicas aunque no asisten a misa, de ahí que en las ramas se encuentren imágenes de la virgen de Guadalupe, de Cristo o cualquier santo de su predilección. Además de las imágenes de santos, la rama se adorna con esferas y lo que llaman “cola de gato” de papel, algunos adornos de botas de Santa Claus y regalos en miniatura.
En medio de discursos aspiracionales (aquello de querer pertenecer a la clase alta, ganar mucho dinero, hablar inglés y sentirse yanqui de los suburbios) y del atroz colonialismo cultural, la rama, como muchas otras tradiciones nacionales navideñas –o de cualquier otra época- sobrevive en la voz de los niños que aún no han absorbido todo lo negativo del mundo de los adultos.
“Yo sí quiero que mis hijos salgan a cantar la rama, es más, les voy a enseñar la letra. También quiero seguir saliendo a cantar con mis primos y mis amigos, nos divertimos y ganamos un dinero para navidad. Nos gusta hacerlo y nuestros padres y abuelos les da gusto que salgamos a cantar”, finaliza Alan quien gustoso me enseñó la letra del canto de la rama.

Me paro en la puerta, me quito el sombrero
Porque en esta casa vive un caballero, vive un caballero
Vive un general que me da permiso para comenzar.

Naranjas y limas, limas y limones
Aquí está la virgen de todas las flores
En un jacalito de cal y arena
Nació Jesucristo para nochebuena
A la media noche un gallo cantó
Y en su canto dijo. “Ya Cristo nació”.

Señora Santa Ana, ¿por qué llora el niño?
Por una manzana que se le ha perdido
No llore por una, yo le daré dos
Una para el niño y otra para Dios.

Arriba del cielo hay una ventana
Donde se asoma la guadalupana.
Arriba del cielo hay un autobús
Donde pasea el niño Jesús.
Arriba del cielo había un elefante
Los supo San Pedro y llamó a Pedro Infante.
Arriba del cielo sembraron maíz
Lo supo San Pedro, se fue de nariz.
Arriba del cielo mataron tortugas
Lo supo San Pedro y pidió la pechuga.
Arriba del cielo mataron un pato
Lo supo San Pedro y pidió su zapato.
Arriba del cielo hay una vía
Lo supo San Pedro, se fue en carretilla.
Arriba del cielo mataron dos ratas
Lo supo San Pedro y pidió sus maracas.

Zacatito verde lleno de rocío
Que no se tape y se muera de frío
La piñata tiene caca, tiene caca, cacahuates de a montón,
Si no me dan mi aguinaldo se la verá con Dios.

Ya se va la rama muy agradecida
Porque en esta casa fue bien recibida. (En caso de que el dueño de la casa les de dinero).

Ya se va la rama con patas de alambre
Porque en esta casa se mueren de hambre. (En caso que no les den nada).

El texto del canto de la rama difiere en distintas regiones, no es igual a como se canta en Veracruz, lugar de origen de la tradición.
"La Rama", es la tradición típica navideña en el estado de Veracruz. En La Antigua, Veracruz, lugar donde Hernán Cortés se estableció por un tiempo, se acostumbra poner un nacimiento en la iglesia del lugar, con algunos animalitos vivos. No hay precisión alguna respecto al origen de "La Rama", sin embargo, a semejanza de muchas de nuestras tradiciones, se considera que es producto de la fusión de elementos prehispánicos y españoles a los que se le sumaron también, la influencia negra.
"La Rama" veracruzana, como expresión tradicional navideña se ha extendido a algunas poblaciones de Chiapas y Tabasco.
Inicialmente y en los poblados en que se conserva la tradición auténtica, la festividad comenzaba el 16 de diciembre con la selección de una rama de otate, naranjo o pino, la cual es adornada con papel de china de colores, palmas y frutas.
No falta quien a "La Rama", de la cual pende un farolillo, la ilumine con velas. El grupo de niños, jóvenes y adultos que llevan "La Rama", a semejanza de los peregrinos que piden posada, van de casa en casa cantando villancicos y en no pocas ocasiones, con acompañamiento musical formado con instrumentos de la región.
En la casa donde finalmente llega "La Rama", se les ofrece buñuelos bañados con miel tibia, fruta de la temporada, dulces, sin faltar los "toritos", la bebida elaborada con fruta -nanche, guanábana, jobo- miel o leche condensada, jugo de limón y aguardiente de caña para los adultos.
El pretexto para ingerir "toritos" es el frío, además consideran que dicha bebida les aclara la garganta para seguir cantando.
En la región de Misantla, la flor que generalmente denominamos nochebuena, se le conoce como "flor de pascua".
En dicha región existe una planta que florece durante las festividades navideñas y en cuyos bejucos cuelgan unas flores blancas en forma de campana a la que llaman flor de nochebuena.

sábado, diciembre 16, 2006

Lágrimas rojas mojando el silencio.


Y estaba aquí, sentado en una esquina de mi vida, oculto bajo la delgada capa de inocencia que quedaba de mi infancia, como si todos mis sueños se hubiesen esfumado tras la violenta toma del paraíso virtual. Nada, ni siquiera una voz inconforme se levantó por encima de los parlantes desquiciados. Las pantallas reflejaban una vorágine de mentiras preparadas y sucesos inexplicables, como en esos sueños en que un símbolo se levanta por encima de la masa social.
Una o dos veces me pregunté si el mareo vespertino provenía de una boca que eructaba frases sin sentido. Me colgué de una lengua púrpura para meterme en sueños alternos a la realidad distorsionada. Normal, ¿qué es ser normal? Ser normal no es vivir obedeciendo a la voz de la arena, o caminar sobre las piedras candentes de la sociedad consumista… consumiendo almas, consumiendo deseos.
El ritmo de mi vida disminuye y apenas comienza la noche. “Déjenme volar que quiero atravesar el mar de la simulación. Quiero convertirme en un haz de luz que viaja con el tiempo consumido en un hoyo negro, absorbiendo galaxias, descubriendo paraísos virtuales”.
Seguí sentado sobre mi sombra mientras la pantalla continuaba con su función hipnotizadora. Mis lágrimas rojas brotaron al caer la tarde en mis ojos lunares, clavado en la pared como uno de esos santos de madera, alrededor se escucharon las voces de los resignados: “esto es el principio, este es el bueno”.
Dijeron que mi inconformidad era amarilla cuando acusé a una mente manipulada, espíritu perdido en la mortal aspiración de una vida acomodada; nada más lejos de la verdad, nunca he marchado con el sol negro. Tampoco he sido un hippie anacrónico pues no soporto la desagradable pasividad de vivir amargado por la modernidad ni el falso papel de chauvinista.
Fumo ramitas de recuerdos diurnos acompañado del conejo azul, la cara de la luna, el mar de la tranquilidad. La frágil capa de inocencia refleja los recuerdos proyectados por mis ojos de diamante. Las lágrimas rojas acarician la voz de los sordos, colorean las noches grises bajo las faldas de una amante improvisada. Seductor es aquél rostro emergiendo en las pantallas caseras, lengua mentirosa y afilada, lista para matar la conciencia.
Y aquí sigo sentado, agazapado bajo el manto estelar de la creatividad nocturna. Allá afuera respiran una felicidad aparente. Nada será igual, todo será como ayer pero nunca llegará un mañana diferente.

martes, diciembre 12, 2006

Acaba la época de los dictadores de derecha


Por Jaime Rodríguez


CHETUMAL, 11 de diciembre.- El ex dictador chileno, Augusto Pinochet, murió el pasado domingo 10 de diciembre debido a una grave descompensación. Estaba hospitalizado a raíz de un infarto al miocardio y un edema pulmonar, del cual se recuperaba según los últimos partes médicos. Al conocer la noticia de su deceso, el pueblo de Chile salió a las calles a celebrar la muerte de aquel que durante 17 años cometió crímenes contra la humanidad, pero por otro lado, sus partidarios lloran su muerte. Se discutió acerca del tipo de ceremonia con la cual debía ser velado y sepultado, actualmente se le vela en la sede de la Escuela Militar. Dejó crímenes impunes. El escritor uruguayo Mario Benedetti afirmaría: “la muerte venció a la justicia”.
No se puede pasar por alto un suceso de esta magnitud ya que Pinochet significó uno de los episodios más oscuros de Chile y de todo el Cono Sur de América Latina. Después del golpe militar del 11 de septiembre para derrocar al presidente socialista Salvador Allende y durante el cual perdió la vida, alrededor de 3 mil 196 muertos políticos y 185 desapariciones forzadas se llevaron a cabo en los 17 años (1973-1990) de dictadura de este personaje. Para conocer la importancia del impacto que tiene la muerte de Augusto Pinochet en Chile y el resto de América Latina, Por Esto de Quintana Roo conversó con el Maestro en Relaciones Internacionales, Juan Carlos Arriaga, catedrático de la Universidad de Quintana Roo y quien tiene amplios conocimientos sobre las dictaduras en la década de los 70 en Sudamérica.



P.E.- Augusto Pinochet murió dejando crímenes impunes y en Chile hubo reacciones encontradas, la gente en nuestro Estado y el resto del país se pregunta qué importancia tiene este suceso.
Juan Carlos Arriaga.- “Primero hay que entender que Pinochet es de los últimos militares golpistas que se convirtieron en jefes de estado que seguían vivos. Quedan vivos dos, hace un mes murió otro de los más sanguinarios dictadores militares de Sudamérica que fue Alfredo Stroessner de Paraguay. Los dos que quedan vivos son Videla, los que estuvieron en la Junta Militar Argentina y otro más. Pinochet representaba el estereotipo, y es uno de los golpistas militares que concentró la mayor cantidad de poder en esos países. Hay que pensar que Pinochet, después de haber sido detenido en Inglaterra en 1998, había librado los juicios políticos sobre genocidio, cosa que no pudieron librar los otros ex presidentes que estaba sujetos a investigación en sus países o de plano no podían regresar a su país de origen, como fue el caso de Stroessner. Entonces (Pinochet) es un símbolo de la derecha ultracoservadora y del poder de los militares en Sudamérica. Ahora, su muerte al parecer ya es el reforzamiento de la transición política en Sudamérica porque ya está claro que no va a ser tan fácil que los militares regresen al poder mediante golpes de estado.

P.E.- ¿Qué influyó para que Augusto Pinochet se librara de los juicios contra él?
Arriaga
.- Sucede esto. En Chile, la derecha, en términos políticos, sigue siendo muy fuerte. Hay un grupo conservador, la Democracia Cristiana y los dos partidos que manejaban Pinochet tenían una buena parte del control del congreso. Los socialistas en términos precisos no tienen ese control del congreso como partido político, han necesitado armar coaliciones para vencer a los partidos pinochetistas: a la Democracia Cristiana y al partido Renovación Nacional. Hay otro partido más de la derecha que, ellos por sí solos pueden bloquear cualquier posición del congreso para modificar alguna ley que absuelva o que hubiera llevado a juicio a Pinochet. Hay que pensar también que la constitución vigente en Chile, es la constitución que promulgó Pinochet. Entonces, hay por ahí muchos recovecos jurídicos que complicó la investigación y la condena, sobre varios crímenes, no solamente los de genocidio que era por el cual yo lo estaban procesando y del cual salió desaforado; también estaba el delito de corrupción, el enriquecimiento ilícito, el fraude fiscal. Tenía una lista muy larga de demandas, ¿cómo las había librado? pues por problemas de salud, siempre los abogados acaban curiosamente por los problemas de salud, ya sea por su edad y por su estado tan delicado no se le podía condenar, no asistía a las comparecencias o no se le llevó a prisión. También otra de las estrategias jurídicas de sus abogados fue el argumento de demencia senil.

P.E.- Y ahora, ¿qué va a pasar con todos los crímenes que se le imputaban?
Arriaga
.- Pues quedan sin condena pero, aquí lo interesante es que es el “símbolo de la derecha”. Cuando mueren los que concentran esos símbolos en los grupos políticos, éstos tienden a desintegrarse porque, para la derecha en Chile no hay un sustituto, una base real de poder, él era el de la imagen, era el de las influencias, era el que tomaba las decisiones finales. Era el “gran Padrino”. Entonces, muerto “el padrino” puede ser que otros grupos intenten tomar ese liderazgo. No hay una figura fuerte de la derecha chilena. Desde mi perspectiva vendría un debilitamiento de la derecha, ¿por qué? Puede ser que ahora las baterías de las víctimas de los asesinatos durante la “guerra sucia” en Chile y sus abogados, ahora dirijan sus baterías ya no solo sobre la figura emblemática que fue Pinochet sino contra otros violadores de los derechos humanos.

P.E.- En Chile se dividieron las reacciones, ¿cómo tendrían que enfrentar los chilenos esa situación o cómo lo asimilaría el resto de los países de América Latina?
Arriaga
.- A mi me parece que hay un control mediático sobre esta información. Yo quiero creer que la mayor parte del pueblo chileno está celebrando la muerte del dictador y que de ninguna manera va a estar dispuesto a que se le rindan honores como jefe de estado, lo cual significa izar la bandera a media asta y un sepelio con toda la pompa militar. Me parece que esas dos ceremonias militares serían un insulto para los hijos de desaparecidos y a las víctimas de la “guerra sucia”. No crea que sea tan fácil llevar a cabo estas acciones de celebración. Hay que ver los principales diarios de Chile hablan de “la muerte del ex presidente”. Sólo un periódico, la Nación, habla de “la muerte del ex dictador”, y en la televisión chilena han estado emitiendo los programas como “la muerte del General Pinochet” o “la muerte del ex Presidente Pinochet”. Esto parece una cuestión mínima, lo cierto es que están reflejando la opinión de un pequeño grupo de chilenos que quieren exaltar la figura de Pinochet. Ahora, esos pocos chilenos se pueden contar con los que estaban frente al hospital militar donde falleció. No me parece que sea una división donde sean fuerzas en número equiparables, me parece que los medios han estado maximizando el número de los pinochetistas, que, si son pocos, son muy escandalosos y todavía tienen el poder en ese país.

P. E.- Y así como el golpe de estado del 11 de septiembre de 1973 tuvo un fuerte impacto en América Latina, ¿qué alcance tendría la muerte de Pinochet al resto del continente?
Arriaga
.- Pues una reflexión sobre la forma de gobernar utilizando la fuerza bruta. A Pinochet se le atribuyen dos acciones muy importantes y que han sido benéficas desde su punto de vista para el país: uno, es el proceso de modernización; Chile no es Bolivia, no es Perú, no es Ecuador, es cualitativamente hablando en servicios, en administración pública, muy superior. Se asemeja más a un país europeo que a un país sudamericano. Los niveles de corrupción son muy bajos y parece que todo funciona muy bien. Una cosa que, dicen los chilenos, no han podido controlar al menos en Santiago de Chile, es la contaminación ambiental. Fuera de eso todo lo demás parece que funciona muy bien y eso es resultado de las acciones de Pinochet, esa es una. La otra es el avance económico y el crecimiento económico. A Chile se le presenta y se le presume como “el país de los éxitos económicos” junto con el México de Salinas y de Zedillo. Pero no ha tenido una crisis financiera desde 1976, ha tenido una reconversión económica muy intensa; no se ha metido en crisis financieras, resultado de déficit fiscal o de un ahondamiento del déficit del comercio exterior. Ha tenido una economía estable y con crecimiento y es la única economía que ha crecido, fue la única de las pocas economías que crecieron dos por ciento, promedio, en la década de los 80. Los críticos dirían “exactamente pudiéramos conceder que ocurrieron esas dos cosas”, la modernización y el control económico pero ¿a qué costo social? Uno de los países que sigue teniendo una pobreza muy importante, 25 por ciento de la población vive en pobreza, donde la educación cuesta, no es gratuita, todo se ha privatizado: la salud, la educación, la seguridad social en general. Eso ha sido un costo muy fuerte, si la gente quería protestar se tenía que enfrentar al ejército; no a la policía o a los carabineros sino se tenía que enfrentar directamente al ejercito. Entonces, esa forma de gobernar me parece que es la que va a llamar a la reflexión: muerto Pinochet podemos alcanzar “esto” pero no necesariamente por los métodos pinochetistas, probablemente a través de la negociación y la concertación. Y esa es la apuesta de la derecha latinoamericana. La derecha en México va a seguir los pasos de la derecha chilena y probablemente no utilice los métodos pinochetistas, metiendo al ejército en todo y golpeando a todo el que se le ponga enfrente, sino que van a hablar del diálogo, de la concertación, de la democracia, del juego político para llegar a esa misma modernización y estabilidad económica.

P.E.- ¿Se puede pensar en una dictadura militar en México actualmente?
Arriaga.- No. La derecha ya no va a tomar los métodos militaristas tipo Stroessner, Pinochet, Videla, Hugo Banzer en Bolivia, ya no van a estar dispuestos a eso. Lo que van a hacer es jugar con reglas de una democracia electoral, unas reglas que pueden ser muy parciales. Van a poner reglas de competencia política y esas, estoy seguro que sí las van a respetar, no van a regresar a esas cuestiones militares. El costo social es muy fuerte y el costo político para ellos, también, entonces ahí pueden perder el poder. Hay otro hecho, que la izquierda en América Latina está avanzando. En este año, de seis procesos electorales, sólo en un país perdió la izquierda, México. Los otros los ganaron, Nicaragua, Ecuador, un poco la falsa izquierda, una derecha moderada la de Perú, de esos dos casos que se perdieron. Pero en Brasil, en Venezuela, en Nicaragua y en Ecuador, todos son partidos y organizaciones de izquierda muy enfrentadas a la derecha local.

P.E.- Entonces, con la muerte de Pinochet ¿se habla de un final de las dictaduras militares de derecha?
Arriaga
.- Sí, me parece que las dictaduras militares de derecha terminaron. Las de izquierda se acabaron en los 80, fue cuando la “utopía se quedó desarmada”. Ahora, la utopía de la derecha, del control y el orden, paz, honradez y ornato como dicen los dictadores del caricaturista Palomo (ríe), pues esa también va a quedar en el pasado y me parece que ya no va a tener regreso. Lo que vamos a ver ahora serán competencias políticas cada vez más fuertes entre la derecha y la izquierda, pero una derecha cada vez más férrea, más fundamentalista, apoyada en el pensamiento cristiano.

domingo, diciembre 10, 2006

1972, Salvador Allende en México

Por: Claudia Ceja Andrade*10/12/2006 (Tomado del Nuevo Excelsior)

"Compañero Allende: ni un paso atrás", "Allende, México te defiende", "Estamos con usted en la lucha por América Latina", "Allende, Chile vencerá". Con éstas y otras expresiones, miles de obreros, estudiantes, campesinos y sobre todo jóvenes mexicanos corrían de un lado a otro gritando con gran entusiasmo, la tarde del 30 de noviembre de 1972, ante la llegada a México del presidente de Chile, Salvador Allende.
Rompiendo el protocolo de recepción de un jefe de Estado, los mexicanos brindaron al presidente Allende una bienvenida cálida y multitudinaria. De acuerdo con periódicos de la época, una "valla humana" de casi 16 kilómetros se formó desde el aeropuerto internacional hasta la embajada chilena, en las Lomas; así, México refrendaba su apoyo incondicional al pueblo chileno y a su dirigente.
Para algunos, el acto vivido por Allende en nuestro país "fue, en sí, el [del] pueblo que se volcó en las calles para saludar, aplaudir y vitorear a un hombre que busca[ba] la reivindicación de los suyos". De ello no cabe la menor duda; no obstante, a 34 años de distancia también debe entenderse como la demanda de miles de mexicanos que hicieron suya la lucha del pueblo sudamericano en pos de una verdadera democracia y una mayor independencia respecto del extranjero, especialmente de Estados Unidos.
Allende y su pueblo representaban la lucha tenaz por un país libre e independiente que buscaba la transición democrática al socialismo. Cuando Luis Echeverría expresó: "Han iniciado ustedes en México un viaje en el curso del cual le dirán al mundo cuál es la batalla de Chile por su libertad", sin vacilar Allende le respondió: "No queremos vasallaje, ni colonialismo, sino independencia".
La república de Chile y su entonces Presidente eran ejemplos a seguir para aquellos hombres y mujeres identificados con los ideales revolucionarios y con la izquierda marxista. La visita de Allende fue un momento apoteósico y significativo para los escépticos respecto del futuro ante el crispado presente: la represión al movimiento estudiantil de 1968 más allá de acallar las voces descontentas, provocó un encono mayor contra el Estado; asimismo, las huelgas, las movilizaciones de ferrocarrileros y electricistas, la inflación, el déficit comercial y el incremento de la deuda externa abonaban cada día más un conflicto social de mayor envergadura. En esas circunstancias, para un sector descontento de la sociedad, las revoluciones que llevaban a cabo algunos pueblos de Latinoamérica se dibujaban como una promesa en el horizonte.
Hombres de izquierda como Pablo González Casanova, quien era rector de la Universidad Nacional Autónoma de México –que por cierto, llevaba más de un mes de huelga–, y David Alfaro Siquieros se encontraron con Salvador Allende; lo hizo incluso el ideólogo del PRI, Jesús Reyes Heroles, quien ante la pregunta de si su partido recibiría con gusto la visita de un mandatario socialista, simplemente contestó: "El PRI recibe con los brazos abiertos al presidente Salvador Allende".
Pese a las molestias de algunos sectores conservadores, que no veían con buenos ojos la relación de Echeverría con Allende, el Ejecutivo chileno ofreció un discurso en el Congreso de la Unión argumentando: "Tenemos una filosofía distinta que no niego, pero hemos conjugado un lenguaje que se proyecta en el continente y más allá"; en esa misma tribuna, Echeverría respondió: "Ha llegado usted en el momento en que hemos redefinido el rumbo de nuestras instituciones".
Sin lugar a dudas, uno de los momentos cumbre de esa visita fue el 3 de diciembre, en el Auditorio Central del Instituto de Ciencias Sociales y Humanidades de la Universidad de Guadalajara; justo ahí, Allende desnudó sus ideales y sus mejores deseos para toda América Latina; denunció la rapacidad del imperialismo, evidenció la pobreza y la explotación de los pueblos latinoamericanos y, especialmente, habló de la responsabilidad y el significado de ser joven, más aún, de ser un "joven universitario" y de la imperiosa necesidad de que éstos contribuyeran a mejorar las condiciones materiales de sus pueblos: "Yo, que soy un hombre que pasó por la universidad, he aprendido mucho más de la universidad de la vida: he aprendido de la madre proletaria en las barriadas marginales; he aprendido del campesino, que sin hablarme, me dijo la explotación más que centenaria de su padre, de su abuelo o de su tatarabuelo; he aprendido del obrero, que en la industria es un número o era un número y que nada significaba como ser humano, y he aprendido de las densas multitudes que han tenido paciencia para esperar".
Al despedirse de México, Salvador Allende puntualizó: "Gracias por comprender el drama de mi patria, que es, como dijera el poeta Pablo Neruda, un Vietnam silencioso; no hay tropas de ocupación ni poderosos aviones nublan los cielos limpios de mi tierra, pero estamos bloqueados económicamente, pero no tenemos créditos […] pero no tenemos cómo comprar alimentos y nos faltan medicamentos, y para derrotar a los que así proceden, sólo cabe que los pueblos entiendan quiénes son sus amigos y quiénes son sus enemigos […] Yo sé […] que México ha sido y será […] amigo de mi patria".
Después de aquel acto y de su estancia en nuestro país, el presidente Salvador Allende partió del aeropuerto Miguel Hidalgo en Guadalajara rumbo a Estados Unidos para poner en evidencia las agresiones internacionales de las que era víctima su país, en el marco de una reunión de la ONU.
Era la primera vez que el pueblo de México recibía a un Primer Mandatario de tales proporciones, un dirigente que venía trabajando por los "de abajo", razón por la cual el recibimiento rebasó lo oficial, convirtiéndose en popular. Por espacio de cuatro días, los mexicanos rindieron honores al hombre y al pueblo que simbolizaban una de las esperanzas para el futuro de América Latina.
Nueve meses después, México y el mundo entero despertaron con la noticia de que aquel "Vietnam" no estaría más tiempo silencioso.

*Investigadora del Instituto Nacional de Estudios Históricos de las Revoluciones de México (INEHRM)